San Juan de Lurigancho. El 13 de enero de 1967 el arquitecto Fernando Belaúnde Terry creó este distrito al este de la ciudad. Habitado en gran medida por migrantes de diversas regiones del país, este territorio --el más poblado de Lima-- tiene un pasado precolombino y colonial, desconocido para gran parte de sus actuales pobladores, que puede ser la base para crear una sólida identidad en la comunidad y desarrollar un circuito turístico.
Jorge Paredes (Polìgrafo)
San Juan de Lurigancho se levanta sobre una inmensa quebrada al este de la ciudad. Rodeada por una cadena de cerros, esta parte de Lima, contra lo que usualmente se cree, ha estado poblada desde tiempos muy remotos. Sin embargo, la explosión urbana producida a mitad del siglo XX --y acentuada en los años ochenta-- ha borrado innumerables vestigios arqueológicos y ha convertido verdaderas ciudadelas y palacios prehispánicos en restos de adobes que hoy sobreviven cercados por invasiones y urbanizaciones y amenazados por la indiferencia, el descuido y el vandalismo de continuas excavaciones clandestinas y de quienes arrojan basura y desperdicios en su interior.
Por la avenida El Santuario se llega a Mangomarca. Tan cerca y tan lejos de Lima, esta ciudadela prehispánica aparece escondida entre un callejón de cerros en forma de U. De su época de esplendor no queda casi nada, solo resisten algunos restos: una pirámide trunca de adobe, construida como una prolongación del cerro, con una rampa curva que ha llamado la atención de arqueólogos e historiadores, y que permite acceder con facilidad hasta su cima. Aquí también se pueden observar murallas de adobe de más de tres metros de alto y otros recintos cuadrangulares que hacen suponer la existencia de un centro urbano de gran importancia.
Se estima que Mangomarca --palabra quechua que significa "pueblo de los señores" o "pueblo real"-- empezó a poblarse desde el año 300 d.C., pero su etapa de apogeo se sitúa en el llamado horizonte tardío, entre los años 1000 y 1450 d.C.
Según el historiador Juan Fernández del Valle, quien se ha dedicado a reconstruir el pasado precolombino del distrito, durante este tiempo prosperaron los ruricanchos, un grupo cultural que provenía de la sierra sur, probablemente del Altiplano, y que se asentó en este lugar formando una red de curacazgos.
Los del interior
La palabra ruricancho proviene del quechua y significa "los canchos del interior". Cancho o kanchu designaba, por su parte, a un ave de gran plumaje y se cree que los jefes de esta comunidad llevaban este apelativo porque adornaban sus cuerpos con estas plumas.
"Los ruricanchos tenían un alto nivel de desarrollo y Mangomarca era su capital administrativa y religiosa. A diferencia de otros curacazgos costeños no adoraban a Pachacamac sino a Pariacaca, el mítico santuario en las alturas de Huarochirí", dice Juan Fernández Valle.
Esta comunidad se consolidó hasta la llegada de los incas a la costa (1470 aproximadamente) y con el tiempo --sostiene Fernández-- se cambió la 'r' por la 'l' a causa de una probable influencia lingüística altiplánica. Ruricancho devino entonces en Lurigancho y fue el nombre que los españoles recogieron en el lugar en 1535. La encomienda de Lurigancho pasó por varios propietarios, tal vez el más notable de todos fue el arzobispo de Lima Gerónimo de Loayza, y funcionó hasta alrededor de 1571 cuando por orden del virrey Toledo se crearon las reducciones o doctrinas de indios. Estos asentamientos, en los que se aglutinaron poblaciones indígenas diversas, se levantaron en varias zonas de Lima. De esta manera nació la reducción San Juan Bautista de Lurigancho, un pueblito que se ubica hoy cerca de la avenida Próceres de la Independencia, y cuyo nombre heredaría el distrito cuatro siglos después.
El cerro colorado
Entre las lomas que rodean la inmensa quebrada de Canto Grande, la de mayor altitud es el cerro Colorado (2.200 m.s.n.m.). Una verdadera cumbre que ahora es desértica y seca, pero que esconde importantes vestigios arqueológicos. "Hemos recorrido toda la quebrada --unos 131 kilómetros cuadrados-- y en el 2002 tuvimos la suerte de encontrar en el sector norte del cerro Colorado evidencias de primeros pobladores cazadores recolectores, objetos líticos de 9.000 a 7.000 años de antigüedad", dice el arqueólogo Julio Abanto Llaque, director del Instituto Cultural Ruricancho. "Estamos hablando de grupos que vinieron desde la sierra en busca de recursos que en esa época eran abundantes: puquiales, lomas, humedales".
Según Abanto existen en el distrito unos cien elementos arqueológicos, a pesar de que el INC solo reconoce seis, entre petroglifos de época Chavín, restos del precerámico tardío (3.000 a.C.) y geoglifos (líneas 2.000 años más antiguas que las de Nasca). Al respecto, se mencionan los estudios del investigador Lorenzo Rosselló, quien contabilizó más de 65 figuras en las pampas de Canto Grande, que fueron destruidas cuando esta zona se urbanizó en los años setenta. Actualmente quedan algunos geoglifos (construidos por alineamiento de rocas) al interior de la quebrada, en la cumbre del cerro Colorado.
"Lo más probable es que estén vinculados a un calendario astronómico", explica el arqueólogo. "La mayoría son plazoletas, es decir trapecios alargados. Solo hemos encontrado uno figurativo, que es una serpiente".
Otro de los monumentos perdidos es una estructura ceremonial que, de acuerdo a Abanto, existió hace 30 años en el actual pueblo joven 15 de Enero, y que por sus características estaba relacionada con sitios como Caral (en el valle de Supe).
Se trata de innumerables vestigios que convierten la quebrada Canto Grande en una verdadera reserva, cuya puesta en valor y estudio es todavía una tarea pendiente. Los esfuerzos por ahora vienen de jóvenes profesionales residentes o nacidos en San Juan de Lurigancho que han creado redes de estudio y de conservación, así como publicaciones con importantes aportes para el conocimiento de esta zona de Lima. Tanto Juan Fernández como Julio Abanto coinciden en afirmar que sustancialmente se trata de crear una identidad en un distrito hecho por el impulso de cientos de miles de migrantes.
Fuente: Suplemento El Dominical (El Comercio). 11/01/09
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