miércoles, 30 de enero de 2013

Historia de los Cañaris y el Tahuantinsuyo. Atahualpa y la rivalidad contra los Cañaris.

El conflicto en Cañaris

Por: Antonio Zapata Velasco (Historiador)
El primer conflicto social del año viene desarrollándose en una zona del país cuyo nombre puede sonar exótico: Cañaris e Incawasi. ¿Quiénes son? ¿Cuál es su historia? ¿Cómo así están en Lambayeque?
Los cañaris son un grupo étnico prehispánico cuyo asentamiento principal quedaba en el actual Ecuador.  Fueron incorporados al Tawantinsuyu por Huaina Cápac, que apreció sus dotes guerreras; lo acompañaron a la conquista de Quito y luego les dio una responsabilidad crucial: les encargó custodiar los puestos de vigilancia militar en el imperio. El soberano los distribuyó en sus fortalezas como mitimaes de privilegio. Así, los cañaris disponían de la llave del Tawantinsuyu.
Cuando estalló la guerra entre Huáscar y Atahualpa, los cañaris se ubicaron del lado de Huáscar.

En una de las primeras batallas, los cañaris atraparon a Atahualpa. Pero, celebraron su éxito excesivamente y Atahualpa se escapó. A partir de ese momento, la suerte de la guerra se invirtió. Atahualpa sostuvo que había huido de sus captores transformándose en el amaru, el dios serpiente. Su imagen divinizada lo ayudó a remontar la guerra.
Luego, Atahualpa obtuvo una victoria tras otra, no volvió a perder. En todas estas ocasiones, los cañaris fueron la vanguardia de las derrotadas tropas de Huáscar. En cierto momento, decidieron cambiar de bando y enviaron una delegación compuesta por niños de la nobleza cañari a solicitar el perdón del soberano. Pero, Atahualpa no aceptó y degolló a los infantes; no podía olvidar que, cuando estuvo preso, le habían roto su gran oreja de aristócrata inca y el rencor por esta afrenta lo hizo cometer un error fatal.
Atahualpa odiaba a los cañaris y los había condenado a desaparecer cuando él asumiera la mascaipacha en una fastuosa ceremonia que se preparaba en el Cusco. Por ello, este grupo estaba en Cajamarca el fatídico día cuando Pizarro apresó a Atahualpa. Esa tarde, la caballería española saqueó el campamento real del inca, que estaba en Baños, y luego se recogió. Durmieron con un ojo en vela, temiendo que el ejército del inca intentara rescatarlo.
Al amanecer pareció que llegaba el momento, puesto que los vigías divisaron un grupo humano que caminaba hacia ellos. Se aprestaron para el combate hasta que descubrieron que venía en paz. Eran los cañaris que se estaban pasando a su lado con todos sus bagajes. Así, desde el primer día, Pizarro dispuso de las fortalezas incas, dominando caminos y rutas del imperio. El control estratégico del Tawantinsuyu pasó a manos españolas con esta defección.  La represión de Atahualpa había empujado a los cañaris a tomar el único camino alternativo en esa circunstancia.

Luego, los cañaris acompañaron a Pizarro a lo largo de toda la conquista. Fueron cruciales como ayudantes de los españoles cuando el cerco de Manco Inca al Cusco. No fueron el único grupo indígena que tomó esa opción. Como es bien conocido, fueron acompañados por huancas, huaylas y chachapoyas, entre otros. Pero, los cañaris siempre fueron especiales para los españoles.

Estaban desde el comienzo, fueron los primeros y se portaron durante toda la guerra. Al final fueron premiados y un curaca cañari se quedó con Yucay, una de las joyas del incario.
Pero, no todo el grupo étnico participó de la conquista, algunos permanecieron en sus lugares. Se quedaron donde el inca los había colocado. A lo largo de los siglos, se fundieron con las poblaciones locales, pero conservaron ciertos elementos culturales que los distinguen. Por ejemplo, la vestimenta y los apellidos, que vemos aparecer en los medios con ocasión del conflicto actual con la mina.
En la situación que vivimos hoy día, bien valdría escuchar a los cañaris. La vez pasada que aparecieron en la historia, Atahualpa ignoró su oferta de negociación y como consecuencia indeseada perdió un imperio. Es cierto que ahora no controlan la llave del Perú moderno, ni mucho menos. Pero, poseen una historia que advierte contra la falsa seguridad que invade al poderoso cuando quiere imponer sin escuchar. En vez de reprimir con la policía, se impone dialogar hasta obtener la licencia social para la inversión minera.
Fuente: Diario La República (Perú). 30 de enero del 2013.

lunes, 21 de enero de 2013

Historia de la "Operación Ájax" en Irán. La CIA y el golpe de estado contra Muhammad Mossadegh (1953).

         

La historia que no cuenta la película Argo

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Lo que hicieron los agentes de la CIA en Irán trajo como consecuencia la instalación de un régimen islámico extremista, pero en el largometraje de Ben Affleck solo se destaca el lado heroico de un operativo secreto que no representa lo que realmente sucedió.

Texto: Ángel Páez.
Mi gran pecado, quizás el más grande de todos, ha sido haber nacionalizado el petróleo de Irán y haber desmontado el sistema de explotación del más grande imperio. (Muhammad Mossadegh)
La película de Ben Affleck Argo transforma en una extraordinaria victoria de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) lo que en realidad fue el mayor fiasco de su historia: laintromisión en Irán.
A partir del relato del rescate de un grupo de seis empleados de la embajada deEstados Unidos en Teherán, que burló el cerco de los revolucionarios islámicos y escaparon del convulsionado país, Affleck presenta la "Operación Argo" como la mayor expresión de la eficiencia de la CIA. Para lograr su objetivo, se vale de un verdadero acto heroicoque protagonizó el agente Tony Méndez (encarnado por el propio Ben Affleck) para salvar a sus compatriotas, en 1979. El largometraje proyecta la imagen de que la CIA cumplió una extraordinaria labor en un país capturado por fanáticos islámicos, terroristas barbudos de ojos desorbitados, envilecidos por el odio a los Estados Unidos. No es cierto.
La historia de la CIA en Irán comenzó en 1952, mucho antes de la "Operación Argo". Lo que hizo la agencia en Irán se mantuvo en secreto durante medio siglo, hasta que el 16 de abril del 2000, el reportero James Risen, del periódico The New York Times, destapó un informe de la misma agencia que desvela su vergonzoso papel.
Reconocía que promovió, financió y ejecutó un golpe de Estado para desalojar a un gobernante legítimamente elegido, Mossadegh, y reemplazarlo por un títere, el sha. Lo de Irán fue el primer golpe de Estado de la CIA en el planeta y será un modelo que repetirá incansablemente.
Con la desclasificación de numerosos documentos secretos de la CIA, entre ellos los conocidos como “Las joyas de la familia”, otros dos periodistas del The New York Times,Stephen Kinzer Tim Weiner, en las investigaciones de reciente publicación Todos los hombres del Sha (2005) y Legado de cenizas: historia de la CIA (2008) relatan lo que realmente perpetró la agencia. En esos libros, que Affleck parece no haber leído, los iraníes no aparecen como en su película: una banda de islámicos locos, desadaptados e ignorantes.
LA CONSPIRACIÓN
Irán no estaba en el mapa de los intereses de la CIA cuando el 20 de marzo de 1951 el primer ministro Muhammad Mossadegh nacionalizó la industria petrolífera que durante 38 años se encontraba bajo el control de la poderosa Compañía de Petróleo Anglo-Persa, cuya propiedad era en parte del gobierno de Gran Bretaña.
Al descubrir Mossadegh que los británicos conspiraban en su contra para expulsarlo,clausuró la embajada en Teherán y expulsó a los funcionarios, entre ellos a varios agentes del servicio secreto MI6. Es entonces que Londres recurrió a Washington.
"En aquellos años, atreverse a tomar una medida como la que había adoptado Mossadegh era comparable a lanzar repentina e inesperadamente una bomba sobre Londres o Washington", escribió el reportero polaco Ryszard Kapuscinski, que estuvo en Teherán durante la revolución islámica y es autor de El Sha o la desmesura del poder (1982).
"Pero aquel día memorable (de la nacionalización de la Compañía de Petróleo Anglo-Persa) los iraníes aún no sabían que había cometido un crimen y que habrían de pagar con un castigo severísimo", advirtió Kapuscinski. El castigo sería el derrocamiento de Mossadegh –diseñado por la CIA–, la devolución del petróleo a los británicos y la entronización del sha Muhammad Reza como dictador monárquico durante 26 años.
En plena Guerra Fría, los británicos acusaron a Mossadegh de comunista y advirtieron que si no se le detenía los soviéticos convertirían Irán en un satélite rojo.
Como lo demuestra Stephen Kinzer en su libro, la acusación era falsa, pero en esa época de "caza de brujas" resultó muy efectiva.
SED DE PETRÓLEO
El gobierno de Dwight D. Eisenhower, convencido de que se trataba de una cruzada anticomunista, resolvió apoyar a los británicos y dio luz verde a la CIA para sacar a Mossadegh. El encargado de la "Operación Ájax" para defenestrar al primer ministro nacionalista fue Kermit Roosevelt Jr., nieto del ex presidente Theodore Roosevelt(1901-1909).
"El plan de la 'Operación Áyax' preveía una intensa campaña psicológica contra Mossadegh, seguida del anuncio de que el sha lo había destituido del cargo", escribió Stephen Kinzer. "Las turbas y las unidades militares cuyos jefes estaban en la planilla de la CIA se encargarían de aplastar cualquier intento de resistencia por parte de Mossadegh. Luego se haría saber que el sha había elegido al general Fazlollah Zahedi, un militar retirado que había recibido más de 100 mil dólares de la CIA, como nuevo primer ministro de Irán".
Todo se cumplió, aunque no exactamente como estaba previsto.
El 13 de agosto de 1953, el sha suscribió el decreto de destitución de Mossadegh y el nombramiento de Zahedi. Sin embargo, el primer ministro, al detectar la conspiración,  ordenó capturar al emisario del documento y paralizó el golpe. El sha escapó a Roma y Zahedi se ocultó en Teherán. La población salió a las calles en apoyo a Mossadegh, pero pronto todo cambiaría.
En los días siguientes los militares, bajo la influencia de la CIA, desataron una represión masiva y abrieron paso a multitudes a favor del sha dirigidas y subvencionadas por Kermit Roosevelt. Zahedi regresó a escena y el 19 de agosto encabezó el arresto y destitución de Mossadegh. Recién, entonces, el 22 de agosto, el sha regresó a Teherán para continuar con su reinado, esta vez con poderes dictatoriales.

Según el periodista Thomas Powers, autor de Guerras de Inteligencia: la historia secreta de EEUU desde Hitler hasta Al Qaeda (2002), el sha le dijo a Roosevelt: "Le debo mi trono a Dios, a mi pueblo, a mi ejército y ¡a usted!". Es decir, a la CIA.
TODO ERA CIERTO
El régimen dictatorial del sha instaló la Organización de Inteligencia y Seguridad Nacional (Savak), un salvaje aparato de represión y asesinato que sembró el miedo y la muerte. Los iraníes sabían que la destrucción de su democracia había sido obra de la CIA. El sentimiento adverso a los estadounidenses se convirtió en un odio profundo que alentó al movimiento revolucionario islámico, liderado por el ayatolá Jomeini.
Por eso, cuando los fundamentalistas tomaron el poder y desalojaron al sha, se exaltaron el día que el presidente Jimmy Carter informó que acogería al defenestrado monarca. En represalia, el 4 de noviembre de 1979, los seguidores de Jomeini capturaron la embajada y tomaron en rehenes a 52 norteamericanos.
La "Operación Argo" fue solo para sacar del país a seis estadounidenses que se escondieron en la embajada de Canadá. Pero al resto los iraníes los mantuvieron cautivos durante 444 días. Las fuerzas norteamericanas no pudieron rescatarlos. En un verdadero acto de humillación, los iraníes los dejaron en libertad solo después de que concluyó el gobierno de Carter.
"La toma de los rehenes  estadounidenses fue un acto de venganza de los iraníes por el golpe de la CIA de 1953 en Irán. El legado de esa operación (Ájax) iría mucho más allá de la terrible experiencia sufrida por los estadounidenses", escribió Tim Weiner.
Eso es algo más que no se ve en Argo, la película.
Fuente: Diario La República, suplemento "Domingo" (Perú). 20 de enero del 2013.

viernes, 18 de enero de 2013

De la "Guerra del Arauco" y la "Pacificación de la Araucanía" a los movimientos separatistas mapuches.

Problemas chilenos

Por: Aldo Mariátegui (Periodista)

Por lo visto, el conflicto mapuche se está complicando cada vez más en Chile y ya incluso dentro de esa rebelde etnia se están escuchando voces autonomistas que lindan con el separatismo. La Araucanía, situada en el sur chileno, fue un poco el "Far West" de nuestros vecinos del sur, una frontera que fue conquistada a los indios a punta de plomo ya en pleno periodo republicano, tal como sucedió en EE.UU. y en Argentina. Los españoles no pudieron someter a estas tierras durante la larguísima "Guerra del Arauco" (tres siglos de escaramuzas), que motivaron que el mismo Felipe II comentase que era el conflicto más largo y que más vidas españolas le costaba a su Imperio. Aparte de la inmortal obra de Alonso de Ercilla, poco sacó la colonia de un territorio frío y boscoso, sin minería y con mucha guerra. Es que por lo general las sociedades nómadas aún sin Estado y agricultura -y además ubicadas en lugares fríos y remotos- suelen ser muy fieras, como los mapuches, los pieles rojas y los patagones. ¡Mandabas un misionero y te lo devolvían hecho un tambor! El propio conquistador Pedro de Valdivia pereció a manos de Lautaro y los "huincas" españoles sufrieron por centurias esos "raids" mapuches llamados los "malones". Sin embargo, curiosamente los mapuches apoyaron al lado realista durante la guerra de Independencia chilena.
La nueva república chilena no le hizo mucho caso a los mapuches, hasta que en 1861 un hábil charlatán francés casi organiza un reino independiente con las tribus de la Araucanía, lo que motivó que Santiago ya le ponga atención a la zona, por lo que se inició un largo periodo de enfrentamientos sin un resultado claro.
Esto recién se dio con la llamada "Pacificación de la Araucanía", cuando Santiago embarcó hacia el sur a parte del ejército chileno que dejaba el Perú tras la firma de la toma de Lima. Así, tropas bien equipadas y veteranas de varios combates lograron en poco tiempo, con sus cañones Krupp y sus rifles Winchester, lo que los españoles no habían podido en siglos. Es al mismo tiempo que se da la "Conquista del Desierto" en Argentina y las guerras del Far West en EE.UU. A los derrotados mapuches se les concentró en "reducciones" (como las "reservaciones" de pieles rojas en EE.UU.), que eran las tierras más agrestes, y Chile fomentó una gran inmigración europea en la zona para poblarla, lo que explica la gran presencia de chilenos de origen alemán en esas latitudes en nuestros días. Con Pinochet, las cosas volvieron a crisparse, pues este construyó la carretera austral costera a balazo limpio contra las protestas mapuches, además que eliminó también para siempre el sistema de comunidades indígenas al parcelar las reservaciones. Asimismo, Pinochet soltó la frase: "Ya no existen mapuches porque todos somos chilenos" en el lugar de una derrota militar araucana, lo que inflamó mucho los ánimos.
Desde la "Pacificación" y la posterior mano dura pinochetista (que Bachelet y otros imitaron) revive todo este resentimiento, que se está manifestando en nuestros días con estos asesinatos y quemas de fundos madereros recientes, aunque Piñera ya les advirtió que "Chile es un solo país", que no va a tolerar veleidades autonomistas y ya les está aplicando la misma ley antiterrorista que Bachelet y Lagos.
Y otro sitio donde Chile también enfrenta inquietudes separatistas es en la polinésica y lejana isla de Pascua, anexada en 1888, también tras la Guerra del Pacífico. En esa parte de Oceanía se han dado varias revueltas a lo largo de la historia, y por eso en el 2007 se le reconoció como "territorio especial" chileno, aunque técnicamente se le podría considerar una típica colonia insular de ultramar, situada ya en otro continente. Muchos mapuches y pascuenses no se sienten chilenos, así que esto tiene para rato.
Fuente: Diario Correo (Perú). 18 de enero del 2013.

jueves, 17 de enero de 2013

Lincoln, el socialismo europeo y los “Republicanos Rojos”.


Lo que la película ‘Lincoln’ no dice sobre Lincoln
Vicenç Navarro

Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Policy Studies and Public Policy. The Johns Hopkins University

La película Lincoln, producida y dirigida por uno de los directores más conocidos de EEUU, Steven Spielberg, ha reavivado un gran interés por la figura del presidente Lincoln, uno de los presidentes que, como el presidente Franklin D. Roosevelt, ha intervenido siempre en el ideario estadounidense con gran recuerdo popular. Se destaca tal figura política como la garante de la unidad de EEUU, tras derrotar a los confederados que aspiraban a la secesión de los Estados del Sur de aquel Estado federal. Es también una figura que resalta en la historia de EEUU por haber abolido la esclavitud, y haber dado la libertad y la ciudadanía a los descendientes de las poblaciones inmigrantes de origen africano, es decir, a la población negra, que en EEUU se conoce como la población afroamericana.
Lincoln fue también uno de los fundadores del Partido Republicano que en sus orígenes fue directamente opuesto al Partido Republicano actual, que está hoy altamente influenciado por un movimiento –el Tea Party- chauvinista, racista y sumamente reaccionario detrás del cual hay intereses económicos y financieros que quieren eliminar la influencia del gobierno federal en las vidas económicas, sociales y políticas del país. El Partido Republicano fundado por el presidente Lincoln era, por el contrario, un partido federalista, que consideró al gobierno federal como garante de los Derechos Humanos. Y entre ellos, la emancipación de los esclavos, tema central de la película Lincoln, fue al que Lincoln dio mayor hincapié. Terminar con la esclavitud significaba que el esclavo pasaba a ser trabajador, dueño de su propio trabajo.
Ahora bien, Lincoln, incluso antes de ser presidente, consideró otras conquistas sociales como parte también de los Derechos Humanos, y entre ellas, el derecho del mundo del trabajo a controlar, no sólo su trabajo, sino también el producto de su trabajo. El derecho de emancipación de los esclavos transformaba al esclavo en una persona libre asalariada, unida –según él- en lazos fraternales con los otros miembros de la clase trabajadora, independientemente del color de su piel. Sus demandas de que el esclavo dejara de serlo y de que el trabajador –tanto blanco como negro- fuera el dueño, no sólo de su trabajo, sino también del producto de su trabajo, eran igualmente revolucionarias. La emancipación de la esclavitud requería que la persona fuera la dueña de su trabajo. La emancipación de la clase trabajadora significaba que la clase trabajadora fuera la dueña del producto de su trabajo. Y Lincoln demandó los dos tipos de emancipación. El segundo tipo de emancipación, sin embargo, ni siquiera se cita en la película Lincoln. En realidad, la ignora. Y utilizo la expresión “ignora” en lugar de “oculta”, porque es del todo posible que los autores de la película o del libro sobre el que se basa ni siquiera conozcan la historia real de Lincoln. La Guerra Fría en el mundo cultural e incluso académico de EEUU (que continúa existiendo) y el enorme dominio de lo que en allí se llama la Corporate Class (la clase de los propietarios y gestores del gran capital) sobre la vida, no sólo económica, sino también cívica y cultural, explica que la historia formal de EEUU que se enseña en las escuelas y en las universidades sea muy sesgada, purificada de cualquier contaminación ideológica procedente del movimiento obrero, sea socialismo, comunismo o anarquismo. La gran mayoría de estudiantes estadounidenses, incluso de las universidades más prestigiosas y conocidas, no saben que la fiesta del 1º de Mayo, celebrada mundialmente como el Día Internacional del Trabajo, es una fiesta en homenaje a los sindicalistas estadounidenses que murieron en defensa de trabajar ocho horas al día (en lugar de doce), victoria que inició tal reivindicación exitosa en la mayoría de países del mundo. En EEUU, tal día, el 1º de Mayo, además de no ser festivo, es el día de la Ley y el Orden -Law and Order Day- (ver el libro People’s History of the U.S., de Howard Zinn). La historia real de EEUU es muy distinta a la historia formal promovida por las estructuras de poder estadounidenses.
Las ignoradas y/o ocultadas simpatías de Lincoln
Lincoln, ya cuando era miembro de la Cámara Legislativa de su Estado de Illinois, simpatizó claramente con las demandas socialistas del movimiento obrero, no sólo de EEUU, sino también mundial. En realidad, Lincoln, tal como indiqué al principio del artículo, consideraba como un Derecho Humano, el derecho del mundo del trabajo a controlar el producto de su trabajo, postura claramente revolucionaria en aquel periodo (y que continúa siéndolo hoy), y que ni la película ni la cultura dominante en EEUU recuerda o conoce, convenientemente olvidada en los aparatos ideológicos del establishment estadounidense controlados por la Corporate Class. En realidad, Lincoln consideró que la esclavitud era el dominio máximo del capital sobre el mundo del trabajo y su oposición a las estructuras de poder de los Estados sureños se debía precisamente a que percibía estas estructuras como sustentadoras de un régimen económico basado en la explotación absoluta del mundo del trabajo. De ahí que viera la abolición de la esclavitud como la liberación no sólo de la población negra sino de todo el mundo del trabajo, beneficiando también a la clase trabajadora blanca, cuyo racismo él veía que iba en contra de sus propios intereses. Lincoln también indicó que “el mundo del trabajo antecede al capital. El capital es el fruto del trabajo, y no hubiera existido sin el mundo del trabajo, que lo creó. El mundo del trabajo es superior al mundo del capital y merece la mayor consideración (…) En la situación actual el capital tiene todo el poder y hay que revertir este desequilibrio”. Lectores de los escritos de Karl Marx, contemporáneo de Abraham Lincoln, recordarán que algunas de estas frases eran muy semejantes a las utilizadas por tal analista del capitalismo en su análisis de la relación capital/trabajo bajo tal sistema económico.
Le sorprenderá a gran número de lectores saber que los escritos de Karl Marx influenciaron a Abraham Lincoln, tal como documenta en gran detalle John Nichols en su excelente artículo  “Reading Karl Marx with Abraham Lincoln Utopian socialists, German communists and other republicans” publicado en Political Affairs(27/11/12), y del cual extraigo las citas así como la mayoría de datos publicados en este artículo. Los escritos de Karl Marx eran conocidos entre los grupos de intelectuales que estaban profundamente insatisfechos con la situación política y económica de EEUU, como era el caso de Lincoln. Karl Marx escribía regularmente en The New York Tribune, el rotativo intelectual más influente en Estados Unidos en aquel periodo. Su director Horace Greeley se consideraba un socialista y un gran admirador de Karl Marx, al cual invitó a ser columnista de tal diario. En las columnas de su diario incluyó gran número de activistas alemanes que habían huido de las persecuciones ocurridas en la Alemania de aquel tiempo, una Alemania altamente agitada, con un naciente movimiento obrero que cuestionaba el orden económico existente. Algunos de estos inmigrantes alemanes (conocidos en el EEUU de aquel momento como los “Republicanos Rojos”) lucharon más tarde con las tropas federales en la Guerra Civil, dirigidos por el presidente Lincoln.
Greeley y Lincoln eran amigos. En realidad Greeley y su diario apoyaron desde el principio la carrera política de Lincoln, siendo Greeley el que le aconsejó a que se presentara a la presidencia del país. Y toda la evidencia apunta que Lincoln era un ferviente lector del The New York Tribune. En su campaña electoral para la presidencia de EEUU invitó a varios “republicanos rojos” a integrarse en su equipo. En realidad, ya antes, como congresista, representante de la ciudadanía de Springfield en el Estado de Illinois, apoyó frecuentemente los movimientos revolucionarios que estaban ocurriendo en Europa, y muy en especial en Hungría, firmando documentos en apoyo de tales movimientos.
Lincoln, gran amigo del mundo del trabajo estadounidense e internacional.
Su conocimiento de las tradiciones revolucionarias existentes en aquel periodo no era casual sino que era fruto de sus simpatías con el movimiento obrero internacional y sus instituciones. Animó a los trabajadores de EEUU a organizar y establecer sindicatos y continuó haciéndolo cuando fue presidente. Y varios sindicatos le nombraron miembro honorario. En su respuesta a los sindicatos de Nueva York subrayó “vosotros habéis entendido mejor que nadie que la lucha para terminar con la esclavitud es la lucha para liberar al mundo del trabajo, es decir, a liberar a todos los trabajadores. La liberación de los esclavos en el Sur es parte de la misma lucha por la liberación de los trabajadores en el Norte”. Y durante la campaña electoral, el presidente Lincoln promovió la postura en contra de la esclavitud indicando explícitamente que la liberación de los esclavos les permitiría a los trabajadores exigir los salarios que les permitirían vivir decentemente y con dignidad, ayudando con ello a aumentar los salarios de todos los trabajadores, tanto negros como blancos.
Marx, y también Engels, escribieron con entusiasmo sobre la campaña electoral de Lincoln, en un momento en que ambos estaban preparando la Primera Internacional del Movimiento Obrero. En un momento de las sesiones, Marx y Engels propusieron a la Internacional que enviara una carta al presidente Lincoln felicitándolo por su actitud y postura. En su carta, la Primera Internacional felicitaba al pueblo de EEUU y a su presidente por, al terminar con la esclavitud, haber favorecido la liberación de toda la clase trabajadora, no solo estadounidense, sino también la mundial.
El presidente Lincoln respondió, agradeciendo la nota y respondiendo que valoraba el apoyo de los trabajadores del mundo a sus políticas, en un tono cordial, que, por cierto, creó gran alarma entre los establishments económicos, financieros y políticos a ambos lados del Atlántico. Estaba claro, a nivel internacional que, como señaló más tarde el dirigente socialista estadounidense Eugene Victor Debs, en su propia campaña electoral, “Lincoln había sido un revolucionario y que por paradójico que pudiera parecer, el Partido Republicando había tenido en su orígenes una tonalidad roja”.
La revolución democrática que Lincoln inició y que nunca se desarrolló.
Ni que decir tiene que ninguno de estos datos aparece en la película Lincoln, ni son ampliamente conocidos en EEUU. Pero, como bien señalan John Nichols y Robin Blackburn (otro autor que ha escrito extensamente sobre Lincoln y Marx), para entender Lincoln hay que entender el periodo y el contexto en los que él vivió. Lincoln no era un marxista (término sobreutilizado en la literatura historiográfica y que el propio Marx denunció) y no era su intento eliminar el capitalismo, sino corregir el enorme desequilibrio existente en él, entre el capital y el trabajo. Pero, no hay duda de que fue altamente influenciado por Marx y otros pensadores socialistas, con los cuales compartió sus deseos inmediatos, claramente simpatizando con ellos, llevando su postura a altos niveles de radicalismo en su compromiso democrático. Es una tergiversación histórica ignorar tales hechos, como hace la película Lincoln.
No hay duda de que Lincoln fue una personalidad compleja con muchos claroscuros. Pero las simpatías están escritas y bien definidas en sus discursos. Es más, los intensos debates que ocurrían en las izquierdas europeas se reproducían también en los círculos progresistas de EEUU. En realidad, la mayor influencia sobre Lincoln fue la de los socialistas utópicos alemanes, muchos de los cuales se refugiaron en Illinois huyendo de la represión europea.
El comunalismo que caracterizó a tales socialistas influenció la concepción democrática de Lincoln, interpretando democracia como la gobernanza de las instituciones políticas por parte del pueblo, en el cual las clases populares eran la mayoría. Su famoso dicho (que se ha convertido en el espléndido eslogan democrático más conocido en el mundo –Democracy for the people, of the people and by the people- claramente señala la imposibilidad de tener una democracia del pueblo y para el pueblo sin que sea realizada y llevada a cabo por el mismo pueblo. De ahí que viera la liberación de los esclavos y del mundo del trabajo como elementos esenciales de tal democratización. Su concepto de igualdad llevaba inevitablemente un conflicto con el dominio de tales instituciones políticas por el capital. Y la realidad existente hoy en EEUU y que detallo en mi artículo “Lo que no se ha dicho en los medios sobre las elecciones en EEUU” (Público, 13.11.12)es una prueba de ello. Hoy la Corporate Class controla las instituciones políticas de aquel país.
Últimas observaciones y un ruego
Repito que ninguna de estas realidades aparece en la película. Spielberg no es, después de todo, Pontecorvo, y el clima intelectual estadounidense todavía está estancado en la Guerra Fría que le empobrece intelectualmente. “Socialismo” continúa siendo una palabra mal vista en los círculos del establishment cultural de aquel país. Y en la tierra de Lincoln, aquel proyecto democrático que él soñó nunca se realizó debido a la enorme influencia del poder del capital sobre las instituciones democráticas, influencia que ha disminuido enormemente la expresión democrática en aquel país. Y la paradoja hiriente de la historia es que el Partido Republicano se haya convertido en el instrumento político más agresivo hoy existente al servicio del capital.
Por cierto, agradecería que todas las personas que encuentren este artículo interesante lo distribuyan ampliamente, incluyendo en su distribución a los críticos de cine, que en su promoción de la película, seguro que no dirán nada del otro Lincoln desconocido en su propio país (y en muchos otros, incluyendo España). A uno de los fundadores del movimiento revolucionario democrático ni siquiera se le reconoce como tal. Su emancipación de los esclavos es una gran victoria que hay que celebrar. Pero Lincoln fue incluso  más allá. Y de esto ni se habla.
Fuente: Blogs.público.es 17 de enero del 2013.

miércoles, 16 de enero de 2013

Francisco Pizarro y la "Leyenda Negra".

Los rostros de Pizarro

Por: Antonio Zapata Velasco (Historiador)
Esta semana es el aniversario de Lima y pocos han de recordar a su fundador, el conquistador Francisco Pizarro, de quien circula una “leyenda negra” que forma parte del saber común. La educación escolar lo retrata como codicioso, violento, mentiroso y cruel, con amigos y enemigos por igual.
Esa visión negativa del conquistador ha acompañado una revaloración del mundo andino. Gracias a ella, la historiografía sobre los incas sigue siendo abundante y de tono positivo; mientras que Pizarro ha pasado de héroe a figura casi anónima.
El Pizarro heroico fue construido por Raúl Porras Barrenechea, quien lo muestra como un creador, que funda ciudades e incorpora el territorio a Occidente; es un visionario con alma de estadista, construye y no destruye. Mejor dicho, en el mismo acto consuma las dos acciones. Así, el Pizarro de Porras es ante todo fundador, porque organiza un estado vinculado a Europa y diseña la primera red urbana, que ha permanecido hasta hoy.  
La visión de Porras corresponde al “hispanismo, que subrayaba dos elementos encarnados por Pizarro: occidental y padre de mestizos; en efecto, todos sus hijos tuvieron madre indígena. Pero, esa postura fue controvertida por una interpretación opuesta, el “indigenismo”.
Esa segunda corriente construyó la leyenda negativa de Pizarro. Fue presentado como aprovechado; astuto antes que inteligente, hipócrita y doble cara, engañó a Atahualpa. Esa versión se encuentra en un libro de Juan José Vega titulado La Guerra de los Viracochas. Ahí la clave de Pizarro se halla en la mentira y el camuflaje, al presentarse como divinidad.
Esta polémica duró muchos años y dividía a la civilidad porque no se restringía al sujeto aparente –los conquistadores– sino que se extendía a todos los órdenes de la vida, constituyendo ideologías bien precisas. La superación de ese anclaje fue obra de investigaciones más amplias, que comparan el caso andino con el azteca e incluso pretenden síntesis sobre la actuación europea en el Nuevo Mundo.
Entre otros, destaca un libro del historiador italiano Ruggiero Romano, quien ubica a los conquistadores como engranaje de la expansión capitalista. La obra de Pizarro habría correspondido a la etapa de la acumulación originaria del capital, por la vía de la explotación colonial.
Luego, esa interpretación fue desarrollada por el historiador peruano Rafael Varón, en una tesis doctoral que explica el carácter mercantil de la empresa de los Pizarro. En primer lugar, se trata de un clan y no un individuo. Luego, merced al descubrimiento, Francisco Pizarro contrata con el Rey y procede a formar una empresa, destinada a someter a los indígenas.
Dicha compañía tenía un aspecto político, pactado precisamente con el monarca, que concernía al gobierno que seguiría al eventual triunfo hispano. Pero, la parte económica estaba librada a inversionistas privados, que pagarían un tributo del 25% y que actuarían en beneficio particular. Estos conquistadores-empresarios fueron liderados por los Pizarro, quienes comandaron los negocios, a la vez que gobernaron la naciente colonia.
Esas eran las versiones hasta que el ex presidente Alan García, ahora dedicado a escribir, publicara un libro sobre la política en tiempos de Pizarro. En este texto, el conquistador es buen alumno de Maquiavelo, formula un plan político y sabe ser flexible para irlo construyendo. A ratos, el texto transmite la sensación de autobiografía, pero subraya efectivamente las grandes decisiones políticas del período y destaca como cualidad del conquistador una muñeca a la vez sagaz y firme.
De este modo, la evaluación de Pizarro fue pendular, de héroe a villano. A continuación, la historia social lo interpretó como parte de un mecanismo mayor –la expansión inicial del capitalismo– del cual fue agente aprovechado.
Como conclusión, aparece el rostro del astuto fundador de Lima y padre del patrimonialismo peruano, con él comenzó esta jarana que hace ricos a los gobernantes.
Fuente: Diario La República. 16 de enero del 2013.
Recomendado:

martes, 15 de enero de 2013

Historia de la violencia política en el Perú. El caso Uchuraccay.


Uchuraccay en perspectiva

Por: César Hildebrandt (Periodista)

Me tocó ver esos cuerpos muertos a hachazos, esos sesos expuestos, esas caras color ceniza con una mueca de estupefacción o de miedo final, tan final como inútil.

Estaban enterrados de dos en dos, uno sobre otro. Los comuneros de Uchuraccay los habían sacado de las tumbas para que fueran fotografiados y filmados. Eran órdenes. 

El general Clemente Noel Moral había empezado la guerra sucia que era la respuesta castrense de esa época a la guerra salvaje impuesta por Sendero Luminoso.

Fujimori convertiría esa guerra sucia en doctrina y en hábito de los Colina y sus pandilleros. Pero la guerra sucia la fundó el general Clemente Noel Moral en Ayacucho durante los últimos días del mes de diciembre del año 1982.

El problema de la guerra sucia es que con ella, como se demostró en Vietnam, pierdes la guerra. Porque una guerra como la que nos enfrentó con Sendero no se gana con el contraterror de unos criminales uniformados. Se gana, precisamente, aislando el terror y demostrando la superioridad política y social del modelo que se defiende con las armas.

No íbamos a derrotar a Sendero para entregarles el Perú a Clemente Noel Moral o a su sucesor operativo, Martín Rivas.

Pero se lo entregamos a Fujimori, que era la guerra sucia en persona. La guerra sucia en contra de los partidos, el Congreso, la Constitución, la civilización, el poder judicial, el Tribunal Constitucional, la relativa tolerancia y la necesidad de la decencia.

Lo que quiero decir es que el general Clemente Noel Moral llegó a triunfar con Fujimori. Y con Fujimori estuvimos a punto de perder la guerra. 

Un grupo de policías contestones, ajenos a Fujimori y a Montesinos, se empeñó en seguir con su lógica hasta que dio con Abimael Guzmán, el Pol Pot andino, el chico maltratado por su madrastra chilena, el kantiano que nunca entendió a Kant, el autoviudo de Augusta La Torre, el huachafo escritor de panfletos que sólo incendiaban la sintaxis.

Y con la caída del “presidente” Gonzalo cayó el jefe político y militar de una guerrilla que no se había institucionalizado. Sin cabeza, los “kmer” de Huamanga pasaron de la deriva a la impotencia.

Pero no lo olvidemos: si hubiera sido por Fujimori y su pandilla, muchos Taratas nos habrían emboscado. Y la guerrilla se alimenta del terror que el enemigo, confundido, dispersa indiscriminadamente.

Preguntemos al atómico ejército de Israel por qué no pudo derrotar a Hizbolá en ese Líbano cuyo sur casi terminó de destruir en la última invasión. Una cosa es tener las armas. Otra, tener la razón. Hablo, claro, de guerras no convencionales.

De Uchuraccay a Fujimori hay una delgada línea roja. A los periodistas que fueron a Uchuraccay los mató el manual del Ejército embarcado en un proyecto que supuso un baño de sangre. Con Fujimori murieron varios héroes de la prensa: el manual se había convertido en memorándum, en orden de operaciones.

El objetivo de Uchuraccay fue escarmentar. Los asesinatos de los ochenta, con Belaunde y García, tuvieron el mismo empeño. Tuvo que llegar Fujimori para que esa concepción de la guerra fuese plenamente asumida por el Estado. Fue en ese momento que barbarie y “democracia” se parecieron como una gota de sangre se parece a otra de sangre. Fue en ese momento que Sendero Luminoso empezó a hablar, con razón, “del equilibrio estratégico” de la guerra. Íbamos camino de las FARC. Un puñado de policías a los que no se ha homenajeado como se lo merecen cambió el curso de la historia.

Los reporteros de Uchuraccay no murieron en vano. Veinticinco años después nos recuerdan que fueron a averiguar la verdad sobre las muertes de Huaychao, uno de los primeros episodios de la guerra sucia. Y murieron tratando de saber qué había pasado, a despecho de un comunicado oficial encubridor. Se expusieron al peligro por cumplir el primer deber del periodismo: descubrir la verdad. 

Hoy se lo recuerdan a todos y, especialmente, a los sinvergüenzas que han tomado la prensa para beneficio propio y asaltado sus redacciones y cabinas para enterrar verdades que incomodan. Si alguno de esos muertos supiera en qué se ha convertido hoy, en muchos sentidos, la “investigación periodística” y cómo es que ahora mucha prensa es anexo y eco de la gerencia de publicidad, si alguno regresara del hielo para saber si valió la pena lo pasado, lo más seguro es que se pasearía asombrado por la redacción y se iría lo más pronto en busca de algún amigo con el que tomarse un café y planear otro viaje arriesgado.

Para recordarnos qué alta pusieron la varilla, para eso están los compañeros invariables de Uchuraccay.

Fuente: Diario La Primera (Perú). 28 de enero del 2008.

Recomendados:

La CVR y Uchuraccay. Carlos Tapia.

Uchuraccay. Martín Tanaka.

Debate sobre la historia de la reforma neoliberal chilena (chicago boys) bajo la dictadura de Pinochet.

Liberalismo y pseudoliberalismo


Por: Nelson Manrique Gálvez (Historiador)
A muchos liberales les desagrada reconocer como parientes ideológicos a otros que reclaman para sí la misma denominación. Esto es normal, porque ahora es de buen tono proclamarse “liberal” –como lo era llamarse “marxista” en los años setenta–, y se puede suscribir idearios que van desde el anarquismo hasta el autoritarismo más extremo, todo en nombre del liberalismo.
Tampoco esto es nuevo, pues siempre que uno suscriba una ideología con cierto impacto social inevitablemente encontrará en el vecindario a fulanos impresentables, como Pol Pot y Abimael Guzmán para los marxistas, o Torquemada y sus epígonos nacionales para los católicos. De allí vienen las descalificaciones y el problema es siempre quién tiene la autoridad para calificar lo “auténtico” y lo “falso”.
Afirmé que, contra lo que muchos creen, ser liberal no es necesariamente ser amigo de la democracia política y social, pues hay liberales que asumen la desigualdad entre los humanos como natural y condenan como un atentado contra la libertad (especialmente la económica) cualquier intervención que intente combatirla. Por otra parte, no se suele distinguir entre el liberalismo económico y el liberalismo político, lo cual tiene importantes consecuencias.
Norberto Bobbio –uno de los más grandes teóricos del liberalismo– apuntaba agudamente que el liberalismo económico y el liberalismo político son distintos desde sus orígenes, porque sus objetivos son diferentes. El liberalismo económico nació asumiendo la defensa de la libertad de mercado. En cambio, el liberalismo político definió como su razón de ser la defensa del individuo, amenazado por el siempre creciente poder del Estado. Su objetivo fundamental fue entonces la defensa de los derechos de los ciudadanos.
Siendo sus objetivos claramente distintos, liberalismo económico y liberalismo político no siempre estuvieron juntos. Como Bobbio muestra, grandes liberales políticos, como Rousseau, eran profundamente hostiles al liberalismo económico (en esa época denominado librecambismo), porque al profundizar la desigualdad económica entre los individuos éste termina constituyendo una amenaza para la democracia.
A su vez, liberales económicos militantes, como Hobbes, eran profundamente autoritarios en lo político y se sentirían perfectamente cómodos obedeciendo a regímenes represivos capaces de arrasar los derechos ciudadanos que el liberalismo político defiende, siempre que la libertad de comercio estuviera asegurada. Se entiende entonces por qué hoy personajes que se llaman a sí mismos “liberales” defienden los regímenes de Alberto Fujimori y Augusto Pinochet.
Hoy es fácil constatar que muchos fanáticos liberales económicos, ardientes defensores de la libertad de mercado, son absolutamente autoritarios en lo político y se lucen como entusiastas promotores de las medidas represivas para imponer el libre mercado. Esto es parte de la historia mundial contemporánea. Los ajustes estructurales impulsados durante las tres últimas décadas por los liberales económicos (conocidos en la jerga política como “neoliberales”, e impuestos por organismos multilaterales bajo el control norteamericano, como el FMI y el Banco Mundial), como la privatización de las empresas públicas, la eliminación de los controles a los capitales extranjeros y la apertura de los mercados nacionales, suponen, entre otras cosas, destruir derechos fundamentales que los trabajadores conquistaron a costa de duras luchas durante el siglo XX: derecho al trabajo, jornada de 8 horas, salarios dignos, estabilidad laboral, seguridad social, etc. Como es natural, éstos no van a renunciar a sus conquistas sociales sin luchar. De allí que el neoliberalismo vea a la democracia como un enemigo del cual es necesario desembarazarse.
Una ideología muy extendida sostiene que el liberalismo económico y el político están indisolublemente asociados, porque la libertad de mercado da a los consumidores la posibilidad de elección, y la libertad es precisamente la capacidad de escoger. Esto es pura ideología, primero porque la vida es bastante más que la economía y en segundo lugar porque en la economía de mercado sólo disfrutan de la libertad de elegir quienes tienen dinero para comprar. Donde la mayoría de la población es pobre pocos pueden ejercen semejante libertad.
El mercado libre se ha impuesto en el mundo a través del autoritarismo y no extendiendo la democracia, como lo atestigua la imposición de los ajustes neoliberales. Esto es historia presente, hoy, en Europa.

A pesar de todo, un Muy Feliz 2013.

Fuente: Diario La República (Perú).  01 de enero del 2013.

Antiliberalismo panfletario

Por: Carlos Atocsa
Nelson Manrique ha publicado un artículo ("Neoliberalismo y capitalismo de shock") en donde, sin ningún pudor, falsea hechos sobre el proceso económico chileno. Que eventualmente sus afirmaciones las sustente sobre la base de una panfletaria publicación de Naomi Klein, popular periodista y activista antimercado, no lo exime de responsabilidades. A continuación, una somera refutación:
1. El convenio Universidad Católica de Chile/Universidad de Chicago (1955-1956) no tuvo el "padrinazgo intelectual" de Milton Friedman, sino el de Theodore W. Schultz y Arnold C. Harberger. Los primeros Chicago Boys se consideraban más discípulos de Harberger que de Friedman, quien se hizo muy conocido recién en la década de los sesenta. Tampoco Chile fue elegido como una especie de laboratorio del ahora mediático y denostado Friedman, pues en Chicago había como 300 estudiantes de toda América Latina.
2. El "Ladrillo" (el "Programa de Desarrollo Económico") se empezó a elaborar por varios catedráticos en 1969 y se presentó, en junio de 1970, al candidato Jorge Alessandri, cinco meses antes de la victoria de Allende (noviembre de 1970) y casi cuatro años antes del golpe militar. Por lo tanto, no fue apresuradamente impreso en 1973 en las rotativas de El Mercurio.
3. Es falso también que la CIA financió un 75% del "Ladrillo". En la cita que sin leer realiza Manrique, en ninguna parte dice eso. Esta es la transcripción literal: «La CIA también financió progresivamente la mayor parte -más del 75 por ciento en 1973- de la organización de las investigaciones contra el gobierno efectuadas por la oposición». Es decir, lo que el gobierno de Estados Unidos financió -y no estoy haciendo aquí un juicio de valor- fue la investigación de los trapos sucios (opposition research) del régimen de Allende.
4. El protagonismo y la responsabilidad de los Chicago Boys en el manejo económico de Chile se inició en 1975, con el ingreso de Jorge Cauas al Ministerio de Hacienda, y no el 11 de setiembre de 1973. Los primeros ministros de Economía del gobierno militar fueron un almirante (Gotuzzo), un planificador (Sáez) y un empresario (Léniz), ninguno formado en Chicago.
5. La crisis financiera chilena de 1982 no se resolvió con más nacionalizaciones. El gobierno intervino y se liquidaron varios bancos (que no es lo mismo que nacionalizarlos), pero no se socializaron las pérdidas. El proceso de privatización de las empresas públicas (CAP, Endesa, Entel, LAN) continuó y en diez años Chile duplicó su PBI. Esa fatídica crisis fue el punto de inflexión en que nuestros vecinos pusieron en marcha diversas transformaciones radicales, como el tipo de cambio libre, política fiscal y monetaria ordenada, apertura a los mercados internacionales, reforma previsional y la privatización de la mayoría de las empresas públicas.
6. Lo de Codelco ya es delirante. Manrique y Klein nos quieren hacer creer que una empresa estatal es la columna sobre la cual se sostiene todo el modelo de desarrollo chileno. Eso sí es puro cuento.
Fuente: Diario Correo (Perú). 12 de enero del 2013.

El experimento chileno y la “terapia de shock”

Por: Nelson Manrique Gálvez (Historiador)

Respondo la crítica de Carlos Atocsa (Correo 12/01, http://bit.ly/UHJoYW) a mi artículo de la semana pasada (http://bit.ly/VVqrp0).
Milton Friedman apadrinó intelectualmente a los Chicago Boys. Sacó la cara por ellos cuando al año y medio del asesinato de Allende el experimento neoliberal era un desastre señalado como “uno de los mayores fracasos de nuestra historia económica” por Orlando Sáenz, el presidente de la Sociedad de Fomento Fabril, un entusiasta del golpe.
Los crímenes de la junta militar, adicionalmente, habían provocado un repudio mundial y Chile estaba aislado. Entonces Friedman viajó a Santiago en marzo de 1975 para auxiliar a sus ahijados. Dio conferencias, la prensa de derecha (la única existente) lo convirtió en un héroe y se entrevistó con Pinochet. Los neoliberales, liquidada la democracia, tenían ahora la cancha libre. Friedman vendió su flamante “terapia de shock”, pero Pinochet tenía dudas, porque el desempleo crecía aterradoramente. Entonces Friedman le envió una carta, asegurándole que los cientos de miles de despedidos encontrarían trabajo en pocos meses en el sector privado y todo iría para arriba. Pero para 1982 el desempleo llegó al 30% (con Allende era del 3%), la industria retrocedió al nivel que tenía luego de la Segunda Guerra Mundial y Chile entró en su peor crisis económica desde el crack de 1929, con una caída del PBI de 14,3%. El experimento neoliberal sólo pudo sostenerse con la carnicería perpetrada por los militares.
También la Sociedad Mont Pelerin (maestros “partidarios de una sociedad libre y tolerante”) dio su aval a la dictadura, realizando su reunión regional de 1981 en Viña del Mar, la cuna del golpe de Pinochet. El otro soporte fue que Codelco, empresa minera estatal, aportaba el 85% del total de los ingresos de Chile por exportaciones. Codelco ha producido en promedio el 13.5% de los ingresos del fisco chileno durante los últimos 30 años y entre el 2004 y el 2011 le ha aportado 55 mil millones de dólares.
El verdadero milagro chileno fue concentrar la riqueza y convertir a Chile en uno de los países más desiguales del mundo. En 1976,  Orlando Letelier –el general constitucionalista asesinado por Pinochet– escribió que esto “no fue un accidente, sino la regla”. Tuvo razón: para el 2005 Chile ocupaba el puesto 160, sobre 180, entre los países más desiguales del planeta (el Perú ocupaba el puesto 127, http://bit.ly/UY3JuH).
Para Atocsa, la Escuela de Chicago no cumplió un papel especial con relación a Chile, porque allí “había como 300 estudiantes de toda América Latina”. En verdad, hasta 1965 sólo aceptaron a estudiantes chilenos y luego captaron especialmente a los de Argentina, Brasil y México, donde luego los chicos de Chicago impusieron ajustes neoliberales, con una brutal represión de por medio.
Según Atocsa, la CIA no financió la elaboración del programa económico preparado por los Chicago Boys para la junta militar. Comentando el informe del Senado de los EEUU sobre la participación de la CIA en el golpe contra Allende de 1975 dice Atocsa: “En ninguna parte dice eso. Esta es la transcripción literal: ‘La CIA también financió progresivamente la mayor parte –más del 75 por ciento en 1973– de la organización de las investigaciones contra el gobierno efectuadas por la oposición’”. Por honradez, Atocsa debiera transcribir la cita completa. Leamos el párrafo siguiente: “Otro de los objetivos … era ayudar al nuevo gobierno a organizar y poner en práctica nuevas políticas. Los archivos de proyecto registran eso. Colaboradores de la CIA estuvieron implicados en la preparación de un primer plan económico que ha servido de base para las decisiones económicas más importantes de la junta” (Covert Action in Chile 1963-1973, http://1.usa.gov/X75zYU).
Según Atocsa, los Chicago Boys entraron en acción recién en 1975 cuando ocuparon el ministerio de economía. Esto es similar a decir que como Vladimiro Montesinos no tuvo un cargo formal no gobernó con Fujimori. El poder tras el trono luego del golpe del 11 de setiembre de 1973 fue el equipo dirigido por Sergio de Castro, doctorado en Chicago y uno de los principales redactores de “el ladrillo”, el proyecto aludido líneas arriba. Este equipo asesoró a los ministros de economía de Pinochet y fue el responsable de sus principales decisiones. De Castro se sentiría muy ofendido si supiera que le retacean su papel (Patricia Arancibia Clavel y Francisco Balart: Sergio de Castro, el arquitecto del modelo económico chileno. Santiago: Biblioteca Americana, 2007).
Fuente: Diario La República (Perú).  15 de enero del 2013.

domingo, 13 de enero de 2013

Origen del Bolivarianismo venezolano. Bolivarianismo Nacionalista de López Contreras, Desarrollista de Pérez Jiménez y Populista de Chávez Frías.



Bolivarianos
Por: Fernán Altuve Febres (Doctor en derecho y filosofía)
A muchos observadores ha escapado que el bolivarianismo que ha sido determinante en la historia de Venezuela tiene una desconocida relación con el Perú. Ya en un lejano 1919, el brillante Laureano Vallenilla Lanz defendía su llamada “Ley Bolivariana” como la fuente auténtica del “Cesarismo Democrático”, término que había tomado prestado de El Perú Contemporáneo (1907) del peruano Francisco García Calderón quien con esa expresión describía el buen gobierno de un “tirano bienhechor”.
Poco después el Perú y Venezuela conocieron la amistad de sus tiranos bienhechores, Leguía y Gómez. Así en 1926, Eleazar López Contreras, ministro de Guerra venezolano visitó el Perú para representar a su país en el centenario del Sitio del Callao. Es evidente que ese viaje iniciático sembró en él la idea de pasar “del gendarme necesario al ejército tutelar” –según las palabras de Tomas Straka–. Al llegar al gobierno López Contreras (1936-41) fundó sus Agrupaciones Cívicas Bolivarianas y por primera vez se habló de la Doctrina Bolivariana como expresión de “nacionalismo” y “anticomunismo”.
Por entonces otro viaje iniciático se estaba produciendo en el Perú. En 1939 llegó a estudiar a la Escuela de Chorrillos, Marcos Pérez Jiménez quien gobernaría Venezuela entre 1950 y 1958. Aquella experiencia peruana estuvo marcada por dos figuras, su compañero de estudios, el joven Velasco Alvarado y, su instructor, el héroe de Zarumilla, Manuel Odría. Ambos serían gobernantes del Perú.

El bolivarianismo de Pérez Jiménez, el llamado Nuevo Ideal Nacional, mantuvo el marcado “anticomunismo” de López Contreras, pero le sumó un nuevo factor el “desarrollismo”. Como este ideario se empezó a dirigir hacia el populismo, ello lo demuestra el asilo dado a Perón en Caracas, la Administración Eisenhower promovió la caída del mandatario bolivariano para sustituirlo por un bipartidismo corrupto y proimperialista.

Durante tres décadas de latrocinio (1959-1989), en Venezuela, la expresión “bolivariano” era despectiva y asociada a Pérez Jiménez, quien en 1973 intentó, desde su exilio limeño, regresar al poder por última vez. En una entrevista a Tulio Hernández antes de morir en Madrid, en 2001, el Viejo Presidente recordó a su maestro y “contó con entusiasmo su admiración por el general Odría”.
En diciembre de 1974, un último viaje iniciático se realizaba en el Perú revolucionario de Juan Velasco Alvarado. Era un joven oficial llamado Hugo Chávez y participaba en las fiestas por los 150 años de la Batalla de Ayacucho. En una entrevista dada a Agustín Blanco en 1998 Chávez dijo: “Hasta el 04F cargué en los maletines…un librito azul de bolsillo llamado La Revolución Nacional Peruana, un obsequio personal del general Velasco…”.
En 1992 renació el bolivarianismo en Venezuela con las características Nacionalista de López Contreras, Desarrollista de Pérez Jiménez y Populista de Chávez Frías. Cabe preguntarse si ese bolivarianismo inicial, después del golpe frustrado de 2002, no ha mutado para poder alinearse con el castrismo ortodoxo. Más allá de la pregunta de hoy, lo cierto es que, en la historia del ideal bolivariano, el Perú no ha estado ausente.
Fuente: Diario La República (Perú). 08 de abril del 2012.