domingo, 9 de noviembre de 2014

El final del comunismo por la suspensión de pagos de la Europa Oriental.

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Las 'revoluciones' de 1989


El final del comunismo se produjo por suspensión de pagos de los estados de la Europa oriental.

Josep Fontana (Historiador)

La conmemoración del 25º aniversario de la apertura del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, dará lugar sin duda a que se repitan las evocaciones de las supuestas revoluciones de 1989que habrían sido la causa del «fin del comunismo» en la Europa oriental. Lo que ocurre es que no hubo tales revoluciones, y que lo sucedido podría definirse mejor como un cierre del negocio por suspensión de pagos de los gobiernos de las llamadasdemocracias populares.Porque hay que tener en cuenta que el mantenimiento de los países de la Europa oriental tenía un alto coste para la Unión Soviética, que estaba financiando no solo el funcionamiento de sus gobiernos sino también su protección militar y en buena medida el nivel de vida de sus ciudadanos a través de unos créditos a bajo interés que no se devolvían y de precios especiales para los suministros de petróleo y de gas.
Este coste resultaba difícil de sostener para una economía soviética en crisis, de modo que, dentro de sus proyectos de transformación del sistema, Gorbachov quiso implantar nuevas reglas en las relaciones entre los países socialistas, a los que se les ofrecía el fin del control político -cada nación tiene el derecho a escoger su «propio camino de desarrollo social», sea el del socialismo o el del capitalismo, había manifestado en 1987- a cambio de unas nuevas relaciones económicas en las que los intercambios se harían en las condiciones y precios vigentes en el mercado mundial.
Gorbachov, que esperaba empujar a estos países por el camino de las reformas que él había emprendido en la Unión Soviética, que acabaron finalmente en el desastre, no se daba cuenta de que aquellos dirigentes, y en especial los de unos países que habían contraído grandes deudas con Occidente, como Polonia y Alemania del Este, no iban a poder subsistir en esas condiciones (la RDAestaba al borde de la quiebra, sin capacidad para hacer frente al pago de los intereses de su deuda exterior).
La noche del 9 de noviembre, cuando se produjo la apertura del muro, nadie pensó en Moscú que mereciera la pena despertar aGorbachov para comunicárselo. Al día siguiente los gobernantes del Kremlin, que ya habían pensado anteriormente en derribar el muro, se limitaron a aconsejar a los alemanes que no adoptasen medidas violentas de represión. No había motivo para sorprenderse, porque el desmantelamiento del sistema había comenzado antes. EnPolonia los soviéticos habían alentado las medidas reformistas del general Jaruzelski, quien contaba también con el apoyo del presidente estadounidense George H. W. Bush, que pasó por Polonia en julio de 1989, en un viaje por Europa. Bush, que desconfiaba de Walesa, explica en sus memorias que tuvo que convencer a Jaruzelski para que aceptase la presidencia de la república. «Era irónico -escribe- ver a un presidente norteamericano tratando de persuadir a un dirigente comunista de que aceptase un cargo».
En Hungría el comité central del Partido Comunista había elaborado ya en febrero de 1989 el proyecto de una constitución con elecciones libres y multipartidismo, e inició conversaciones con la oposición en una mesa redonda que fijó las bases para las elecciones de 1990. En Bulgaria, donde el movimiento reformista no empezó hasta fines de 1988, la embajada soviética colaboró en la tarea forzando a Todor Zhivkov, que llevaba 35 años como secretario del Partido Comunista, a dimitir el 10 de noviembre de 1989.
En Checoslovaquia fue la certeza de que los soviéticos no iban a prestarles ayuda si lo que hasta entonces eran simples manifestaciones estudiantiles se complicaba lo que decidió al partido a emprender unas negociaciones con el Foro Cívico, de las que salió un Gobierno de coalición.
Solo en Rumania, donde Ceausescu pretendió mantenerse en el poder por la fuerza, hubo episodios de violencia que asustaron a los norteamericanos, que temían que la agitación se extendiese por los Balcanes, de modo que no se les ocurrió otra cosa que pedir a los soviéticos que interviniesen con sus tropas para controlar la situación. Shevardnadze, ministro de Exteriores de la URSS, a quien el embajador norteamericano en Moscú le formuló esta petición, replicó que era una estupidez y se negó a mezclarse en estos asuntos.
Ni en Rumanía, donde el Consejo del Frente de Salvación Nacional estaba presidido por un antiguo miembro de la nomenklaturacomunista, ni en ninguno de los otros países de la Europa del este se puede hablar de revoluciones, aunque los acontecimientos estuvieron acompañados por grados diversos de agitación popular. La verdad es que fue el fracaso económico de la Unión Soviética lo que liquidó el sistema, obligando a sus dirigentes a pactar su desguace.
Fuente: http://www.elperiodico.com/ 02 de noviembre del 2014.

La Piratería y el Imperio Español.

Grabado de la época donde la Reina Isabel I nombra caballero al corsario Francis Drake
El mito de la piratería inglesa: menos del 1 % de los galeones españoles fue apresado

La literatura y la propaganda anglosajona han exagerado los episodios de una guerra que ganó España. Entre 1540 y 1650, de los 11.000 buques que hicieron el recorrido América-España solo se perdieron 107 a causa de los ataques piratas.


La historiografía inglesa ha insistido en repetir que la actividad pirata fue un constante quebradero de problemas, con corsarios de la bajeza moral de Francis Drake o John Hawkins a la cabeza, para el traslado del oro, plata y otras mercancías del Nuevo Mundo a España. Así, según la imagen todavía presente en el cine y en la literatura, Felipe IIy el resto de monarcas españoles de la dinastía Habsburgo terminaron desesperados ante los ataques auspiciados por la Monarquía Inglesay otros reinos europeos. Sin embargo, las cifras de barcos que llegaron a puerto español desdicen esta versión romántica y falseada de la historia.La Flota de Indias se reveló como un sólido sistema casi sin fisuras.
«El sol luce para mí como para otros. Querría ver la cláusula del testamento de Adán que me excluye del reparto del mundo», aseguró el Rey francés Francisco I tras el tratado de Tordesillas, donde españoles y portugueses se repartieron el Nuevo Mundo con el beneplácito del Papa Alejandro VI. Y desde luego los dos imperios ibéricos –más tarde unidos por Felipe II– no estaban dispuestos a compartir su herencia. Es por ello que la Monarquía francesa y otros enemigos del imperio comenzaron a financiar la expediciones piratas contra los barcos que usaban los españoles para transportar las mercancías.
En 1521, piratas franceses a las órdenes deJuan Florin lograron capturar parte del conocido como «El Tesoro de Moctezuma», el grueso de las riquezas que Hernán Cortés envió a Carlos V tras la conquista de Tenochtitlan, abriendo toda una nueva vía para asaltos y abordajes. Sin embargo, los españoles aprendieron pronto a defenderse de los piratas franceses, a los que más tarde se unieron los ingleses y los holandeses, a través de impresionantes galeones, mucho más armados que los navíos piratas, y un sistema de convoys que, siglos después, serviría a las naciones aliadas en la Primera Guerra Mundial para vertebrar su defensa contra los submarinos alemanes.
Entre 1540 y 1650 –periodo de mayor flujo en el transporte de oro y plata– de los 11.000 buques que hicieron el recorrido América-España se perdieron 519 barcos, la mayoría por tormentas y otros motivos de índole natural. Solo 107 lo hicieron por ataques piratas, es decir menos del 1 %, según los cálculos de Fernando Martínez Laínez en su libro «Tercios de España: Una infantería legendaria». Un daño mínimo que se explica por la gran efectividad del sistema de convoys organizado por Felipe II.
Así, el Monarca estableció por Real Cédula nada más llegar al trono las condiciones para asegurar un sistema de defensa naval inmune a los ataques piratas. El viaje de la Flota de Indias se efectuaba dos veces al año. El punto de partida se emplazaba en Sanlúcar de Barrameda, donde la flota realizaba las últimas inspecciones, y desde allí partía hacia La Gomera, en las islas Canarias.
Tras la aguada –recoger agua en tierra–, la escuadra conformada por unas 30 naves navegaba entre veinte y treinta días, en función de las condiciones climáticas, hasta las islas Dominica o Martinica(Centroamérica) donde se reponían los suministros. Durante todo el trayecto el convoy era encabezado por la nave capitana y los galeones mejor artillados se situaban a barlovento –donde sopla el viento– para proporcionar escolta al grupo. El objetivo general era que ningún barco se perdiera de vista o se desviara del rumbo en solitario. Y por la noche, los bajeles encendían un enorme farol a popa para servir de referencia al que tenían detrás.
Pintura que a un galeón español defendiendose del ataque de dos galeras
El sistema de convoy español, cuyo teórico fue el capitán Menéndez de Avilés, sería copiado por Inglaterra y EE.UU. en las dos guerras mundiales. Pero la auténtica prueba de que cumplió con su proposito es que solo dos convoys fueron por completo apresados en toda su historia: la primera, en 1628, a la altura de Matanzas (Cuba), a manos del almirante holandés Piet Heyn; y una segunda vez en 1656.

¿Quedó herido el Imperio por la piratería?


Sin capacidad para atacar a la Flota de Indias o a los galeones de gran tamaño, la actividad de Francis Drake y de otros de su tallaje se limitó en la mayoría de casos a ataques contra indefensas poblaciones del Caribe. No en vano, el sistema defensivo de algunas poblaciones españolas era realmente deficiente y era fácil sacar partido de la incompetencia de los gobernadores locales. Por ejemplo, el 1 de enero de 1586, el citado Drake tomó la ciudad de Santo Domingodurante un mes y luego la incendio impúnemente.
Sin embargo, tras el desastre de la Armada Invencible Felipe II se tomó en serio el problema de la piratería y destinó ocho millones de ducados para nuevas naves y fortificaciones en el Caribe. Estas, como la inexpugnable Cartagena de Indias, fueron reforzadas por los mejores arquitectos del Imperio. Un esfuerzo logístico que aceleró la decadencia de este tipo de piratería, aquella financiada e impulsada en las sombras por países como Inglaterra, Francia o Holanda. Cabe recordar que, aunque personajes como Drake contaban con patente de corso, España no reconocía a estos piratas como consarios sino como piratas, puesto que actuaban en tiempos de paz.
Es por todas estas razones que el historiador Germán Vázquez Chamorro resta importancia a la influencia que pudo tener la piratería en el proceso de decandecia del Imperio español. En su opinión, los más famosos piratas encumbrado a la fama, sobre todo por la literatura y la propaganda inglesa, realmente atacaban barcos pesqueros o chalupas de escaso o nulo valor para la Corona española. De hecho, los enemigos de España prescindieron de aliarse con los piratas cuando descubrieron otros métodos para ganarle terreno a este imperio. Así, en los siglos XVII y XVIII, todas las naciones se conjuraron para perseguir y castigar sin piedad a los piratas.
Fuente: ABC (España). 09/11/14