domingo, 25 de mayo de 2014

La Batalla de Ayacucho. “Recuerdos históricos del Coronel Manuel Antonio López”.

El general Sucre y sus principales jefes dialogan con el general español Canterac y otros oficiales que fue hasta el campo patriota con pañuelo blanco a capitular.

Ayacucho: “¡Yo estuve allí…!”

“Recuerdos históricos del Coronel Manuel Antonio López”, es un testimonio detallado, de quien fuera protagonista y testigo de lo que ocurrió en la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824. “Bendigo fervorosamente a Dios, que me permitió poder decir yo lo vi; estuve allí...”, dice, pues fue ayudante de Estado Mayor General Libertador 1822-1826 e integrante del batallón colombiano “Vencedor en Boyacá”.

Es un relato excepcional de las escaramuzas previas entre ambos ejércitos, de la batalla que selló la libertad de América y puso fin a 289 años de yugo español. Los encuentros entre realistas y patriotas se iniciaron en el mes de octubre cuando el ejército independiente triunfante en la batalla de Junín, continuaba su marcha al sur atravesando Huancavelica y coincidió en marcha paralela con el ejército español que venía del Cusco.

Una de las confrontaciones militares más difíciles que tuvo que enfrentar el mariscal Antonio José de Sucre en su marcha hacia Ayacucho ocurrió el 3 de diciembre en los combates de Corpahuaico o Matará, donde los españoles ocasionaron más de 500 bajas a los patriotas y la pérdida prácticamente de toda su artillería. Los intercambios de tiros siguieron hasta el 8 de diciembre y así llego la mañana siguiente, la batalla de Ayacucho.

López, cuenta que a las 8 de la mañana cuando ambos ejércitos estaban frente a frente, el general español Juan Antonio Monet, “personaje fornido, bizarro, de barba acanelada, bajó a la línea patriota, llamó a al general José María Córdova” a quien le manifestó que habiendo muchos combatientes en el campo español, que tenían hermanos y parientes en el ejército libertador, deseaban saber si podían verse y abrazarse antes de la batalla.

Córdova recibió el consentimiento del general Antonio José de Sucre y se produjo entonces, una escena emotiva de encuentros y despedidas entre combatientes de diversos bandos.

ABRAZO ENTRE HERMANOS
Entre los hermanos y parientes de los dos ejércitos estaba el brigadier español Antonio Tur, “que fue tal vez quien pidió esta entrevista y se nos abalanzó en demanda del Teniente Coronel Vicente Tur, del Estado Mayor peruano, hermano suyo y como seis años más joven”. 

Añade que al encontrarse ambos hermanos, el realista le dijo al patriota;

-Ay !hermanito mío… cuánto siento verte cubierto de ignominia! 

-Yo no he venido a que me insultes, y si es así, me voy, - le contestó Vicente, - y dándole la espalda ya se iba, cuando Antonio corrió tras de él y abrazándolo lloraron estrechados largo rato.

La misma escena, con abrazos y llantos se repitieron entre muchos otros combatientes de ambos ejércitos. Al promediar las 10 y media de la mañana nuevamente Monet, se acercó a Córdova y le dijo

-General! vamos a dar la batalla! 

-Vamos, - le contestó Córdova, iniciando el último combate por la libertad de América.

Los nombres de los héroes patriotas general Antonio José de Sucre, José María Córdova, José de La Mar, Jacinto Lara , Guillermo Miller, y por los españoles el virrey José de la Serna, José de Canterac, Jerónimo Valdés, Juan Antonio Monet, Alejandro González Villalobos ,José Carratalá ya son parte de la historia.

Córdova, con apoyo de la caballería de Miller, acometió directamente a las tropas realistas que descendían sin orden de las cumbres del Condorcunca (Cuello de cóndor) y enese instante pronunció su famosa frase: “División, armas a discreción, de frente, paso de vencedores”.

El Libertador Simón Bolívar, y el gran mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre.

LA BATALLA 
El general Monet, sin esperar que su caballería formara en la pampa, cruzó el barranco y se lanzó sobre la de Córdova pero, atacado por otra división patriota, Monet resultó herido y tres de sus jefes muertos. Los fugitivos arrastraron en su retirada a otros milicianos mientras la caballería realista al mando de Ferraz, cargó sobre los escuadrones patrios que habían atacado a Monet.

José de La Mar con apoyo del batallón colombiano Vargas, de la tercera división de Jacinto Lara, detuvieron en seco las arremetidas de los veteranos de la vanguardia de Valdés, gracias a la soberbia carga de los Húsares de Junín bajo la dirección de Miller 

Al promediar las 3 de la tarde la victoria era completa y los independientes repasaban el campo de batalla en busca de heridos y prisioneros, logrando incautar más de 2,500 fusiles, piezas de artillería y hasta cañones desmontados. La persecución continuó por las cumbres de los cerros.

El coronel colombiano López, participante y testigo de esta batalla narra pormenores de la captura del último virrey del Perú en pleno campo de batalla.

CAPTURAN AL VIRREY
“Derribado de su caballo y exhausto de fuerzas, el infortunado Virrey logró atravesar hasta un recodo o ensenada de peña, donde recostado en pie hurtaba -escondía- el cuerpo al ciego tumulto.

Largo y erecto de talla, acartonado de complexión, sin barba y de gran nariz, cubierto de un grueso capote negro con el cuello alzado, sombrero alón de vicuña, y visible por debajo un gorro oscuro de seda. A su aspecto más que grave, tomáronle nuestros soldados por sacerdote, y algunos al pasar le dijeron: “Padre capellán, échenos la bendición”, mas llegó cierto oficial portorriqueño (era el cabo Villarroel) de índole dura, que se detuvo a preguntarle: 

-¿Y usted quién es ? - Y respondiéndole él quitándose el sombrero, dijo:-

-Soy el Virrey, señor… 

Alzó el sable, y parte en la cabeza, parte en la mano, hízole una cortada. Mas felizmente, lo vio en ese trance nuestro nobilísimo sargento Pontón (colombiano) y reconoció e intercedió por él vivamente, con lo cual, dio tiempo a que apareciéndose también el mayor Rafael Cuervo salvasen entre los dos al ilustre prisionero y lo enviaron debidamente escoltado para su seguridad a la iglesia de Quinua donde le atendiesen nuestros médicos a curarlo...

Cuervo, reprendió al portorriqueño, y cinco días después, por aviso que él dio a Sucre, fue ascendido a subteniente de su batallón”.

Valdés, viendo el lance perdido, dejó sudivisión que no 

había disparado un tiro de fusil, y se disponía a ir al encuentro del general Sucre, cuando su edecán corrió hacia él y le preguntó a dónde iba. ¡A capitular!, -respondió Valdés-.

-Infame, -repuso Pacheco-, póngase de nuevo a la cabeza de su división o le paso mi espada... Valdés obedeció, pero Canterac capituló poco después.( Ocho años de La Serna en el PerúAlberto Wagner Reina-)

El brigadier español García Camba dice que Valdés, “extremamente afectado por la derrota parecía buscar la muerte” y hasta llegó a sentarse sobre una piedra para que los vencedores le acabaran”. 

Sucre contó 370 muertos y 609 heridos patriotas, mientras que en el lado realista murieron 1.800 combatientes y más de 700 resultaron heridos. A la 1 de la tarde todo había concluido.

Capitulación de Ayacucho que selló el fin del dominio español.

CADÁVERES
En el campo de batalla miles de cadáveres y heridos desfallecían sin atención médica. López describe así el funesto panorama en medio de ayes y quejidos de los heridos.

“La enorme proporción de heridas de bayoneta y lanza atestiguaban la forma de ese choque y su recíproca animosidad. El gesto de los últimos, a diferencia de los heridos de bala daba espanto. Veíanse los jinetes y sus caballos separados por montones de los infantes, y sobre unos y otros ya se cernían en el cielo los buitres hambrientos…”

Asimismo en el campo los patriotas habían unos 2,000 prisioneros españoles custodiados por solo 50 centinelas. Sucre y Córdova daban vueltas a caballo tomando informes de los cuerpos de sus jefes y oficiales mientras algunos patriotas que tomaron uniformes españoles y vestían como tales y que en broma se resistían a entregarse, puso en riesgo sus vidas creyéndose que en verdad eran realistas.

EL PILLAJE 
En la euforia del triunfo asomaron viejos sentimientos de rencor contra España refiere López: 

“Rasgaba el corazón ver esos cuerpos tan ardorosos y gallardos pocas horas antes y ya fríos, desnudos y perdidos en aquella masa anónima de muerte; y ver tantos anillos, carteras, alfileres, mimadas prendas de amor y amistad, rodando a rebatiña por las groseras manos de soldados.

Un rico reloj de alguno de los jefes españoles, cuando él yacía inerte, vino andando a manos de un soldado de Pichincha y el Sargento Carreño, del mismo cuerpo, cocinaba esa tarde su bodrio de cerdo en la vajilla de plata del General Canterac”.

Asimismo refiere que los soldados patriotas se lanzaron sobre las aguardiente de las cantimploras realistas. 

Casi lo fusilan al virrey
Más adelante, el coronel López vuelve a ocuparse de la situación del virrey La Serna que fue llevado a la iglesia de la Quinua para recibir atención del médico.

“Pasaba en la iglesita de Quinua -donde se hallaba herido el virrey- una escena, casi una tragedia, que no dejaremos olvidada y, yacía también el Teniente Ramón Chabur, natural de Bogotá… Llegados los médicos a atender a Chabur, éste les pidió que lo hicieran primero al señor Virrey, cortesía que el noble viejo se rehusaba a aceptar…El título de Virrey, hizo levantar la cabeza a un sargento, De los Llanos, quien, delirando probablemente con nuestra guerra a muerte, se encandiló su vista por el puño de oro y brillantes que el virrey descubrió bajo el capotón, al presentar a los cirujanos la mano herida… preparó su fusil e iba a hacer fuego contra el anciano, con ojos de hiena y refunfuñando expresiones feroces contra el virrey… El joven Chabur tuvo que incorporarse para advertir a los médicos que lo contuviesen, sin lo cual aquel furioso habría manchado con el asesinato de La Serna … Después llegó Sucre y le dio protección.

LA MÁS FAMOSA Y BELLA DEL MUNDO
“Espada del Perú” a Bolívar
Tras el reparto de premios a los vencedores de Ayacucho como medallas, dinero, tierras, inmuebles, haciendas, en 1825 la Municipalidad Lima le entregó al libertador Simón Bolívar, la espada más bella, famosa y costosa llamada, “La Espada del Perú”, que mide una vara y siete pulgadas de largo . La vaina es de oro macizo de 18 kilates con increíbles dibujos artísticos diseminados en ella con 1.367 brillantes, 8 rubíes, 7 esmeraldas. Cinco marcos, cinco onzas y ocho adarmes de oro y una hoja de acero “Al estilo de Damasco”.


Se observa además una serpiente de nueve pulgadas, los ojos del soberbio ofidio son de rubí y la sierpe la abraza. La hoja de acero tiene la inscripción: “Simón Bolívar: unión y livertad, año de 1825”. En el anverso dice: “Libertador de Colombia y del Perú, Chungapoma me fecit en Lima”, (el latín me fecit significa: lugar de fabricación o nombre del fabricante; Chungapoma) y se encuentra en una de las bóvedas del Banco Central de Venezuela, considerada como la más bella que se conserva de Bolívar y que guarda el Gobierno Bolivariano de Venezuela. La espada de Sucre tiene 1.168 brillantes y 6 Marcos de Oro. 

Datos

Conocida la victoria patriota por acuerdo de la Real Audiencia del Cusco, fue proclamado como nuevo virrey el general arequipeño Pío Tristán, considerado el último virrey del Perú por los españoles, que no querían aceptar la Capitulación de Ayacucho.

El virrey La Serna cayó herido de su caballo y fue capturado tras ser confundido con un sacerdote, mientras el general Valdés, muy deprimido dijo a uno de sus oficiales con gran despecho: “Mediavilla, dígale usted al virrey que esta comedia se la llevó el demonio…”.

Con fecha 3 de abril de 1825, el general Sucre, remitió desde Potosí a Colombia, los trofeos tomados en el Cuzco y en el Alto Perú. El estandarte Real de Castilla, y cuatro pendones reales con los que tres siglos antes, Pizarro y sus soldados habían entrado a la Capital del Imperio Peruano.

Ramón Machado
Redacción

Fuente: Diario La Primera. 08 de diciembre del 2013.

Sánchez Cerro y la persecución política contra el Apra.

"El Mocho" Sánchez Cerro y el trujillazo del año 1932

El 20 de febrero de 1931 estalló una sublevación en Arequipa que depuso al comandante Luis Miguel Sánchez Cerro, protagonista de los sucesos más turbulentos y sangrientos del primer tercio del siglo XX, agitados por la derrota electoral del Apra en 1931, la prisión de Víctor Raúl Haya de la Torre, la cruenta Revolución de Trujillo, que sofocó a sangre y fuego y su asesinato a balazos en el Campo de Marte. 

Ramón Machado

Sánchez Cerro nació en Piura el 12 de agosto de 1889 y fue asesinado en Lima el 30 de abril de 1933, cuando un militante aprista salió de entre la vociferante multitud que vitoreaba al mandatario, trepó el auto descapotado y le disparó a quemarropa por la espalda causándole la muerte 10 minutos después.

Sánchez Cerro se había sublevado en Arequipa el 22 de agosto de 1930 y depuso al presidente Augusto B. Leguía. Sin embargo, siete meses después se produjo una nueva insurrección en Arequipa, nombra presidente transitorio de la junta revolucionaria civil a David Samanez Ocampo. 

El 21 de agosto de 1922 vuelve a liderar otro pronunciamiento militar contra Leguía pero fracasa, resulta herido y es apresado y trasladado a la isla San Lorenzo en el Callao y separado del Ejército. Sin embargo, posteriormente es readmitido y en 1925 enviado en misión militar a Italia y Francia de donde retornó en 1929.

En febrero de 1930 asumió la Dirección de Infantería y es ascendido a teniente coronel.

Consumado el golpe de estado contra Leguía, el comandante llegó a Lima el 27 de agosto de 1930 hasta que depuesto en febrero de 1931, decidió participar en las elecciones presidenciales de ese año. 

Por aquel tiempo a principios de 1931 también regresó de su largo exilio de 8 años el líder aprista Víctor Raúl Haya de la Torre, quien en octubre de 1923, había sido apresado y recluido en el penal El Frontón, por el gobierno de Leguía. Haya se declaró en huelga de hambre y seis días después fue deportado a Panamá.

La crisis económica mundial generó gran descontento social y se produjeron protestas y disturbios en Talara, Cerro de Pasco y La Oroya. instigadas por agrupaciones izquierdistas y el Apra, produciéndose enfrentamientos con la policía y muertes de varios civiles.

En Lima los estudiantes toman la Universidad de San Marcos pero son duramente reprimidos y desalojados

En este ambiente cargado de violencia y posiciones irreconciliables, Samanez Ocampo, convocó a elecciones generales para la presidencia y representantes a la Asamblea Constituyente.

ELECCIONES DE 1931: HAYA PRESIDENTE MORAL
En las elecciones de octubre de 1931 se presentaron Sánchez Cerro por la Unión Revolucionaria, Haya de la Torre del Apra, fundada durante su exilio en Centroamérica y otros dos candidatos. El Jurado Nacional de Elecciones proclamó Presidente electo a Sánchez Cerro con 152,062 votos. Haya logró 106,007; De la Jara y Ureta, 21,921, y Osores, 19,653.

Sin embargo, los apristas denunciaron un fraude electoral y aseguraron que Haya de la Torre era el “Presidente moral del Perú”. La victoria de Sánchez Cerro abrió una brecha de odio en los militantes apristas que estaban convencidos del triunfo de su líder.

Los apristas iniciaron una violenta oposición al nuevo régimen y se desencadenó lo que Jorge Basadre, llamó “una de las páginas más abominables de la historia del Perú”.

EXPULSAN 22 CONGRESISTAS APRISTAS
La oposición de los apristas a Sánchez Cerro continuó en el recién instalado Congreso Constituyente, en las calles, fábricas y sindicatos y agrupaciones estudiantiles.

La denominada “cédula parlamentaria aprista” que lideraban Manuel Seoane, Carlos Manuel Cox, Luis Heysen y Luis Alberto Sánchez, iniciaron virulentos debates con el oficialismo en medio de gritos, amenazas e insultos, circulando incluso rumores de amenazas de muerte.

Sánchez Cerro inició su gobierno el 8 de diciembre de 1931 con amplia mayoría parlamentaria y el Congreso lo ascendió al grado de general de brigada, y promulgó la nueva Constitución el 9 de abril de 1933.

LEY DE EMERGENCIA: HAYA PRESO
El congreso sanchezcerrista expidió la “Ley de Emergencia” que otorgó al gobierno amplias facultades para reprimir, apresar y desterrar a los opositores en especial los apristas a los que denominaron “aprocomunistas”.

El Apra llamó al pueblo a levantarse contra Sánchez Cerro, pues además esa ley suprimía las garantías individuales, permitió la expulsión de 23 congresistas constituyentes, 22 de ellos apristas que fueron después perseguidos, expatriados y otros encarcelados. 

En marzo de 1932, Haya de la Torre fue detenido por el delito de “incitación a la acción revolucionaria” y tras un remedo de juicio fue encerrado en El Frontón y luego en el Panóptico. Otros militantes apristas se declararon en la clandestinidad. 

119 AÑOS DEL NACIMIENTO DEL LíDER
Haya de la Torre, el ideólogo 
El 22 de febrero de 1895 nació en Trujillo Víctor Raúl Haya de la Torre, uno de los ideólogos y políticos latinoamericanos más importantes del siglo XX. Fundador y líder indiscutible del Apra y del Partido Aprista Peruano, y figura trascendente del pensamiento político peruano junto con el ideólogo socialista José Carlos Mariátegui.

Haya de la Torre tuvo enorme gravitación y vigencia durante 60 años de azarosa vida política hasta su fallecimiento como presidente de la Asamblea Constituyente en 1979. 

La sencillez, la vida franciscana de Haya, no ha sido imitada por ninguno de los actuales y más notorios miembro de su partido, envueltos por el contrario, muchas veces, en bochornosos escándalos y acusaciones de corrupción o enriquecimiento. 

En la noche del 21 de febrero de 1933 estando preso en el antiguo presidio limeño El Panóptico, sobre cuyo terreno se levanta hoy el Hotel Sheraton, un grupo de militantes apristas recordando la proximidad de su cumpleaños, detonaron bombardas en el parque Neptuno cerca de su prisión, instaurándose desde entonces el Día de la Fraternidad aprista.

En 1924 viaja a Rusia y observa de cerca el proceso de la revolución soviética y también visita Alemania. Entre 1926 y 1927 estudia Economía en London School of Economics and Political Science y Antropología en la Universidad de Oxford, donde se desempeñó como profesor. 

ELECCIONES DE 1962
En 1962 Haya ganó las elecciones presidenciales por 557,073 votos mientras Fernando Belaunde Terry obtuvo 544,180 votos pero, las fuerzas armadas denunciaron un fraude inexistente y se anuló su llegada al poder. Sin duda, los trágicos y sangrientos sucesos de Trujillo le cerraron el paso a la presidencia de la República.

En 1976 el gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas anunció la convocatoria de una Asamblea Constituyente y elecciones en 1978. El Apra obtuvo la primera mayoría. Haya de la Torre fue elegido con la más alta votación y fue designado presidente de la Asamblea Constituyente. 

Luis Alberto Sánchez en su libro “Don Manuel” dice que “en la historia del pensamiento libre del Perú, las estaciones obligatorias se llaman Francisco Gonzales Vigil, Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre”.

Sánchez Cerro fue depuesto en febrero de 1931 y se formó una nueva junta de gobierno presidida por el teniente coronel Gustavo Jiménez en reemplazo de Samanez Ocampo. En 1914 participó en el golpe contra el presidente Guillermo Billinghurst, resultó con 5 heridas de bala y perdió 2 dedos de la mano derecha, de donde le vino el apodo de “El Mocho”.

En enero de 1919 Haya de la Torre fue figura importante en las luchas populares. En octubre de 1923 Leguía ordenó su arresto y destierro a Panamá y, en México fundó la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), el 7 de mayo de 1924 concebido como una opción política antioligárquica y antiimperialista. Pero, después pactó y se alió con los grupos políticos oligárquicos.

El 6 de marzo de 1932 Sánchez Cerro fue atacado a balazos en la iglesia de Miraflores y una bala le perforó un pulmón. El autor fue el aprista José Melgar Márquez. El 7 de mayo estalló un motín de marineros en buques de la armada que fue reprimido. Ocho marineros fueron fusilados en la isla San Lorenzo. Basadre, calificó estos sucesos como “una de las páginas más abominables de la historia del Perú”.

SÁNCHEZ CERRO ORDENÓ BOMBARDEO
La sublevación y masacre 
Diez meses antes del asesinato de Sánchez Cerro los apristas desataron una rebelión armada en Trujillo el 7 de julio de 1932. Militantes apristas armados de la hacienda Laredo liderados por el “Búfalo” Manuel Barreto, asaltaron el cuartel O’Donovan y secuestraron a varios oficiales del Ejército. 

El encarnizado enfrentamiento duró cuatro horas y en la acción falleció Barreto. Al final el cuartel fue tomado por los insurrectos y también se rindió la Prefectura y el cuartel general de la Guardia civil. El levantamiento se extendió por Salaverry, Chicama, Otuzco, Santiago de Chuco, Huamachuco, Cajabamba (Cajamarca), norte de Huaraz y otros poblados.

El 9 de julio el puerto de Salaverry fue recuperado por el Ejército. El 10 de julio Sánchez Cerro, envió tropas, aviones y dos submarinos y los cruceros Grau y Bolognesi que bombardearon Trujillo. Agustín Haya de la Torre, hermano del líder aprista, que asumió como prefecto del departamento huyó hacia Laredo.

ASESINARON 14 MILITARES 
Trujillo fue tomada casa por casa y antes de huir a la sierra, los apristas asesinaron a los oficiales y subalternos sargentos, cabos y soldados y policías que se hallaban prisioneros en el cuartel O’Donovan. 

En total fueron masacrados 14 militares entre oficiales, sargentos, cabos y soldados y unos 20 guardias civiles. Los cuerpos yacían unos, decapitados, seccionados, descuartizados y la sangre cubrían el suelo, y parte de las paredes. 

Al comandante Manuel Silva Cáceda, jefe de artillería del Ejército, después de muerto le extrajeron el corazón y le mutilaron los dedos para sacarle una sortija mientras que al capitán Villanueva le arrancaron los genitales. 

Los militares fusilaron también a 43 cabecillas y militantes apristas, delante de los muros de la ciudadela inca de Chan Chan, pero las cifras de muertos fueron por centenas. 

En Cajamarca se produjo el levantamiento del comandante Gustavo Jiménez quien se proclamó Jefe Supremo de la República, pero fue vencido por el ejército en Paiján y el 14 de marzo de 1933 se suicidó disparándose un tiro en la cabeza.

HOMICIDA TREPÓ EL AUTO CON UNA BROWNING CALIBRE 45
Disparó por la espalda al presidente

El día domingo 30 de abril de 1933, Sánchez Cerro se encontraba pasando revista a las tropas en el hipódromo de Santa Beatriz y cuando se retiraba, casi a la una de la tarde, repentinamente, salió de entre la multitud el joven de filiación aprista, Abelardo Mendoza Leiva, quien en segundos corrió hacia el vehículo presidencial, trepó el estribo, extrajo una Browning calibre 45 y disparó varios tiros contra el presidente quien cayó pesadamente hacia delante del automóvil en marcha. Sánchez cerro falleció 10 minutos después en el Hospital Italiano. 

El asesino fue capturado y desarmado por la seguridad de Sánchez Cerro y le dispararon en la cabeza. Otros balazos fueron al cuerpo e incluso fue lanceado por la escolta presidencial.

Basadre, dice que el homicida se apoyó con la mano izquierda sobre la capota y disparó varios tiros a quemarropa y por la espalda del presidente. 

Fuente. Diario La Primera. 24 de febrero del 2014.

Las versiones de la historia contemporánea de Ucrania.

La doble memoria histórica de Ucrania

Los ciudadanos tienen percepciones opuestas sobre la II Guerra Mundial.


José M. Faraldo. Profesor de la Universidad Complutense.
Muchos ciudadanos españoles dicen estar cansados de escuchar las discusiones acerca de la “memoria histórica”, muchos afirman no poder oír ya la palabra sin un gesto de hastío. Y, sin embargo, pocas veces nos damos cuenta de lo realmente importante que es el hecho de que una sociedad discuta sobre su pasado y llegue a ciertos consensos sobre él, consensos que son siempre temporales y siempre contestados, pero que permiten al menos el funcionamiento cotidiano de esa sociedad.
Estas reflexiones me vienen a la memoria al seguir el conflicto ucranio. Porque —dejando a un lado el factor importantísimo de la intervención imperialista rusa— lo que sucede en Ucrania es un conflicto eminentemente de memorias. No es un conflicto étnico en absoluto, ni lingüístico, ni religioso, aunque los acontecimientos vayan poco a poco transformando las ambiguas identidades de los rusófonos en un sentido nacionalista.
El problema surge de la percepción distinta que los ciudadanos ucranios tienen de los acontecimientos de la II Guerra Mundial y de la posguerra. La memoria histórica de muchos ciudadanos en el centro, el sur y el este del país es una memoria histórica soviética. En ella se habla del sufrimiento del pueblo soviético ucranio ante la invasión alemana de 1941, del dolor, la tragedia, las muertes y las violencias que las tropas nazis infligieron a los ucranios, los cientos de miles de personas asesinadas por la horca, el hambre o el fusilamiento. Se recalca en esta memoria histórica el esfuerzo tremendo realizado por el pueblo soviético ucranio para expulsar al invasor, los partisanos rojos que colaboraban con el Ejército soviético, el propio Ejército expulsando lentamente a los invasores, a costa de sangre y dolor. Se recuerda también a los cientos de miles de zwangarbeiters, los trabajadores forzados —muchos de ellos mujeres jóvenes— enviadas a trabajar a Alemania para cubrir los huecos dejados por los soldados en el frente y que vivieron en condiciones de esclavitud. Muchas murieron o volvieron tullidas, enfermas, con las vidas destrozadas.

Muchos minimizan los crímenes de guerra cometidos por el ejército rojo
Pero para quienes comparten esta memoria no existen o son pecatta minuta los crímenes de guerra cometidos por el Ejército rojo en su camino a Berlín, las matanzas absolutamente indiscriminadas de civiles, las violaciones masivas —no sólo de mujeres pertenecientes a naciones “enemigas” sino incluso de aliadas—, la destrucción de los antifascistas no comunistas en Polonia o la imposición de un sistema económico y social sobre unas naciones centroeuropeas que no lo querían. Pero, claro, ¿quién escucha con agrado que su abuelo fue un violador y que, mientras liberaba el país de un invasor, torturó, robó y asesinó a civiles inocentes?
Y, sobre todo, en esta memoria histórica está ausente el hecho fundamental de que fue el pacto entre Hitler y Stalin el que le diera al Ejército alemán la luz verde para invadir Polonia y comenzar así la II Guerra Mundial y el Holocausto. A Stalin le regresaron en un movimiento de boomerang las consecuencias de su pacto con Hitler; su reparto de Europa y su invasión de Polonia —dos semanas después de la alemana— se convirtieron en el reparto y la invasión de la URSS.
Y es de aquí sobre todo de donde surge la otra memoria histórica ucrania. Buena parte de las regiones polacas invadidas por la URSS el 17 de septiembre de 1939 se convirtieron en la Ucrania Occidental. Para muchos de sus ciudadanos hoy día, Moscovia —identificada con la Rusia de los zares, la URSS de Stalin y la Federación Rusa de Putin— invadió Ucrania y la sometió a un régimen colonial de explotación y sometimiento. Ucrania —repartida desde antiguo entre varios imperios— fue sometida por Stalin a un holocausto de hambre —el llamado Holomodor—, donde murieron varios millones de ucranios y a una colectivización forzosa de la agricultura que causó varios millones más, entre muertos y deportados. Los patriotas ucranios —que habían estado luchando durante los años treinta contra el Estado polaco— se vieron entonces entre dos fuegos; lucharon contra los nazis y contra los soviets, desesperadamente, hasta el último hombre. Es cierto que en 1941 y 1945 colaboraron —“brevemente”— con los nazis y que hasta formaron una división propia de la SS, pero se trató “tan sólo” de una necesidad estratégica para luchar por la libertad de Ucrania.

La participación del fascismo ucranio en el Holocausto es innegable
Esta memoria histórica contempla la acción de los partisanos de la UPA, el Ejército Rebelde Ucranio, que pervivió hasta principios de la década de los cincuenta, como una lucha heroica contra un enemigo exterior. Pero no asume —o sólo en muy pequeña medida—, el hecho de que los “patriotas” ucranios que prevalecieron fueron la fracción más nacionalista, un movimiento fascista culpable de crímenes horrendos, que asesinó a decenas de miles de polacos y de ucranios que no se sometían a sus dictados. Y de judíos. La participación del fascismo ucranio en el Holocausto es innegable, su consideración del judío como enemigo en todos los aspectos, no muy distinta de la de los nazis.
Durante los 20 años de independencia ucrania cada parte de la sociedad ha alimentado su propia memoria histórica sin aceptar la del otro. Los poderes públicos, que son los que tendrían que haber tendido puentes entre ambas visiones, no lo han hecho: cuando gobernaban los más “prorrusos” —como el depuesto presidente Yanukóvich—, se alimentó la memoria sovietizante; cuando gobernaron los más nacionalistas ucranios, se elevaron a héroes nacionales a los fascistas ucranios y se santificó el Holodomor. Sólo en un aspecto mejoró, casi por sorpresa, esta memoria histórica: se produjo una reconciliación con Polonia en la que ambas partes, incluso los nacionalistas ucranios, fueron capaces de reconocer buena parte de sus culpas. Algo que recuerda a la reconciliación germano-francesa y que se debió sobre todo a los esfuerzos de Polonia.
Las dos memorias son ciertas, aunque parciales. Las dos dejan fuera a la otra y olvidan las propias culpas. Ninguna de ellas ha intentado —hasta ahora— comprender a la otra. La rebelión de algunos grupos de ciudadanos en el este de Ucrania —tras la revolución del Maidán y contra esta— se explica y se justifica por la negativa a aceptar aquella memoria histórica percibida como contraria. Y viceversa.
Ucrania no es un Estado fallido. Durante 20 años, aunque con muchos problemas, Ucrania ha pagado los sueldos y las pensiones, ha organizado —si bien con una corrupción inmensa— las vidas de sus ciudadanos y ha alcanzado un grado de consenso importante como país. Incluso hoy día las encuestas muestran que la mayoría de los ciudadanos del este de Ucrania no quieren separarse del país. Pero también las mismas encuestas muestran persistentemente que las dos memorias históricas no se han encontrado. Es urgente, pues, tender puentes.
José M. Faraldo es profesor de la Universidad Complutense. Especialista en Europa Oriental.
Fuente: Diario El País. 24 de mayo del 2014.

sábado, 17 de mayo de 2014

Lo que nos enseña la historia: 1914, 1939, 1964 y 1989.

¿Acabará 2014 como 1914?

La historia nos enseña que no hay nación que pueda, por sí sola, garantizar la estabilidad del sistema. La solidaridad, la solidez de las instituciones y el diálogo son los mejores recursos para construir el futuro.


Larry Summers (Universidad de Harvard)
Si uno se fija bien, 2014 es un año de aniversarios. Es el centenario de 1914, un momento en el que el mundo se manejó mal a sí mismo, y de ese mal manejo cosechó la más espantosa de las consecuencias conocidas hasta entonces. Una desgastada primera potencia, Gran Bretaña, no supo actuar prudente ni consecuentemente frente a la emergente maquinaria económica germánica. Ante esto, otros se posicionaron para sacar ventaja, permitiendo que las aspiraciones y fuerzas nacionalistas se convirtieran en el aglutinador que procurara legitimidad a Gobiernos cuestionables y que en lo económico no acababan de dar la talla. La confusión, la complacencia y la confianza dieron lugar al cataclismo con una rapidez devastadora, y el mundo nunca fue ya el mismo.
Hace 75 años estábamos en 1939. Se había llegado a creer que la guerra que empezó en 1914 había sido una guerra con la que acababan todas las guerras. Nadie, mientras tuvo lugar, pensó nunca en llamarla I Guerra Mundial. Una vez finalizada, los vencedores se comportaron imprudentemente. Confundieron sus legítimas reclamaciones con calculados egoísmos e impusieron una paz que inevitablemente alimentó un profundo resentimiento. Una potencia que había encabezado y dado forma al sistema económico mundial se vio mermada, y mientras tanto no acabó de surgir una potencia con suficiente capacidad de liderazgo, ni se puso en marcha sistema alguno de integración económica. El mundo se hundió en la depresión. Las naciones se preocuparon por la situación de sus economías. Quienes se habían empobrecido no supieron ver las crecientes amenazas exteriores, y en 1939 el mundo estaba al borde de su segunda guerra, que iba a ser todavía más terrible.
Hace 50 años era 1964. El mundo no estaba entonces al borde de ningún cataclismo. Las economías industrializadas se hallaban en medio de un periodo de rendimiento como nunca antes habían conocido. Pero 1964 transcurría meses después del asesinato del presidente Kennedy. Fue el año en que Estados Unidos entró en Vietnam. Ese fue un acontecimiento que desgarró nuestra sociedad, por lo que significó para una generación de jóvenes norteamericanos, un acontecimiento que cambió, y no precisamente de la mejor manera, el modo en que EE UU era visto en el mundo. El año 1964 fue también en un sentido histórico, ya que no aritmético, el comienzo de los sesenta. Fue un periodo en el que en todo el mundo industrializado se cuestionaron de manera creciente tanto el funcionamiento de las sociedades democráticas como la aceptación de las mismas por parte de sus ciudadanos jóvenes. Dispuso el escenario para la inflación, la pérdida de confianza y la disminución de la productividad que sobrevinieron en los años setenta.
Hace 25 años fue 1989. En sentido histórico fue el año en el que acabó el siglo XX. Acabó con una extraordinaria y espectacular victoria de la que todos podríamos, o deberíamos, sentirnos orgullosos. Una ideología y un imperio totalitarios fueron derrotados sin que se disparara un solo tiro. ¿Cómo sucedió eso? Sucedió en parte por la fuerza del ejemplo que daba el contraste entre cómo vivía la gente en Occidente y cómo vivía la gente en el mundo comunista. Sucedió en parte por el agotamiento de un sistema que carecía de la capacidad de dinamismo que posee el capitalismo de mercado. Y sucedió en parte debido a una reposada, decidida y conjuntada estrategia de fuerza de las naciones aliadas de Occidente. Al final, en la guerra fría esta estrategia se impuso, e hizo del mundo un lugar infinitamente mejor.

Hace 25 años, un imperio
totalitario fue derrotado sin que se 
disparara un solo tiro
Así que, si uno cree en la numerología, en siglos y en cuartos de siglo, este es un año extraordinario. Se ha dicho que la historia no se repite, pero lo cierto es que rima. Si uno piensa en los desafíos históricos que he descrito, que algunas veces terminaron bien y otras mal, los ecos de muchos de ellos pueden volver a oírse hoy. De nuevo una potencia grande y fuerte, que no crece tan rápidamente o tan confiadamente como en otros tiempos, se encuentra inmersa en un sistema global y con un determinado poder ascendente junto a fuerzas nacionalistas. De nuevo una nación que perdió una guerra se encuentra insatisfecha con su posición en el mundo y dirigida por un Gobierno que quizá obtiene su legitimidad gracias a un impulso expansionista.
El caso es que no ha habido un año, al menos que yo recuerde, en que los desafíos globales sean tan importantes para los ciudadanos de nuestros países como lo son hoy. Desafíos como el del calentamiento climático, como el de la proliferación nuclear y lo que esta puede significar para pequeños grupos terroristas. Como el de la seguridad cibernética, en un momento en el que un sistema, al hacerse mucho más interdependiente, también se convierte en mucho más vulnerable. Se trata de un extraordinario momento al que llegamos juntos. Y yo sugeriría que hay un pequeño número de principios generales que pueden animarnos de manera eficaz a seguir adelante.
—Primero, el éxito económico no asegura la paz, pero el fracaso económico y la desintegración casi garantizan el conflicto. Les corresponde a los líderes de las principales naciones resolver cómo lograr un crecimiento económico más rápido y sostenido. Si se produce un crecimiento económico más rápido en el mundo industrializado, los índices de deuda pública del PIB descenderán rápidamente. Nuestros ciudadanos tendrán más confianza. El carácter ejemplar de la democracia será mucho más persuasivo. Si no somos capaces de asegurar el crecimiento juntos, las deudas crecerán y serán más problemáticas, el nacionalismo ascenderá y la deriva autoritaria será más tentadora.
—Segundo, un compromiso para mantener la fuerza, para defender el orden internacional, es parte inherente y profundamente arraigada de todo sistema global que se precie. Las grandes potencias nunca pueden ir de farol. Cuando lo hacen, cuando sus intenciones son inciertas, se las somete a examen. Cuando se las somete a examen, surgen las preguntas, y la posibilidad de conflicto aumenta.

El éxito económico no asegura 
la paz, pero el fracaso puede llegar a garantizar el conflicto
Recientemente volví a leer el famoso libro de John Kennedy ¿Por qué se durmió Inglaterra? Pensé que me explicaría los históricos errores de Múnich. En cierto modo lo hizo, pero en realidad me dijo algo que no me esperaba. Me dijo que Chamberlain, en Múnich, no tuvo elección, ya que Gran Bretaña no tenía la fuerza suficiente para sostener sus posiciones. Así que Chamberlain no tenía más alternativa que la de tratar de ganar tiempo. Hoy no hay nada en el escenario mundial que uno pueda pensar que sea como Hitler en 1937. Pero yo diría que esa lección sigue vigente. Que estar preparado para cualquier contingencia, estar comprometido en cada lugar, sea cual sea, es esencial si queremos ampliar las posibilidades de preservar la paz.
—Sugeriría en tercer lugar que esa experiencia nos ofrece una lección: la de que, como leí una vez, “la esencia de la diplomacia es la de ser capaz de distinguir los grados del mal”. Que no hay nación, por fuerte que sea, por grande que sea, por decidida que esté, que pueda corregir todo error, determinar todo resultado o dar respuesta a toda injusticia. Por tanto, un acertado enfoque de las relaciones internacionales debe basarse en la capacidad de distinguir aquellos intereses que son más fundamentales de los intereses que son deseables pero menos fundamentales.
—Sugeriría finalmente que la historia nos enseña que no hay nación que, por sí sola, pueda garantizar la estabilidad del sistema. Solo mediante la solidaridad entre las naciones, mediante el establecimiento de instituciones, mediante la legitimidad que deriva de convocar al diálogo entre todos, es como se pueden trazar unas líneas firmes y claras y como se puede persuadir a los demás.
En cierto sentido, la atracción por el servicio público me llegó de niño, observando al primer presidente que impactó en mi conciencia, John F. Kennedy. Alguna vez dijo: “Los problemas del hombre son obra del hombre. Por tanto pueden ser resueltos por el hombre”. En tanto que ciudadanos concernidos, está en nuestras manos determinar lo que alguien vaya a decir en 2114 cuando reflexione sobre los anteriores 100 años.
Larry Summers es presidente emérito y profesor de la cátedra Charles W. Eliot de la Universidad de Harvard y antiguo secretario del Tesoro de EE UU con la Administración de Bill Clinton. Este artículo es la adaptación de una conferencia en la Canadian International Council de Toronto.
Traducción de Juan Ramón Azaola.
Fuente: Diario El País. 16 de mayo del 2014.

miércoles, 14 de mayo de 2014

El derecho a la autodeterminación de los pueblos y el respeto a la integridad de los Estados existentes.

Ser minoría no es una desgracia

El derecho avala dos principios incompatibles, el de autodeterminación y el del respeto a la integridad nacional. El primero sería aplicable a quienes carezcan de instituciones democráticas o sufran discriminación.


José Álvarez Junco (historiador)

Muchas cosas, y muy graves, están pasando en la Ucrania suroriental. Se está viviendo una preguerra civil, con serios sufrimientos por parte de la población, y se corre el riesgo de otra guerra internacional europea, catástrofe que por fortuna iba haciéndose rara. Pero lo que se vuelve a demostrar, y lo que me interesa aquí, es lo inadecuado de la fórmula nacional para resolver la convivencia en sociedades complejas.
La Gran Guerra, con cuyo centenario coincidimos, proporcionó el mejor ejemplo en el siglo XX. Cuando el angélico presidente Wilson vino a Europa, con el prestigio de haber pesado decisivamente en la derrota austro-germana, traía en la cartera sus célebres Catorce puntos, donde proponía resolver los problemas europeos sustituyendo los imperios multiétnicos por Estados culturalmente homogéneos. La conferencia de paz de París, consiguientemente, creó una decena de Estados nuevos y añadió o restó territorios a los existentes —según, ay, que hubieran apoyado a vencedores o vencidos en el conflicto. Pese a la buena voluntad de sus creadores, a la Sociedad de Naciones y a las cláusulas de protección de minorías, la fórmula fue un desastre: los nuevos mini-Estados eran inevitablemente multiétnicos —y ahora, al ser nacionales, maltrataban de verdad a sus minorías—, surgieron agravios, clamores por territorios irredentos, y, al final, se abrió el camino a los fascismos. No escarmentados, hace solo un cuarto de siglo, al disolverse Yugoslavia y la URSS, volvimos a crear Estados nuevos (esta vez una veintena), siempre en busca de la homogeneidad cultural. Y ahí se inscribe el actual lío ucranio.
Claro que ahora hay una novedad: ya no se trata de procesos independentistas, sino de anexiones a una potencia vecina, pues Crimea se ha separado de Ucrania para unirse a Rusia. Pero no todo es expansionismo de Putin, ni basta con pararle los pies. Que Crimea fuera antaño rusa y que una gran mayoría de su población haya votado a favor de Rusia son datos a tomar muy en cuenta. Y ahora las provincias de Donetsk y Lugansk quieren seguir ese camino. Olvidemos, por el momento, los provocadores y el dinero enviados por Putin y supongamos que queremos resolver la cuestión civilizadamente, en una mesa de negociación. ¿Cuál podría ser la solución?
La solución es aceptar que el sujeto soberano no tiene que coincidir con una comunidad étnica
El problema es que el Derecho Internacional avala dos principios incompatibles entre sí: el derecho a la autodeterminación de los pueblos y el respeto a la integridad de los Estados existentes. El primero, proclamado en la Carta de las Naciones Unidas, en dos resoluciones de su Asamblea General y en varios pactos internacionales de las últimas décadas, es el que invocan, por supuesto, independentistas escoceses o catalanes. Y es un criterio que a todo demócrata le inspira, a primera vista, más simpatía que un rígido respeto a las fronteras existentes; porque no es fácil explicar por qué debemos impedir que pertenezca a un Estado un territorio en el que el 90% de sus habitantes desean ser independientes o pertenecer a otro.
Pero está también establecido, como explican José M. Ruiz Soroa y Alberto Basaguren (en La secesión en España, editado por Joseba Arregui, 2014), que la autodeterminación solo se refiere a los pueblos “dependientes”, es decir, a quienes se hallan en situación colonial o bajo invasión militar. La Declaración de Viena de 1993 es muy clara: “Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación”, y negárselo constituye “una violación de los derechos humanos”; pero esto no significa avalar acciones encaminadas “a quebrantar o menoscabar, total o parcialmente, la integridad territorial o la unidad política de Estados soberanos e independientes que […]estén dotados de un Gobierno que represente a la totalidad del pueblo perteneciente al territorio, sin distinción de ningún tipo”. Es decir, que de la autodeterminación no se deriva que minorías nacionales territorializadas existentes hoy dentro de un Estado tengan derecho a la independencia política; solo lo tendrán aquellas que carezcan de instituciones democráticas o sean tratadas de forma discriminatoria.
Aceptada esta distinción (y aun sabiendo que todo independentista proclamará a su pueblo “dependiente” e invocará este principio), parece claro el significado del derecho de autodeterminación y la situación en que debe hallarse un pueblo para ser titular del mismo. Pero eso no resuelve el asunto, porque lo verdaderamente insoluble es la definición del “pueblo” en sí, es decir, la definición del demos que tiene derecho a autodeterminarse. ¿Por qué han de ser las provincias de la Ucrania actual, por ejemplo, las que puedan decidir su futuro por medio de un referéndum y no sus comarcas o municipios? Cualquier comunidad humana puede proclamarse “pueblo” o “nación” y sobrarán intelectuales que encuentren argumentos históricos, lingüísticos, religiosos o raciales para apoyar esa tesis. El problema es político, prejurídico. Como escribió Robert Dahl, “la democracia puede decidirlo casi todo, menos la amplitud del demos concreto que la practica, porque ese es un dato previo al inicio del proceso democrático. Unos afirmarán que el pueblo X es distinto al pueblo Y; otros, que el pueblo X es parte del más amplio pueblo Y. ¿Cómo se puede resolver este debate? Votando. Pero ¿quiénes votarán? Si son sólo los ciudadanos de X puede salir una cosa y si son todos los de Y, otra”.
Viniendo a nuestro entorno, para un nacionalista vasco o catalán es indiscutible que Euskadi o Cataluña tienen derecho a decidir su futuro. Pero un españolista les opondrá que quien debe decidir es España, porque a nadie se le puede amputar una parte de su territorio sin consultarle. Contrarréplica: eso es partir del indemostrable prejuicio de que nosotros somos parte de una nación, España, cuando la única nación es la nuestra, integrada contra su voluntad en el Estado español. Algo de razón tienen ambos. Porque todo nacionalista parte, sí, de un prejuicio: que las naciones existen; pero cada cual cree solo en la suya. Según la lógica democrático-nacional, el futuro de Euskadi deben decidirlo los vascos; pero la misma lógica exigiría que el futuro de Álava se decidiera por los alaveses (en el caso de que en un hipotético referéndum vasco globalmente favorable a la independencia salieran en Álava resultados españolistas). No, nos diría el patriota vasco, porque Álava forma parte de Euskadi, que decide como un todo. Lo mismo que le objetaría a él un españolista en relación con Euskadi.
La democracia no puede incluir el derecho de los miembros de la sociedad a separarse de ella
Una vez atribuido el derecho de decidir a las regiones o provincias, cabría hacer lo mismo con los municipios. ¿Con qué derecho, en nombre de qué principio, obligaremos a mantenerse en España al municipio Z, que votó, pese a formar parte de una provincia proespañola, abrumadoramente por la independencia? Y quien dice municipio dice barrios o familias. ¿Dónde está el límite? Llevado a su extremo, el principio democrático del consentimiento acaba disolviendo el Estado en comunidades cada vez más pequeñas y solo se detendría al llegar al individuo, que podría decidir si quiere pertenecer al Estado en que ha nacido, afiliarse a otro o declararse independiente. Sería como proclamar el derecho a renegociar diariamente el contrato social. La democracia, si no quiere conducir al absurdo, no puede incluir el derecho de los miembros de una sociedad a separarse de ella y crear entidades soberanas.
La única solución es superar el modelo organizativo del Estado-nación. Es decir, reconocer que el demos, el sujeto soberano, no tiene por qué coincidir con un etnos, una comunidad culturalmente integrada. Europa, cuyas elecciones celebramos ahora, es un demos, pero todavía no unetnos (Enrique Barón, La era del federalismo, en prensa). Tampoco lo es Estados Unidos, un país sin un origen racial o lingüístico común. “La ciudadanía democrática”, escribe Habermas, “no necesita estar enraizada en la identidad nacional de un pueblo”, sino socializar a todos sus ciudadanos en una cultura política común (y atribuirles los mismos derechos y deberes). En cuanto a la pertenencia a una minoría, acostumbrémonos a ello, porque nuestras sociedades son y serán cada vez menos homogéneas culturalmente. Disfrutemos de la variedad cultural. Pertenecer a una minoría, siempre que no reciba trato discriminatorio, no es ninguna desgracia.
José Álvarez Junco es historiador. Su último libro es Las historias de España(Pons / Crítica).
Fuente: Diario El País. 14 de mayo del 2014.