domingo, 27 de septiembre de 2009

Brasil y Venezuela. Horizonte petrolero y gasífero.

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De ideales y materias primas

Autor: Guillermo Giacosa (Periodista)

Toda la información disponible a la fecha da, como un hecho, el ingreso de Brasil al exclusivo grupo de países con reservas petroleras que rondan los 100,000 millones de barriles, y que está integrado por Venezuela, Arabia Saudita, Canadá, Irán, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Rusia. Este petróleo se halla en la plataforma submarina del gigante sudamericano, y vale la pena preguntarse si el reciente contrato entre Brasil y Francia, destinado a proveer aviones y submarinos a nuestro vecino, no será un mensaje a quienes pretendan inmiscuirse con los recursos naturales de ese país. Recursos no solo representados, entre otros, por el petróleo y el agua, sino por algo que también compete al Perú: la Amazonía. Y mientras Brasil celebra este hallazgo, Venezuela festeja otro igualmente significativo: la petrolera española Repsol YPF ha descubierto, en las costas del golfo que lleva el nombre de ese país, el mayor yacimiento de gas de su historia y uno de los más grandes del mundo, según informó la propia empresa. El pozo podría albergar entre siete y ocho billones de pies cúbicos de gas y se encuentra a una profundidad de 60 metros. Podría extenderse en una superficie de 33 kilómetros cuadrados y tener un grosor de 240 metros. Repsol, que debe confirmar el potencial del hallazgo con más prospecciones, es el operador del pozo en consorcio con la italiana Eni, al 50%. En la fase de desarrollo del yacimiento, la compañía pública venezolana Petróleos de Venezuela (PDVSA) participará con un 35%, mientras que Repsol y su socio italiano tendrán un 32.5% cada uno. Chávez dijo, luego de reunirse con el rey de España y con el presidente Zapatero, que ese hallazgo de gas era una “muy buena noticia para Venezuela y para España”.

En caso de que este convenio multimillonario se lleve a cabo, tal como se perfila, de manera tripartita entre las compañías española e italiana y PDVSA, habría que observar cómo evoluciona la crítica de la prensa ibérica hacia el presidente venezolano. En este caso se aplicaría el “piensa mal y acertarás”, y sugeriría que los intereses corporativos de los beneficiarios de esta empresa harán menos ríspidos los comentarios acerca de la revolución bolivariana. Creo que en esta sociedad, donde las sumas y las restas –sobre todo las sumas– predominan sobre las conductas, los valores y los ideales, todo cambio es posible si se le lubrica con la verde sonrisa de George Washington. Puedo estar equivocado. No con respecto a los valores de la sociedad actual, pero sí en los repartos de beneficios de este negocio, pues los mismos quizá no sean suficientes para hacer cambiar algunas ideas en esta oportunidad. De lo que sí estoy seguro es de que, tal como sentenció el gerente de CNN, no es bueno malquistarse con los clientes y, por lo tanto, lo que ayer era malo hoy pasa a ser bueno y viceversa. Después de todo, si cualquier cosa cambia, por qué no van a cambiar de opinión los periodistas. Como decía el insigne Groucho Marx: “Esta es mi opinión, pero si no le gusta, tengo otras”.

Fuente: Diario Perú 21. Miércoles 16 de septiembre del 2009.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

El jefe Seattle y el origen de la Ecología.

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Seattle en La Oroya
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César Hildebrandt (Periodista)

Dicen que la ecología fue fundada en 1869 por el alemán Ernst Haeckel, autor de “Morfología general del organismo”.

Eso es mentira.

La ecología, que es una rama de la poesía y una hermana de la filosofía, la fundó, sin saberlo, el famoso jefe Seattle, de las etnias Duwamish y Suquamish.

El jefe Seattle le escribió en 1855 una famosa carta al presidente de los Estados Unidos de aquel entonces, Franklin Pierce. En ella reflexionaba sobre el extorsivo ofrecimiento de los blancos depredadores de comprarles las tierras a los indios Duwamish y Suquamish.

Esas tierras estaban al oeste de Washington y, claro, terminaron en manos de quienes estaban dedicados a expandir la frontera de los Estados Unidos y a exterminar a todos aquellos que se opusieran.

El jefe Seattle era bilingüe pero la versión original de su mensaje fue pensada en duwamish, un idioma salido del tronco lingüístico Salishan.

Seattle le escribió a Pierce lo que Pizango, de haber sido brillante, debió de escribirle a Alan García. La diferencia es que Seattle no estaba contaminado por la política sino que impregnado de cielo y tierra. Por eso pudo decirle a quien gobernaba en Washington:

“Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de pensar. Para él una parte de la Tierra es igual a otra, pues él es un extraño que llega de noche y se apodera en la Tierra de lo que necesita. La Tierra no es su hermana, sino su enemiga, y cuando la ha conquistado, cabalga de nuevo...”

El otrora poderoso Seattle, derrotado por la política genocida disfrazada de colonización, vencido por rifles y telégrafos, da esta vez en el blanco:

“El hombre blanco trata a su madre, la Tierra, y a su hermano, el Cielo, como cosas que se pueden comprar y arrebatar, y que se pueden vender, como ovejas y perlas brillantes. Hambriento, se tragará la Tierra, y no dejará nada, sólo un desierto...”

Profeta amerindio, insigne hijo del agua y de los bosques, Seattle ironiza:

“La vista de vuestras ciudades hace daño a los ojos del Piel Roja. Quizá porque el Piel Roja es un salvaje y no lo comprende. No hay silencio alguno en las ciudades de los blancos, no hay ningún lugar donde se pueda oír crecer las hojas en primavera y el zumbido de los insectos...”

Y añade, en otro párrafo, estas líneas que hoy habrían entusiasmado al mismísimo Al Gore:

“Yo soy un salvaje, y es así como entiendo las cosas. He visto mil bisontes putrefactos, abandonados por el hombre blanco. Los mataron desde un convoy que pasaba...Lo que les suceda a los animales, luego también les sucederá a los hombres. Todas las cosas están estrechamente unidas. Lo que acaece a la Tierra también les acaece a los hijos de la Tierra...”

El mundo optó por Pierce y algunas chusmas irlandesas. Y dejó al jefe Seattle morir de a pocos en el intento de conservar sus tierras.

Hay que entender a Seattle para entender a nuestros selváticos, a los mapuches de Chile, a la indiada de Bolivia, a Chiapas y a Guatemala.

Seattle es nuestro jefe. Frente a él, el nazi-racismo de los imbéciles y el lobismo de las petroleras son muy poca cosa.

Por eso es que la batalla ambientalista sólo puede ser librada desde posiciones contestatarias.

Y mientras tanto, aquí, en Lima, los cabrones de Doe Run siguen pidiendo aplazamientos para cumplir con sus compromisos ambientales. Y una chusma casi irlandesa saca la cara por Doe Run y bloquea carreteras exigiendo que el gobierno vuelva a ceder ante la empresa que los ha comprado.

Seattle tenía razón cuando escribió:

“Sabemos que si no os la vendemos vendrá el hombre blanco y se apoderará de nuestra Tierra”.

La Oroya necesitaba a un Seattle y tiene miles de felipillos. El Perú necesitaba a un socialdemócrata y tuvo, rebrotado, a Alan García. García habría mandado encarcelar a Seattle. Para gloria redundante de Seattle.

Fuente: Diario La Primera. Miércoles 23 de septiembre del 2009.

sábado, 19 de septiembre de 2009

El Perú frente a las estrategias de crecimiento económico y desarrollo social.

Imagen: All Latino

De esta crisis al desarrollo para todos.

Alfredo Barnechea (Analista)

LIMA ¿Estamos saliendo realmente de la crisis? ¿Debemos ser pesimistas u optimistas?

Este fue uno de los temas de la conversación que tuvimos Andrés Oppenheimer, Hernando de Soto y yo, con ocasión de la visita a Lima de Oppenheimer.

Los datos globales distan de ser malos. La recuperación parece sorprendentemente sincronizada, en "tándem" a lo largo de la economía mundial.

Pareciera que Estados Unidos podría crecer 3,5 por ciento en el tercer trimestre, y Alemania un 4. La eurozona como conjunto marcaría 2 por ciento. Naturalmente son las locomotoras asiáticas las que jalan más esta recuperación. China crecería en ese período 10 por ciento. Japón apunta a un crecimiento de 3,2. India se recupera pero tendría un bache por pobres lluvias de los monzones.

De Soto cree sin embargo que la economía del mundo, y primordialmente la norteamericana, tiene un problema de transparencia no resuelto, debido a los "derivados" (cuyo monto podría ser unas diez veces el producto mundial), y que a largo plazo las monedas sufrirán.

Curiosamente, el mismo día que nos reuníamos, el presidente de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, decía en Alemania algo muy parecido: los bancos crearon instrumentos que "superaron su utilidad económica", y que sería bueno que los derivados se transaran en las bolsas, para cerrar o reducir los mercados paralelos que nadie controla.

Oppenheimer está escribiendo hace cinco años un libro sobre la educación y la innovación en América Latina, y nos contó algunos de sus sorprendentes hallazgos. Venía a Lima directamente de Singapur, y quizá por eso la comparación de América Latina con la punta de Asia prestaba a sus palabras un cierto pesimismo.

Yo le dije que había razones para un optimismo estructural en el Perú. Entre otras cosas porque un "nuevo" país ha emergido, espoleado por un crecimiento constante de casi una década, pero tal vez originado más atrás, en la combustión combinada de varios fenómenos: terrorismo, hiperinflación, migración interna, cambio demográfico.

Cuando un país crece sostenidamente, no sólo se moderniza, sino que se pluraliza socialmente, muda su piel. Un país que crezca 7 por ciento duplica su tamaño económico cada 10 años. Si crece 5, cada 14. Si crece menos de 3 (como la década de Fujimori), cada 23.

¿Podemos "sostener" el optimismo?

Dani Rodrik, profesor de la escuela Kennedy de gobierno de la Universidad de Harvard, analiza en su libro One economics, many recipes (o "Una economía, muchas recetas") 83 "aceleraciones" del crecimiento que se produjeron en el mundo desde mediados de los años 50 (una de ellas en Perú), pero que no "cuajaron" en desarrollo.

Rodrik establece cuatro hechos a partir de ese análisis:

Primero, esos "arranques" de crecimiento están asociados a un rango muy reducido de "reformas".

Segundo, esas reformas asociaron casi siempre elementos "ortodoxos" y "heterodoxos".

Tercero, las recetas no "viajan" bien.

Cuarto, sostener el crecimiento es mucho más difícil que "encenderlo".

Una de sus constataciones es muy interesante para un país como Perú, donde los mismos teóricos neoliberales que daban consejos a Fujimori siguieron dándoselos a Toledo y siguen dándoselos a García: "Una conclusión de la Historia es que nuestra habilidad como economistas para diseñar estrategias de crecimiento es extremadamente limitada.

Básicamente, todo fluye, y corresponde a políticos imaginativos encontrar recetas que funcionen".

Hoy se sabe bastante sobre el desarrollo, y lo primero que se sabe es que no hay "una" fórmula mágica. En otras palabras, que el desarrollo lo causa la combinación, variable en cada país, de una suma de cosas.

Lo segundo que se sabe es que el desarrollo requiere infraestructura. Por ejemplo que no habría habido desarrollo de los Estados Unidos del siglo XIX sin el Erie Canal, ni el del siglo XX sin la Autoridad del Valle de Tennesse. O que no existiría el Brasil del G-20 sin Kubitschek y sin Brasilia. Ni la India del "outsourcing" sin los institutos de ingeniería que creó Nehru.

Lo tercero que se sabe es que la educación, lo que se llama el "capital humano", es más importante que los recursos naturales o el capital "físico".

La cuarta cosa que se sabe es que el desarrollo requiere cerrar las brechas sociales, y que para ello no sirven los mercados sino los Estados. Que la función de estos, además de proveer seguridad (el origen de todos los contratos sociales según el primer gran teórico del contrato, Thomas Hobbes), es la "inclusión".

¿Por qué tarea del Estado y no de los mercados, o las empresas privadas?

Los neoliberales creen que siempre hay "mucho" Estado, y que sólo basta más de lo mismo, "más reformas", y sucederá el "chorreo hacia abajo".

Pero hay una parte de la pobreza probablemente impermeable al "chorreo", lo que exige políticas públicas directas.

Reconocer esto es, entre otras cosas, una de las diferencias entre el neoliberalismo, que domina el discurso económico peruano hace casi dos décadas, y la socialdemocracia en la que nosotros creemos.

También es el camino para transformar las "aceleraciones" del crecimiento en desarrollo.

Cuando esto ocurre, el pesimismo es injustificado.

Hoy tenemos en el mundo, por vez primera, los capitales y las tecnologías para lograr un progreso para todos.

Fuente: Diario Correo. Domingo 13 de septiembre del 2009.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Las crisis capitalistas como resultado de la abundancia o exceso de oferta.

El capitalismo del desperdicio (II)
Nelson Manrique (Historiador)

En el artículo anterior señalé que Adolf Koslik sostuvo ya en los años 60 que el capitalismo norteamericano era adicto a la guerra. Muchos creen que el gasto en armas supone un perjuicio para la economía yanqui, pero Koslik mostró que, luego de la Segunda Guerra Mundial, la enorme industria bélica norteamericana actuaba como el gran dinamizador de la economía, impidiendo que ésta entrara en recesión. Dicha industria da trabajo a decenas de millones de trabajadores, demanda insumos, tecnología e investigación por miles de millones de dólares y estimula así a toda la economía. Lo único de malo es que requiere siempre tener guerras en el horizonte para que todo marche.

Las crisis capitalistas no son un resultado de la escasez sino de la abundancia. En las sociedades precapitalistas hay crisis cuando no hay suficiente producción para abastecer las necesidades de la gente (si una sequía provoca una caída de la producción agrícola, entonces sobreviene la hambruna). Pero en el capitalismo las crisis se originan porque se ha producido demasiado; tanto, que los productos en el mercado no encuentran compradores. Un industrial tiene que vender lo que ha producido para disponer del dinero para comprar insumos productivos y contratar fuerza de trabajo para reiniciar el ciclo productivo. Si no vende, su industria se paralizará.

Cuando un fenómeno así se extiende al conjunto de las ramas productivas sobreviene la recesión: no hay compradores, la producción se paraliza, las empresas tienen que despedir trabajadores y cada nuevo desempleado es un comprador menos en el mercado, lo que agudiza el estancamiento, provocando la quiebra de las empresas, etc. Pero –ese fue uno de los grandes aportes teóricos de Keynes– es posible que la economía se eche de nuevo a andar si el Estado crea una demanda suplementaria comprando productos a los empresarios nacionales.

¿Por qué, para dinamizar la economía, el Estado norteamericano compra armas en lugar de, por ejemplo, alimentos, que aliviarían la miseria de los miles de millones de hambrientos del mundo? Pues porque la producción en el capitalismo no tiene como finalidad satisfacer las necesidades de la gente sino hacer utilidades. Para la economía de mercado los únicos hambrientos que cuentan son los que tienen dinero para comprar sus alimentos, los demás no forman parte del mercado y su muerte no va a alterar al sistema: no se habla de crisis capitalista porque 20 mil personas mueren de hambre al día en el mundo (eso es lo normal en el sistema) sino porque las empresas no pueden hacer utilidades. Y si hay un exceso de alimentos éstos no pueden regalarse a los hambrientos, porque se produciría la caída de los precios agrícolas, y de las utilidades.

Es largamente sabido que durante la Gran Depresión de los años 30 se quemaban –o se echaban al mar– millones de toneladas de alimentos, pero lo que la mayoría ignora es que lo mismo se sigue haciendo hoy, y no sólo en tiempos de crisis, como la presente, sino en tiempos normales, como lo documentó Roberto Saviano en su extraordinario libro Gomorra, (México: Debate, 2008) al mostrar cómo la UE entró en relaciones con la Camorra napolitana para destruir la fruta producida en exceso por los agricultores europeos (p. 217).

La gran ventaja de la producción de armas es que éste es un mercado ilimitado… siempre y cuando se pueda mantener un estado de guerra permanente.

Rectificación: En el artículo anterior cometí un error mayor, al escribir que J.M. Keynes recibió el Nobel por sus aportes. En realidad, el Nobel de Economía se instituyó luego de la muerte de Keynes; confundí pues mis deseos con la realidad. Pido disculpas a los lectores.

Fuente: Diario La República. Miércoles 19 de agosto del 2009.

La industria militar y la dinámica económica norteamericana.

El capitalismo del desperdicio (I)

Nelson Manrique (Historiador)

En los años 60 un economista austriaco, Adolf Koslik, publicó un provocador libro, que iluminaba aspectos fundamentales del funcionamiento del capitalismo de los EEUU, luego de la Segunda Guerra Mundial (El capitalismo del desperdicio. México: Siglo XXI, 1973). Koslik llamaba la atención sobre la enorme importancia del complejo militar-industrial para dinamizar la economía doméstica norteamericana, y así evitar el retorno de una recesión. De su análisis se desprendía que la dinámica guerrera del imperialismo respondía no solo a designios expansionistas –políticos– sino a profundas necesidades internas, estructurales, de la economía norteamericana.

Ya en los años 30 el recientemente reivindicado John Maynard Keynes llamó la atención (y esto le ganó el Premio Nóbel) sobre cómo salir de una recesión creando una demanda agregada desde el Estado. Si el Estado, comprando productos a los empresarios nacionales, era capaz de crear una demanda suficientemente grande, dinamizaría ramas de la economía que generarían empleo, dando capacidad adquisitiva a los trabajadores así contratados, que se convertirían a su vez en consumidores que demandarían nuevos productos (productos de primera necesidad, por ej.), dinamizando nuevas ramas económicas, que podrían contratar nuevos trabajadores, que a su vez demandarían otros productos, y así sucesivamente, hasta dinamizar toda la economía.

El modelo económico antirrecesivo de Keynes tenía un correlato histórico real: la política económica del fascismo de los años 30, a la que le dieron una muy expresiva formulación: “cañones o mantequilla”; invertir en productos de consumo, o en armamento. Cuando llegó a canciller, Hitler encontró la economía quebrada, saliendo de la hiperinflación más grande de la historia, con una tercera parte de la fuerza de trabajo desempleada. Sorprendentemente, en apenas tres años convirtió a Alemania en una gran potencia mundial, próspera y con pleno empleo (de allí el gran apoyo popular que conquistó). El secreto estuvo en la asociación entre el Estado nazi y los grandes industriales para desarrollar la más grande carrera armamentista de la historia, que, por una parte, creó el milagro económico alemán, y, por la otra, lanzó a la humanidad al apocalipsis de la guerra mundial.

Analizando la economía de EEUU en la postguerra Koslik presentaba evidencias sorprendentes: para 1960 alrededor de un 8% de la fuerza de trabajo laboraba en industrias que producían directamente para el complejo militar-industrial y alrededor de una tercera parte de la población económicamente activa dependía indirectamente de este sector. La conclusión era clara: el guerrerismo norteamericano no era solo la consecuencia de un imperativo político expansionista sino de una característica estructural de su economía: la carrera armamentista con la URSS (y luego la carrera espacial) era una necesidad estructural. Visto desde este punto de vista, la Guerra Fría, la guerra de Vietnam, el enorme poder del complejo militar-industrial y el intervencionismo yanqui a nivel mundial adquirían un nuevo sentido.

El colapso de la URSS y el fin de la Guerra Fría han creado un escenario nuevo, pero la política intervencionista de Bush en Irak, y la que anuncia ahora Barack Obama para Afganistán, muestran que no todo ha cambiado. Es importante analizar el acuerdo por el que Colombia cede a EEUU el uso de siete bases militares en su territorio y la nueva geopolítica yanqui para la región dentro de este contexto. Volveré sobre el tema.

Fuente: Diario La República. Miércoles 12 de agosto del 2009.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Salvador Allende y el 11 de Septiembre Latinoamericano.

Nuestro 11 de septiembre

César Hildebrandt (Periodista)

El viernes pasado se recordó el primer 11 de septiembre fatídico de la historia moderna.

Se recordó, con mucho menos respeto del que hubiera sido necesario, el sacrificio de Salvador Allende, un médico que quiso curar el mal de la injusticia y que terminó sitiado por el ultraísmo izquierdista, la conspiración norteamericana, el odio de la derecha fascista de Chile y la traición de los generales institucionalistas, los almirantes hijos de puta, los generales FACH salidos del infierno y los carabineros pobres diablos que se sentían valientísimos a la hora de pegarle a los desarmados.

Fue el 11 de septiembre de 1973. Y se veía venir. Pero lo que vimos esos días, a pesar de lo previsible, fue más de lo podíamos esperar.

En el palacio de La Moneda, roto con misiles aire- tierra, defendido apenas por un puñado de suicidas, el presidente socialista reunió a sus colaboradores y familiares y les exigió que se fueran, que no siguieran allí, entre los humos de las bombas y el zumbido, ya innecesario, de las balas.

El golpe de Estado se había consumado, pero Gustavo Leigh, el chacal de la Fuerza Aérea chilena, seguía cumpliendo las órdenes de Pinochet y sus aviones Hawker Hunter seguían roqueteando lo que quedaba de la sede presidencial.

¡Cuántas veces había yo mirado La Moneda desde el hotel Carrera y había temido esto!

Y adentro, entre aquellos que se negaron a irse, estaba mi amigo, el “Perro” Olivares, el secretario de prensa de don Salvador.

Dos años antes, en 1971, había estado con él y un grupo internacional de periodistas en una noche de Valparaíso.

Buen hombre el “Perro”, que se había ganado el mote por la cara y no por el alma. Nos dijo, en resumen, que Allende estaba entre dos fuerzas que querían la confrontación y que, muchas veces, se sentía tan solo como Juan Manuel Balmaceda, el presidente chileno que, acosado por la oligarquía y el ejército, terminó suicidándose durante la guerra civil de 1891.

Recuerdo que estábamos en una especie de bar enorme y que el “Perro” Olivares nos dijo que él temía que lo peor estaba por venir y que la derecha no iba a tolerar que Allende continuara con las reformas. “Los ricos de este país pudieron con O’Higgins y con Balmaceda. Y están seguros de que podrán con Allende”, sentenció.

Y pudieron. Porque mientras el MIR y el MAPU, y el socialismo del ala Altamirano, provocaban a las Fuerzas Armadas, la derecha, con apoyo de la embajada norteamericana y logística de la CIA (llegaron a fundar una agencia de noticias que servía de tapadera y se llamaba Orbe), tramaba la masacre.

Y la tramó bien. El 11 de septiembre de 1973, seis horas después de que la flota de Valparaíso se hiciera a la mar anunciando lo que se venía, Allende se encerró en una habitación del humeante palacio, se sentó en uno de esos sillones donde había tenido que sentarse en los últimos tres años - un falso Luis XV tapizado en terciopelo cardenalicio-, cogió la ametralladora que le había regalado Fidel Castro -con la que había disparado simbólicamente a los blindados que desmoronaban el ala que daba a la calle Morandé-, se puso el arma entre las rodillas, el cañón apuntando casi la garganta, y disparó.

No, él no saldría vivo de La Moneda. No pediría perdón, ni pondría las manos en la nuca, ni tramitaría su asilo en alguna embajada compasiva. La izquierda, carajo, también, pensaba, debe hacer historia y debe dar ejemplos.

La canalla ultraizquierdista que le hizo la vida imposible empezaba, a esa hora, a ser cazada y exterminada por el fascismo que ella misma ayudó a despertar. El hombre que hizo todo lo posible para que el socialismo tuviera un rostro nuevo se volaba la tapa del cráneo.

El hombre latinoamericano más decente del siglo XX, Salvador Allende, terminaba con honor lo que había empezado con generosidad.

Y nosotros nunca seríamos los mismos.

Y ese es el 11 de septiembre que más nos dolerá.

Porque lo de las torres gemelas fue espantoso pero, al fin y al cabo, fue obra de una secta tanática que dice ser respuesta a las atrocidades que Israel y los Estados Unidos perpetran el Medio Oriente hace cuarenta años.

Lo de Allende y lo que vino después fue, en cambio, obra del Departamento de Estado de los Estados Unidos, de las Fuerzas Armadas de Chile, del Partido Nacional y del Partido Demócrata Cristiano de Chile. Fue, digamos, una masacre oficial.

Fuente: Diario La Primera. Domingo 13 de septiembre del 2009.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Darwin y el debate Evolucionismo vs. Creacionismo, vigente en EE.UU.

El triunfo de la evolución

Por: Luis D'stefano Beltran*

En su libro “El Gen Egoísta”, Richard Dawkins nos dice que la vida inteligente en un planeta alcanza un estadio superior cuando comienza a preguntarse sobre las razones de su propia existencia. Añade que si nos visitaran seres del espacio la primera pregunta que harían para medir el grado de desarrollo de nuestra civilización sería: “¿Y ya descubrieron la evolución? Y es que, según Dawkins, los seres vivos deambularon sobre la tierra por miles de millones de años hasta que Charles Robert Darwin (1809-1882) logró sintetizar por primera vez una explicación coherente y defendible de por qué existimos y la función de la selección natural en el origen de nuevas especies.

CHARLES vs. DIOS
Darwin enfrentó la creencia arraigada en su época de que cada una de las formas de vida sobre la Tierra había sido creada por intervención divina unos miles de años antes. En las 502 páginas de su “Origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”, publicado en 1859, Darwin propuso, entre otras cosas, que todos los seres vivos habían evolucionado a partir de un número muy reducido de ancestros comunes. La polémica se produjo casi inmediatamente y ha alimentado un debate que subsiste hasta nuestros días. La Iglesia Católica y la Iglesia de Inglaterra manifestaron su oposición, sin embargo, con el transcurso de los años como lo afirma la Academia de Ciencias de los Estados Unidos: “...muchas denominaciones religiosas aceptan [hoy] que la evolución ha producido (toda) la diversidad de seres vivos a lo largo de miles de millones de años de la historia de la Tierra aquellas que no la aceptan tienden a creer en una interpretación literal de los textos religiosos”. Esta interpretación literal es el “creacionismo”. El aporte fundacional de Darwin, sumado a la genética y al de miles de científicos desde 1859, constituyen la moderna Teoría de la Evolución.

DEBATE QUE RESURGE
En la mayor parte del mundo occidental, incluido el Perú, la evolución ha sido aceptada e integrada sin problemas en los textos escolares. Sin embargo, en Estados Unidos, principalmente en el “cotton-belt” (la zona algodonera) el debate evolución vs. creacionismo resurge, una y otra vez, con iniciativas en las legislaturas estatales para la enseñanza del creacionismo, o la de su versión “light”, Diseño Inteligente, en las escuelas públicas en lugar de, o al mismo tiempo que, la evolución. Sorprendentemente, en los últimos años en el país de Darwin, el creacionismo ha crecido al punto que en algunos colegios, especialmente los de mayoría musulmana, los maestros temerosos de la controversia evitan la enseñanza de la evolución en sus clases de biología.

GUERRAS CULTURALES
En Estados Unidos el debate evolución vs. creacionismo forma parte de lo que se conoce como las “guerras de las culturas” (culture wars) que incluyen otros temas controvertidos: aborto, derecho a portar armas, separación entre estado e iglesia, matrimonio homosexual y muchos otros que separan a los conservadores tradicionalistas y a los liberales progresistas. En el mundo académico estas guerras tienen correlato en las llamadas guerras de la ciencia (science wars), entre los posmodernistas (desde las humanidades), y los realistas (ciencias duras), en las que el gran debate sobre la sociobiología —una extensión del concepto de selección natural al estudio de las sociedades animales, incluyendo la humana—, ocupó un lugar muy especial por más de 25 años.

¿Llegaremos a ver el final del debate? Los científicos han visto debajo de la cama cientos de veces y dicen que no hay nada que indique que la Tierra tenga 6 mil años de edad o que los fósiles sean trucos que el diablo esconde para confundirnos. Para ellos, el debate ha terminado y la evolución ha triunfado.

[*] Profesor investigador, Unidad de Genómica, Universidad Peruana Cayetano Heredia.

Fuente: Diario El Comercio. Domingo 06 de septiembre del 2009.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Litio en la regiòn de Potosí. Bolivia y un recurso estratégico para el mundo de hoy.

Potosì (Bolivia), la mayor reserva de Litio del mundo

Las malditas bendiciones de la riqueza

Autor: Guillermo Giacosa (Periodista)

Me disculpo por no intervenir en la discusión sobre el Ekeko y La Diablada, pero realmente siento no tener nivel para ello. Juzgar un producto cultural es algo que está más allá de fronteras, banderas, emociones y vanidades. Con respecto a Bolivia, país con el cual Perú comparte tanto, quisiera informar sobre un tema que la prensa ha obviado. Nuestro vecino tiene, en Potosí, yacimientos de litio valorados en cuatro billones de dólares. El viejo Potosí de la plata y de la explotación de la población indígena volvería a los primeros planos económicos debido, ahora, al litio. El litio, por si no lo saben –yo me acabo de enterar–, sirve para fabricar las baterías recargables utilizadas en 'notebooks’, en los automóviles híbridos y los teléfonos celulares. Un empresario francés, “en alianza con la italiana Pininfarina, ha desarrollado una batería de litio gracias a la cual un automóvil puede desplazarse a hasta 125 kilómetros por hora con una sola recarga. De lo que se trata ahora –dice un periódico de Tarija, Bolivia– es de apropiarse de las 5,500 millones de toneladas de litio metálico boliviano para enfrentar tranquilos la producción en gran escala de vehículos eléctricos”.

“Si Bolivia, en lugar de vender litio metálico, vendiese baterías de litio, con el valor agregado, obviamente, la ganancia se multiplicaría”. Otro experto consultado ha estimado el valor actual de esas reservas en más de 500 mil millones de dólares. La discusión sería: ¿quién explota esas reservas de litio, y qué posibilidades hay de que dichas reservas sean industrializadas por la propia Bolivia? Los capitalistas buitres aconsejarían entregar todo a una multinacional para que invierta y se ocupe de todo, sin imponer condiciones tanto a la explotación como al empleo de la mano de obra. Lo más sensato sería llamar a una licitación, establecer reglas de juego muy claras que beneficien a la nación que ofrece el recurso natural y que, al mismo tiempo, sea un buen negocio para los capitales que allí se radiquen. O establecer una operación conjunta entre capitales externos y el Estado boliviano. O bien crear una empresa corporativa estatal. Y, en segundo lugar, hacer lo imposible para industrializar el litio en la misma nación andina. ¿Por qué esto, que suena tan simple, se vuelve, por lo general, tan complicado en nuestros países? ¿Por qué las grandes cifras convocan al espíritu mafioso y no al deseo de hacer un buen negocio decentemente? Lo que está ocurriendo con el coltan –mineral para tecnologías avanzadas– en la República Democrática del Congo es una prueba de ello. Lo que debiera haber hecho más ricos a los habitantes de la zona ha transformado a esta en un infierno con más de dos millones de muertos.

Regresando a Bolivia, los expertos afirman que la producción masiva de vehículos eléctricos necesariamente está ligada a la explotación de las reservas bolivianas. Estas son, en consecuencia, estratégicas para el mundo entero y no solo para los bolivianos. Ese único dato podría transformar una bendición en una maldición.

Fuente: Diario Perú 21. Viernes 04 de septiembre del 2009.

sábado, 5 de septiembre de 2009

El clan Kennedy y la política norteamericana del siglo XX.

Imagen: Historyplace

Mitos sobre Ted Kennedy

César Hildebrandt (Periodista)

Ha muerto Ted Kennedy y ahora, vestido de difunto, parece un héroe del Partido Demócrata.

La verdad es que el señor Kennedy no fue ningún héroe y, además, resulta soberanamente cierto que, como decía Borges, la muerte no mejora tanto a las personas.

Ted fue lo que quedó del clan Kennedy tras el asesinato sucesivo de John y Robert y su larga carrera como senador demostró que el imperio estadounidense puede acoger a románticos y contestatarios y usarlos como coartada.

Porque eso fue Ted en realidad: una coartada de ese bipartidismo que piensa igual cuando de los grandes temas se trata. El Senado podía decir: “tenemos a un Kennedy liberal”. Pero debía añadir: “Los liberales son necesarios mientras no estén en el poder”.

Al liberal John Kennedy, por ejemplo, lo mató una mano negra que lo empezó a ver como un obstáculo para los planes de esa trama corporativa y militar que pone y quita (y mata) a los presidentes de los Estados Unidos.

¿No había acaso Kennedy abortado la invasión a Cuba negándose a un apoyo aéreo que hubiera resultado decisivo? ¿No se había hecho el remolón para la ejecución del llamado Plan Mangosta, que consistía en una invasión en forma a la isla de Castro usando como pretexto una “provocación” armada por la CIA en aguas próximas a Guantánamo? ¿No había cedido ante Kruschev prometiendo no invadir Cuba y retirando misiles balísticos de Turquía? ¿No se oponía a la escalada sin límites de la guerra de Vietnam?

La derecha estadounidense celebró la muerte de Kennedy mientras lloraba sus lágrimas de cocodrilo en el cementerio de Arlington.

Lo que no sabía esa derecha es que detrás de John venía Robert, que había sido fiscal general, que odiaba a J. Edgar Hoover, que despreciaba a Johnson y que podía ser un peligro para la ortodoxia brutal del Pentágono.

Pues entonces se encargaron de Robert en la cocina de un hotel. Y el FBI volvió a pedir disculpas por su descuido aquel 6 de junio de 1968.

El 4 de abril de ese mismo año la derecha se había librado del hombre que más temía. Martin Luther King, el negro más brillante y carismático del siglo XX estadounidense, había recibido un disparo mortal en un hotel de Memphis. Fue un año de grandes cosechas para los hombres que izaron a Nixon al poder. Nixon sí que era de los suyos.

Y, entonces, quedó Edward Moore Kennedy, abreviado como Ted Kennedy para la mercadotecnia.

Pero cuando todos pensaban que Ted iba a ser el sucesor del rey león y el candidato invencible, sucedió, en 1969, lo del lago Chappaquiddick.

Tras una fiesta, al senador no se le ocurrió nada mejor que subirse al carro acompañado de Mary Jo Kopechne, que era ayudante en su oficina senatorial. El auto, conducido por Kennedy, quebró las defensas de un puente y cayó al lago Chappaquiddick, en Massachussetts. Mary Jo murió ahogada. El senador se salvó nadando a solas. Y avisó a la policía con seis horas de retraso para que el alcohol de la fiesta se le evaporara de las venas.

Allí se terminaron sus aspiraciones presidenciales. Sin embargo, creyendo que el apellido lo amnistiaría, el buen Ted le hizo la vida imposible a Jimmy Carter, el único presidente decente que tuvo los Estados Unidos en las últimas décadas. Al final, no obtuvo la candidatura demócrata pero sí debilitó lo suficientemente a Carter como para que Ronald Reagan lo aplastara y ensuciara de modo indeleble la irónica Casa Blanca.

De modo que Ted se convirtió en senador de antemano y en cabildero vitalicio por decisión de sus votantes y porque su progresía retórica amenizaba los debates. Su discurso en contra de la guerra de Irak, por ejemplo, alcanzó cotas de brillantez. Al final, sin embargo, la votación aplastante del patriotismo en versión Bush puso las cosas en su sitio. Y fueron a la guerra para apoderarse para siempre del petróleo iraquí.

Llegó a ser tan divertido y tan inofensivo Ted Kennedy que hasta los republicanos hablaban bien de él. Y terminó siendo tan funcional al sistema que hasta la Fox, que es como la CNN dirigida por Capone, ha lamentado su pérdida. Con lágrimas de cocodrilo por supuesto.

Fuente: Diario La Primera. Jueves 27 de agosto del 2009.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Velasco, la Reforma Agraria y el movimiento senderista.

Velasco y Sendero

Antonio Zapata (Historiador)

Una coedición CEPES-IEP ha publicado el libro de Enrique Mayer titulado Cuentos feos de la reforma agraria. Entre otros, este texto discute un inquietante tema. ¿Cuál fue la relación entre las reformas velasquistas y la violencia de los ochenta?

En términos temporales, una siguió a la otra, ¿fue así también en términos causales? Por un lado, Mayer destaca opiniones en favor de la reforma agraria, subrayando su capacidad para atemperar el rencor del campesinado andino, restándole opciones a Sendero Luminoso. A la inversa, hay quienes piensan que Velasco rompió el antiguo principio de autoridad sin reemplazarlo por uno nuevo. Debido a ello, el senderismo sería una emanación del velasquismo y su resultado más notorio.

En su argumentación, Mayer llama la atención sobre las investigaciones de Iván Hinojosa acerca de la izquierda peruana. A diferencia del resto de América Latina, hemos tenido un fuerte maoísmo. El peso de la cuestión campesina en el Perú alentó seguidores de la revolución china.

Pero, la inmensa mayoría de izquierdistas y entre ellos casi todos los maoístas optaron por la democracia cuando la Constituyente de 1978. Sin embargo, en ese mismo momento, un pequeño sector recalcitrante decidió incendiar la pradera desde Ayacucho. La clave de Sendero Luminoso fue esa decisión de hacer explotar el viejo orden a sangre y fuego.

Los estudios sobre la voluntad revolucionaria han sido desarrollados por Carlos Iván Degregori. El concepto de “cuota de sangre” que impuso Abimael Guzmán al comenzar la guerra, transformó la moral y disposición de sus militantes, decididos a jugarse la vida en la punta de los dedos. Con ese maligno concepto, Guzmán construyó un pequeño pero poderoso ejército de kamikazes. Su capacidad de destrucción era muy elevada, y enorme la vulnerabilidad del Estado y la sociedad peruana.

La combinación fue letal. Sendero Luminoso arrasó el campo empezando por Ayacucho y extendiendo una guerra civil en los Andes. En esa guerra, los contendientes armados fueron Sendero y el MRTA de un lado y las FFAA y Policiales del otro. Para implantar la guerra, el senderismo aprovechó todo tipo de contradicciones y logró imponer nuevas autoridades.

A continuación, forzó una utopía reaccionaria. Quería cercar las ciudades desde el campo y obligar al campesino a no vender productos al mercado retornando a la autarquía. Ese proyecto fue resistido por el campesinado y empezaron sus contradicciones con los senderistas.

Lo esencial en Sendero Luminoso habría sido su voluntad de inmolarse, que los dotó de un extraordinario y altamente corrosivo poder militar. Esa voluntad no nació de ninguna medida de Velasco, sino de la expansión del maoísmo.

Por otro lado, Sendero creció explotando a su favor las contradicciones generadas por la reforma agraria. Del mismo modo, se puede afirmar que la insurrección senderista fue derrotada, en última instancia, porque el Estado logró organizar rondas en el campo, que disputaron exitosamente a los insurrectos el espacio andino.

De este modo, el campesinado ciudadano y propietario gracias a Velasco habría sido el sustento de las rondas y la barrera última contra la expansión de Sendero Luminoso. Los ronderos beneficiarios derrotaron a Guzmán. Con este parecer Mayer cierra su libro. En sus reflexiones finales, Velasco es exculpado. Hizo lo suyo sin muertes.

No hubo un solo asesinato ni tampoco se disparó durante la reforma agraria de los setenta. Así, la reforma agraria de Velasco habría sido un poderoso factor para impedir el triunfo senderista, antes que causar el ciclo de la violencia de 1980.

Fuente: Diario La República. Miércoles 03 de septiembre del 2009.

martes, 1 de septiembre de 2009

Historia de la Reforma Agraria Peruana (1969-2009)

Evocando a Velasco

El antropólogo peruano Enrique Mayer, profesor de la Universidad de Yale y experto en economía rural, acaba de publicar “Cuentos feos de la reforma agraria peruana” (IEP). Este compendio testimonial llega justo ahora que los cuarenta años de la reforma se conmemoraron entre el silencio mediático y la indiferencia social.

Por Ghiovani Hinojosa

Traer del pasado el bigote ralo y la mirada estricta del general Juan Velasco Alvarado es una sana manera de ejercitar nuestra memoria colectiva. “La Reforma Agraria es sentida como un error, algo que hay que esconder, algo que avergüenza y que tenemos que deshacer”, protesta el antropólogo Enrique Mayer. Para él, la historia oficial del Perú se ha esforzado por invisibilizar lo referido a este proceso de distribución de tierras, desde el retorno de la democracia con Belaunde (1980). En cambio, destaca Mayer, la figura de este dictador nacionalista ha sobrevivido discretamente tanto en el agradecimiento de los campesinos beneficiarios como en el agrio recuerdo de los hacendados que perdieron sus terrenos.

Ciudadanía conquistada

–Una de las razones para no enfrentar este tema hoy es que la Reforma Agraria es asumida como un rotundo fracaso. Y es que este cambio, según ordena la ley del 24 de junio de 1969, fue concebido para la sierra, para acabar con el sistema de servidumbre en las haciendas y el trabajo gratis de los indios que allí había. Todos aceptaron que se debía eliminar estas condiciones “feudales”. Pero, en la práctica, la reforma se aplicó más fuertemente en la costa, donde no existía trabajo servil y no había pongos que hablaban en quechua y que no conocían las calles de sus pueblos.

–¿Usted cree que este proceso fue un fracaso?

–A 40 años de los hechos, se puede decir que hubo una Reforma Agraria en el Perú, así como hubo una proclamación de la independencia y hubo la liberación de los esclavos negros a cargo de Ramón Castilla. Son eventos en la historia que debemos aceptar. Si fue un fracaso, solo podemos saberlo revisando los objetivos que se lograron y los que no se alcanzaron.

–¿Qué objetivos se cumplieron?

–Se acabó con el sistema de hacienda “feudal” en la sierra –que, por cierto, ya estaba cayendo desde los años anteriores–, es decir, se liberó a los obreros agrícolas que luego se convirtieron en dueños de las tierras. Esto disminuyó de algún modo las brechas sociales. Hoy un parcelero andino puede comprarse un camión e ingresar a los estratos económicos medios. Además, con la reforma, los indígenas adquirieron sus derechos de ciudadanía: antes de 1979 los analfabetos no podían votar en las elecciones y hoy son entes políticos que toman las carreteras.

–¿Y cuáles son las metas incumplidas?

–Velasco tenía un sueño socialista, de tierra colectivizada, pensaba en la igualdad de la riqueza y en un diseño de las cooperativas de arriba hacia abajo. Esto se vino abajo con la caída del Muro de Berlín en todo el mundo, incluso en China, donde treinta años de colectivización de tierras parecen haber contribuido con su rápido crecimiento económico. Algunos izquierdistas pensaron que la Reforma Agraria era el trampolín hacia un régimen socialista, algo que no estuvo contemplado en la ley que reguló este proceso.

¿Una reforma gringa?

El título de su libro –“Cuentos feos de la reforma agraria peruana”– es sumamente engañoso, ya que contrasta con su contenido equilibrado y su prosa cautelosa. Enrique Mayer había imaginado este proyecto desde hace veinte años, pero solo desde 1995 empezó a recorrer el Perú –grabadora en mano– recogiendo los testimonios de antiguos terratenientes, dirigentes sindicales, funcionarios velasquistas y líderes campesinos. El resultado es una amalgama de versiones que, en vez de simplificar los hechos, los complejiza: aparecen, por ejemplo, el hacendado que no maltrató a sus peones y el encargado estatal de las cooperativas que, por desconocer el trabajo agrario, no pudo sacar adelante la reforma de su líder.

Mayer ventila también aspectos poco conocidos del contexto histórico de este proceso. Recuerda que en los setenta el mundo estaba polarizado por la Guerra Fría y que los Estados Unidos, representantes del bando liberal, promovían las “Alianzas para el Progreso” con países subdesarrollados para ganar terreno frente al comunismo ruso. Las dos condiciones que imponían para ejecutar sus donaciones económicas eran el respaldo a la exclusión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la organización local de reformas agrarias “para apaciguar las aguas candentes”.

De este modo, las actividades de expropiación de tierras en algunas naciones americanas fueron impulsadas por los propios estadounidenses. Es el caso de las reformas agrarias en El Salvador y Nicaragua. En este último caso, explica Mayer, fue fácil, ya que la gobernante familia Somoza poseía casi el 40% de los terrenos cultivables del país. En el Perú, el general Velasco se esforzó al máximo por deslindar siempre del comunismo y prefirió proclamar su revolución como “nacionalista”. Esta supuesta neutralidad ideológica tuvo, según el antropólogo, una consecuencia contradictoria: si bien evitó un enfrentamiento con Estados Unidos; el temor a ser parte de un gobierno izquierdista de varios de sus funcionarios paralizó las actividades destinadas a asegurar el triunfo de la reforma.

No blanco ni negro, es gris

Por momentos, la imparcialidad de Enrique Mayer desespera. Sentado a sus 65 años en la salita de su casa familiar en Miraflores, quiere ser un científico social consecuente y no se inclina íntegramente a favor o en contra de la Reforma Agraria peruana. En vez de caer en el “facilismo” de simplicar algo complejo, su libro se ofrece como un gran parlante a través del cual hablan, por ejemplo, Rafael Seminario, hacendado piurano a quien le expropiaron sus tierras, y Paulino Sairitupac, minifundista del valle del Urubamba.

Para tentarlo, le cito una frase suya en las que justifica la Reforma Agraria: “Sin las tímidas reformas de Belaunde en los años 1960 y las más drásticas expropiaciones de Velasco en 1970, hipotéticamente, el Perú podría haber tomado el camino de Colombia, donde los propietarios formaron sus propios ejércitos paramilitares para defender sus propiedades de campesinos y guerrilleros” (página 325). Y luego de reconocer que fue una acción reivindicativa necesaria, muestra con crudeza la otra cara del proceso: “La utopía de Velasco fue anodina, mal definida y desabrida. Se creó multiples organismos con letras de sopa de alfabeto y no se proyectó con claridad el tipo de sociedad que se perseguía. Además, los hacendados fueron ‘vilificados’ y tratados como ogros. Mis historias demuestran que hubo señores que poseían dos mil hectáreas de tierra en la puna y no ‘chicoteaban’ a sus campesinos, más bien les tenían afecto”.

Incluso, en cuanto a la posible relación causal entre la Reforma Agraria de Velasco y el surgimiento de Sendero Luminoso, Mayer solo describe el fuerte antagonismo que hay entre intelectuales como Mario Vargas Llosa, que sostiene que “el izquierdismo de Velasco abrió el camino a Sendero Luminoso”, según lo cita Hugo Neira, y otros, como el mismo Neira, que cree que “sin la distribución de la tierra (velasquista), los Andes hoy serían senderistas”.

“Campesino: el patrón no comerá más de tu pobreza”, solía arengar Velasco. “Hoy la tierra se está reconcentrando en la costa peruana y el neoliberalismo tolera la desigualdad de ingresos”, explica Enrique Mayer. Parece que hoy el patrón tiene de nuevo la mesa servida.

Hablan los protagonistas

“En realidad, yo no la llamo Reforma Agraria, sino venganza agraria. Velasco fue un traidor. Primero dijo que en Piura no declararía la Reforma Agraria, pero luego apareció en los diarios que sí. Era un resentido social, no era nuestra culpa que naciera pobre, ¿no?”.


Rafael Seminario,
Ex hacendado piurano.

“Yo no pude ir a la escuela en la época de la hacienda. ¿Acaso “ellos” nos dejaban? A nuestros padres les aconsejaban diciéndoles ‘¡Carajo! si a ese tu hijo lo educas, va a ser ladrón, te va a matar’. Pero cuando vino la cooperativa, allí tuvimos nuestro colegio”.

Paulino Sairitupac,
Ex peón cusqueño

Recomendado: Libro “Cuentos feos sobre la Reforma Agraria Peruana”

Fuente: Revista Domingo. 02 de agosto del 2009.

Historia de la Reforma Agraria peruana (Gobierno de Juan Velasco Alvarado, 1968-1975)

Foto: Archivo Life
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¿Fracasó la reforma agraria?

Antonio Zapata (Historiador)

Cuarenta años después de la reforma agraria aún es ambigua la pregunta por su resultado. En parte tuvo éxito y mirados otros ángulos fue un completo fracaso. Por un lado, liberó al campesinado de las ataduras serviles y amplió la ciudadanía peruana, integrando al país más que ningún otro gobierno. Pero, sus propuestas productivas fueron utópicas y sin mayor sentido, habiendo provocado un serio retraso de la productividad agraria.

Al terminar con la hacienda oligárquica, Velasco optó por no repartir la tierra en forma individual entre los campesinos. Varias experiencias de reformas agrarias así lo indicaban. En efecto, desde la revolución de los esclavos de Haití se ha sabido que el minifundio arruina a una nación y que retrasa considerablemente sus fuerzas productivas.

Pero, ¿cómo evitar el reparto después de expropiar a los grandes hacendados? La única manera es mantener las unidades productivas con mano dura y proyectos a largo plazo. Por ello, el general Velasco conservó la gran propiedad e incluso la amplió, llamándola cooperativa o sociedad agrícola de interés social. Bajo esos nombres se proyectó el latifundio y el campesinado percibió al Estado como nuevo dueño.

Empezaron los problemas y contradicciones. Era difícil mantener grandes complejos productivos; la disciplina del antiguo régimen había terminado y los intereses de los grupos campesinos eran muy distintos. Aunque lo peor estaba por venir. Era una época de precios controlados. No regía el mercado, sino que los ministerios fijaban los precios de una serie de mercancías. Por supuesto, parte de estos precios controlados correspondían a los productos del campo.

Pues bien, a Velasco se le ocurrió que los campesinos debían colaborar con los pobres de la ciudad. El general presidente pensaba que la reforma agraria era un enorme aporte de su gobierno a la clase campesina. Además, sabía que no había hecho nada semejante por el pueblo de las ciudades, no había reforma urbana ni estaba planeada. Pues bien, la forma de compensar a la ciudad sería con productos del campo baratos, que permitan llegar a fin de mes. El campesino ayudaría al proletario con una mesa cómoda.

Esa política diferenciada de precios arruinó al campo y evitó posibles efectos beneficiosos de la reforma agraria. El intercambio entre campo y ciudad siempre es desigual, pero en este caso se hizo abismal. De este modo, durante el docenio militar, la reforma agraria entregó la tierra a administradores que laboraban nominalmente como representantes del campesinado. Pero, paralelamente perjudicó económicamente al campo en su conjunto y extendió la pobreza rural.

En este contexto, los problemas sociales dentro de la reforma se hicieron más agudos. Sobrevino una etapa de gruesas dificultades económicas. Los supuestos beneficiarios estaban pobres y quisieron arreglárselas por sí mismos.

Por ello, el campesinado rechazó el modelo asociativo implementado por la reforma del general Velasco. No había traído ni autogestión ni prosperidad. A continuación, empezaron una serie de tomas de tierras protagonizadas por los mismos beneficiarios contra las cooperativas. Las parcelaron. Cada campesino se hizo dueño de una pequeña chacrita y desapareció la economía de escala, indispensable para una operación moderna y económicamente viable.

Como consecuencia vino el fracaso económico. El campo dejó de crecer. Descendió la rentabilidad agraria y la producción de alimentos retrocedió. Pero, el campesinado había adquirido ciudadanía; disponía de derechos políticos y avanzaba en su integración a la nación. Gracias a ello, Sendero Luminoso no logró incendiar completamente la pradera campesina. Si se hubiera dado el caso contrario, aún estaríamos intentando apagar los Andes.

Ver: Balance de la Reforma Agraria (Historiador Josè Ragas)
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Fuente: Diario La República. Miércoles 26 de agosto del 2009.