Seattle en La Oroya
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César Hildebrandt (Periodista)
Dicen que la ecología fue fundada en 1869 por el alemán Ernst Haeckel, autor de “Morfología general del organismo”.
Eso es mentira.
La ecología, que es una rama de la poesía y una hermana de la filosofía, la fundó, sin saberlo, el famoso jefe Seattle, de las etnias Duwamish y Suquamish.
El jefe Seattle le escribió en 1855 una famosa carta al presidente de los Estados Unidos de aquel entonces, Franklin Pierce. En ella reflexionaba sobre el extorsivo ofrecimiento de los blancos depredadores de comprarles las tierras a los indios Duwamish y Suquamish.
Esas tierras estaban al oeste de Washington y, claro, terminaron en manos de quienes estaban dedicados a expandir la frontera de los Estados Unidos y a exterminar a todos aquellos que se opusieran.
El jefe Seattle era bilingüe pero la versión original de su mensaje fue pensada en duwamish, un idioma salido del tronco lingüístico Salishan.
Seattle le escribió a Pierce lo que Pizango, de haber sido brillante, debió de escribirle a Alan García. La diferencia es que Seattle no estaba contaminado por la política sino que impregnado de cielo y tierra. Por eso pudo decirle a quien gobernaba en Washington:
“Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de pensar. Para él una parte de la Tierra es igual a otra, pues él es un extraño que llega de noche y se apodera en la Tierra de lo que necesita. La Tierra no es su hermana, sino su enemiga, y cuando la ha conquistado, cabalga de nuevo...”
El otrora poderoso Seattle, derrotado por la política genocida disfrazada de colonización, vencido por rifles y telégrafos, da esta vez en el blanco:
“El hombre blanco trata a su madre, la Tierra, y a su hermano, el Cielo, como cosas que se pueden comprar y arrebatar, y que se pueden vender, como ovejas y perlas brillantes. Hambriento, se tragará la Tierra, y no dejará nada, sólo un desierto...”
Profeta amerindio, insigne hijo del agua y de los bosques, Seattle ironiza:
“La vista de vuestras ciudades hace daño a los ojos del Piel Roja. Quizá porque el Piel Roja es un salvaje y no lo comprende. No hay silencio alguno en las ciudades de los blancos, no hay ningún lugar donde se pueda oír crecer las hojas en primavera y el zumbido de los insectos...”
Y añade, en otro párrafo, estas líneas que hoy habrían entusiasmado al mismísimo Al Gore:
“Yo soy un salvaje, y es así como entiendo las cosas. He visto mil bisontes putrefactos, abandonados por el hombre blanco. Los mataron desde un convoy que pasaba...Lo que les suceda a los animales, luego también les sucederá a los hombres. Todas las cosas están estrechamente unidas. Lo que acaece a la Tierra también les acaece a los hijos de la Tierra...”
El mundo optó por Pierce y algunas chusmas irlandesas. Y dejó al jefe Seattle morir de a pocos en el intento de conservar sus tierras.
Hay que entender a Seattle para entender a nuestros selváticos, a los mapuches de Chile, a la indiada de Bolivia, a Chiapas y a Guatemala.
Seattle es nuestro jefe. Frente a él, el nazi-racismo de los imbéciles y el lobismo de las petroleras son muy poca cosa.
Por eso es que la batalla ambientalista sólo puede ser librada desde posiciones contestatarias.
Y mientras tanto, aquí, en Lima, los cabrones de Doe Run siguen pidiendo aplazamientos para cumplir con sus compromisos ambientales. Y una chusma casi irlandesa saca la cara por Doe Run y bloquea carreteras exigiendo que el gobierno vuelva a ceder ante la empresa que los ha comprado.
Seattle tenía razón cuando escribió:
“Sabemos que si no os la vendemos vendrá el hombre blanco y se apoderará de nuestra Tierra”.
La Oroya necesitaba a un Seattle y tiene miles de felipillos. El Perú necesitaba a un socialdemócrata y tuvo, rebrotado, a Alan García. García habría mandado encarcelar a Seattle. Para gloria redundante de Seattle.
Fuente: Diario La Primera. Miércoles 23 de septiembre del 2009.
Dicen que la ecología fue fundada en 1869 por el alemán Ernst Haeckel, autor de “Morfología general del organismo”.
Eso es mentira.
La ecología, que es una rama de la poesía y una hermana de la filosofía, la fundó, sin saberlo, el famoso jefe Seattle, de las etnias Duwamish y Suquamish.
El jefe Seattle le escribió en 1855 una famosa carta al presidente de los Estados Unidos de aquel entonces, Franklin Pierce. En ella reflexionaba sobre el extorsivo ofrecimiento de los blancos depredadores de comprarles las tierras a los indios Duwamish y Suquamish.
Esas tierras estaban al oeste de Washington y, claro, terminaron en manos de quienes estaban dedicados a expandir la frontera de los Estados Unidos y a exterminar a todos aquellos que se opusieran.
El jefe Seattle era bilingüe pero la versión original de su mensaje fue pensada en duwamish, un idioma salido del tronco lingüístico Salishan.
Seattle le escribió a Pierce lo que Pizango, de haber sido brillante, debió de escribirle a Alan García. La diferencia es que Seattle no estaba contaminado por la política sino que impregnado de cielo y tierra. Por eso pudo decirle a quien gobernaba en Washington:
“Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de pensar. Para él una parte de la Tierra es igual a otra, pues él es un extraño que llega de noche y se apodera en la Tierra de lo que necesita. La Tierra no es su hermana, sino su enemiga, y cuando la ha conquistado, cabalga de nuevo...”
El otrora poderoso Seattle, derrotado por la política genocida disfrazada de colonización, vencido por rifles y telégrafos, da esta vez en el blanco:
“El hombre blanco trata a su madre, la Tierra, y a su hermano, el Cielo, como cosas que se pueden comprar y arrebatar, y que se pueden vender, como ovejas y perlas brillantes. Hambriento, se tragará la Tierra, y no dejará nada, sólo un desierto...”
Profeta amerindio, insigne hijo del agua y de los bosques, Seattle ironiza:
“La vista de vuestras ciudades hace daño a los ojos del Piel Roja. Quizá porque el Piel Roja es un salvaje y no lo comprende. No hay silencio alguno en las ciudades de los blancos, no hay ningún lugar donde se pueda oír crecer las hojas en primavera y el zumbido de los insectos...”
Y añade, en otro párrafo, estas líneas que hoy habrían entusiasmado al mismísimo Al Gore:
“Yo soy un salvaje, y es así como entiendo las cosas. He visto mil bisontes putrefactos, abandonados por el hombre blanco. Los mataron desde un convoy que pasaba...Lo que les suceda a los animales, luego también les sucederá a los hombres. Todas las cosas están estrechamente unidas. Lo que acaece a la Tierra también les acaece a los hijos de la Tierra...”
El mundo optó por Pierce y algunas chusmas irlandesas. Y dejó al jefe Seattle morir de a pocos en el intento de conservar sus tierras.
Hay que entender a Seattle para entender a nuestros selváticos, a los mapuches de Chile, a la indiada de Bolivia, a Chiapas y a Guatemala.
Seattle es nuestro jefe. Frente a él, el nazi-racismo de los imbéciles y el lobismo de las petroleras son muy poca cosa.
Por eso es que la batalla ambientalista sólo puede ser librada desde posiciones contestatarias.
Y mientras tanto, aquí, en Lima, los cabrones de Doe Run siguen pidiendo aplazamientos para cumplir con sus compromisos ambientales. Y una chusma casi irlandesa saca la cara por Doe Run y bloquea carreteras exigiendo que el gobierno vuelva a ceder ante la empresa que los ha comprado.
Seattle tenía razón cuando escribió:
“Sabemos que si no os la vendemos vendrá el hombre blanco y se apoderará de nuestra Tierra”.
La Oroya necesitaba a un Seattle y tiene miles de felipillos. El Perú necesitaba a un socialdemócrata y tuvo, rebrotado, a Alan García. García habría mandado encarcelar a Seattle. Para gloria redundante de Seattle.
Fuente: Diario La Primera. Miércoles 23 de septiembre del 2009.
4 comentarios:
wow... esto me hiso recordar cuando Stephen Hawking dijo: "El peligro radica en que nuestro poder para dañar o destruir el medio ambiente, o al prójimo, aumenta a mucha mayor velocidad que nuestra sabiduría en el uso de ese poder. " y eso; para mi, va muy bien con el texto. :) Yo creo que la ecologia no se creó por nadie. Pues siempre va a haber alguien que haya tenido ese pensamiento e incluso se haya preocupado por el futuro de la tierra antes que Seattle ... solo una opinion u.u pero de todas maneras buen tema...:) es como la sinfonia Nº 14 de beethoven, primero Adagietto y luego Allegreto.
Gracias por esas impresiones Ximena.
Sabes en el mundo andino y oriental (así como en otras sociedades tradicionales), no existe la oposición HOMBRE-TIERRA (esta concepción es patrimonio de la mentalidad occidental). Al contrario, en estas sociedades es inconcebible no pensar al hombre como parte de la tierra. Así, hombre y tierra sin indesligables para estas culturas. La tierra es madre, y es parte de nosotros. Por eso el culto y reverencia hacia esta es tan importante (Geo o Gaia). Nunca olvidemos que somos hijos de la tierra y nos debemos a ella. Personalmente me parece una bella forma de concebir la vida, por parte de los hombres o culturas que nos antecedieron. Polarizar o colocar Hombre vs. Naturaleza, en nuestro imaginario colectivo, es algo propio de las sociedades industriales de hace siglos.
¡Saludos! :)
me gusta lo que escribes mira que coincidencia yo t,engo en uno de mis blogs la carta de Seattle
Gracias por tu comentario Andrés. Sabes, aquí en el Perú, los incas denominaban a la tierra como Pacha Mama (madre tierra en quechua). Existe todavía una gran compenetración entre el hombre andino y su espacio ecológico (expresado en el uso sostenible del agua y el suelo). Lastimosamente los conceptos de propiedad privada, hoy amenazan a la concepción colectivista del espacio geográfico, típicos en lugares como los andes amazónicos (selva alta) o la llanura amazónica.
¡Saludos!
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