miércoles, 30 de mayo de 2012

50 años de la ejecución del nazi Adolf Eichmann, principal organizador del exterminio de seis millones de judíos.


Eichmann en la horca

Se cumplen 50 años de la ejecución del nazi Adolf Eichmann, condenado a muerte en Israel por 15 crímenes contra la humanidad . La utopía, aún en construcción, de una justicia multinacional que persiga este tipo de delitos, se debe en buena parte al proceso de Jerusalén.


Por: Álvaro Abós. Escritor argentino, autor de Eichmann en Argentina (Edhasa).
La noche del jueves 31 de mayo de 1962, Otto Adolf Eichmann, nacido en Solingen, Alemania, de 56 años, subió al patíbulo en la prisión de Ramala, a 15 kilómetros de Jerusalén. Rechazó la capucha negra que quiso colocarle el verdugo y pronunció sus últimas palabras: “¡Larga vida a Austria, larga vida a Alemania, larga vida a Argentina, nunca los olvidaré!”.
Eran las 11.45 cuando la trampa de la horca se abrió.
Así terminaba, hace 50 años, el proceso contra Adolf Eichmann, principal organizador del exterminio de seis millones de judíos. Un juicio que apasionó al mundo y provocó airadas polémicas. La televisión israelí transmitía en directo las sesiones que, debido a la diferencia horaria, se veían en Estados Unidos a la hora de la cena. Todo había comenzado dos años antes, cuando Ben Gurión, creador del Estado de Israel y entonces primer ministro, ordenó a un comando del Mossad, o servicio secreto, secuestrar a Eichmann y llevarlo a Israel. El antiguo oberstandartenführer vivía en Argentina desde 1950, con identidad falsa. En noviembre de 1959, la Corte Suprema de Buenos Aires había rechazado la extradición, pedida por unland de Alemania, de otro nazi, el doctor Joseph Mengele, médico en Auschwitz, campo de exterminio donde realizaba crueles experimentos genéticos. Argumentó el máximo tribunal que la Constitución argentina vedaba la “extradición por causas políticas”. Ese fallo cancelaba toda posibilidad de extraditar a Eichmann. Pero Israel necesitaba juzgar al arquitecto del genocidio judío, porque los crímenes del nazismo se estaban olvidando y Estados Unidos por entonces se interesaba sobre todo en su enfrentamiento con la Unión Soviética.
El 11 de mayo de 1960, el Mossad secuestró a Eichmann en una calle del barrio de San Fernando, al noroeste de Buenos Aires, y lo transportó a Israel, eludiendo a la policía argentina. El secuestro provocó un gran debate, tanto en la prensa mundial como en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que finalmente emitió una inocua resolución exhortando a Israel a “indemnizar” a Argentina por la violación de su soberanía. Opinaron, entre otros, Bruno Bettelheim y Erich Fromm. Hannah Arendt, ensayista judía nacida y criada en Alemania, donde había sido alumna de Karl Jaspers, fue a Jerusalén como enviada especial de la revista The New Yorker. Debía escribir cinco artículos sobre el proceso. Tras presenciar las primeras sesiones, algo muy profundo se removió en la conciencia de la autora de Los orígenes del totalitarismo. Su memoria recreó la persecución padecida por tantos judíos, incluida su propia familia y ella misma, que había escapado de Alemania con la Gestapo pisándole los talones. Hannah Arendt volvió a Nueva York, donde vivía, pero cayó en una crisis personal y un bloqueo. Solo en 1963 consiguió reponerse, y entonces, además de los artículos prometidos a The New Yorker, escribió las casi 500 páginas de suEichmann en Jerusalén. Un informe sobre la banalidad del mal, uno de los más importantes ensayos del siglo XX. Ese libro, que es también un vívido reportaje sobre el proceso de Jerusalén, introdujo una idea desde entonces instalada en el lenguaje del mundo. Sostiene Hannah Arendt que el mal no necesariamente encarna en psicópatas delirantes como Hitler. Puede también presentarse en envases “cotidianos”, por ejemplo bajo la forma de un señor normal como Adolf Eichmann, buen padre de familia, ciudadano ejemplar y funcionario cumplidor. Estos hombres banales quizás son los peores. ¿Cuántos asesinos de escritorio hemos visto desde 1962?
Comenzó el juicio. Fue reconstruido el exterminio planificado de los judíos y el papel que en la solución final desempeñó Eichmann. Algunos dijeron que el juicio era una farsa y que encubría un mero acto de venganza. Otros dijeron que no podía edificarse un proceso justo sobre un delito previo, ya que el secuestro de Eichmann en Argentina había violado leyes locales e internacionales. Se adujo que Israel no tenía jurisdicción para procesar a Eichmann, pues los crímenes que se le imputaban habían sido cometidos en Alemania u otros países europeos. En todo caso, como sostenía Karl Jaspers, ¿no debió Eichmann ser juzgado por un tribunal internacional, y no por un tribunal judío? Eichmann adujo que las acusaciones contra él habían prescrito.
El tribunal halló culpable a Eichmann de por lo menos 15 crímenes contra la humanidad. En el juicio comparecieron más de 100 testigos y se probó que Eichmann había sido el organizador de un operativo criminal minuciosamente preparado, cuya finalidad era el exterminio total de los judíos del mundo, según un modelo que Adolf Hitler ya había explicado y fundamentado en su libro Mi lucha (1925).
Eichmann pudo defenderse. Contrató a un reputado abogado criminalista, el suizo Robert Servatius, cuyos honorarios pagó el Estado de Israel. Eichmann, durante el proceso, desplegó varias líneas defensivas. Una de ellas fue la obediencia debida. Él, Eichmann, se había limitado a cumplir las órdenes que recibía, toda vez que no era sino un funcionario del Estado. Además de reclamar la prescripción, impugnó el proceso porque se pretendía aplicarle leyes que no regían al cometerse los hechos juzgados. Eichman negó las imputaciones. Negó los hechos. Negó la veracidad de cada uno de los testimonios.
Finalmente, el tribunal halló culpable a Eichmann de por lo menos 15 crímenes contra la humanidad y lo condenó a muerte. Fue la única vez que en Israel se aplicó esa pena, que no existe en la legislación del país. La ejecución de Eichmann también levantó polvareda. Hasta el último momento se esperó la gracia, que el presidente Ben-Zvi no concedió. Uno de los patriarcas del Israel moderno, el teólogo Martin Buber, quien desde 1939 vivía en Palestina, pidió que no mataran a Eichmann y que en cambio lo condenaran a labrar la tierra de Israel, en un kibutz, hasta que falleciera de forma natural.
El proceso de Jerusalén no es solo un hecho histórico. Aún incide en nuestras vidas. Sentó principios básicos. Por ejemplo, que la obediencia debida no es eximente cuando se juzgan crímenes de lesa humanidad. Los crímenes como los que se imputó a Eichmann no prescriben porque el olvido no puede lavar el horror. Los dictadores argentinos de los años setenta fueron sentados en el banquillo en 1985 —hoy siguen allí, tras anularse su amnistía— porque antes existió el proceso de Jerusalén. Otros sangrientos tiranos, como Augusto Pinochet o los asesinos de la Serbia de Milosevic, pudieron, con suerte varia, ser juzgados porque antes existió el proceso de Jerusalén. Los intentos de Baltasar Garzón para castigar crímenes del franquismo se basaban en aquel proceso. La utopía, aún en construcción, de una justicia multinacional que persiga los crímenes contra la humanidad, se debe en buena parte al proceso de Jerusalén. Es necesario recordarlo porque a pesar del medio siglo transcurrido, aún parte del mundo niega el Holocausto y una suerte de esvástica flamea nada menos que en el Parlamento de Grecia, la cuna de la civilización occidental.
Fuente: Diario El País (España). 31 de mayo del 2012.

Historia del Sindicalismo en el Perú.


El sindicalismo peruano
Por: Antonio Zapata Velasco (Historiador)
Hace unos días ha sido presentada una crónica de los despidos en empresas públicas al comenzar el gobierno de Fujimori. Su autor es Samuel Soplín, entonces sindicalista postal y trabajador de correos, quien nos devuelve a una época especialmente difícil para los trabajadores, cuando comenzó el ajuste neoliberal y masivamente perdieron derechos y puestos de trabajo.
Los sectores populares habían organizado sindicatos desde comienzo de siglo XX y paulatinamente fueron ganando protagonismo político. En lo fundamental, acompañaron al Apra hasta los años cincuenta, cuando el trabajo sindical del Partido Comunista fue ganando más adeptos. El viraje a la derecha consumado a través de la “convivencia” con Manuel Prado fue una oportunidad para los comunistas. Aprovechando esa ventana, para los años sesenta, los sindicatos estaban pasando masivamente a las izquierdas. Ese proceso fue estimulado por el auge de las revoluciones tercermundistas, después de la revolución china y el inicio del proceso de descolonización en el mundo entero. En América Latina, el triunfo de la revolución cubana generó un profundo giro hacia la izquierda de la política latinoamericana de los años sesenta, cuando todos los políticos se presentaban como partidarios del cambio social.
Así, los sindicatos ya eran izquierdistas cuando el general Velasco tomó el poder en octubre de 1968. Pero, durante su mandato los trabajadores lograron una conquista laboral muy importante. Se trata de la estabilidad laboral, que impedía despidos injustificados y obligaba a sustentarlos legalmente. Esa norma de Velasco permitió que los dirigentes sindicales puedan cumplir su trabajo sin mayores temores. Pero, la ley era tan drástica que introdujo elevada ineficiencia al sistema económico, puesto que el mismo efecto se hubiera podido lograr de otra manera.
Sin embargo, Velasco no se llevaba del todo bien con los sindicatos. Los consideraba comunistas y sospechosos de apoyar a una política extranjera, como era la Unión Soviética y Cuba. Velasco era muy nacionalista, tenía recelo de las posturas políticas que adherían a bloques extranjeros. Además, era autoritario y trataba a todo el país como cuartel, queriendo que se obedeciera “sin dudas ni murmuraciones”.
Por ello, no hubo luna de miel entre Velasco y los sindicatos. Por el contrario, en esta época se forjó el clasismo, una ideología que expresaba el esfuerzo por conservar autonomía con respecto al gobierno militar.
Ese movimiento clasista significó el punto más alto de la influencia política del sindicalismo durante la segunda parte del siglo XX. Se fortaleció gracias a Velasco, aunque logrando independencia para empujar un proyecto donde jugaba un importante papel, que fue la izquierda desunida de los 1970. Pero, desde los ochenta se inició el retroceso del sindicalismo. Sus protestas se gastaron, su discurso se quedó corto y perdió efectividad. Los cuadros políticos de las izquierdas ingresaron a la arena electoral y la competencia por cargos públicos. Nadie se quedó a trabajar junto a los sindicatos.
La hiperinflación del primer gobierno de García golpeó la organización sindical y los asesinatos de la violencia política tuvieron un efecto letal. De ese modo, se produjo la inversión del máximo logrado en los setenta. Al comenzar los noventa, con el gobierno de Fujimori, el sindicalismo retrocedió al nivel mínimo de influencia y su vigencia fue seriamente mellada. Desde entonces no se ha recuperado en forma significativa.
En su contra opera la transformación del mercado de trabajo, que ha tercerizado funciones e individualizado la producción. Estos cambios internacionales de la organización económica también llegaron al Perú al comenzar los noventa, con el gobierno Fujimori y el neoliberalismo, dando inicio -malo que bueno- al país contemporáneo que vivimos hasta hoy.
Pocas veces la perspectiva sindical de este proceso ha merecido una narrativa tan coherente y bien contada como en la reciente crónica de Samuel Soplín.
Fuente: Diario La República (Perú). 30 de mayo del 2012.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Repensar el siglo XX. Enciclopedia B-S de José Emilio Burucúa, Radicales libre de José María Ridao y Pensar el siglo XX de Tony Judt.


En la maraña de la historia

Algunas de las mayores barbaries cometidas en el siglo XX se han contado como si fueran el resultado de una patología capaz de inspirar acciones criminales más que como el resultado de decisiones políticas concretas.


Por: José Andrés Rojo

Las ciudades rumanas de Ploiesti y Bucarest fueron bombardeadas durante la II Guerra Mundial por soviéticos, ingleses, estadounidenses y, después, por alemanes. “No una semana, tampoco un mes ni un año, sino años enteros”, escribe en sus memorias Raúl S-W Berg, el personaje que protagoniza la Enciclopedia B-S(Periférica), donde el historiador argentino José Emilio Burucúa reconstruye los avatares del siglo XX siguiendo los pasos de una familia judía centroeuropea. La Rumanía de Antonescu se situó desde el principio al lado del Eje. El 23 de agosto de 1944, sin embargo, el rey Miguel dio un golpe de Estado y su país empezó a combatir en el bando de los aliados. En el cielo cambiaron las banderas de los aviones, pero las bombas siguieron cayendo con puntualidad matemática y con más o menos puntería.
En uno de esos ataques los alemanes fueron particularmente certeros. Tras una acometida inicial se impuso la calma, así que Raúl abandonó el refugio y regresó a casa para recoger a Muqui, su perrita. Aprovechó entonces para afeitarse y en esas andaba cuando los aviones retomaron su rutina destructiva. Arrojaron nueve bombas en su calle, desde el número 1 al 17, y una de ellas cayó exactamente sobre el 11, su casa. Raúl y Muqui sobrevivieron sorprendentemente, pero la perrita quedó paralítica. Cuando regresó al refugio para dar noticias de que aún vivía, su mujer le puso un espejo delante: “Me miré; tenía todo el pelo blanco”.
“La brutalidad del comunismo rumano ocultó en gran medida la del nazismo anterior”, escribe José María Ridao en Radicales libres (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores). Se ha detenido ahí, en Bucarest, porque está contando lo que pasó con algunos de los grandes intelectuales de aquel país durante ese periodo. Mircea Elíade y Emile Cioran formaron parte de la Legión de Hierro, la sanguinaria organización que permitió a Antonescu imponer en su país medidas parecidas a las que aplicó Hitler en Alemania. Eugène Ionesco y Mihail Sebastian, en cambio, prefirieron distanciarse de sus excesos.
A Raúl se le quedó el pelo blanco de puro espanto. Y ese espanto es una de las marcas del siglo XX, que ocupa seguramente el lugar central de ese libro de Ridao en el que ha reunido una colección de piezas —notas de lectura, apuntes de viajes, reflexiones sobre episodios puntuales de la actualidad, referencias a películas o a encuentros personales— que no parecen tener entre sí conexión alguna pero que terminan, acopladas una detrás de otra de manera cronológica, por proponer una escalofriante panorámica de cuanto les ocurre a hombres y mujeres cuando son atrapados en el torbellino de la historia. Algunos son seducidos por los reclamos de los poderosos, otros padecen sus delirios. Lo que José María Ridao procura es iluminar la “otra cara”, aquella de la que queda apenas rastro, la que atraviesan esos “seres solitarios avanzando en dirección contraria a la multitud, radicales libres”.
El recorrido empieza en el Egito faraónico, se detiene en el teatro romano de Bosra, pasa por las confesiones de San Agustín o el martirio de Santa Juliana, asiste al tratado de Tordesillas de 1494 o a las Capitulaciones de 1491, observa las infames maniobras de los Médici en la Florencia de Lorenzo el Magnífico, da cuenta de los viajes de Gulliver que contó Jonathan Swift. De Balzac recoge su desafío, con el que pretendió emular a Napoleón: “Lo que él comenzó con la espada, yo lo alcanzaré con la pluma”. Luego entra en Tocqueville y en Richard Burton para constatar como la aventura colonial en África comparte buena parte de sus presupuestos ideológicos con los totalitarismos del siglo XX, y se detiene en La avenida Sydenham, el cuadro que Claude Pisarro pintó durante su forzada estancia en Londres cuando huía de la guerra francoprusiana de 1870. Dostoievski, Turguénev, Ibsen, la invención del cine por los Lumière, la fascinación por la ciencia de Julio Verne, las aventuras de Tarzán, el compendio de sabiduría que arman Bouvard y Pécuchet de la mano de Flaubert.
Ridao entra en el siglo XX de la mano de Kafka y su muralla china. De Italo Svevo recoge un diagnóstico sobre el clima que se vive cuando la Gran Guerra —18 millones de muertos— está a punto de estallar: “Un presente en que el miedo se ha adueñado de la vida cotidiana”. Cuando analiza la obra de Sebastian Haffner sobre la revolución alemana de 1918-1919 apunta que el nazismo se ha estudiado más como una patología capaz de inspirar acciones criminales que como el resultado de decisiones políticas concretas. El testimonio de un viaje de André Gide en el verano de 1936 le sirve para mostrar la deriva totalitaria de la revolución soviética: “Lo que se quiere y lo que se exige es la aprobación de cuanto hace la URSS”, escribió el escritor francés, “lo que se busca, que esta aprobación no obedezca a la resignación, sino a la sinceridad, incluso al entusiasmo. Lo más sorprendente es que se consigue”.
Es imposible sintetizar Radicales libres pues cada pieza tiene vida propia y agarra a su manera los sucesos y las experiencias de momentos muy concretos. Baste señalar, acaso, dos corrientes que fluyen por sus páginas. Una de ellas abunda en una inquietante paradoja: que las democracias debieran parte de su victoria sobre el totalitarismo en la Segunda Guerra Mundial a un régimen totalitario. La otra, que Ridao aborda cuando muestra que no todos los actos de la Resistencia fueron irreprochables o cuando se refiere a la matanza de 22.000 oficiales polacos por parte del Ejército soviético en los bosques de Katyn, le permite subrayar que “lo que importa es recordar que la victoria no puede ser una justificación retrospectiva de todas las acciones que la propiciaron, como la destrucción planificada de Alemania...”.
Avanzar en dirección contraria a la multitud, dice Ridao de su tarea, y por eso se ocupa de desmontar los mitos que consagran un mundo en blanco y negro y que esquivan la complejidad con buenas intenciones. Las piezas de su libro son una invitación a mirar con coraje la infamia a la que tantas veces conducen las grandes causas, pero también a celebrar la valentía de cuantos se negaron a aceptar la versión establecida y pelearon por acercarse a la verdad. Tras la II Guerra Mundial, Ridao avanza a lo largo del siglo, y se sumerge en el laberíntico conflicto de Oriente Próximo, recoge el final del Che Guevara en la selva boliviana, habla del terrorismo de la Baader Meinhof o analiza la guerra de Irak, entre otros asuntos.
La informe maraña de la pasada centuria que Burucúa ha atravesado siguiendo la vida de una familia judía y que Ridao, en una parte deRadicales libres, ha rastreado a través de sus lecturas, la aborda Tony Judt en una larga conversación con Timothy Snyder en Pensar el siglo XX (Taurus). En este caso, el historiador se niega a aceptar la versión oficial que de cuanto pasó fue solo “un lamentable historial de dictaduras, violencia, abuso autoritario del poder y supresión de los derechos individuales”. También hubo mejoras de la condición humana en general, dice. Así que se embarca, como Burucúa y Ridao, en la colosal empresa de volver a los hechos, a las vidas corrientes, a esas políticas concretas que se aplicaron en momentos concretos. “Lo primero es enseñar a la gente lo que son los árboles”, le dice Judt a Snyder. “La gente no debería aventurarse en los bosques, ni siquiera en bosques con las sendas marcadas, si no saben lo que es un árbol”.
Es necesario observar, por ejemplo, como hace Ridao, las distintas respuestas que dieron el general Paul Tibbets y el piloto Claude Eatherley a un experiencia que compartieron: arrojar sobre Hiroshima la primera bomba nuclear de la historia. Tibbets estaba convencido de que la bomba había ahorrado muchas vidas humanas y proclamo que “en las mismas circunstancias, volvería a hacerlo”. Eatherly, en cambio, no pudo ya conciliar el sueño y en un momento de extremo pesar, “valiéndose de un listín telefónico, redactó centenares de cartas que dirigió a otros tantos habitantes de Hiroshima escogidos al azar, y en las que simple y angustiosamente solicitaba su perdón”.
Fuente: Diario El País (España). 16 de mayo del 2012.

La venganza de Moctezuma. La cultura Azteca frente a la cultura Occidental.


5 siglos de Moctezuma

Por. Isaac Bigio (Internacionalista)

Estamos a medio milenio desde que el imperio de la Triple Alianza (más conocido como azteca) estuvo en su cúspide bajo Moctezuma II, el último y posiblemente el más poderoso monarca que hayan tenido los amerindios del norte. Hace 5 siglos él regentaba a la única potencia del mundo con costas en los 2 mayores océanos del planeta (Atlántico y Pacífico).

En menos de una década se conmemorará el V centenario de su caída, la que fue la primera victoria de un imperio europeo fuera de su región o del Mediterráneo, algo que luego abriría paso a la conquista de los incas y de otras civilizaciones avanzadas en África y Asia.

Los aztecas fueron presentados como un pueblo que cayó debido a sus supersticiones y a la superioridad de la tecnología y de la ética de los españoles. Si bien los antiguos mesoamericanos sacrificaban a sus prisioneros de guerra y hasta ingerían partes de sus cuerpos, dicho 'salvajismo' no era inferior al de los europeos que entonces acostumbraban a exterminar pueblos enteros o deleitarse con torturas y ejecuciones públicas.

Los antiguos mexicanos educaban a sus hijos en escuelas y tenían una poesía, astronomía y agricultura tan o más avanzada que la europea. Los soberanos aztecas como Moctezuma no heredaban el trono como los europeos sino que eran electos por notables.

Hace 500 años la capital azteca era una ciudad varias veces más grande, limpia y hermosa que Londres, Madrid, Roma, París o cualquiera de Europa. Había sido edificada sobre un lago con canales más extensos y bellos que Venecia. Se sostenían con un sistema de chinampas (granjas sobre islotes artificiales) que producían más alimentos y diversidad de éstos que los feudos europeos. El maíz, el primer alimento del mundo y también en haber sido fabricado genéticamente, es, al igual que los tomates, vainillas, ajíes, tortillas, pavos, chocolates y cacaos, una contribución mesoamericana a la dieta mundial.

La caída de Moctezuma abrió toda una nueva época en el planeta. Fue la primera conquista europea fuera de su entorno, la cual dio paso a que el occidente europeo (históricamente rezagado ante la India, China y el mundo mahometano) acabase por dominar y remodelar al globo.

Los aztecas, al igual que los incas, no fueron vencidos debido al heroísmo de algunos pocos conquistadores ibéricos sino gracias a las primeras transatlánticas de la historia en las cuales Madrid se montó sobre una rebelión de etnias descontentas con los impuestos y abusos de sus dominadores, en tanto que las plagas que trajeron los blancos diezmaron hasta un 90% de los amerindios.

La 'venganza' de Moctezuma es que la ciudad en la que él vivió y murió ya es la más poblada de la historia y en un tercio de siglo apunta a ser la capital de una de las 5 mayores economías del globo.
Fuente: Diario Correo (Perú).  14-05-12.

lunes, 14 de mayo de 2012

Imaginario europeo sobre la historia de los gitanos.


El lado oscuro de la modernidad europea
Por: Nicole Muchnik. Periodista y escritora.
La historia de Europa, la de los pueblos, ha ignorado, incluso ocultado y tergiversado, si no siempre, al menos desde hace siglos, la de uno de sus componentes, el pueblo gitano. Gitanos, tsiganes, romanichels, zíngaros, gypsies, nómadas, el único nombre que los gitanos se dan a sí mismos es el de rom, que significa «hombre» en hindi. El término gitanoy el inglés gypsy proceden del siglo XIX, de la llegada de este pueblo a Grecia para establecerse al pie del Monte Gype. Todos estos nombres, con sus infinitas variantes en cada país, reflejan, más que la dificultad de asumir una identidad común, la voluntad más o menos consciente de ocultar esa identidad, de marginarlos. ¿Marginarlos de qué? De una Europa cuna de la civilización occidental, de la modernidad y el progreso. De una Europa en la que se construyen las naciones, con su corolario de ostracismo y rechazo. El problema es viejo, pero también actual. Recordemos la expulsión de los roma llevada a cabo en Francia a pesar de las leyes europeas sobre libre circulación de personas en Europa, los diversos atentados contra sus libertades y sus derechos, la degradante situación de los roma en Rumanía y los zíngaros en Hungría, la precariedad y la hostilidad que con frecuencia acompañan la vida de los gitanos en España.
El artículo publicado en la revista alemana Eurozine por Klaus-Michael Bogdal, profesor de Ciencia literaria en la Universidad de Bielfeld, que resume su libro Europa erfindet die Zigeuner. Die dunkle Seite der Moderne [Europa inventa los gitanos. El lado oscuro de la modernidad] (Suhrkamp, 2011), analiza las diferentes políticas por siglos y por regiones y los enfoques científicos, sociológicos, antropológicos y etnológicos del tema, que resume en el subtítulo de su libro: El lado oscuro de la modernidad.
El primer problema, al interesarse por la historia de los gitanos, es que se trata de una historia escrita por otros. Pasó a primer plano por el genocidio nazi, pero en realidad se extiende a lo largo de 600 años de historia europea. Los gitanos, la mayor parte del tiempo nómadas, sin literatura ni cultura escrita, no han escrito su propia historia. Su cultura y sus costumbres, sus identidades múltiples --más o menos cambiantes según los países--, incluso su propia pluralidad de nombres, son atributos descritos o incluso asignados por otros. «Inventados», dice el profesor Bogdal : «La invención del gypsy es la otra cara de la autoinvención del sujeto cultural europeo como agente del progreso civilizador en el mundo».
Llegados alrededor de 1400 a una Europa repartida entre los germanos, los galos, los sajones y los romanos, es decir, grupos relativamente definidos por su origen y sus mitos fundacionales, los roma no explicaron ni su origen territorial (¿tal vez Egipto, como parece evocar el nombre gypsy?) ni sus raíces lingüísticas, que fueron durante mucho tiempo un misterio, ni los motivos de su vida nómada. Su religión tampoco estaba clara: cristianos sin sacerdotes ni iglesias, con frecuencia se les acusó de duplicidad y de estar dispuestos, según Martín Lutero, a recibir varios bautismos distintos, en función de los intereses y la situación de cada momento. De ahí a acusarlos de magia, ritos satánicos e incluso canibalismo... Por otra parte, como nunca tuvieron un territorio definido, estos «vagabundos», estas gentes de ninguna parte, que llegaban de no se sabía dónde y desaparecían con el mismo misterio, turbaban y siguen turbando a los ciudadanos anclados en su tierra y sus sólidas convicciones.
Las mujeres, en especial, han suscitado numerosas fantasías sexuales en la cultura de los distintos países de acogida. El Romanticismo supo presentar una versión del erotismo y la sexualidad que fuera aceptable para la burguesía utilizando los rasgos de la mujer gitana y sus danzas desenfrenadas. La gitanilla de Cervantes, con sus cantos, sus bailes y su feminidad «salvaje», y la popular Carmen de Bizet, hechizan a los hombres y son objeto de brutal deseo. Pero las bellas gitanas nunca se casarán con los hombres del país. Y esa no es la mejor manera de contribuir a su integración. «Pronto predominó un romanticismo gitano pseudofolklórico, y sus iconos, el violinista húngaro y el flamenco andaluz, se convirtieron en un fructífero tema de investigación», escribe el autor.
Su imagen fue relativamente valorada por los antropólogos del Siglo de las Luces, para quienes su posible origen indio, es decir, indogermánico, era señal de que tenían raíces arias. Se intentó sedentarizarlos, por medios más o menos brutales, con intención de integrarlos, a costa de perder su lengua, que, conservada desde hacía siglos pero jamás escrita, siempre fue objeto de desprecio por ser una «hija degenerada del sánscrito», del mismo modo que se sospechaba que los roma procedían de una de las castas más bajas de la India, tal vez incluso la de los intocables. El fracaso del proyecto de integración y su consecuencia de ostracismo hizo que, siempre con esas mismas buenas intenciones, la sociedad de la Ilustración considerase que los gitanos eran incapaces de tener un auténtico desarrollo.
Con el ascenso de los nacionalismos en toda Europa en el siglo XIX, los etnólogos apasionados por la organización social abordaron esta sociedad oral más como una tribu que como un pueblo. «Una sociedad tribal, no ya pre-moderna sino pre-civilizacional, que vivía en un estado natural, como los indios y los afroamericanos». Empujados a la periferia de las ciudades y los pueblos, a menudo en descampados insalubres y carentes de agua, a los márgenes de las autopistas y bajo los puentes, perseguidos y rechazados, en general, por alcaldes y responsables regionales, sin autorización para trabajar dentro de la organización económica del país (todavía hoy, en Francia y algunos otros países europeos), estos nómadas no tienen ninguna posibilidad de integrarse en los lugares en los que viven. Las cifras son incontestables: solo el 40% de los hijos de los 10 millones de roma que viven en Europa está escolarizado (frente al 97% de media general).
La etnología de la época creó, pues, «un pueblo marginal en las periferias de la alta cultura europea». Es lo que el autor llama la «segunda deseuropeización de los roma», después de la primera, la de la antropología de la Ilustración. Fue la reducción definitiva del pueblo nómada a la condición de Otro. «La ciencia caracterizó la presencia física, el pensamiento y el comportamiento de los roma de tal manera que su ‘singularidad’ adquirió perfiles aterradores. En Europa no había sitio para ellos. La limpieza étnica empieza siempre sobre el papel», escribe Bogdal. Que es el paso que dieron los nazis. «No cabe la menor duda de que el destino de los gitanos en Europa cuadra con la definición de la ONU sobre la Prevención y Castigo del Crimen de Genocidio».
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
Fuente: Diario El País (España). 12 de mayo del 2012.
Recomendado:

jueves, 10 de mayo de 2012

El Perú y Chile frente a la Haya. Oportunidad de cerrar brechas históricas.


La Haya y las imágenes del otro

Por: Antonio Zapata Velasco (Historiador)


El juicio en la Corte Internacional de La Haya llega a finales; se ha programado para diciembre la fase oral y la jurisprudencia indica que unos seis meses después se emite la sentencia. Es decir, en un año tendremos el fallo; por ello, progresivamente ha de aumentar la ansiedad de ambos Estados por el resultado. Frente a esta situación, interesa mostrar cómo en ambos países existen imágenes negativas del otro, fundadas en una larga y conflictiva historia.
En Chile se escucha decir que el Perú es un país eternamente rencoroso, que sin cesar construye casos contra ellos. Nunca habríamos cerrado la herida de la Guerra del Pacífico y siempre estaríamos conspirando para confrontarlos. Nos retratan como un país de víctimas exigiendo venganza. Es más, de acuerdo a esta manera de pensar, el Perú es un país caótico y desordenado, que siempre está en conflicto interno. Los peruanos no nos respetaríamos entre nosotros y solo nos uniría el odio a Chile. En el país del Mapocho, expresan el temor a que La Haya no resuelva el último residual, sino que el Perú siempre estará buscando cinco pies al gato y pronto inventará otro caso.
Se recuerda que, en 1999, el Perú habría dicho lo mismo, “que era el último pendiente”, cuando se terminaron de implementar ciertas cláusulas del Tratado de 1929, que guardaban relación con propiedades peruanas en Arica: muelle, aduana, el terreno del Chinchorro, etc. Pero que, pocos años después, presentamos la demanda por el mar, evidenciando que en los noventa no les habríamos dicho la verdad. Así, temen que La Haya sea una etapa más de un conflicto permanente.
Por su parte, en el Perú se sostiene que Chile no respeta los acuerdos internacionales cuando no le conviene; temiéndose que el fallo de La Haya no sea aceptado por Santiago. La experiencia del plebiscito por Tacna y Arica alimenta esa suposición. En efecto, el artículo tercero del Tratado de Ancón, firmado en 1883, dando término a la guerra con Chile, decía que diez años después debía convocarse a un plebiscito para que los habitantes de esas dos provincias decidieran a cuál de los dos países querían pertenecer. Esa consulta popular nunca se llevó adelante porque Chile se opuso. Finalmente, después de 45 años de tensiones, el tema se resolvió, dividiendo las dos provincias y entregando una a cada país. Por ello, se piensa que será muy difícil que Chile acepte un fallo desfavorable.
Así, ambos países expresan temores sobre la conducta del otro. Esa angustia compartida deriva de la historia, no es una invención. Pero, el juicio de La Haya es una oportunidad para cerrar bien una de las heridas más dolorosas de la historia peruana, aquella proveniente de la guerra de 1879.
En principio, La Haya resuelve pensando en la reconciliación entre los países que están en el Tribunal. Nunca le da la razón completa a uno de los litigantes; por el contrario, busca que cada Estado pueda presentar la resolución ante su respectiva opinión pública como una victoria parcial. Además, es realmente concluyente, una sola vez un fallo de La Haya ha sido negado, habiendo sido contra los EEUU.
Por otro lado, el Perú no posee nada de lo que reclama. Toda esa porción de mar está ocupada por Chile y así el fallo nos otorgue menos de lo esperado, siempre será una ganancia. Mientras que, es exactamente al revés en Chile. Para evitar retroceder, tendrían que ganar al 100% y ello no va a ocurrir. Lo saben y asumen que cederán, pero piden un compromiso, afirmando que no volveremos a encausarlos por cuestiones de soberanía.
Para el Perú, el repliegue de Chile puede ser la prenda emocional necesaria para efectivamente voltear la página. Recordemos el ejemplo de Ecuador. Cuando cedimos Tiwinza, terminaron sus reclamaciones y se amistaron con el Perú. Después de los acuerdos de 1998, hemos multiplicado nuestra relación con amplio beneficio mutuo. Eso mismo podría ocurrir, si Chile retrocede después de La Haya y sentimos que hemos obtenido algo de justicia en el mar.
Fuente. Diario La República (Perú).  09 de mayo del 2012.
Recomendado:

miércoles, 2 de mayo de 2012

Historia de las primeras bibliotecas del mundo antiguo.


La prehistoria del libro
Por: Nora Bar
Con sus mesas atestadas y sus pasillos desbordados de paseantes, el espectáculo de la inabarcable Feria del Libro de Buenos Aires nos hace olvidar que esos volúmenes hoy tan al alcance de la mano alguna vez fueron preciados tesoros a los que sólo tenían acceso reyes, emperadores y otros poderosos.
Según cuenta Lionel Casson en Las bibliotecas del mundo antiguo, (Ediciones Bellaterra, 2003), los primeros ejemplos de escritura se encontraron en Egipto y Mesopotamia, y contenían anotaciones de asuntos prácticos, como cantidades de animales, ánforas o cestos, que se guardaban archivadas para facilitar su localización o consulta. Uno de estos hallazgos se produjo en los años ochenta, cuando arqueólogos que buscaban en el palacio real de Ebla dieron con su archivo principal: contenía unas dos mil tablillas de arcilla que aparentemente estaban depositadas allí cuando unos invasores incendiaron el palacio.
"Al parecer -escribe el profesor de la Universidad de Nueva York-, se guardaban en estantes de madera adosados a las paredes y, cuando los estantes se quemaron, las tablillas cayeron al suelo. La mayoría eran registros administrativos: casi un millar de piezas contenían listas de telas y metales distribuidos por las autoridades de palacio, mientras aproximadamente otro centenar tenía que ver con cereales, aceite de oliva, tierras de cultivo y la cría de animales (...) En unas sesenta había inscriptas listas de palabras en sumerio, nombres de profesiones, de lugares geográficos, de pájaros y peces. Veintiocho presentaban listas bilingües, en sumerio y en su traducción al eblita ". Estas últimas eran algo así como el archivo de los escribas.
La colección de Ebla podía consultarse de una ojeada, pero las posteriores la superarían ampliamente.
Por ejemplo, la del rey asirio Asurbanipal, él mismo muy culto y ducho en el "arte de escribir", no tendría igual durante tres siglos y medio, dice Casson. En la segunda mitad del siglo XIX, los arqueólogos británicos que trabajaban en Nínive, la sede real de Asurbanipal y sus antecesores, hallaron una enorme cantidad de tablillas entre las ruinas de sus dos palacios, y entre ellas, los textos de Gilgamesh, el mito de la Creación y la mayoría de las obras más famosas de la literatura del antiguo Oriente cercano conocidas hasta hoy.
La biblioteca, que era la colección privada del rey, había sido creada para su "real contemplación", pero al parecer tenía el mismo problema que muchas actuales: el robo. Para hacerse una idea del valor que se les asignaba, basta con mencionar que las tablillas de arcilla del "Rey del Mundo", contenían una maldición para quien se llevara alguna, que condenaba al ladrón a que se borrara "para siempre su nombre y su simiente de la tierra".
Más tarde, la biblioteca de Alejandría, de la que se dijo que era la depositaria de todos los libros del mundo antiguo, llegó a tener más de medio millón de obras catalogadas. Como su archivo se componía de obras escritas o copiadas a mano, el poeta Calímaco, ayudante del primer bibliotecario, Zenódoto, enviaba emisarios a comprar bibliotecas enteras a distintos lugares del mundo conocido o pedirlas en préstamo para hacer réplicas "editadas". Es más, según cuenta Simon Singh en El último teorema de Fermat (Editorial Norma, 1999), tanto los grandes barcos que llegaban al puerto de Alejandría como los turistas eran inspeccionados en busca de textos, y cuando se les encontraba algún libro, lo requisaban y lo enviaban a la biblioteca para que los amanuenses lo copiaran.
¡Pensar que, según las crónicas de la época, Marco Antonio le ofreció a Cleopatra, como ofrenda, 200.000 volúmenes traídos de la biblioteca de Pérgamo! A un promedio de 80 pesos el libro, de acuerdo con los precios actuales, aquél fue un regalo de unos ¡16 millones de pesos!, unos cuatro millones de dólares...
Fuente: Diario La Nación (Argentina). 02 de mayo del 2012.

martes, 1 de mayo de 2012

Libro "Economía de la primera centuria independiente", editado por Carlos Contreras. Coedición del Banco Central de Reserva y el Instituto de Estudios Peruanos.


Una historia económica

Por: Nelson Manrique (Historiador)


Esta semana se presentó el libro Economía de la primera centuria independiente, editado por Carlos Contreras y publicado en una pulcra coedición del Banco Central de Reserva y el Instituto de Estudios Peruanos. Este volumen constituye la cuarta entrega del Compendio de historia económica del Perú y aborda el periodo comprendido entre la independencia y la gran crisis capitalista de 1929. Ha sido organizado temáticamente partiendo de las actividades económicas predominantes durante el periodo, añadiendo dos ensayos dedicados a la población y el mercado laboral y a las finanzas públicas. El texto tiene más de 400 páginas y un excelente anexo estadístico de 120 páginas elaborado por Luis Miguel Espinoza.
Jesús Cosamalón dedica un excelente ensayo a la población y el mercado laboral. Fernando Armas Asín aborda el estudio del sector agrario, limitándose básicamente a la agricultura moderna de la costa, dejando grandes vacíos sobre la economía agropecuaria tradicional de la sierra, donde estaba encuadrada la amplia mayoría de la población. José Deustua estudia la minería metálica y no metálica, abordando, junto con la minería de la plata y el cobre, el estudio de las explotaciones guanera, petrolera y salitrera. Deustua es uno de los mejores especialistas sobre el tema y su mirada de conjunto es muy sugerente. Martín Monsalve presenta un panorama del desarrollo industrial en el Perú y sus dificultades, un proceso en que los lectores encontrarán más de una sorpresa. Alejandro Salinas aborda el estudio de las finanzas públicas en el ensayo más extenso del volumen, que aporta una mirada de conjunto muy ilustrativa.
Globalmente, lo que emerge del volumen es la imagen de un país donde terminaron imponiéndose los intereses de los grupos dominantes dedicados a las actividades primario exportadoras. Estos opinaban que el Perú debería dedicarse a la exportación de materias primas e importar los productos manufacturados que necesitaba. Los proteccionistas, sus adversarios, sostenían en cambio que este camino volvería al país totalmente dependiente de las vicisitudes de la economía mundial, arrastrándolo a la ruina cada vez que cayera el precio de las materias primas que exportaba; propiciaría además el crecimiento de la desigualdad, alimentando la conflictividad social. Como alternativa proponían promover el desarrollo del mercado interno. Que los términos del debate en el siglo XXI sigan siendo básicamente los mismos es una constatación que debiera mover a reflexión.
Un par de apuntes al paso. El estudio de Jesús Cosamalón muestra que al iniciarse la República la población peruana ascendía a millón y medio de habitantes y para 1940 había superado la barrera de los 7 millones, pero lo llamativo es su distribución. En 1940, con cerca de 850,000 habitantes el departamento de Lima superaba en apenas un 30% de población a Puno (646,000 habitantes). Tampoco estaba lejos de Cajamarca y Cusco, que tenían más de medio millón de pobladores cada uno, ni de Áncash, Ayacucho y Piura, que estaban por encima de los 400,000 habitantes. Hoy Lima concentra la tercera parte de la población nacional y supera a La Libertad, su más cercano competidor, en 5 veces, mientras que supera a Puno en 8 veces. El agobiante centralismo demográfico limeño es pues cosa de las últimas 7 décadas. Analizando el tema de la raza, categoría utilizada en el censo de 1940, Cosamalón muestra cómo en la ejecución de ese censo, que se esperaba disipara los prejuicios raciales, éstos terminaron infiltrándose en la propia mirada de los encargados de realizarlo.
Alejandro Salinas muestra que el cobro de impuestos indirectos (que gravan el consumo popular, a diferencia de los directos, que gravan la riqueza, las rentas y las utilidades de los sectores acomodados) fue creado recién a fines del siglo XIX y sirvió para defender de los intereses de los sectores extractivistas, los mismos que hoy defienden este modelo. Es especialmente valioso su análisis de las vicisitudes del debate entre librecambistas y proteccionistas y sus consecuencias en la política fiscal. Son apuntes muy útiles para entender por qué un siglo después seguimos apostando al modelo primario exportador.
Fuente: Diario La República (Perú). 01 de mayo del 2012.
Recomendados: