viernes, 31 de diciembre de 2010

Reyes Católicos de España: Alianza, Reconquista, Inquisición, Judíos y Descubrimiento.

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Fernández Álvarez: “Los éxitos de los Reyes Católicos dejaron a los europeos boquiabiertos”

Pocos historiadores han conseguido como él interesar al gran público con sus biografías sobre los monarcas españoles de los siglos XV y XVI. Manuel Fernández Álvarez ofrece a MUY HISTORIA su autorizada visión sobre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.

Entrevista de Fernando Cohen


-De quién partió la idea de unir en matrimonio a Isabel y Fernando de Aragón?

-La idea fue del padre de Fernando, Juan II de Aragón, que deseaba una alianza firme con Castilla para hacer más estable su situación en la Península, habida cuenta de los problemas que tenía con Cataluña y sus pugnas con el reino de Navarra.

-Resulta extraño que Enrique IV no luchara para imponer a su hija, Juana la Beltraneja, como futura reina de Castilla, en lugar de su hermanastra Isabel.

-Esa actitud tuvo mucho que ver con el carácter pusilánime que tenía Enrique IV. En cualquier caso, el Rey hizo algún intento para mantener a su hija Juana como futura heredera de la Corona de Castilla, ya que impuso a Isabel unas condiciones tales que hacían poco probable su llegada al trono algún día. El Rey pretendía que se casara con un príncipe portugués, de tal forma que, a su muerte, fuera su hija Juana la que heredase el trono de Castilla. Arropada por un buen equipo de asesores y por su propia inteligencia, Isabel negoció a su vez una cláusula en la que se reservaba la libertad de elección en su matrimonio. Cualquiera de los dos podía engañar al otro. Finalmente, Isabel eligió a Fernando, que aportaba el Reino de Aragón y su juventud, lo que obviamente disgustó a Enrique IV.

-¿Cuáles fueron las razones del levantamiento de parte de la nobleza contra Enrique IV en la Farsa de Ávila?

-La facción de nobles reunidos en torno a la Liga se enfrentó a Enrique IV y proclamó nuevo rey a Alfonso, el hermano pequeño de Isabel. Para una parte de Castilla, aquel muchacho de 13 años era el monarca legítimo, lo que convertía a Isabel en la heredera del trono mientras Alfonso no tuviera descendencia. Pero el infante-rey murió el 5 de junio de 1468, lo que complicó el futuro de Isabel. Sin embargo, uno de los rasgos de su carácter fue el sentido de la realidad. Supo afrontar la situación y ganar las batallas políticas que se le fueron presentando. Viendo la dificultad de aquel paso, se comprometió con Enrique IV a no hacer nada en su contra mientras él viviera. Pero a su muerte, ella ocuparía el trono.

-¿El matrimonio de Isabel y Fernando fue un enlace político o se trató de una unión sentimental en toda regla?

-En un principio, fue un negocio de Estado, un mero matrimonio político. Pero pronto derivó en una verdadera unión sentimental.

-En su libro, usted cuenta la boda de los jóvenes príncipes como si fuera un capítulo de una novela de caballerías.

-Es que fue así. Isabel era la princesa joven y rubia que estaba cautiva, el Rey la mantenía en semicautiverio. Además, iban a obligarle a contraer matrimonio con un viejo rey portugués, mucho mayor que ella. El joven Fernando de Aragón fue el caballero que realizó la proeza de disfrazarse de mozo de mulas para pasar desapercibido por una Castilla controlada por los hombres de Enrique IV. Culminó con éxito aquel peligroso viaje y logró liberar a la princesa y casarse con ella. Un final feliz muy propio de una novela de caballerías.


Fernando de Aragón fue el político más hábil del Renacimiento

-¿Podría describir cómo era Fernando de Aragón?

-Era un hombre aguerrido, muy preparado militarmente e inteligente, tal y como demostró en su reinado. Fue el primer gran capitán de los tiempos modernos, el que ganó la batalla de Toro y el que reconquistó Granada. Hernando del Pulgar (cronista de los Reyes Católicos) lo describe como de mediana estatura, algo más alto que ella. Pero, en contraste con la rubia Isabel, él era de pelo muy negro. Tenía el don de gentes y era muy mujeriego, pero también un hombre discreto, dueño de sí mismo y un verdadero rey-soldado. Sin duda, fue el político más hábil del Renacimiento y su prestigio fue tan grande que le glosó el propio Maquiavelo.

-¿Y cómo era la Reina?

-Si nos quedamos con el rostro del cuadro de Juan de Flandes, Isabel es una mujer ya mayor, apartada de las cosas mundanas, con un aire muy monjil y poco atractiva. Pero la imagen de la Reina cambia si nos atenemos al cuadro la “Virgen de la mosca” (de pintor flamenco desconocido) que se conserva en la Colegiata de Toro, en el que se ve a una joven rubia muy hermosa. Esa es la mujer que enamora a Fernando. Desde el punto de vista cultural, Isabel llegó a entender que no podía pasar a la historia como una gran reina sin impulsar la arquitectura y las letras. De hecho, logró reunir una gran colección de pintura. Como representante del Estado, fue una mujer dura. Pero luego hay una etapa final en su vida en la que la mujer de Estado dio paso a la mujer santa.

-Hay quien la critica por su fundamentalismo religioso.

-Nunca me lo he planteado en esos términos tan rigurosos. Pero sí es cierto que hay que pensar que el carácter de Isabel iba en esa línea cuando decidió apoyar la Inquisición y ordenó la expulsión de los judíos.

-¿Cuál de los dos monarcas decidió dicha expulsión?

-Es difícil deslindar la voluntad de Fernando y de Isabel. Hay un gran debate al respecto. En todo caso, yo diría que Isabel veía en la Inquisición un instrumento para vigilar la fe y el buen orden cristiano. En aquella época, los judíos no perdonaban a los conversos su traición y su afán de engrandecerse. Los intentos de los judíos por atraer a estos conversos y el peligro de que algunos se judaizaran (hubo cristianos conversos que se reconvertían al judaísmo) pudieron motivar aquella respuesta tan dura de los Reyes Católicos.

-¿El Tribunal de la Inquisición fue un instrumento político en manos de los Reyes Católicos?

-Fernando percibió lo que suponía para el poder regio el contar con un Tribunal tan poderoso, capaz de extender su jurisdicción sobre toda España. Pero aquel instrumento hizo que los Reyes fueran demasiado servidores de una intolerancia religiosa. No hay ninguna duda de que miles de personas fueron quemadas vivas tras ser condenadas por la Inquisición. Fue una crueldad tremenda.

-Usted cuenta en su libro lo que le ocurrió a la pobre Pampana...

-El fiscal acusó a aquella mujer de haber comido carne toda la Cuaresma, especialmente un guiso de gallina. La tal Pampana, que en realidad se llamaba María González y estaba casada con Juan Pampán, fue acusada de judaizar y con tales pruebas fue condenada a ser quemada viva, con otras 33 personas que fueron igualmente enviadas a la hoguera por los inquisidores de Ciudad Real, en 1484.

-Parece ser que el propio Vaticano afeó la conducta a los Reyes Católicos.

-El Pontificado de Roma quedó espantado de las cosas que estaban haciendo los reyes de Castilla y Aragón, y no quiso ser solidario de algo tan anticristiano. Se produjo un fuerte forcejeo entre Roma y Fernando el Católico, que no estaba dispuesto a dejarse arrebatar el privilegio que tenía con la Inquisición. El Papa terminó arrugándose, ya que temía perder el apoyo de dos monarcas tan poderosos y tan necesarios en aquella cristiandad amenazada por los turcos.

-Pero, frente a ese aspecto oscuro, el reinado de Isabel y Fernando tuvo también un lado de gran brillantez. En su opinión, ¿cuáles fueron los grandes logros de los Reyes Católicos?

-Aquella España se presentó con tal poder, que toda Europa intuyó que una nueva época iba a dar comienzo. En pocos años, los dos monarcas apaciguaron sus territorios, lograron reconquistar el reino nazarí y colaboraron con su ayuda al descubrimiento de una nueva ruta atlántica hacia las Indias Orientales. La toma de Granada hizo desaparecer la frontera sur con el mundo musulmán, lo que dio mayor seguridad a Castilla y a la propia cristiandad europea. Aquella hazaña, que llenó de prestigio a los reyes Fernando e Isabel, fue un milagro político. Sus logros dejaron boquiabiertos a los europeos

-¿Quién fue el impulsor de la toma de Granada?

-Así como Fernando fue el gran soldado y el estratega que logró el éxito militar, Isabel fue el alma de aquella empresa. En 1483 murió en Francia Luis XI, que poco antes, sintiéndose en sus últimos momentos, expresó sus dudas en cuanto a la licitud de su apropiamiento de los condados de Rosellón y Cerdeña. Viendo Fernando que tenía la oportunidad de consolidar el reino de Aragón con la anexión de dichos condados, decidió que ya había hecho mucho trabajo para Castilla. En aquel momento dejó la campaña en Andalucía. Sin embargo, Isabel le dijo que ella iba a permanecer en su puesto para llevar a cabo la tarea que tenía encomendada, que no era otra que la toma de Granada. Fue un momento de gran tensión y desavenencia entre ambos, que degeneró en una crisis matrimonial. Pero la postura firme de Isabel hizo que su marido cediera y retomara la campaña contra los musulmanes.

-¿La guerra para reconquistar Granada contó con el apoyo popular necesario?

-Aquella guerra se libró contra el infiel y por lo tanto en los territorios cristianos fue una guerra popular. Los pueblos salían con fervor al paso de las tropas de Fernando. El esfuerzo por reconquistar Granada tuvo tal apoyo social, que su recuerdo ha perdurado en el arte. En la estela funeraria de la figura del Doncel de Sigüenza, que se llamaba Martín Vázquez de Arce, se dice con orgullo que había estado en la campaña militar de la Vega de Granada, donde murió en 1486. De Francia e Inglaterra llegaron cruzados para colaborar en la lucha contra los musulmanes. Toda la cristiandad entendió que en Andalucía se estaba librando una guerra muy importante contra el islam. Aunque fue una obra de Castilla y Aragón, tuvo mucho de europea, ya que la toma de Granada venía a ser un desquite de Europa por lo sufrido en la caída de Constantinopla.

-¿Aquella guerra tuvo algo de cruzada caballeresca?

-Fue una guerra llena de lances caballerescos, aunque no hay que olvidar que en ella se aplicaron nuevas técnicas bélicas. Fue una guerra moderna en la que, si bien quedaban aspectos de cruzada medieval y caballeresca, se atacó de forma global tanto a las formaciones militares como a toda la población civil.

-¿Qué técnicas militares introdujo Fernando el Católico?

-En la batalla de Ronda, Fernando utilizó la artillería de una forma muy activa. Primero asediaba la plaza, luego lanzaba pellas incendiarias y, finalmente, la bombardeaba con artillería. Aquellos ataques provocaban tal pavor que la propia población asediada pedía a sus tropas que negociaran con el atacante o rindiesen la ciudad. Los bajorrelieves de la sillería de la catedral de Toledo, de Rodrigo Alemán, constituyen un testimonio gráfico impresionante de cómo eran aquellos asedios. Cada una de las sillas está dedicada a un momento de la guerra de Granada, formando una crónica de las campañas militares para la reconquista del reino nazarí.

-¿Cuál fue el impacto político de la derrota musulmana?

-En los años siguientes a la toma de Granada, España demostró a las claras que se había convertido en la primera potencia de la cristiandad. Aquel éxito de los Reyes Católicos tuvo su continuidad con el apoyo que brindaron a Colón para conseguir alcanzar las Indias Occidentales o, más bien, América.

Colón era un gran navegante, pero un pésimo gobernante

-Parece increíble que los Reyes Católicos apadrinaran la empresa de un marino de cuyo sano juicio muchos dudaban. ¿Qué sucedió para que el proyecto de Colón fuera aprobado?

-El descubrimiento de América llegó como un regalo. Así como la toma de Granada fue una apuesta consciente para la recuperación de un territorio, la aventura de Colón fue una casualidad. Muchos dudaban de la viabilidad de aquella empresa. Una carta de Fernando el Católico (1512) que encontré en los fondos documentales de la Colección Muñoz de la Real Academia de la Historia resulta muy reveladora de su escepticismo. En ella, el Rey comentaba indignado las peticiones que imponía Juan Ponce de León para ir a descubrir nuevos territorios en las Indias Occidentales, unas exigencias que eran muy similares a las que había planteado Colón años antes. En su carta, Fernando señalaba que Colón se enfrentó a la dificultad de hallar unas tierras sin que hubiera esperanza alguna de tener éxito. Por el contrario, Ponce de León ya tenía el camino allanado. Por lo tanto, no podía exigir lo mismo. En cualquier caso, lo que desvela la carta es el escepticismo que sintió Fernando ante la empresa que le propuso Colón. Estaba seguro de que todo iba a ser un fracaso.

-¿Y por qué finalmente dio el visto bueno a Colón?

-Precisamente porque pensaba que no iba a descubrir nada. Las peticiones desorbitadas de Colón, al que consideraba un advenedizo, no irían a ningún sitio. Hay que recordar que el navegante exigió los cargos de Virrey y Gobernador General de todas las tierras descubiertas y el título de Almirante del Mar Océano, lo que le equiparaba con la alta nobleza castellana y con un Enríquez, tío de Fernando el Católico, que fue Almirante de Castilla. Al principio, el Rey se encolerizó mucho con las pretensiones de ese personaje. Pero luego comprendió que aquello no tenía tanta importancia. Fernando estaba seguro de que aquel aventurero no iba a volver y si volvía sería con el rabo entre las piernas. Además, la empresa tampoco era muy costosa y con su apoyo complacía a la Reina.

-¿Qué razones tuvo Isabel para impulsar aquella aventura?

-Aunque la empresa que proponía Colón parecía una quimera, hubo dos aspectos que fueron determinantes en el apoyo de Isabel. Por incierta que fuese la aventura, una reina con una entidad como la suya no podía dejar en manos de otro monarca la posibilidad de ser protagonista de un gran descubrimiento. A eso se añadió que se podían encontrar nuevos territorios donde propagar la fe, algo muy importante en aquel momento para Isabel, que ya se encontraba en su etapa de mayor fervor religioso.

-¿Los Reyes Católicos fueron conscientes de la importancia del Descubrimiento?

-Al principio se produjo un cierto desencanto. Colón era un gran navegante, pero un pésimo gobernante. Sus desaciertos en el gobierno de La Española (actual República Dominicana y Haití) fueron enormes. Pese a todo, los Reyes comprendieron muy pronto que el Descubrimiento significaba una enorme posibilidad de expansión de territorios. Los Reyes Católicos sabían que lo descubierto era tan sólo una fracción de un mundo inmenso. En su testamento, Isabel dispuso que las Indias quedaran incorporadas a la Corona de Castilla, pero en agradecimiento al apoyo que tuvo de su marido dejó escrito que el Rey recibiese la mitad de lo que rentasen las islas y tierra firme del mar Océano.

-¿Contribuyeron los monarcas a la formación de la unidad política de España?

-Ellos pensaban en España, pero sin romper su diversidad. Su proyecto no era hacer unas Cortes de España, sino mantener por separado las de Castilla y Aragón. En aquel entonces había una frontera, una lengua y una justicia distintas. Fernando e Isabel empezaron a configurar una monarquía hispánica, una nueva estructura política plenamente europea, tal y como se entendía entonces Europa, que era el espacio de la cristiandad. Pero hubo que esperar dos siglos para hablar de una unidad política. Fue Felipe V de Borbón el que introdujo en España el esquema de una Francia centralizada. En realidad, en la época de los Reyes Católicos la única medida de unificación fue la religiosa.

Fuente: Revista "Muy Interesante", Historia. 19/04/2010.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Significado histórico de la Revolución Mexicana. Acontecimiento fundador o hecho que clausura una etapa e inaugura otra en la historia latinoamericana

Revolución Mexicana: 100 años

Por: Antonio Zapata (Historiador)

Al terminar el año 2010 recordamos el centenario de la Revolución Mexicana, que abrió el camino para el protagonismo popular en América Latina, impactando profundamente en toda la región. El continente venía de un siglo XIX profuso en revoluciones políticas y militares, que cambiaban todo para no cambiar nada. En contraste, la Revolución Mexicana fue la primera experiencia de transformación social multitudinaria, ubicando en la escena política a las masas campesinas y sus reivindicaciones históricas.

Los 30 años anteriores, México había sido gobernado por Porfirio Díaz, quien había modernizado el país, promoviendo la implantación de grandes negocios capitalistas sobre una estructura social tradicional. Las tensiones políticas eran agudas porque el patriarca se reelegía regularmente. Finalmente estalló un levantamiento dirigido por Francisco Madero, quien al grito de “sufragio efectivo y no reelección”, obligó a la dimisión de Díaz.

A partir de entonces, dos procesos se retroalimentaron. Por un lado, el impulso democrático que proclamaba elecciones libres y alternancia en el poder. Este principio ya había sido esgrimido por el mismo Díaz tres décadas atrás, cuando había llegado por primera vez al gobierno desplazando a los liberales, herederos de Benito Juárez, quienes se quedaron también entornillados en el poder. Así, la consigna democrática era importante, pero estaba desgastada porque su aplicación ya había derivado anteriormente en más de lo mismo.

A continuación, los reclamos de los desheredados ocuparon el centro de la escena. En este sentido, la Revolución Mexicana fue un proceso único, que en realidad inauguró el siglo XX en toda América Latina. A nivel continental, la vigésima centuria estuvo definida por el ingreso de las masas populares en la política, donde habían estado ausentes y proscritas durante el siglo XIX. La sucesión de liberalismo y populismo, en buena medida, se explica por el afán de encuadrar ese protagonismo popular en el mundo de las decisiones y los intereses políticos.

Pues bien, el carácter y la naturaleza del siglo XX latinoamericano fueron definidos en México, al ingresar los campesinos a la lucha. Ellos se hicieron presentes en dos frentes. Por un lado, los rancheros del norte comandados por Pancho Villa, que provenían de una cultura mestiza y ganadera. Por el otro, los campesinos más tradicionales del sur, cuyo líder fue Emiliano Zapata, quien era domador de caballos y conductor de pequeños propietarios y comuneros de ejidos, desplazados por la penetración de haciendas modernas de exportación.

Luego, el proceso fue un asunto de masas, que plantearon por primera vez una consigna que sería fundamental en Latinoamérica: la reforma agraria, el reparto de la tierra. Esa reivindicación fue altamente inspiradora para los líderes agrarios sudamericanos, que combatían a los gamonales y terminarían con la dominación oligárquica en las décadas posteriores.

Así, la Revolución Mexicana planteó una agenda que sería común a la región durante el resto del siglo XX. Ocasionalmente en la historia suceden acontecimientos con esa fuerza, clausuran una etapa e inauguran otra. Normalmente son revoluciones que alteran la relación entre las clases sociales y plantean nuevos desafíos, que alientan la movilización de otros pueblos.

En ese sentido, el siglo XX latinoamericano empezó en 1910, una década después del tiempo cronológico. Aparentemente está ocurriendo lo mismo con el siglo XXI, que sigue concentrado en problemáticas heredadas de la centuria anterior. Estamos a la espera, porque un acontecimiento fundador, de la potencia de la Revolución Mexicana, está aún delante nuestro.


Fuente: Diario La República (Perú). Mié, 29/12/2010.

martes, 28 de diciembre de 2010

Geopolítica: Canadá y Brasil, relaciones hemisféricas y autonomía frente a EE.UU.

La Canadá del Sur

Autor: Isaac Bigio (Internacionalista)

Canadá es el Estado más nórdico y extenso de las Américas. Pese a ser la segunda nación en área del planeta sólo tiene fronteras con una única nación: los EE.UU.

Con este último tiene una relación contradictoria. Ambos son los dos mayores países con población de lengua materna inglesa y también los únicos 2 miembros americanos del Grupo de las 7 potencias (G7). Sin embargo, Canadá es políticamente conservadora (no es república como EE.UU. y su jefe de Estado sigue siendo la corona inglesa, la misma que tiene la posibilidad de vetar o remover a su gobierno), pero tiene una seguridad social y un sistema de salud estatales y una baja tasa de criminalidad que muchos estadounidenses la ven como un modelo avanzado a conseguir.

Pese a que EE.UU. da al Caribe y Canadá da al Ártico, en diversas oportunidades la diplomacia canadiense se ha sentido más ligada a las zonas tropicales de su hemisferio. Canadá es, al mismo tiempo, la nación anglosajona y también latina más grande del mundo. Allí reside la población de idioma madre francés más grande fuera de Francia.

La diplomacia canadiense siempre ha mostrado cierta autonomía, aunque nunca una marcada hostilidad, ante EE.UU. Cuba es un ejemplo de ello. En cierta manera ha sido un puente entre la América anglófona y la latina.

Sin embargo, a medida que Canadá tiene un gobierno más cercano al que Bush hizo antes en Washington, el vacío que genera la ausencia de un gran contrapeso a EE.UU. en el hemisferio tiende a ser llenado por el Estado americano que les sigue a ambos en tamaño: Brasil.

Este se ha convertido en lo que el profesor James Dunkerley caracteriza como el nuevo "Canadá del Sur". Con Dilma como presidenta Brasil va a acentuar esas características.

Hoy Brasilia tiene una diplomacia que colabora con la de Washington, pero que también choca con ésta. Lula se demarcó de Bush y Obama logrando que Cuba doblegue el bloqueo y vetando el reconocimiento internacional del presidente hondureño Lobo. No obstante, no ha seguido la política de confrontación "antiimperialista" patrocinada por Caracas y el ALBA.

Brasil ha llegado aún más lejos que Canadá en cuanto a su propia independencia diplomática. Ha sido la principal fuerza militar en Haití, viene rearmándose con equipos franceses (incluyendo un submarino con capacidad nuclear) con vistas a fabricar los suyos propios, ha tendido puentes a Irán, pese al veto de la Casa Blanca, y ha creado en torno a sí dos bloques subcontinentales (Mercosur y Unasur) que siguen una orientación económica y diplomática diferente a la del consenso de Washington.

Fuente: Diario Correo (Perú). 10 de Noviembre del 2010.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Descripción del encuentro entre San Martín y Bolívar en Guayaquil. Visión de la Independencia de los Libertadores.

San Martín y Bolívar: dos ideas distintas para América

La permanente actualidad del secreto de Guayaquil

Cuando aquel 26 de julio de 1822 San Martín llegó al palacio de Guayaquil para el diálogo decisivo con Bolívar, ya había perdido sus ilusiones sobre el destino de América latina y tenía juicio formado sobre el militarismo heroico y vacuo del Libertador. En efecto, la violencia militar puede liquidar un orden establecido, pero no crearlo. Y éste es el punto crucial al que había llegado San Martín en su experiencia extrema de retorno a esa América de su primera infancia.

Había vivido hasta los 3 años en el paraíso subtropical de Yapeyú, sobre el Uruguay –el río de los pájaros–, y hasta los 7 en ese aldeón melancólico llamado Buenos Aires. Sus padres fueron trasladados a España y desde los 11 años su familia sería el ejército real durante 20 años de guerras, desde el norte de Africa hasta las batallas ganadas contra la invasión napoleónica.

Gozaba del mejor concepto y del rango de coronel. ¿Qué lo había decidido a enrolarse en la aventura de la independencia y volver sus armas contra su juramento? No era hombre de evocaciones ni de nostalgias. Tal vez tenía algunas imágenes de paraíso perdido: la ternura de su madre, los tucanes chocando sus picos en un rito de amor, la temida leyenda del yaguareté-í, la placidez cósmica del gran río.

España moría como imperio y tal vez San Martín ya no soportaba la decadencia y la corrupción del ocaso de Fernando VII.

San Martín había llegado a Guayaquil en el bergantín Macedonia. Bolívar le mandó a sus edecanes en traje de gran parada. A caballo recibió el homenaje de coraceros; entre centenares de banderas colombianas (Bolívar se había anexado Guayaquil en forma inconsulta), alcanzó el palacio donde el libertador lo estaba esperando.

Desde allí, ambos saludaron a la multitud. Eran dos hombres muy opuestos. Bolívar se movía con gestos rápidos y nerviosos; por momentos se erguía muy estirado, como suelen hacerlo los que tienen una estatura inferior a la media. Asumía con sublimidad de senador romano su figura de dimensión histórica.

Arando en el mar

Dominaba con generosidad y soltura toda circunstancia pública. Hablaba con energía y precisión. Se había formado en la riqueza. Conocía los clásicos y las vanguardias europeas. Se sentía ungido para una misión y estaba en el cenit de sus éxitos. Amaba los caballos, los libros, los dioses grecolatinos, la grandeza, las mujeres, las ideas liberales y republicanas de la Ilustración. Su amante incomparable era Manuela Sanz, vestida con uniforme de húsar, chaqueta roja y doble hilera de botones dorados. Cabellera negra derramada hasta enredarse en las charreteras color oro.

San Martín era circunspecto, poco sonriente. Adusto como el mismo Escorial. Llegaba a ese encuentro sin esperanza de cambiar su destino. Sentía seguramente que sería un milagro que Bolívar pudiese compartir un tema opuesto por completo a la visión del triunfo militar que lo exaltaba como estratego genial. San Martín había dejado todo preparado para regresar inmediatamente a Perú y reembarcarse hacia Chile.

Bolívar hacía de todo fasto una fiesta. Convocó a las familias distinguidas y al cabildo de Guayaquil a rendir homenaje al héroe sureño. San Martín la debe de haber pasado muy mal cuando Carmen Garaycoa, la adolescente hija de una amante del libertador, se acercó a él como una vestal griega y le colocó una corona de laureles y oro.

Desconcertado, se la quitó y se la devolvió a la niña murmurando que no merecía semejante homenaje. Luego, los héroes dialogaron a solas durante el almuerzo y al día siguiente se reunieron cuatro horas que serían para siempre famosas para nuestra historia.

Desde ese día en Guayaquil faltaban ocho años para la muerte trágica de Bolívar. San Martín, como un ángel premonitor, de algún modo le adelantó la frase que el libertador pronunciaría como un triste reconocimiento al expirar: "Hemos arado en el mar".

Apenas un desierto

Los historiadores no se detuvieron en el tema menor del comando para las batallas finales y del consiguiente renunciamiento. No fue el tema: Bolívar estaba ya claramente establecido en la primacía del poder continental y San Martín se había desprestigiado ante sus oficiales al no ordenar a Arenales la destrucción del ejército español cuando abandonaba Lima rumbo a las sierras.

Esa extraña orden, nacida del espíritu e ideología de Punchauca, prolongaría la guerra tres años, hasta la batalla final de Junín y Ayacucho, ya retirado el libertador argentino. ¿Qué visión trastornaba a San Martín?

Sabía que araban en el mar. Consolidaban una independencia sin contenido. Un grupo de militares, clérigos, abogados y propietarios asumían en nombre de la democracia el gobierno de repúblicas vacías.

La violencia de caudillos, señores de la guerra y explotadores era más grave que la placidez de la colonia española en ese siglo de decadencia final. No se podía hacer nada vital con esos pueblos anonadados.

El, Belgrano y muchos otros habían mitificado al Incario en el Congreso de Tucumán. América era un desierto apenas poblado por entes vaciados que miraban pasar las tropas de sus libertadores con total indiferencia, esperando que se asentase de una buena vez el polvo alimentado por los cascos.

¿Para qué querían la independencia si no podían reencontrar los dioses que les habían matado? El teocidio fue la clave del genocidio de la conquista.

Para San Martín todo era una desilusión. Esos pueblos vivirían muchas décadas de desastres. Quedaban enfrentados a la nada y a la anarquía.

Como la Argentina, todos nuestros pueblos serían envilecidos en guerras civiles y en el triunfo de caudillos efímeros. Quedarían cortados del mundo de los países centrales sin alternativas culturales eficientes.

Cortados del mundo de la civilización occidental, volveríamos a ser meros desiertos en los confines.

Leguas vacías, alguna posta entre espinillos, jaurías de perros cimarrones y la bendición de alguna torre caleada de campanario señalando la ciudad, con su señoría ignorante y con todo el tedio de la incultura de los universos marginales.

Había que conseguir la independencia, pero organizando monarquías constitucionales con príncipes españoles y europeos para quedar vinculados vitalmente con la cultura y con el progreso del siglo.

Reunión en Punchauca

Esta convicción nacida de sus cabalgatas americanas se transformó en obsesión y fue el tema de la reunión de Punchauca, un año antes de ese encuentro en Guayaquil, cuando el 2 de junio de 1821 se reunió con el virrey de Perú, en plena guerra y antes de la caída de Lima.

El general Mitre, que consideró una entelequia el plan de San Martín, destacó la reunión de Punchauca como el paso político más trascendental en la vida del Libertador.

San Martín puso como base el reconocimiento de la independencia de Perú por parte de España. Se entronizaría a un príncipe español como monarca constitucional. Se nombraría un consejo de regencia hasta la llegada de aquel príncipe.

El virrey y San Martín podrían viajar para presentar el tema ante la Corte de España. Cesaría el sistema colonial y entrarían en el siglo de los ideales liberales afirmando la realidad cultural occidental. El virrey y sus generales liberales exultaron con el plan.

Hubo brindis, exaltados. La penosa guerra y las matanzas concluirían en una renovación de progreso mutuo basado en la cultura común.

Lo que aceptaron el virrey y sus generales fracasó en los pasillos de Madrid, donde los burócratas pensaban que podían todavía reconstruir el imperio de Felipe II.

San Martín entró en Lima poco después.

El Libertador jugó su última carta ante Bolívar en Guayaquil. Pero para entonces Bolívar ya pensaba en la monocracia vitalicia. Expresó que no admitiría que vinieran Borbones, Austrias ni ninguna otra dinastía europea diferente de nuestra masa.

En cuanto a España, afirmaba que no bastaba romper con España, sino que "era indispensable también romper con todas sus tradiciones de gobierno y administración, y entre ellas con la tradición monárquica".

Todo estaba dicho, y brutalmente dicho. El general San Martín le diría a su yerno Balcarce: "Bolívar me trató con grosería".

Terminada la reunión, hubo una espléndida cena con baile. El hombre de perfil de senador romano del acto de la mañana se movía feliz bailando incansablemente entre mujeres bellas y oficiales con sus entorchados.

San Martín se apartó sigilosamente y dijo a Guido: "No puedo soportar este bullicio, nos vamos ".

Y se embarcó en el Macedonia, hacia Perú, para renunciar a todos sus cargos y emprender después el largo exilio, mientras la anarquía dominaba el continente.

Nadie había comprendido lo que culturalmente se consolidaría como realidad un siglo más tarde.

Por: Abel Posse
Para LA NACION

El autor es novelista y miembro del Instituto Sanmartiniano de Perú.

Fuente: Diario La Nación (Argentina). Viernes 17 de agosto de 2007.
Recomendado:

Historia de la firma del Acta de Brasilia (1998). Testimonios de diplomáticos peruanos y ecuatorianos.

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Recordando el camino de la paz
Varios diplomáticos que ayudaron a sellar la paz entre Perú y Ecuador a partir de 1995 comparten su alegría por la cooperación actual y recuerdan los momentos que marcaron la historia

Por: Juan Aurelio Arévalo

Hace un año, el presidente Alan García aseguró que nuestro país y Ecuador son hermanos que pueden darse las espaldas sin temor. Hace cinco meses, su homólogo ecuatoriano, Rafael Correa confesó que creció percibiendo al Perú como un rival y ahora siente que nada ni nadie podrá separarnos. Recientemente, los dos mandatarios llegaron a Loja vestidos iguales, cantaron juntos y dejaron volar una paloma blanca en señal de amistad. Y pensar que, poco más de una década atrás, ambas naciones estaban inmersas en un enfrentamiento bélico y el único sentimiento compartido era la desconfianza.

“Me parece mentira haber llegado a este nivel de integración. Más aun porque esta fue una victoria diplomática sin un triunfo militar. La coyuntura que viví fue lo suficientemente dramática como para pensar que no íbamos a alcanzar este final”, confiesa el embajador Eduardo Ponce, quien lideró las primeras negociaciones de Itamaraty, en febrero de 1995 , que concluyeron con el acuerdo de paz.

Cinco días después de estallar el conflicto, los representantes diplomáticos de los países garantes del Protocolo de Río y las delegaciones del Perú y Ecuador iniciaron una ronda de conversaciones en Río de Janeiro. Ponce recuerda que el viceministro ecuatoriano no lo quería ver oficialmente, porque pedía que suspendiéramos las acciones en el frente del Cenepa y eso era imposible. “Esos días no dormimos. Teníamos al presidente Fujimori al borde del teléfono permanentemente. Yo descansaba en el suelo de uno de los salones del palacio de Itamaraty, apoyando mi cabeza en un maletín”, afirma.

Su angustia quedó plasmada en el libro: “Nuestro problema con Ecuador” del embajador Antonio Belaunde Moreyra (integrante de aquella delegación): “Ponce tenía que hacer el esfuerzo de convencer a sus contrapartes de los extremos que le exigía el presidente (Fujimori) y por otro lado, procurar convencer al presidente de lo que era diplomáticamente posible [...] Había momentos en que llegaba de un lapso de negociación tan preocupado y tenso que pedía a gritos: ‘¡Necesito un chiste! ¡Cuéntenme uno por favor!’”.

La primera etapa fracasó, debido a que el Gobierno Ecuatoriano desautorizó las negociaciones de su vicecanciller. Las delegaciones se trasladaron a Brasilia y, tras varias jornadas aun más tensas, finalmente, a las tres de la madrugada del 17 de febrero se firmó el acuerdo que puso fin al conflicto bélico. Lo que siguió fueron 44 meses de intensas negociaciones que concluyeron el 26 de octubre de 1998, con la firma del acuerdo definitivo de paz.

“Yo estaba seguro de que íbamos a superar nuestras diferencias. Veía que nuestros países eran complementarios. En diciembre de 1996, llegué a Lima un sábado y el lunes presentaba mis cartas credenciales al presidente Fujimori. Le dije que mi misión era hacer la paz y él no me creyó”, recuerda el embajador ecuatoriano Horacio Sevilla, quien se encuentra destacado en Alemania.

El diplomático reconoce que la sospecha mutua fue el principal escollo a superar. “Nos conocíamos muy poco el uno al otro. En Ecuador, crecimos con falsedades históricas que nos enseñaban en el colegio”, afirma. El actual embajador norteño en Lima, Diego Ribadeneira, quien era vicecanciller durante los años de negociación, comparte esta apreciación. “Lo más difícil para los diplomáticos ecuatorianos no fue la negociación misma, sino el convencimiento interno. Tuvimos que crear conciencia ante personas que no querían voltear la página”.

Tal vez la mejor prueba de lo expresado por los diplomáticos ecuatorianos son las declaraciones del ex vicepresidente Gustavo Noboa, un día después de firmada la paz. “Nosotros hemos crecido pensando que Iquitos era nuestro [...] Ecuador nunca se animó a verse en el espejo y a decir ‘cuál es mi realidad’”, reconoció.

El ex canciller Eduardo Ferrero Costa confiesa que nunca perdió el optimismo y deja en claro que, a pesar de haber renunciado a su cargo por estar en desacuerdo con la entrega de Tiwinza, eso no resta mérito a todo el esfuerzo diplomático desplegado. “Recuerdo que en julio del 98 advertimos la intromisión de tropas ecuatorianas en nuestro territorio. Las negociaciones estaban en marcha y era un momento sumamente delicado. Los gobiernos contestaron positivamente y primó la tesis de la diplomacia sobre la guerra”, señala.

Ribadeneira también trae a la memoria aquel momento. “Las tropas de ambos países estaban frente a frente, amenazándose. El canciller argentino, Guido Di Tella, viajó a Lima y luego llegó a Quito con una propuesta de las FF.AA. del Perú. Conversó con el presidente, con el canciller y el ministro de Defensa, pero no logró convencerlos. A las 10 de la noche recibí una llamada del Ministerio de Defensa comunicándome que aceptaban los términos. Lo llamé a Di Tella y él, en su desesperación, había viajado a Lima. Cuando le di la noticia se le cortó la voz, se puso a llorar y no pudo seguir hablando”, confiesa.

Tras la renuncia de Ferrero en octubre de 1998, entró en su reemplazo Fernando de Trazegnies, quien desde julio del año anterior trabajaba como presidente de la Comisión Técnica Jurídica encargada de solucionar los desacuerdos. “El presidente Fujimori me convocó y me preguntó: ‘¿Está dispuesto a montar este caballo sabiendo que corre el riesgo de caerse?’. Le contesté: ‘Yo lo llevo a la meta’”. Al no ser diplomático de carrera, De Trazegnies rompió con las formalidades y decidió aplicar una estrategia poco explorada hasta entonces: volverse amigo de los ecuatorianos. “Los invitaba a salir, a comer. Les decía: ‘Yo no quiero hablar de la frontera, yo quiero hablar de ti’ y de a pocos les cambié la cara de desconfiados”.

Romper el hielo no fue fácil. En una ocasión, al redactar un documento, el Perú quería colocar el término “parecer”, pero Ecuador insistía con “opinión”. Tal fue la terquedad de las partes que ambos pensaron que había gato encerrado. “Verifiqué el diccionario y constaté que uno se define por el otro. Llamé a Fujimori y, después de una hora, me dijo que cambiáramos a ‘pareceres u opiniones’. No tenía sentido, pero lo pusimos igual”, cuenta el ex canciller.

Doce años después de haber alcanzado la paz, los protagonistas de esta historia coinciden en que hemos dado un ejemplo de integración al mundo. Más allá de los gestos que se producen en cada encuentro binacional, la amistad trasciende a los gobiernos. “No hay dos países en América Latina que se parezcan más que Perú y Ecuador. Finalmente, nos damos cuenta que somos hermanos”, concluye De Trazegnies.

Fuente: Diario El Comercio (Perú). Domingo 31 de Octubre del 2010.

Recomendado:

Documento, El Acta de Brasilia (RR.EE).

Contraste entre los libertadores General Don José de San Martín y Don Simón Bolívar.

San Martín y Bolívar

Por: Antonio Zapata (Historiador)

En setiembre de 1820 desembarcó José de San Martín en Pisco, dando inicio a la campaña militar que llevó a la proclamación de la independencia. Sobre la estadía del general argentino en el Perú ha aparecido un libro de la historiadora Scarlett O’Phelan, gracias al Fondo Editorial del Congreso. Lujosamente editado, el texto de la doctora O’Phelan analiza la breve estadía de San Martín, que se extendió apenas dos años, uno de los cuales como gobernante.

Aunque no ingresa al período de Bolívar, en varios pasajes la autora presenta la solución bolivariana a temas que fueron encarados por San Martín. Así, de una manera indirecta, este texto permite reflexionar sobre los dos libertadores extranjeros del Perú, habida cuenta que el uno es largamente preferido sobre el otro. Como sabemos, tanto la historiografía como el sentido común de los peruanos siempre se han sentido más inclinados por San Martín.

La doctora O’Phelan ofrece pistas para entender esta dicotomía. Un tema clave fue la actitud frente a la aristocracia, mientras Bolívar la suprimió, San Martín la promovió. En efecto, el libertador argentino apostó por la monarquía como régimen político para el país independiente y necesitaba forjar una aristocracia que sostenga a un eventual Rey del Perú. En ese afán, San Martín creó la Orden del Sol y repartió títulos de nobleza, como por ejemplo al líder peruano de su confianza, Bernardo de Torre Tagle, a quien nombró Marqués de Trujillo. En agudo contraste, la Constitución de Bolívar impuso la ciudadanía.

Pero, San Martín no fue un gobernante blando. Durante su mandato se persiguió rudamente a los peninsulares. La campaña contra los chapetones fue atribuida al ministro de San Martín, Bernardo de Monteagudo, pero éste era hombre de confianza del general argentino y siempre actuó en su nombre. Monteagudo liquidó a la elite peninsular que estaba afincada en Lima. En la capital peruana vivían más españoles que en cualquier otra ciudad de Sudamérica y, además, entre ellos, estaban las mayores fortunas del país. Pues bien, el régimen del protectorado hizo una redada y deportó sin sus bienes a muchos de los españoles importantes y adinerados. A continuación sobrevino una persecución en regla que afectó gravemente a la elite. Los odios que se granjeó Monteagudo fueron tan grandes que luego fue asesinado mientras caminaba por las calles de Lima.

Es decir, si Bolívar es recordado por su carácter implacable, San Martín no fue bonachón con el enemigo. Ambos supieron marcar a sangre y fuego los límites entre colonia e independencia. Entonces, ¿por qué el uno es bien amado y el otro temido como enemigo del Perú?

La clave se halla al final y hacia ella nos conduce O’Phelan. En efecto, a San Martín le fue mal en su año de gobierno. Nadie aceptó la monarquía y sus expediciones militares fracasaron. Mal en la guerra y en la política, San Martín estaba debilitado cuando se entrevistó con Bolívar en Guayaquil, con resultado negativo para sus iniciativas. En ese momento, San Martín supo retirarse e instalar un Congreso constituyente. Es decir, organizó a los peruanos y les transfirió la responsabilidad. Mientras que Bolívar en Lima llegó al máximo de su poder y en 1826 se proclamó presidente vitalicio de cinco repúblicas sudamericanas.

Así, San Martín aparece como un hombre desprendido, aunque amante de los títulos coloniales, mientras que Bolívar encarna al republicano, pero ávido de poder. En esa imagen, San Martín representa al Estado razonable, que entiende cuando debe ceder, mientras que Bolívar encarna al Leviatán autoritario, que siempre sabe lo que necesitan los demás.

Fuente: Diario La República (Perú). Mié, 15/09/2010.
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domingo, 26 de diciembre de 2010

Historia del Cine Peruano, Amauta Films.

Recordando a Amauta Films

Hubo una época en la que el sueño de construir una industria cinematográfica en Perú no estuvo tan lejos. Ahora que la cuestionada Ley Pro Cine ha dividido lamentablemente a los cineastas peruanos y se busca modificarla para que los verdaderos beneficiados sean ellos y nos las grandes empresas, es bueno recordar los años de Amauta Films, que a fines de la década de los 30 se convirtió en la primera empresa cinematográfica nacional en realizar películas de manera constante, crear su pequeño star-system y ver al cine como una industria capaz de competir con el cine mexicano de entonces.

Entre 1937 y 1940 Amauta Films produjo 14 películas que podrían denominarse “costumbristas”, con personajes y escenarios extraídos de la Lima criolla de entonces, logrando ser éxitos. El Rímac, Barrios Altos o alguna hacienda eran los escenarios donde se desarrollaban historias de familias marcadas por la desgracia, enamoramientos o la búsqueda por salir de la pobreza, entre otros temas cotidianos, con influencia del cine melodramático mexicano.

La primera película fue “La Bailarina Loca”, dirigida por Ricardo Villarán, un director constante en estas producciones. Fue todo un éxito de taquilla.

Las películas de Amauta tomaban mucho del melodrama, pero también de la comedia. “De Doble filo”, trata sobre un joven limeño que recibe una millonaria herencia pero con la condición de que se case con una prima huancaína a quien no conoce. Sus prejuicios raciales hacen que rechace esta herencia y la aludida se entera del desplante, iniciándose una serie de enredos cómicos.

Valses, tangos, polkas o marineras eran la banda sonora de estas películas. En “El guapo del pueblo”, una muy joven Jesús Vásquez canta “El Plebeyo” de Felipe Pinglo (felizmente este fragmento sobrevive y se puede ver en Youtube).

A pesar de su popularidad, esta empresa tuvo que enfrentarse a la censura. “Barco sin rumbo” mostraba a un grupo de contrabandistas en el Callao, por lo cual fue vetada por la Junta Censora de Películas. Ricardo Bedoya, quien publicó investigaciones históricas sobre el cine peruano, considera a esta película como la más lograda de ese periodo.

Lamentablemente esta censura y sobre todo, la crisis producida al iniciarse la Segunda Guerra mundial, acabaron con la ilusión de crear una industria. El cine peruano entró en un periodo de silencio que terminaría con la irrupción de la Escuela de Cine del Cuzco, a fines de los años 50.

DATO

Las películas de Amauta también sirvieron de plataforma para actores que se harían muy famosos. Elvira Travesí, “la primera dama de la escena nacional”, debutó muy joven en la pantalla grande en “De carne somos” en 1938 y luego tuvo importantes roles en “Los conflictos de Cordero” y “Barco sin rumbo”. Alex Valle, el recordado hombre de la “santa paciencia” en “Risas y Salsa” actuó en “Tierra Linda” y protagonizó la comedia “Los conflictos de Cordero”.

Fuente: Diario La Primera (Perú). 26 de diciembre del 2010.

Recomendado:

Amauta Films: 70 años después I.

Amauta Films: 70 años después (II).

Geopolítica en Asia: China, EE.UU.y las dos Coreas.

Kim Jong-il juega a la guerra

Por: Farid Kahhat (Internacionalista)

De un tiempo a esta parte, Estados Unidos despliega un diligente cortejo alrededor de varios Estados con territorio en Asia. Primero suscribió un convenio de cooperación nuclear con la India y acaba de suscribir otro, que implica la transferencia de tecnología susceptible de uso militar (amén de respaldar su postulación a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y hacerle una oferta por 126 aviones de combate). Luego vino el denodado esmero por recomponer la relación bilateral con Rusia, al punto de que la OTAN acaba de invitarla a sumarse a su proyecto de escudo antimisiles. En junio, firmó con Vietnam un acuerdo de cooperación nuclear, y dos meses después el portaviones George Washington surcaba las aguas de ese país en conmemoración del 15 aniversario de la normalización de las relaciones bilaterales. Por último, ese mismo portaviones participó, en días recientes, en maniobras militares conjuntas entre EE.UU. y Corea del Sur.

¿Qué tienen en común esos Estados? Que, salvo por Corea del Sur, todos tienen una frontera terrestre con China. Y Corea del Sur también la tendría, de no mediar la división de la península coreana en dos Estados. No en vano las autoridades chinas creen que EE.UU. pretende tender un cerco de seguridad alrededor de sus fronteras. Por ello, Corea del Norte solía representar para China el proverbial ‘Estado Tapón’, cuya existencia era vital para establecer una distancia prudencial entre su territorio y una Corea del Sur que alberga bases militares de EE.UU.

Bajo esa lógica, una eventual reunificación de la península bajo la égida de Corea del Sur debería ser una pesadilla geopolítica para China. O tal vez no, según los cables filtrados por Wikileaks. Al parecer, el régimen chino confía en el poder gravitacional de su economía para atraer a una Corea unificada hacia su órbita de influencia. Después de todo, ya en el 2004 había desplazado a EE.UU. como su principal socio comercial, y mientras un acuerdo de libre comercio entre Corea del Sur y China parece inminente, las negociaciones para suscribir un acuerdo similar entre Corea del Sur y EE.UU. siguen estancadas. El cálculo parece ser que, en una península libre de las actuales hipotecas geopolíticas, una Corea unificada priorizaría sus relaciones económicas con China por sobre sus relaciones de seguridad con EE.UU. (asumiendo, claro está, que ese nuevo Estado no comparta los temores que la influencia creciente de China suscita entre sus vecinos).

En materia económica, en cambio, Corea del Norte no solo no es un socio de interés para China, sino que es, además, una rémora (rémora a la que subsidia, por ejemplo, entregándole petróleo a precios por debajo de su cotización internacional, pese a que China tiene que importarlo). Podría alegarse que China tolera a Corea del Norte como rémora económica precisamente porque es un activo estratégico, pero eso es francamente discutible.

La razón por la que a China le interesa mantener cierta influencia sobre el curso de los acontecimientos en Corea del Norte sería el potencial disruptivo que anida en ese país: de un lado se trata de una economía sumida en la miseria; de otro, se trata de una potencia nuclear. Lo cual hace que pueda ser una fuente de inestabilidad regional por dos razones: en primer lugar, por las consecuencias que podría tener su eventual colapso político (por ejemplo, una invasión de refugiados, tecnología nuclear en manos de los separatistas uigures en China, etc.). En segundo lugar, dado que carece de cualquier otro medio para obtener sus fines, tanto en materia económica como de seguridad, el régimen norcoreano apela, con singular desenfado, a su poderío militar como instrumento de negociación (por ejemplo, a través de acciones como el reciente ataque contra la isla Yeonpyeong). Todo lo cual explica la opinión sobre Kim Jong-il que, según un cable de la diplomacia estadounidense, expresara un alto funcionario chino: es como un “niño malcriado”, siempre presto a perpetrar alguna travesura para atraer la atención de sus interlocutores. El único inconveniente con esa metáfora es que ningún “enfant terrible” había contado jamás con medios tan expeditivos para llamar la atención.

Fuente: Diario El Comercio (Perú). Domingo 5 de Diciembre del 2010.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Historia de los límites territoriales entre México y Estados Unidos. Bicentenario de la independencia norteamericana ante el Imperio de España.

Bicentenario de EE.UU.

Por: Isaac Bigio (Internacionalista)

Los EE.UU. tienen como el día oficial de su independencia el 4 de julio de 1776. Sin embargo, en el 2010 hay más territorios de dicha potencia que han podido celebrar su bicentenario.

Las 13 colonias del Este que se independizaron hace 224 años tan sólo comprenden una décima parte del área de EE.UU. En cambio, otras zonas de dicha nación que suman aún más kilómetros cuadrados pueden estar conmemorando el bicentenario de sus respectivas independencias, aunque no ante el Reino Unido sino ante el Imperio de España.

Esta última potencia controlaba casi todo el sur y oeste de los actuales EE.UU. desde la Florida hasta California (Estados que retienen sus apelativos hispanos y una alta población latina). A fines de 1810 la zona que era conocida como La Florida Occidental (la costa del golfo de México que va desde el actual Estado de la Florida hasta el Mississippi) se proclamó como república y fue inmediatamente incorporada a EE.UU.

Las otras zonas, en cambio, se mantuvieron como parte de la Nueva España administrada por México, país que el 16 de setiembre de 1810 tuvo un alzamiento pro independencia. La ola revolucionaria se centró en el altiplano mexicano y poco se extendió a sus lejanas fronteras del norte, pero esa es la fecha en la cual México (que llegó a controlar el grueso de esas zonas) celebra su independencia.

Los procesos de independencia de la Norteamérica británica y de la española tienen en común el haber dado paso a repúblicas federales. Sin embargo, sus desarrollos fueron diferentes.

La Nueva Inglaterra tenía múltiples cultos, se basaba en colonos británicos y se separó de su corona a través de un proceso gradual que se inició con choques económicos y acabó en un enfrentamiento frontal entre americanos y europeos.

Los EE.UU. pasaron de tener una monarquía republicana (en Londres ésta estaba controlada por un Parlamento) a una república monárquica (donde se excluía a los negros esclavos y a los indios empujados fuera de sus fronteras).

La Nueva España, en cambio, era fervientemente católica. Su rebelión fue liderada por sacerdotes que mostraban como su símbolo a la Virgen de Guadalupe. La base social de dicho movimiento fueron los mestizos.

La guerra civil que allí se produjo se pareció más a la que había en la Vieja España (guerrillas con fuerte participación campesina y popular) que a la que entonces se daba en la Suramérica liderada por caudillos criollos. En la América hispana pelearon americanos en ambos bandos, pues los españoles poco combatieron allí y hasta 1814 se concentraron en querer liberar a su patria de la conquista francesa. Es más, muchos indígenas preferían aliarse a los realistas contra los criollos.

Mientras los colonos británicos fueron republicanos conservadores, los criollos y mestizos hispanoamericanos fueron inicialmente realistas que pedían restaurar al rey Fernando VII apresado por Napoleón. México inicialmente llegó a ser un imperio.

Cuando México nació, su territorio era 5 veces mayor que el del primer EE.UU. Mientras el primero perdió el 60% de sus iniciales 5 millones de kms2 debido a separatismos y guerras internas y a que no se modernizó oportunamente, el segundo multiplicó por 10 su área y se favoreció de su inicial espíritu capitalista y liberal.

Los EE.UU. de hoy tienen más zonas que fueron parte de España o México que de las originales 13 colonias, mientras que hay un proceso de crecimiento hispano muy grande en su interior.

Fuente: Diario Correo (Perú). 21 de Diciembre del 2010.
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viernes, 24 de diciembre de 2010

Libro: Los Reinos del Perú. Apuntes sobre la monarquía peruana. Fernán Altuve-Fevres Lores y el “Derecho Indiano”.

Los Reinos del Perú. Apuntes sobre la monarquía peruana

Por: Faustino Martínez Martínez
Departamento de Historia del Derecho y de las Instituciones. Universidad Complutense de Madrid.

La herencia hispánica sigue siendo objeto de estudio a ambos lados del Atlántico. La realidad incuestionable que conformó el llamado “Derecho Indiano”, concebido al modo omnicomprensivo de Santi Romano (normas jurídicas más instituciones político-administrativas) es hoy en día un atractivo elemento que contribuye a afianzar los lazos entre España, la antigua metrópoli, y las nuevas repúblicas hermanas surgidas en las procelosas aguas políticas y revolucionarias del siglo XIX. Porque su estudio no solamente sirve para poner de relieve un pasado común, sino también una serie de caracteres heredados, de herencias culturales comunes e indestructibles, en donde el Derecho juega un papel protagonista.

Es éste el objeto principal del trabajo elaborado por el profesor peruano Fernán Altuve-Febres Lores, en el cual efectúa una atractiva y sugerente disección de la vida jurídica en uno de los dos grandes polos administrativos de la América hispánica: el virreinato del Perú (el otro, obvia decirlo, es el de la Nueva España, actual México). Con un prólogo de Guillermo Lohmann Villena, acaso uno de los mejores historiadores del Derecho que ha dado el Perú, la obra se adentra en los entresijos del Derecho y la Administración durante la dominación española, combinando aspectos de reflexión teórica y realidades prácticas. El Perú es el escenario sobre el que se proyectan toda una serie de consideraciones jurídicas y políticas. A pesar de la reducción en lo geográfico y en lo temporal (siglos XVI a XIX), el excelente trabajo supera esas limitaciones. Comienza con una visión global sobre el problema del Estado y su nacimiento (Introducción, pp. 43-92), en donde esboza brevemente las principales corrientes doctrinales que se han ocupado del problema desde la Edad Media en adelante. Coincidimos con él en el origen europeo de la idea y en la dificultad de sus introducción en la España moderna. El profesor Altuve prefiere manejar, lo cual es muy respetable y sumamente prudente, el término “unidad política” para el período examinado por la dificultad de aplicación del concepto “Estado” y por la decadencia que experimentaba la idea de “Imperio” en el siglo XVI y en momentos posteriores. El aspecto lingüístico y terminológico es muy cuidado y respetado. Sin embargo, las referencias al Imperio, a mi parecer, son erróneas. Desde hace tiempo se viene defendiendo el empleo de una expresión aglutinante: “Monarquía Hispánica Universal”, porque Imperio solamente lo fue con Carlos V y era un Imperio europeo no expansivo, sino clásico y tradicional. La universalidad pone de manifiesto la pluralidad de mundos unidos bajo la dirección hispánica. Es una sugerencia escrupulosa, si se quiere, pero que refleja con mayor exactitud la realidad política que se encontraba detrás. El libro se divide en tres capítulos que brevemente paso a glosar. El primero (pp. 93-127) se ocupa de la llamada vocación universal de la monarquía española, contraponiendo el modelo de corte federalista o federalizante que encarnaron los Habsburgo, con un acentuado respeto a la diversidad de reinos y principados que conformaban sus posesiones, tolerancia de sus instituciones propias incluso de sus lenguas, frente al modelo borbónico francés, típicamente centralista, que acabó con esa idea de diversidad, sacrificada en aras de una uniformidad que no satisfizo a todo el mundo. Pero además lo que se reformó no fue solamente el modelo político territorial e institucional, sino que las importaciones francesas fueron más allá: el absolutismo frente a la tendencia pactista de ciertas regiones; la secularización frente a la confesionalidad de épocas anteriores; beligerancia de tipo religioso, que tuvo a los jesuitas como protagonistas de excepción, a pesar de la importante labor desempeñada en América; las reformas gubernativas con al figura de los intendentes que se superponen a las instituciones existentes; la ruptura de la idílica situación económico y su decidida vocación por la finalización de los monopolios, etc.. La crisis constitucional gaditana no hará más que acelerar las fuerzas centrífugas que se encarnarán en la Independencia.

El capítulo segundo (pp. 131-213) comienza narrando los inicios de la dominación hispánica en el continente americano y la famosa polémica de los justos títulos, magníficamente resuelta por Francisco de Vitoria y con cierto reflejo en la legislación posterior (Ordenanzas de Felipe II, 1573). El modo en que se procede a unir América a los restantes territorios de la Monarquía sigue siendo objeto de discusión (los maestros García-Gallo y Manzano han polemizado sobre esta ardua cuestión). El autor se limita a hacer constar, reiterando la opinión formulada por Levene, que las Indias no eran colonias, aunque tampoco se dio una plena integración política, ni tampoco una asociación, ni una unión personal. Fue una situación sui generis, acaso improvisada sobre la marcha, como sucede con buena parte de las instituciones indianas, que solamente el paso del tiempo pudo consolidar y convertir en definitivamente asentada. La hipótesis de los Reinos y de la Corona como entidad superior aglutinante, es atractiva porque permite poner de relieve la existencia de modos asimétricos de relación, es decir, que no todos los reinos se vinculaban de la misma forma con ese tronco común que constituía la Corona. La relación entre las Indias y Castilla fue así:

especial, sin llegar nunca a la fusión, porque eran territorios sumamente diferentes, dispersos y distantes, unidos en lo cultural, pero manteniendo una separación fáctica y jurídica por la conjunción de intereses, necesidades y circunstancias opuestas entre ambos. Cierto es que Castilla anexiona el territorio descubierto. Pero el paso del tiempo va originando una separación derivada, como decía Montesquieu a propósito de las leyes, de la propia naturaleza de las cosas, que termina con la creación de un ordenamiento específico para el territorio americano. La experiencia castellana fue, de todas formas, un grado y así se evitó la reproducción de aquellos errores que se habían producido durante la Baja Edad Media. Las Indias fueron vistas como tierras de realengo que además deberían pertenecer siempre al mismo, sin posibilidad de enajenación, venta o permuta. Tierras del rey, donde era éste la única autoridad con sus delegados. Tierras del rey donde no hubo lugar para los señores, al modo europeo. Tierras del rey en las que triunfó sin oposición el poder del rey y de sus delegados.

Los territorios americanos fueron calificados, en muchos caso, como reinos. Así sucede en México y en el Perú, pero también en Chile y en otras regiones. Esa declaración, nominal y meramente formalista, se efectuaba usualmente sobre la base de la existencia de culturas políticas previas que hubiesen adquirido un importante grado de desarrollo. Los aztecas y los incas eran ejemplos consumados de estos pueblos con un nivel de desarrollo superior al resto de la población indígena (no quiero decir con esto que mejores, ni peores; simplemente, distintos y con diferentes grados de cultura). Los españoles emplearon hábilmente esas herencias políticas para entroncar con la nueva realidad proporcionada por los monarcas españolas. El Perú, como se demuestra en este libro, prueba claramente la continuidad que se produce del Imperio Inca al Imperio Hispánico, con la utilización práctica precisamente de esos justos títulos alegados para defender la legitimidad de la dominación. Algunas láminas que ilustran la lectura ponen de manifiesto este entronque: los retratos de los incas son continuados, a modo de árboles genealógicos, por los retratos de los reyes españoles.

El capítulo tercero se ocupa de la morfología del poder y la organización del mismo (pp. 213-286), por donde van desfilando los principales aparatos de aquél: el rey y sus ministros, el Consejo de Indias, los Virreyes, las Audiencias, los Cabildos, etc. Estos instrumentos eran los encargados de llevar a la práctica las tres labores más importantes del gobierno, que nuestro autor para el caso peruano sintetiza en tres grandes bloques: la moneda (tanto explotación de los recursos mineros como dirección económica), los ejércitos (de lo que dan buena cuenta las numerosas fortificaciones existentes, de entre las que destaca Callao, puerto militar por excelencia) y la legislación (no sistemática u ordenada, sino casuística, pero sí atenta a las necesidades de la población). Todo este sistema político subsistió más allá de la Independencia, lo que muestra la capacidad del Derecho para adaptarse a los más variados ambientes. La herencia hispánica fue, además, elemento a combatir para algunas facciones nacidas en los nuevos Estados independientes como declaraban expresamente en sus programas, de la misma forma que sus rivales propugnaban los principios contrarios.

El libro concluye con un obligado apartado de bibliografía (pp. 289-303). Diversas láminas e ilustraciones pueblan el texto lo que sirve en muchos casos para verificar y sostener ciertas afirmaciones, así como para ayudar a la comprensión de los ejemplos narrados. Se trata, en suma, de una obra completa que permite estudiar el modo específico de realización del Derecho Indiano en el ejemplo del Perú. Tiene, por tanto, la virtud de combinar los elementos jurídicos relativos a ese orden especial que fue el Derecho Indiano, junto a los elementos históricos, que iluminan aspectos de lo anterior, proporcionados por la Historia peruana. Desde aquí no nos resta más que felicitar al autor y esperamos que en el futuro nos siga proporcionando obras que ayuden a conocer más la Historia del virreinato peruano.

Faustino Martínez Martínez
Departamento de Historia del Derecho y de las Instituciones
Universidad Complutense de Madrid
Recensión efectuada el 16 de junio de 2003.

Fuente: Revista Biblos

Revista de Bibliografía Histórico-Jurídica
Los Reinos del Perú. Apuntes sobre la monarquía peruana
Fernán Altuve-Fevres Lores.2ª edición
Dupla Editorial, Lima, 2001. 303 pp.

Recomendado:

Página de Fernán Altuve.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Historia de las clausuras y expropiaciones del diario "El Comercio".

Entre clausuras y confiscación

Por: Héctor López Martínez (Historiador)

Se cumplen 125 años desde que El Comercio fue clausurado por orden del presidente Piérola. En estas notas, el autor evoca una historia de clausuras sin omitir la expropiación de 1974.

Desde que se funda en 1839, gracias a los esfuerzos de don Manuel Amunátegui y don Alejandro Villota, El Comercio tuvo que sortear infinidad de problemas planteados por los caudillos militares que se disputaban el poder. El año 1842 los generales Juan Crisóstomo Torrico y Francisco de Vidal pugnaban por ocupar la silla de Pizarro. El 17 de agosto del año mencionado Torrico dispuso que ningún periódico de Lima se ocupara de la situación política del país. Los directores de El Comercio, en días posteriores, insertaron "remitidos". Ante lo que se consideraba un desacato, la Prefectura exigió al diario de la Rifa una fianza de 4 mil pesos. Amunátegui y Villota se negaron al pago arbitrario y, entonces, El Comercio se autoclausuró como protesta entre el 1º y el 5 de septiembre de 1842. Reapareció el día 6 al amparo de un decreto del prefecto de Lima, general Juan Bautista Lavalle.

Muchísimo más grave fue lo ocurrido en 1872. Las elecciones para elegir al sucesor del coronel José Balta en la presidencia de la República habían creado una crispación política pocas veces vista. El gobierno había clausurado el diario El Nacional (pardista) el 23 de septiembre de 1871 y sólo tuvo autorización para reaparecer a fines de mayo de 1872. Ya en el camino de la ilegalidad y la prepotencia, Balta, el 7 de junio de 1872, ordenó la clausura de El Comercio. Preparaba, obviamente, decisiones políticas de gran trascendencia que ningún órgano periodístico podía refutar o condenar.

LOS HERMANOS GUTIÉRREZ

Julio fue un mes angustioso, lleno de funestos presagios, cargado de tensión. Finalmente el día 22 estalló el motín acaudillado por los hermanos Tomás (ministro de Guerra), Marceliano, Marcelino y Silvestre Gutiérrez, coroneles del Ejército, con mando de tropa los tres últimos. Todo indica que Balta había aceptado llevar adelante -con los indicados Gutiérrez- un golpe de Estado, pero luego, atendiendo los consejos de Antonio Arenas, el general Echenique y Enrique Meiggs, se arrepintió. El Congreso pudo emitir una protesta poniendo fuera de la ley al usurpador Tomas Gutiérrez. Manuel Pardo, el candidato triunfante, alcanzó a refugiarse en casas amigas y luego abordaría la fragata Independencia, gracias a que la Marina de Guerra, en vibrante manifiesto, se negó a secundar el motín. Los días 26 y 27 de julio de 1872 el pueblo de Lima protagonizó una protesta popular sin antecedentes por su violencia, exasperación y hasta crueldad. Como consecuencia de esta reacción los coroneles Gutiérrez, con excepción de Marceliano, que logró fugar, fueron ultimados por las enfurecidas masas que recorrían las calles de la ciudad. El presidente Balta fue asesinado el día 26 en el cuartel de Santa Catalina y, pocas horas más tarde, los cadáveres desnudos, cubiertos de ultrajes de los hermanos Gutiérrez, aparecían colgados de las torres de la catedral para luego ser quemados en una gran hoguera que se prendió en la Plaza de Armas.

En ese marco de furia, terror, desborde incontrolable de pasiones, reapareció El Comercio el sábado 27 de julio de 1872. Don Manuel Amunátegui explicaba a sus lectores: "Después de un mes y diecinueve días de clausura vuelve a aparecer El Comercio. En las circunstancias enteramente anómalas que ayer hemos atravesado, sin esperar permiso de ninguna autoridad, fiados sólo de nuestros derechos imprescriptibles y deseosos, por otra parte, de servir a nuestros numerosos suscriptores y al público en general, hemos roto los sellos con que se habían cerrado nuestras oficinas y vuelve a la lid el viejo decano de la prensa. Firmes en la brecha, nuestras ideas no han cambiado, por supuesto: seremos lo que siempre fuimos".

El 18 de diciembre de 1879, en plena guerra con Chile, el presidente de la República, general Mariano Ignacio Prado, en forma inexplicable -aunque con permiso del Congreso- abandonaba el país para comprar armas en el extranjero. El estupor, el desconcierto, la condena, fueron unánimes. El 23 de dicho mes Nicolás de Piérola se proclamaba jefe supremo y dictaba un Estatuto Provisorio que, en su artículo sétimo, prohibía el anónimo en todas las publicaciones. Hasta la columna editorial debía estar firmada.

El 10 de enero de 1880 El Comercio publicó unos "acápites de carta", procedentes de París, donde se informaba que el agente financiero del depuesto régimen, doctor Francisco Rosas, estaba en negociaciones con el Crédit Industriel, para hacer un contrato sobre el guano cuyo producto permitiría la adquisición de importantes elementos bélicos. Sin embargo, ya Piérola había celebrado un contrato con la Casa Dreyfuss -que El Comercio censuró editorialmente- pues ésta exigía se le reconociera el carácter de acreedora del Perú por la suma de veintiún millones de soles, que fueron "rebajados" a trece millones. Es evidente que las cartas desde París y los editoriales que publicó El Comercio exasperaron a Piérola, quien debió reconocer en el diario de la Rifa al formidable adversario de sus anteriores empresas. Por eso el jefe supremo exigió que le fueran mostrados los originales de las cartas remitidas desde Europa.

Piérola, "que no era todavía el gobernante maduro que fue en 1895 -dice Aurelio Miro Quesada- sino el caudillo vehemente y arbitrario", insistió que el extracto de las cartas era falso. En vano el jefe de redacción, Guillermo Carrillo, llevó a Palacio las dos cartas para que las leyera el propio jefe supremo.

Piérola, "por razones políticas, insistió en su rechazo, prefirió librarse de un posible censor y resolvió clausurar El Comercio, para lo que expidió un decreto y envió guardias a la imprenta el 16 de enero de 1880". El mencionado instrumento legal, en su parte resolutiva, decía: "Primero: prohíbase la publicación del diario El Comercio, y de cualquier otro periódico en dicha imprenta; y segundo, declárese que sus directores- empresarios han perdido el ejercicio de un derecho que no han sabido usar sino en daño de los demás". El Comercio, por razones patrióticas, no se publicó durante los años de la ocupación chilena y sólo reapareció el 23 de octubre de 1883 cuando ya no quedaba en Lima ningún efectivo del ejército araucano.

LA CONFISCACIÓN

El 3 de octubre de 1968 un golpe militar autocalificado como institucionalista, derrocó al presidente constitucional de la República, arquitecto Fernando Belaunde Terry. Muy pronto el gobierno castrense mostró su índole socializante y dictatorial. El Comercio, como no podía ser de otra manera, defendió tenazmente la libertad de prensa y en uno de sus vibrantes editoriales preguntaba al gobierno "¿hacia dónde estaba llevando el país?"

La respuesta llegó en las primeras horas del 27 de julio de 1974, cuando elementos policiales tomaron por asalto los diarios limeños, obligando, por la fuerza, a salir de ellos a sus legítimos propietarios. Dos días antes del incalificable despojo, don Luis Miró Quesada fue sometido a detención domiciliaria. Consumado el atropello, don Luis Miró Quesada como director general y Aurelio Miró Quesada Sosa y Alejandro Miró Quesada Garland, como directores de El Comercio, enviaron una comunicación a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) describiendo el atentado del cual había sido víctima la libertad en el Perú.

"Nos dirigimos a la opinión pública del extranjero -expresaban los directores de El Comercio- pues en nuestro país se ha silenciado las voces de todos los diarios independientes, para protestar por el grave atentado cometido contra la libertad de prensa en el Perú y agradecer el multitudinario y valiente apoyo que en forma clara y terminante viene expresando el periodismo mundial".

En otro párrafo de la justamente indignada protesta se decía: "Todo ello constituye un hecho sin precedentes en la historia del periodismo peruano y posiblemente de América, al expropiarse la totalidad de los órganos de prensa independientes, cuando éstos se hallaban empeñados en una decidida campaña para impedir el avance del comunismo en el Perú".

Durante seis años los medios de comunicación, en general, sufrieron ominoso cautiverio. Finalmente, el 28 de julio de 1980, al asumir por segunda vez la jefatura del Estado el arquitecto Fernando Belaunde, su primer acto de gobierno fue devolver diarios, televisoras, radios, revistas, a sus legítimos dueños. El viejo decano de la Rifa retomaba sus limpias banderas, con más fuerza, entusiasmo y anhelo de modernidad. Nunca albergó sentimiento alguno de venganza, pero sí creemos necesario que sobre este nefasto episodio no caiga el cómplice manto del olvido.

Fuente: Diario El Comercio. Año 2005.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Historia de los índices de precios de materias primas del mundo (1845-2010).

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165 años de precios de materias primas

Por: Humberto Campodónico (Economista)

En 1864 la revista inglesa The Economist publicó el primer índice de precios de materias primas del mundo, comenzando en 1845. Para Inglaterra, por entonces la primera potencia económica mundial (de lejos), era clave conocer el comportamiento de los precios de los insumos de sus industrias.

Desde esa fecha hasta la I Guerra Mundial los precios tuvieron un comportamiento más o menos estable. Pero una vez pasado el pico de la guerra, la regla fue la tendencia a la baja. Así, en el 2000 los precios de las materias primas solo eran el 20% de su valor en 1845-50 (ver gráfico). Ojo que estos son “precios reales” (descontada la inflación).

Esto contradecía los manuales de la economía ortodoxa, que dicen que la especialización de cada país en la producción de los recursos que tiene en abundancia lleva a una división internacional del trabajo donde se igualarían los precios de las mercancías. Más adelante, Heckscher y Ohlin dijeron que también se igualarían los precios de los factores (capital y trabajo).

La realidad desmintió esas bases teóricas, lo que llevó a economistas como Raúl Prebisch, fundador de la CEPAL, afirmar, por el contrario, que existía una tendencia al deterioro de los términos del intercambio de los países que exportaban materias primas, motivo por el cual deberían industrializarse.

Otros dijeron que esta tendencia a la baja era irreversible porque entrábamos a una sociedad post-industrial, donde las tecnologías de la información y del conocimiento dejarían atrás el consumo de materias primas.

Pero, oh sorpresa, desde el 2005, los precios de los productos básicos se han duplicado en términos reales (ver segundo gráfico). En el II semestre del 2008 hubo una fuerte caída de los mismos debido a la crisis sistémica, pero la recuperación fue rápida y ya se está por alcanzar los picos pre-crisis.

¿Qué ha sucedido? Pues que los “países emergentes” han comenzado un acelerado proceso de industrialización (China, India, los tigres asiáticos, Rusia, Brasil) y consumen materias primas. También que los capitales especulativos han entrado a los mercados de “commodities” provocando la formación de burbujas que luego estallan, como la de mediados del 2008.

¿Esta alza de precios va a ser duradera? No se sabe. Todo depende de cómo evolucionen, de un lado EEUU y Europa y, de otro, si los “países emergentes” pueden reemplazar a las “viejas economías” y convertirse en las nuevas locomotoras. La cuestión es que no podemos estar expuestos a un mercado vulnerable y volátil (a lo que contribuye la especulación financiera) capaz de volver a desplomarse.

En el Perú el crecimiento del PBI se ha beneficiado de este “boom” de precios, pero sus frutos se han repartido de manera desigual. Por eso, urge la diversificación de la economía hacia sectores productivos con mayor valor agregado y creación de empleos, basado en un fortalecimiento del mercado interno como punto de partida para entrar a los mercados externos. Ese es el camino que antes siguieron las “viejas economías” y hoy recorren los “países emergentes”.

Fuente: Diario La República (Perú). Lun, 20/12/2010.

"Latinoamericanos" y "norteamericanos". Las 13 colonias británicas, "Nueva Francia" y "Nueva España".

Norteamérica es también Latinoamérica

Por: Isaac Bigio (Internacionalista)

La gente de EE.UU. se denomina a sí misma como "americanos", mientras que a todos los países que están al sur de su frontera les caracterizan como "latinoamericanos". Como muchos de estos últimos no quieren llamar a los estadounidenses con el nombre de todo su continente, a ellos les denominan como "norteamericanos".

Sin embargo, como veremos en esta nota, todo ello es equivocado. El territorio de EE.UU. contiene a 9.8 millones de kms2, lo que constituye menos de la cuarta parte de los 42.5 millones de kms2 de América y menos de la mitad de los 24.7 millones de kms2 de Norteamérica.

Canadá supera a EE.UU. como el país más grande, tanto de Norteamérica como de Occidente. Estos dos gigantes del norte son considerados como la parte "no latina" de América, lo cual, a su vez, es errado.

Los portugueses llegaron al Canadá en 1497, cuando Colón estaba por llegar en su tercer viaje a conocer el subcontinente suramericano. Labrador, la gran península canadiense que le une al Atlántico, se llama así en honor al navegante lusitano João Fernandes Lavrador, quien le "descubrió" en esos años.

En 1513 Juan Ponce de León, el gobernador español de Puerto Rico, llegó a Norteamérica bautizando a la nueva colonia hispánica como "La Florida", actual Estado de EE.UU. cuya mayor ciudad es Miami.

Los británicos sólo llegaron a Norteamérica un siglo después: en 1607. En 1620 fundarían su colonia en Plymouth, en lo que llamarían la "Nueva Inglaterra". Un siglo y medio después, sus 13 colonias de la costa este en 1776 crearían los Estados Unidos de América. Este país al fundarse sólo agrupaba a una décima parte de su actual área y a un 1/25avo de todo el territorio norteamericano.

Las 13 colonias británicas estaban rodeadas por la "Nueva Francia" y la "Nueva España". La "Nueva Francia" era un territorio que entre 1534 a 1763 llegó a extenderse desde todo el oeste del actual Canadá hasta el golfo de México, pasando por la mayor cuenca fluvial norteamericana (el Mississippi), los grandes lagos, la actual urbe de Chicago y todo el centro de los EE.UU. de hoy.

La "Nueva España" era el virreinato liderado por la ciudad de México y que iba desde Centroamérica y el Caribe hispánicos hasta gran parte del sur y del oeste de los actuales EE.UU. Los castellanos incluso llegaron a reclamar Alaska y aún hoy allí hay lugares como Valdez, Córdova y otros que evidencian su presencia.

Cuando Canadá se fundó, la mayoría de su población hablaba francés. Hoy ésta sigue siendo una de las dos lenguas oficiales de dicha nación y es, además, la más empleada en su principal región (Quebec). La mayor población de idioma materno francés fuera de Francia no está en Suiza o Bélgica sino en Canadá. Haití y otras islas "latinoamericanas" influidas por Francia no hablan la lengua de dicha potencia sino idiomas criollos creados por los esclavos que mezclaban sus raíces y gramáticas africanas con vocabularios galos.

Fuente: Diario Correo (Perú). 16 de Diciembre del 2010.

domingo, 19 de diciembre de 2010

“Seres mágicos del Perú”, criaturas del imaginario popular peruano.

Fantásticas criaturas

Perú mágico. “Seres mágicos del Perú” nos recuerda a aquellas criaturas del imaginario popular peruano que trascienden el tiempo y la memoria a través de la tradición oral.

Por: Diana Gonzales Obando

Antes de la llegada de los españoles, los antiguos peruanos tenían un diálogo cotidiano con la tierra, el aire, el sol, el agua y los seres mágicos que los representaban para encontrar el equilibrio en la convivencia con la naturaleza. Estas criaturas permanecen en la memoria colectiva y han sido recopiladas en la publicación “Seres mágicos del Perú” (Editorial Malabares). Esta es una enciclopedia ilustrada que atraviesa la colosal diversidad de las criaturas que el imaginario popular peruano transmite de boca en boca y de generación en generación. A través del relato oral –que perdura ante el asombro y credibilidad de las ciencias y el paso del tiempo–, Javier Zapata, el compilador de estas mágicas criaturas, y el ilustrador Víctor Sanjinez han logrado consignar en esta enciclopedia seres de la costa, sierra y selva peruana tan diversos como el Amaru, el Tunche, el Mayantú, y otros de procedencia europea como gnomos, hadas, duendes, entre muchos otros. A continuación mencionamos algunos de ellos.

La Yara

En la selva peruana habita un hada de cabellera verde al igual que sus ojos, con la piel color madera y la parte inferior del cuerpo como una boa. Su nombre es Yara y seduce a los hombres solo para aparearse. Si llega a embarazarse nacerá de ella un ser con la pierna izquierda de una cabra o tigre conocido como Chullachaqui (chulla ‘solo’, chaqui ‘pie’), espíritu amazónico que se aparece bajo la forma de un amigo o familiar para confundir y perder al caminante.

Kajpamuiliti

Es un hombrecillo que anda desnudo por la espesura de la selva cuya única vestimenta es un tocado de plumas sobre la cabeza. Si se encuentran con uno le formulará la pregunta “¿a qué familia perteneces?” y la respuesta debe ser la correcta: “Koshichiniri”, de lo contrario partirá en dos el cuerpo del caminante. La única forma de salvar de la muerte es desnudándose porque este ser no soporta ver gente despojada de sus ropas, aunque él nunca vaya vestido.

Ichic ocllo

De cuerpo pequeño (crecen hasta 70 cm), estos seres malignos son regordetes, juguetones y burlones. Los Ichic ocllo tienen una larga y abundante cabellera blanca o dorada como el oro que peinan sobre las piedras mientras observan a la gente pasar. Viven en los riachuelos y puquios de Huaraz en los que tienen lujosos palacios a donde invitan con engaños a los niños que nunca más lograrán salir. Nace de su ombligo el arcoíris, no les gustan las mujeres embarazadas, enturbian las aguas y tiran piedras para amplificar el sonido de las cataratas.

Los Auquillos

Los duendes de la sierra, como el Apallimay o los duendes comunes, son seres que viven entre las piedras y cuevas, bajo las raíces de los árboles y dentro de la tierra, por su baja estatura pueden ser confundidos con enanos. Generalmente, tienen contacto con los humanos aunque no les guste su presencia por el ruido y la contaminación que producen. Uno de ellos es el Auquillo, con apariencia de anciano, conocido también como la materialización de los cerros o los antiguos gentiles. Si se enamora de una mujer, esta morirá en el acto, si ve a un hombre lo golpeará.

Los Muquis

Con la llegada de los españoles –y tras ellos la codicia por el oro–, los Muquis que custodiaban las minas se tornaron celosos y castigadores. Los mineros humanos deben pedir permiso al Muqui con un ritual de hojas de coca, cigarros, aguardiente y sacrificios de animales antes de ingresar a la mina. Si se es bueno el Muqui puede premiar al humano con oro, pero también puede matar al codicioso.

Los Oll-caihuas

Con cuerpo de humano extremadamente delgado y cabeza de perro o burro, los Oll-caihuas viven en las montañas de Cajamarca y son temidos por andar en grupo. Observan desde lo alto las fiestas en honor a los espíritus tutelares de los pobladores. Si percibe que no se tuvo la suficiente devoción ingresa en un estado de tristeza tan grande que llora y emite fuertes lamentos hasta causar huaicos que desaparecerán al pueblo entero. Los Oll-caihuas también morirán en el deslizamiento.

+ info

En la enciclopedia “Seres mágicos del Perú” se encuentra también la descripción, orígenes y espacios geográficos que ocupan actualmente personajes como los elfos, orcos, trolls, gigantes y ogros, todos de origen europeo, cuya naturaleza esquiva ayudó a que pasaran desapercibidos en las bodegas de los barcos de los conquistadores. Además, se ha investigado sobre la mágica presencia del cóndor andino, los gentiles, el imponente Señor de Sipán, el majestuoso Naylamp, el sagrado baile de las tijeras, la presencia de los pishtacos, la bruja Achiquee y la de Cachiche, Sarah Ellen –la vampiro–, el poder de los chamanes, curanderos y adivinos, y muchos más.

Fuente: Diario El Comercio, suplemento "El Dominical" (Perú). 19 de Diciembre del 2010.