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Carlos Tapia (Senderòlogo)
A inicios de 1983, en las alturas de la provincia de Huanta, en el departamento de Ayacucho, varias comunidades se habían movilizado contra los abusos que cometían los mandos armados que decían representar al “nuevo poder” propugnado por Abimael Guzmán.
Sucedía que los comuneros, incómodos ante la presencia de jóvenes que discurseaban cosas que no comprendían, una vez que descubrieron que sus hijas y esposas eran reunidas al atardecer en un descampado para recibir charlas de adoctrinamiento empezaron a desconfiar y temer lo peor. Las autoridades comunales no sólo protestaron si no desafiaron la presencia de los terroristas. En respuesta, fueron asesinados varios dirigentes comuneros.
La guerra estaba declarada. El 23 de enero de 1,983 los comuneros de Huaychao dieron muerte a siete jóvenes senderistas y los de Uchuraccay ya habían expulsado a los sospechosos de pertenecer a SL después de dar muerte a su principal mando político. Temerosos de la represalia terrorista, los comuneros fueron al puesto policial en Huanta dando cuenta de lo sucedido y exigiendo protección. Una docena de “sinchis”-destacamento policial antisubversivo- trasladados en helicóptero, reconocieron la zona y antes de retornar el mismo día –en lugar de quedarse a proteger a los comuneros-sólo atinaron a dejar la siguiente directiva: “todo extraño que venga a pie a la comunidad es un terrorista y debe ser eliminado, ya que nosotros sólo llegaremos en helicóptero”, pero ni siquiera dejaron algún arma de fuego para la defensa de los comuneros. Es que los “sinchis” también desconfiaban de ellos.
El destino y la tragedia convergieron cuando, al conocerse en Lima los hechos de Huaychao, las redacciones de los principales periódicos decidieron que fueran a la zona audaces periodistas con la misión de descubrir la verdad de lo sucedido. Entre corrillos se decía que eran campesinos inocentes asesinados por las FFAA.
Los ocho hombres de prensa acompañados por un guía salieron temprano del hostal “Santa Rosa” en Huamanga, en la mañana del fatídico 26 de enero de hace también 26 años para encontrase con una injusta y terrible muerte. Sucede que después de dos horas de viaje en un taxi, iniciaron la lenta y penosa caminata para llegar a Huaychao, viéndose obligados a bordear la comunidad de Uchuraccay donde campesinos exaltados y temerosos ante la presencia de extraños dieron cumplimiento, con piedras, hachas y picos a la directiva dejada por los “sinchis”. De nada sirvió que los ocho periodistas imploraran para que los llevaran a la comisaría de Huanta y poder demostrarles que no eran terroristas.
A inicios de 1983, en las alturas de la provincia de Huanta, en el departamento de Ayacucho, varias comunidades se habían movilizado contra los abusos que cometían los mandos armados que decían representar al “nuevo poder” propugnado por Abimael Guzmán.
Sucedía que los comuneros, incómodos ante la presencia de jóvenes que discurseaban cosas que no comprendían, una vez que descubrieron que sus hijas y esposas eran reunidas al atardecer en un descampado para recibir charlas de adoctrinamiento empezaron a desconfiar y temer lo peor. Las autoridades comunales no sólo protestaron si no desafiaron la presencia de los terroristas. En respuesta, fueron asesinados varios dirigentes comuneros.
La guerra estaba declarada. El 23 de enero de 1,983 los comuneros de Huaychao dieron muerte a siete jóvenes senderistas y los de Uchuraccay ya habían expulsado a los sospechosos de pertenecer a SL después de dar muerte a su principal mando político. Temerosos de la represalia terrorista, los comuneros fueron al puesto policial en Huanta dando cuenta de lo sucedido y exigiendo protección. Una docena de “sinchis”-destacamento policial antisubversivo- trasladados en helicóptero, reconocieron la zona y antes de retornar el mismo día –en lugar de quedarse a proteger a los comuneros-sólo atinaron a dejar la siguiente directiva: “todo extraño que venga a pie a la comunidad es un terrorista y debe ser eliminado, ya que nosotros sólo llegaremos en helicóptero”, pero ni siquiera dejaron algún arma de fuego para la defensa de los comuneros. Es que los “sinchis” también desconfiaban de ellos.
El destino y la tragedia convergieron cuando, al conocerse en Lima los hechos de Huaychao, las redacciones de los principales periódicos decidieron que fueran a la zona audaces periodistas con la misión de descubrir la verdad de lo sucedido. Entre corrillos se decía que eran campesinos inocentes asesinados por las FFAA.
Los ocho hombres de prensa acompañados por un guía salieron temprano del hostal “Santa Rosa” en Huamanga, en la mañana del fatídico 26 de enero de hace también 26 años para encontrase con una injusta y terrible muerte. Sucede que después de dos horas de viaje en un taxi, iniciaron la lenta y penosa caminata para llegar a Huaychao, viéndose obligados a bordear la comunidad de Uchuraccay donde campesinos exaltados y temerosos ante la presencia de extraños dieron cumplimiento, con piedras, hachas y picos a la directiva dejada por los “sinchis”. De nada sirvió que los ocho periodistas imploraran para que los llevaran a la comisaría de Huanta y poder demostrarles que no eran terroristas.
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Fuente: Diario La Primera. 28/01/09
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