El martirio de Gaza
Nelson Manrique (Historiador)
El polaco Isaac Deutscher, gran historiador marxista, autor de una trilogía sobre Trotsky y de la excelente Stalin, biografía política, fue un judío cuya familia y comunidad fueron exterminadas por los nazis en los campos de concentración. Pero en los ensayos de su libro El judío no sionista (Editorial Ayuso, Madrid 1971) sostenía que los occidentales nunca debían ceder al chantaje que califica de antisemitismo a las críticas que se formulan a la política imperialista israelí.
Deutscher proponía una analogía muy sugestiva para analizar la situación: un hombre atrapado en un edificio que está en llamas se lanza por la ventana para no morir y en su caída hiere gravemente a un transeúnte, cuyo cuerpo amortigua el golpe, salvándole la vida. ¿Qué debería hacer quien así se ha salvado? ¿Golpear al transeúnte y llenarlo de injurias, o apresurarse a disculparse con él, explicarle lo sucedido, confortarlo y curarlo? Quien saltó del edificio en llamas eran para Deutscher los judíos que huyendo el Holocausto ocuparon Palestina. El transeúnte herido los palestinos, sobre cuyo territorio se refugiaron quienes huían de la Europa cristiana; la de los innumerables pogroms contra los judíos por más de un milenio, que finalmente culminaron en la Shoá, en los campos nazis de exterminio.
Deutscher abogaba por una coexistencia pacífica y armoniosa entre judíos y palestinos, un ideal al cual, por un camino radicalmente distinto, llegó también otro judío, Yitzhak Rabin, combatiente, militar y primer ministro de Israel, e inicialmente un halcón entre los halcones del sionismo, al que la vida llevó a la convicción de que la única salida al drama era la negociación y la paz dialogada: “Fui hombre de armas durante 27 años –dijo en su discurso final–. Mientras no había oportunidad para la paz, se desarrollaron múltiples guerras. Hoy, estoy convencido de la oportunidad que tenemos de realizar la paz”.
La oportunidad se abrió cuando la al Fatah de Yasser Arafat decidió reconocer el derecho de Israel a existir, abriendo la negociación por la que Arafat, Rabin y Shimon Peres (que como presidente de Israel avala la barbarie) recibieron el Nobel de la Paz. Rabin fue abatido por un judío fundamentalista de derecha pocos minutos después de pronunciar estas palabras, el 4/11/95 y su muerte abrió el camino al triunfo de los extremistas judíos y palestinos, y a la espiral de guerra, dolor y destrucción que tienen su última expresión hoy, en el martirio de Gaza.
Gerardo Leibner, otro judío, catedrático de la Universidad de Tel Aviv, amigo del Perú y autor de un valioso libro sobre Mariátegui, nos escribe una carta conmovedora, en que pide solidaridad con “la población civil palestina de la Franja de Gaza expuesta a bombardeos diarios de aviones y helicópteros israelíes. Y también para la población israelí del suroeste del país que sufre de los misiles disparados por Hamas”, señalando al gobierno israelí como el principal responsable de la actual tragedia.
Por allí está el único camino posible. La gran amenaza para Israel no son los cohetes artesanales de Hamas sino la determinación que se está alimentando en miles de adolescentes palestinos que hoy ven justificado su anhelo de morir como mártires.
Nelson Manrique (Historiador)
El polaco Isaac Deutscher, gran historiador marxista, autor de una trilogía sobre Trotsky y de la excelente Stalin, biografía política, fue un judío cuya familia y comunidad fueron exterminadas por los nazis en los campos de concentración. Pero en los ensayos de su libro El judío no sionista (Editorial Ayuso, Madrid 1971) sostenía que los occidentales nunca debían ceder al chantaje que califica de antisemitismo a las críticas que se formulan a la política imperialista israelí.
Deutscher proponía una analogía muy sugestiva para analizar la situación: un hombre atrapado en un edificio que está en llamas se lanza por la ventana para no morir y en su caída hiere gravemente a un transeúnte, cuyo cuerpo amortigua el golpe, salvándole la vida. ¿Qué debería hacer quien así se ha salvado? ¿Golpear al transeúnte y llenarlo de injurias, o apresurarse a disculparse con él, explicarle lo sucedido, confortarlo y curarlo? Quien saltó del edificio en llamas eran para Deutscher los judíos que huyendo el Holocausto ocuparon Palestina. El transeúnte herido los palestinos, sobre cuyo territorio se refugiaron quienes huían de la Europa cristiana; la de los innumerables pogroms contra los judíos por más de un milenio, que finalmente culminaron en la Shoá, en los campos nazis de exterminio.
Deutscher abogaba por una coexistencia pacífica y armoniosa entre judíos y palestinos, un ideal al cual, por un camino radicalmente distinto, llegó también otro judío, Yitzhak Rabin, combatiente, militar y primer ministro de Israel, e inicialmente un halcón entre los halcones del sionismo, al que la vida llevó a la convicción de que la única salida al drama era la negociación y la paz dialogada: “Fui hombre de armas durante 27 años –dijo en su discurso final–. Mientras no había oportunidad para la paz, se desarrollaron múltiples guerras. Hoy, estoy convencido de la oportunidad que tenemos de realizar la paz”.
La oportunidad se abrió cuando la al Fatah de Yasser Arafat decidió reconocer el derecho de Israel a existir, abriendo la negociación por la que Arafat, Rabin y Shimon Peres (que como presidente de Israel avala la barbarie) recibieron el Nobel de la Paz. Rabin fue abatido por un judío fundamentalista de derecha pocos minutos después de pronunciar estas palabras, el 4/11/95 y su muerte abrió el camino al triunfo de los extremistas judíos y palestinos, y a la espiral de guerra, dolor y destrucción que tienen su última expresión hoy, en el martirio de Gaza.
Gerardo Leibner, otro judío, catedrático de la Universidad de Tel Aviv, amigo del Perú y autor de un valioso libro sobre Mariátegui, nos escribe una carta conmovedora, en que pide solidaridad con “la población civil palestina de la Franja de Gaza expuesta a bombardeos diarios de aviones y helicópteros israelíes. Y también para la población israelí del suroeste del país que sufre de los misiles disparados por Hamas”, señalando al gobierno israelí como el principal responsable de la actual tragedia.
Por allí está el único camino posible. La gran amenaza para Israel no son los cohetes artesanales de Hamas sino la determinación que se está alimentando en miles de adolescentes palestinos que hoy ven justificado su anhelo de morir como mártires.
Fuente: Diario La Repùblica. 07/01/09
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