Javier Pérez de Cuéllar: el aniversario y la historia
Manuel Rodríguez Cuadros
Ex canciller del Perú. Actual embajador en Bolivia.
Javier Pérez de Cuéllar cumplió noventa años el 19 de enero. Y fue objeto de un justo homenaje. Un excelente signo de buena salud nacional, en un país donde el reconocimiento al otro siempre es esquivo. Schopenhauer decía que “la verdadera salud del espíritu consiste en la perfección del recuerdo”. El recuerdo del nonagésimo aniversario de Pérez de Cuéllar, lleno de simbolismos, es también una manera positiva de valorar en su propio itinerario la vida y el hombre, la obra y la historia de quien es, en la concepción de Jorge Basadre, un referente esencial de la realización de la promesa de la vida peruana .
Cuando Javier Pérez de Cuéllar asumió la Secretaría General de las Naciones Unidas, en enero de 1982, el mundo observaba cómo se agudizaba la lógica del conflicto. En abril se inició la guerra de las Malvinas. Casi simultáneamente Israel atacó el Líbano. Irán e Irak seguían escalando en la guerra. En noviembre Andropov rechazó la propuesta americana de la opción cero. Maurice Bertrand en L´Etat du Monde, sentenciaba: “La ONU en definitiva sólo aparece como un foro de propaganda… nadie sabe todavía qué tipos de reforma podrían dar mayor utilidad a la organización”.
Seis años después la situación cambió radicalmente. La ONU a un ritmo inteligentemente dirigido por Pérez de Cuéllar y acompasado con los cambios que se aceleraron a partir de la “perestroika”, pasó por primera vez en la historia a ejercer sus poderes reales a través del Consejo de Seguridad. Se puso fin a la guerra Irán-Irak, la invasión de Irak a Kuwait fue objeto de una intervención legítima aprobada por el Consejo de Seguridad que culminó con la restitución de la soberanía de Kuwait; en Afganistán la mediación de Naciones Unidas logró el cese del fuego y el retiro de las tropas soviéticas; se firmaron los acuerdos de paz en El Salvador; en Camboya se negoció el cese del fuego; las Naciones Unidas obtuvieron la independencia de Namibia y un avance decisivo para liquidar el apartheid, incluyendo la liberación de Nelson Mandela el 11 de febrero de 1990.
El mismo Maurice Bertrand, tan crítico de la inoperatividad de la ONU en 1982, escribió en 1989: “…la ONU y su secretario general, Javier Pérez de Cuéllar, gozan de una sostenida popularidad, el papel jugado por la organización en la resolución de los conflictos regionales ha ganado la primera página de la prensa internacional; las fuerzas para el mantenimiento de la paz han obtenido el Premio Nobel. ¿Cómo explicar este cambio en la situación?”.
La respuesta está en la forma como Pérez de Cuéllar leyó las tendencias del cambio y lideró las negociaciones, asegurando que por primera vez en su historia el Consejo de Seguridad asuma plenamente sus facultades y funciones, en una sintonía fina con el ejercicio eficaz de las propias prerrogativas y capacidades del secretario general. Sin confundir los poderes de uno y otro.
En medio de decisiones que cambiaron la historia del mundo, Pérez de Cuéllar nunca perdió de vista al ser humano, a la población civil en los conflictos o a su dignidad frente al poder despótico. Hay en su pensamiento y obra un sustrato humanista, ajeno a toda retórica, que lo dota de una dimensión universal.
Fuente: Diario La Primera. Lunes 25 de enero del 2010.
Manuel Rodríguez Cuadros
Ex canciller del Perú. Actual embajador en Bolivia.
Javier Pérez de Cuéllar cumplió noventa años el 19 de enero. Y fue objeto de un justo homenaje. Un excelente signo de buena salud nacional, en un país donde el reconocimiento al otro siempre es esquivo. Schopenhauer decía que “la verdadera salud del espíritu consiste en la perfección del recuerdo”. El recuerdo del nonagésimo aniversario de Pérez de Cuéllar, lleno de simbolismos, es también una manera positiva de valorar en su propio itinerario la vida y el hombre, la obra y la historia de quien es, en la concepción de Jorge Basadre, un referente esencial de la realización de la promesa de la vida peruana .
Cuando Javier Pérez de Cuéllar asumió la Secretaría General de las Naciones Unidas, en enero de 1982, el mundo observaba cómo se agudizaba la lógica del conflicto. En abril se inició la guerra de las Malvinas. Casi simultáneamente Israel atacó el Líbano. Irán e Irak seguían escalando en la guerra. En noviembre Andropov rechazó la propuesta americana de la opción cero. Maurice Bertrand en L´Etat du Monde, sentenciaba: “La ONU en definitiva sólo aparece como un foro de propaganda… nadie sabe todavía qué tipos de reforma podrían dar mayor utilidad a la organización”.
Seis años después la situación cambió radicalmente. La ONU a un ritmo inteligentemente dirigido por Pérez de Cuéllar y acompasado con los cambios que se aceleraron a partir de la “perestroika”, pasó por primera vez en la historia a ejercer sus poderes reales a través del Consejo de Seguridad. Se puso fin a la guerra Irán-Irak, la invasión de Irak a Kuwait fue objeto de una intervención legítima aprobada por el Consejo de Seguridad que culminó con la restitución de la soberanía de Kuwait; en Afganistán la mediación de Naciones Unidas logró el cese del fuego y el retiro de las tropas soviéticas; se firmaron los acuerdos de paz en El Salvador; en Camboya se negoció el cese del fuego; las Naciones Unidas obtuvieron la independencia de Namibia y un avance decisivo para liquidar el apartheid, incluyendo la liberación de Nelson Mandela el 11 de febrero de 1990.
El mismo Maurice Bertrand, tan crítico de la inoperatividad de la ONU en 1982, escribió en 1989: “…la ONU y su secretario general, Javier Pérez de Cuéllar, gozan de una sostenida popularidad, el papel jugado por la organización en la resolución de los conflictos regionales ha ganado la primera página de la prensa internacional; las fuerzas para el mantenimiento de la paz han obtenido el Premio Nobel. ¿Cómo explicar este cambio en la situación?”.
La respuesta está en la forma como Pérez de Cuéllar leyó las tendencias del cambio y lideró las negociaciones, asegurando que por primera vez en su historia el Consejo de Seguridad asuma plenamente sus facultades y funciones, en una sintonía fina con el ejercicio eficaz de las propias prerrogativas y capacidades del secretario general. Sin confundir los poderes de uno y otro.
En medio de decisiones que cambiaron la historia del mundo, Pérez de Cuéllar nunca perdió de vista al ser humano, a la población civil en los conflictos o a su dignidad frente al poder despótico. Hay en su pensamiento y obra un sustrato humanista, ajeno a toda retórica, que lo dota de una dimensión universal.
Fuente: Diario La Primera. Lunes 25 de enero del 2010.
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