Son necesarias las utopías
La
liberación de los pueblos empieza por la recuperación de sus conciencias. Y la
recuperación de las conciencias empieza por la construcción de utopías. Esta
es, en síntesis, la idea de “Mito y utopía. Relato alternativo del origen republicano del Perú”
(AcHeBe, 2012), del científico social Héctor Bejar.
ENTREVISTA
CON HÉCTOR BÉJAR "
—“Mito y utopía”. ¿A qué se refiere con el título?
—Hay
muchas formas de ver un mito. La antropología europea nos dice que los mitos
son propios de las sociedades primitivas. El problema es que los europeos no
aceptan que ellos también tienen mitos. El libro “Mito y utopía” te dice
“cuidado, la sofisticada cultura occidental tiene otros mitos”. El primer mito
es su superioridad, el mito de que la civilización empieza con Europa. El otro
mito europeo es que el capitalismo surge espontáneamente: no fue así, el
capitalismo, como dice Marx, emergió chorreando sangre, por la desposesión de
miles de gentes. Esa gente, que está entre el siglo XIV y el siglo XV, tenía
utopías. Es decir, pensaba que se podía vivir de manera distinta. Todos los
grupos sociales que trataron de vivir de manera distinta fueron aplastados
sangrientamente por los ejércitos de los propietarios europeos que ya estaban
despojando a la gente de sus propiedades. Hay un choque entre los mitos que van
creando las clases dominantes en Europa y las utopías que van creando los
despojados, los oprimidos.
—¿Qué tipo de utopías eran?
—Primero,
todos cuestionaban la propiedad. Como decía San Agustín, el pecado original del
hombre es haber propiciado la pobreza y haber dividido la tierra. Eso también
sucedió en América. Esa es la revolución del Consejero que calumnia
Mario Vargas Llosa cuando escribe “La Guerra del Fin del Mundo”, presentando al
Consejero como un loco… Cuando en realidad es la historia (escrita por Euclides
da Cunha en “Os Sertoes”) de los esclavos que habían sido “liberados” y que no
tenían a dónde ir y que se van al desierto, y cuando ellos tratan de establecer
una sociedad sin propiedad, la nueva república Brasileña acaba con ellos. Este es un auténtico
genocidio, una cosa feroz, que se repite en Paraguay con la Guerra de la Triple
Alianza, contra los últimos ecos de lo que habían sido las misiones jesuíticas
en el Paraguay, que tampoco aceptaban la propiedad privada.
—¿Esos grupos que durante 500 años han tratado de vivir de una manera
distinta tenían todos la idea contraria a la propiedad?
—Sí: los
líderes eran curas todos. El Vaticano había sido tomado por los propietarios, a
través del Renacimiento. ¿Qué hace Clemente, el primer papa? Acaba con los
caballeros templarios, con la gente que todavía pensaba en una función social
de la iglesia. El asunto del libro es: si la contradicción fundamental es entre
los mitos y las utopías, entre los mitos de los poderosos y las utopías de los
pobres y despojados, ¿cuál es la nueva utopía?
—¿Cuál es?
—Hay que
ver. ¿Qué es lo que ha pasado? Los poderosos te están convenciendo para que no
tengas utopías. Este libro cuestiona el realismo mediocre.
—¿Qué es el realismo mediocre?
—Es el
realismo del que piensa que solo hay que vivir el día. Sucede que la sociedad
piensa que tienes que competir, lo cual supone que la cooperación acaba.
¿Una nueva república?
—El
subtítulo dice “Relato alternativo del origen republicano del Perú”.
¿Cuál es el relato oficial y cuál el alternativo?
—El
relato común es que aquí había una colonia, esa colonia estaba subordinada a
España; que fuimos una colonia española, y que luego surgieron una serie de
líderes guerreros, como San Martín y Bolívar que te liberaron y esos
líderes tenían una mentalidad republicana, excepto San Martín, que tenía una idea monárquica. Esa es la historia
oficial. La historia verdadera, primero, es que no había colonia. Colonos hubo
en NorteAmérica, porque colono es el que viene y se instala, para
cultivar. Aquí solo vinieron a sacar todo el oro posible, regresar y comprar un
título en Europa e instalarse en Europa. Cuando lees la biografía de Carlos V,
te das cuenta que América no le interesaba; solo el oro
para financiar sus guerras. Segundo problema: ¿fuimos colonia de España si
quien gobernaba era Carlos V y este ni siquiera hablaba castellano? España
nunca llegó a existir. La vieja España, primero, eran los castellanos que
habían expulsado a los árabes y bereberes, pero que luego fueron reprimidos por
Carlos V y su corte austriaca, porque eran las comunidades que hacen la
primera revolución
de la independencia, pero que son reprimidas y aniquiladas.
—Y España lo niega. ¿Qué niega el Perú?
—Lo que
la historia peruana oculta cautamente es que los dos primeros presidentes del Perú fueron traidores: el Marqués de Torre Tagle, que se
arrepiente de todo, traiciona de la manera más increíble y muere con los
españoles; y Riva Agüero, que es declarado traidor, y que se va, trata de
negociar con la Santa Alianza para que lo reconozcan como presidente del Perú, como
falso presidente del Perú. Esos
son los dos primeros presidentes del Perú. La
República peruana tiene un defecto de fábrica: nació mal. Cuando algo nace mal,
ya no sabes si vale la pena modificarlo, si esto es modificable, o si vale la
pena pensar todo de nuevo. Y pensar un nuevo tipo de república a la manera
actual.
—¿Cómo sería esa nueva república?
—Multicultural,
que reconozca a las culturas que nosotros hemos creído que son salvajes,
empezando por los amazónicos, aymaras, quechuas, y por supuesto, criollos,
italianos… todos los aportes que ha tenido el Perú. Pero
esa es otra historia que ya no está en el libro, pero la idea es que si el Perú no se mira al espejo y no se reconoce como lo que
es, nunca va a poder solucionar sus problemas. Si el sueño es ser como los de
Miami, prefiero el positivismo europeo. Se necesita un cambio en las
estructuras mentales, eso es lo que el libro plantea. Tú vives lo que piensas.
El problema básico del Perú está en cómo nos pensamos a nosotros mismos. Eso no
significa disminuir la importancia de las estructuras económicas, pero lo que
el libro trata de decirte es que la forma como piensas es importante, tiene
igual o mayor importancia que la forma como vives. La idea es rescatar lo que
eres para modificar lo que piensas.
—El Perú no es solo andino o
amazónico.
—Para
nada. Es urbano. Pero los andinos cada vez son menos andinos también. Las
modificaciones culturales son aceleradas en el mundo y el Perú. Hay una
serie de intelectuales brillantes de los años veinte, que hoy han sido
olvidados. Uno de ellos es José Vasconcelos, quien habla de la cultura
indoamericana. En esa época se hablaba mucho de raza, se habla de la raza
cósmica. Precisamente en tiempos en que en México se depreciaba lo indígena, él
reivindica lo indígena, pero dice cuidado, somos cósmicos, eso significa que
tenemos que abrirnos al mundo. Ni siquiera usó la palabra indigenismo, él
hablaba de la raza, pero, para él, la raza indoamericana es una raza espiritual,
abierta al mundo. Creo que debemos regresar a Vasconcelos.
No existen culturas superiores ni puras
Como
diría Wallerstein, el occidental es uno de los sistemas mundo que hay: otro es
China; otro es Medio Oriente, el mundo árabe; otro ha sido históricamente
Bizancio, la parte bizantina, la parte más desarrollada del mundo en la época
del nacimiento de la Europa que actualmente conocemos; otro es el mundo eslavo…
“Hay muchos mundos; pero aquí nosotros creemos que solo hay uno, al punto que
en la historia nos enseñan solo la historia occidental; y a África la borraron
del mapa, culturalmente”, dice Béjar.
—¿Por eso es que algunos intelectuales cuando ubican la barbarie en
algún lado lo hacen en África?
—Sí, y
eso viene del siglo XIX. Es una imagen que las potencias europeas fabricaron.
En París, hace poco hicieron una muestra (crítica) sobre la
famosa Exposición Universal de fines del siglo XIX, en la que mostraron
africanos encadenados, indios de NorteAmérica exhibidos como salvajes en
jaulas… porque a los europeos (en ese tiempo) les interesaba fijar la imagen de
lo africano como lo salvaje porque estaban afirmando su dominación sobre
África, y se acababan de repartir ese continente. Ahora, los europeos mismos
critican el europeocentrismo. Las imágenes culturales que se crearon para
justificar esto tienen que ver con la justificación de sus aventuras militares. Eso ha perdurado; esas imágenes son las mismas
que ahora los justifican para actuar en sus nuevas aventuras imperiales, como
en Libia…
—¿Qué imágenes, si pudiera ser más específico?
—Cuando provocan
el asesinato de Gadafi, la imagen de este es la de un africano loco, y los
musulmanes aparecen como terroristas locos. Van creando frente a su propia
gente la imagen del islam como una religión terrorista, cuando todo el mundo
que ha visitado los países islámicos sabe que son países pacíficos y que la
base del islam es pacífica. Lo que sucede es que son grupos que han tenido que
reaccionar frente a la ocupación europea.
—Dice usted que no hay cultura pura.
—Debemos
aceptar que toda cultura es intercultural. Tú vas a cualquier tienda de
Inglaterra y ves una hermosa porcelana inglesa… y eso era chino; la porcelana
holandesa es china; los paños holandeses eran bizantinos; el tulipán, que es el
símbolo de Holanda, es turco. Los europeos se las han ingeniado para negar sus
orígenes culturales; niegan su interculturalidad. Se presentan así, y también
nosotros los vemos así; porque la culpa no es solo de ellos, sino de quienes
los vemos así, como La Cultura, y todo lo demás es menor.
—En el Perú, el más grande promotor de esa
idea es Vargas Llosa.
—Responde
a esa concepción, cuando en realidad se trata de culturas distintas que tienen
sus particularidades y cada una tiene sus fanáticos y sus fundamentalistas, que
creen que su cultura es La Cultura, la única posible, y todas las demás son
negativas. Un equivalente a Mario Vargas Llosa sería un fundamentalista
islámico o un fundamentalista neoliberal.
Marco Fernández
Redacción
Fuente: Diario La Primera. 13 de diciembre del 2013.
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