Haya de la Torre, asilado silencioso
Por: Luis Alva Castro (Político aprista, ex ministro de economía)
El 23 de marzo de 1954, en Bogotá, los cuatro comisionados plenipotenciarios especiales de Perú y Colombia, Hernán Bellido, David Aguilar Cornejo, Alberto Zuleta y Carlos Sanz de Santamaría, entregaron a la prensa un comunicado que daba cuenta del acuerdo logrado al filo de la medianoche precedente, sobre Víctor Raúl Haya de la Torre asilado en la Embajada de Colombia en Lima durante más de 5 años. Alberto Lleras Camargo, ex presidente de Colombia, del Partido Liberal, me decía “Colombia toda no vaciló en apoyar permanentemente a Don Víctor Raúl Haya de la Torre y al derecho de asilo”, “Haya de la Torre soportó el encarcelamiento en la Embajada de Colombia con singular entereza. El caso del asilo se convirtió en una causa nacional. Los liberales no estábamos en el gobierno, pero nuestra posición fue siempre de respaldo permanente”.
El 23 de marzo de 1954, en Bogotá, los cuatro comisionados plenipotenciarios especiales de Perú y Colombia, Hernán Bellido, David Aguilar Cornejo, Alberto Zuleta y Carlos Sanz de Santamaría, entregaron a la prensa un comunicado que daba cuenta del acuerdo logrado al filo de la medianoche precedente, sobre Víctor Raúl Haya de la Torre asilado en la Embajada de Colombia en Lima durante más de 5 años. Alberto Lleras Camargo, ex presidente de Colombia, del Partido Liberal, me decía “Colombia toda no vaciló en apoyar permanentemente a Don Víctor Raúl Haya de la Torre y al derecho de asilo”, “Haya de la Torre soportó el encarcelamiento en la Embajada de Colombia con singular entereza. El caso del asilo se convirtió en una causa nacional. Los liberales no estábamos en el gobierno, pero nuestra posición fue siempre de respaldo permanente”.
Los comisionados de los países informaron que con el más amplio espíritu de amistad y de respeto recíprocos han celebrado un convenio que, dentro del acatamiento a los fallos de la Corte Internacional de Justicia y siguiendo sus recomendaciones, permite solucionar satisfactoriamente la situación existente.
Carlos Sanz de Santamaría me relató: “Puse como condición que los directores del Partido (Liberal) autorizaran mi actuación en ese campo, lo que fue fácil de obtener. Además solicité la previa autorización para consultar todo movimiento, estudio o propuesta, con los doctores Eduardo Santos y Alfonso López Pumarejo (ambos habían sido presidentes de Colombia y eran muy amigos de Víctor Raúl).Tanto el general Rojas Pinilla como el doctor Sourdís aceptaron esa condición de inmediato.
Las instrucciones eran claras, buscar por todos los medios una razonable solución política que debería tener en cuenta el único propósito de Colombia: sacar del Perú libremente, al asilado silencioso, sano y salvo. El 5 de marzo se iniciaron los primeros contactos para llegar al fondo del problema.
Las negociaciones fueron sumamente difíciles, se plantearon muchas fórmulas. El episodio me lo relató don Carlos Sanz de Santamaría, con lujo de detalles, “lo que se trataba era de salvar la vida de un hombre importantísimo de América que nosotros admirábamos. Porque realmente su vida estaba en peligro, lo iban a matar. El haberle salvado la vida a Víctor Raúl fue la meta de todas las negociaciones y es el triunfo de Colombia.”
A las cinco de la tarde del 6 de abril de 1954, José Joaquín Gori recibe al decano del Cuerpo Diplomático Latinoamericano acreditado en Lima, Eugenio Martínez Theday, Embajador del Uruguay y a su colega de Panamá Raúl de Roux para que lo secunden en su difícil misión. A las cinco y media del mismo día, Alejandro Freundt Rosell, Ministro de justicia del régimen peruano, ingresó a la Embajada para dar cumplimiento a las últimas formalidades. Haya de la Torre se despidió de los humildísimos mayordomos Melquiades Chávarry y Gonzalo Roncal, que lo asistieron todo un lustro en su asilo, entró luego al salón dorado de la embajada, se detuvo frente a bandera de Colombia y la besó. Los Gori recibieron el abrazo de despedida. Gori, quien sufrió lo peor del asilo, me dijo: ¡Me estremezco al recordarlo! “Alzó en sus brazos a mi hijo Ricardo, acarició a los niños, tomó con nosotros unos sorbos de champaña y sin decir palabra se dirigió a la puerta, se esforzaba por reprimir la emoción”.
Con Freundt Rosell y los embajadores de Uruguay y Panamá Haya de la Torre abandonó la Embajada seguidos muy de cerca por el Director de Gobierno Alejandro Esparza Zañartu y agentes del Estado, brutales perseguidores de muchos compañeros apristas durante esos años. Subió al avión, a su lado, un detective tenía la misión de asegurarse que cruzaría la frontera permaneciendo en el avión. A esta formalidad innecesaria se añadía en esos momentos una postrera mezquindad de Odría. Al tiempo que Haya de la Torre salía del país lanzaba un decreto supremo por el cual lo declaraba indigno de la nacionalidad peruana y se la quitaba.
México D.F. fue la primera ciudad del exilio, al abrir la portezuela de la aeronave, miles de personas vivaban al Apra y a su fundador. Al grito aprista de ¡Víctor Raúl!, fue recibido por una enorme multitud de estudiantes, obreros e intelectuales. Decenas de periodistas 54 emisoras de radio y canales de TV están entre los que reciben al ilustre indoamericano, quien después de 25 años vuelve a pisar tierra mexicana. Sus primeras palabras fueron: “Siento profunda emoción al llegar a México. Este país es el campeón de la democracia y de la libertad. ¡Viva México!”.
Haya de la Torre venció, salió robustecido de la Embajada como triunfante asilado y símbolo de los derechos humanos. La Corte, al examinar si el asilo fue regularmente otorgado, halló que el gobierno del Perú no había probado que los actos de los cuales Haya de la Torre fue acusado constituyeran crímenes comunes. Lo determinante fue que el Tribunal de la Haya absolvió a Víctor Raúl Haya de la Torre (a él y a su partido) de los cargos calumniosos de delincuencia común.
El embajador peruano Felipe Barreda y Laos, en una carta abierta al General Odría le dijo: “Ha sucedido lo que fatalmente tenía que suceder. La intransigencia e impolítica actitud ha tenido este paradójico epílogo: que el señor Haya de la Torre, a quien se quiso descalificar exhibiéndolo como delincuente común, ha recibido un veredicto de inmunidad; una carta limpia de culpas criminales; una ejecutoria de puritanismo político, que no tenemos ni usted ni yo, ni ningún ciudadano peruano, expedida por el más alto tribunal de justicia del mundo”.
Haya de la Torre puso un telegrama al doctor José Joaquín Gori, que decía simplemente, en nombre de esa famosa pieza de Shakespeare : “Todo lo que termina bien, está bien”.
Fuente: Diario La República. 01 de abril del 2012.
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