Historia de las elecciones de 1931: El Apra y la Unión Revolucionaria.
La caída de Leguía fue en agosto de 1930. Había durado once años y su régimen había terminado transformándose en dictatorial. Se reeligió dos veces y esta segunda reelección fue fatal porque perdió legitimidad. Su tercer mandato fue muy frágil y la gran crisis internacional de 1930 lo derribó sin miramientos. El autor del golpe fue el comandante Luis M. Sánchez Cerro, quien se sublevó en Arequipa. Su manifiesto fue redactado por el eminente jurista José Luis Bustamante y Rivero. En él se prometía terminar con la tiranía y convocar a elecciones libres.
Sánchez Cerro instaló en Lima una Junta de Gobierno que fue muy inestable. El público le achacaba que quería convocar a elecciones para presentarse siendo al mismo tiempo presidente. Además, había una crisis económica muy fuerte, que era la consecuencia peruana de la quiebra de la bolsa de valores de Nueva York en 1929 y la consiguiente depresión mundial. Fue tal la penuria del gobierno, que los empleados públicos no fueron pagados durante seis meses. Todas las actividades productivas se redujeron al mínimo y el hambre y la desesperación ganaron las calles.
Sánchez Cerro fue obligado a renunciar en marzo de 1931 y se formó una nueva Junta de Gobierno presidida por David Samanez Ocampo, quien convocó elecciones para octubre. Sánchez Cerro partió para parís y retornó en agosto para la campaña electoral. Tenía 41 años de edad, era piurano y tuvo gran prestigio entre los sectores populares menos organizados. Las trabajadoras de mercados lo idolatraron. También tuvo el apoyo del poder económico y organizó el partido Unión Revolucionaria, que lo sobrevivió luego de su asesinato en 1933. Ganó las elecciones con el 51% de los votos válidos.
El principal contendor fue el naciente partido aprista peruano conducido por su líder Víctor Raúl Haya de la Torre, entonces de 35 años, la edad mínima para postular. El APRA obtuvo el 35% de los votos gracias a una gran campaña. No contó con mayor apoyo económico, pero organizó muy bien a sus partidarios en una rápida campaña. Haya fue una figura carismática rodeada por la aureola del revolucionario que elaboró un discurso antiimperialista que cautivó a amplios sectores populares, sobre todo en el norte y entre los trabajadores organizados en gremios y sindicatos.
El tercer y cuarto puesto fueron ocupados por José María de la Jara y Ureta y por Arturo Hoyos respectivamente. El primero de los nombrados era el candidato de los descentralistas y diversas tendencias de centro que quisieron evitar los peligrosos extremos de la UR y del APRA, argumentando que cualquiera de los dos que ganara sería la guerra civil. Obtuvo el 7% de los votos. Su campaña fue a perdedor, ni siquiera regresó al Perú puesto que vivía en el Brasil. Por su parte, Arturo Hoyos representaba al civilismo, desplazado de la escena nacional por Leguía. Habría sido la candidatura de la derecha tradicional y también obtuvo el 7% de los votos.
Para las elecciones de 1931 se organizó por primera vez el Jurado Nacional de Elecciones. El árbitro dejó de ser el Congreso cuya politización había contribuido al descrédito prevaleciente sobre las instituciones políticas. También hubo un estatuto electoral democrático aprobado por la Junta de Gobierno de Samanez Ocampo y aunque se registran serios problemas en el recuento y numerosas alegaciones de fraude, las elecciones de 1931 fueron las más limpias que se habían desarrollado en el siglo XX. El padrón fue impecable y fue la primera vez que se supo cuántos debían votar y cuántos realmente lo hicieron. La participación fue un récord pues votaron 330,000 peruanos y el ausentismo fue alto: el 18%. Se recuerda que sólo votaban los hombres mayores de 21 años que supieran leer y escribir.
Fuente: Programa Sucedió en el Perú. Emitido el 18 de enero del 2006.
Recomendados:
Las elecciones de 1931 (I)
Las elecciones de 1931 (II)
La caída de Leguía fue en agosto de 1930. Había durado once años y su régimen había terminado transformándose en dictatorial. Se reeligió dos veces y esta segunda reelección fue fatal porque perdió legitimidad. Su tercer mandato fue muy frágil y la gran crisis internacional de 1930 lo derribó sin miramientos. El autor del golpe fue el comandante Luis M. Sánchez Cerro, quien se sublevó en Arequipa. Su manifiesto fue redactado por el eminente jurista José Luis Bustamante y Rivero. En él se prometía terminar con la tiranía y convocar a elecciones libres.
Sánchez Cerro instaló en Lima una Junta de Gobierno que fue muy inestable. El público le achacaba que quería convocar a elecciones para presentarse siendo al mismo tiempo presidente. Además, había una crisis económica muy fuerte, que era la consecuencia peruana de la quiebra de la bolsa de valores de Nueva York en 1929 y la consiguiente depresión mundial. Fue tal la penuria del gobierno, que los empleados públicos no fueron pagados durante seis meses. Todas las actividades productivas se redujeron al mínimo y el hambre y la desesperación ganaron las calles.
Sánchez Cerro fue obligado a renunciar en marzo de 1931 y se formó una nueva Junta de Gobierno presidida por David Samanez Ocampo, quien convocó elecciones para octubre. Sánchez Cerro partió para parís y retornó en agosto para la campaña electoral. Tenía 41 años de edad, era piurano y tuvo gran prestigio entre los sectores populares menos organizados. Las trabajadoras de mercados lo idolatraron. También tuvo el apoyo del poder económico y organizó el partido Unión Revolucionaria, que lo sobrevivió luego de su asesinato en 1933. Ganó las elecciones con el 51% de los votos válidos.
El principal contendor fue el naciente partido aprista peruano conducido por su líder Víctor Raúl Haya de la Torre, entonces de 35 años, la edad mínima para postular. El APRA obtuvo el 35% de los votos gracias a una gran campaña. No contó con mayor apoyo económico, pero organizó muy bien a sus partidarios en una rápida campaña. Haya fue una figura carismática rodeada por la aureola del revolucionario que elaboró un discurso antiimperialista que cautivó a amplios sectores populares, sobre todo en el norte y entre los trabajadores organizados en gremios y sindicatos.
El tercer y cuarto puesto fueron ocupados por José María de la Jara y Ureta y por Arturo Hoyos respectivamente. El primero de los nombrados era el candidato de los descentralistas y diversas tendencias de centro que quisieron evitar los peligrosos extremos de la UR y del APRA, argumentando que cualquiera de los dos que ganara sería la guerra civil. Obtuvo el 7% de los votos. Su campaña fue a perdedor, ni siquiera regresó al Perú puesto que vivía en el Brasil. Por su parte, Arturo Hoyos representaba al civilismo, desplazado de la escena nacional por Leguía. Habría sido la candidatura de la derecha tradicional y también obtuvo el 7% de los votos.
Para las elecciones de 1931 se organizó por primera vez el Jurado Nacional de Elecciones. El árbitro dejó de ser el Congreso cuya politización había contribuido al descrédito prevaleciente sobre las instituciones políticas. También hubo un estatuto electoral democrático aprobado por la Junta de Gobierno de Samanez Ocampo y aunque se registran serios problemas en el recuento y numerosas alegaciones de fraude, las elecciones de 1931 fueron las más limpias que se habían desarrollado en el siglo XX. El padrón fue impecable y fue la primera vez que se supo cuántos debían votar y cuántos realmente lo hicieron. La participación fue un récord pues votaron 330,000 peruanos y el ausentismo fue alto: el 18%. Se recuerda que sólo votaban los hombres mayores de 21 años que supieran leer y escribir.
Fuente: Programa Sucedió en el Perú. Emitido el 18 de enero del 2006.
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