Vargas Llosa en Caracas
César Hildebrandt (Periodista)
Escuchar a Mario Vargas Llosa decir simplezas solemnes como las que acaba de decir en Caracas es como volver a los tiempos de la guerra fría.
Según Vargas Llosa el mundo se divide, pobremente, entre los que piensan como él (o sea los buenos) y los que piensan distinto (o sea los peligrosos).
Ahora bien, hay varios tipos de peligrosos. Están los peligrosos arqueológicos, que son los comunistas, y los peligrosos inofensivos, que son los socialdemócratas.
Sin embargo, para el pensamiento catatónico de don Mario hay un tercer tipo de peligrosos y estos son los peligrosos-peligrosos.
Los peligrosos-peligrosos son los que no han pasado por el comunismo ni han militado en la socialdemocracia y ni siquiera han querido participar de la política (candidateando a una presidencia, por ejemplo).
Pero esos peligrosos-peligrosos son los que piensan por su cuenta, los que el sistema no engríe sino hostiliza, los que las corporaciones no financian sino tratan de enlodar. Son, en suma, los intelectuales, esa categoría a la que perteneció, brillantemente, Mario Vargas Llosa.
Porque Mario fue el entusiasta castrista de los años 60, el autor de aquel discurso inolvidable leído al recibir el premio Rómulo Gallegos, el gran novelista que nos restregó la imagen del joven Javier Heraud muriendo en la selva.
Y no fue intelectual porque fuera de izquierda. Lo fue porque pensaba libremente y era soberano de su percepción.
Y como era un intelectual comprometido con la verdad y no con los dogmas, Vargas Llosa se fue distanciando de la revolución cubana a medida que la revolución cubana se fue haciendo hangar soviético y sucursal estalinista.
Fue más intelectual que nunca cuando, en 1968, se apartó para siempre de cualquier incondicionalidad censurando la salvaje invasión del llamado Pacto de Varsovia a tierras checoslovacas. Como se sabe, la URSS ejecutó ese zarpazo para impedir que Alexander Dubcek “suavizara” la dictadura checa y diera con ello el mal ejemplo que podía prender.
Quien escribe tenía 20 años cuando los tanques rusos entraron a Checoslovaquia. Todavía recuerdo la furia de los muchachos y muchachas que se enfrentaron, en las imágenes en blanco y negro de la época, a los blindados que tenían como misión aplastar “la primavera de Praga”. Recuerdo esa furia checa y eslovaca y recuerdo la mía, limpia como un relámpago: ¿Para esto se hacían las revoluciones? ¿Para aplastarlas con la soldadesca?
Mario siguió dando ejemplo de autonomía cuando, en 1971, rompió abiertamente con lo que quedaba de aquella original revolución barbuda liderada por Fidel.
Yo trabajaba en “Caretas” y recuerdo haberlo entrevistado por teléfono (de Lima a París) sobre el caso del poeta Heberto Padilla, obligado por Castro y sus secuaces a demolerse en público y a vomitar una confesión que parecía salida de los juicios de Moscú de los años 30.
Pero pasaron los años y Mario dejó de ser el hombre libre que vagaba por el mundo a su entender, el escritor que decía verdades de a puño, el intelectual distanciado del dinero y de los proveedores del poder.
Romper con el comunismo había sido una exigencia de la libertad. Transar con el establecimiento fue una interpretación de estirpe mexicana de la tarea del intelectual (aunque Octavio Paz, por ejemplo, se contaminó bastante menos con la telaraña del PRI).
Curiosamente, cuando Mario se amistó con el orden establecido por las corporaciones y perdió ese malestar que lo hacía escribir deicidamente para sustituir el mundo, fue, al mismo tiempo, cuando de su inmenso talento empezaron a salir los divertimentos editoriales y las performances que tanto alegraron a su nuevo y creciente público. Las risas producidas por “Pantaleón y las visitadoras” empezaron a cundir entre los que cortaban el jamón.
Su último gran libro genial (y brotado del desasosiego) fue “Conversación en la catedral”. A partir de allí, un Mario integrado al sistema global del poder decidió que pelear en contra de esa energía oscura no era sólo inútil sino también agotador y hasta suicida. Entre Chomsky y Camus, Vargas Llosa eligió a Gore Vidal y sus objeciones secundarias.
Escucharlo ahora, en plena crisis mundial, decir que el liberalismo sólo trae abundancia y justicia y que los países que han seguido esa receta son y serán los más prósperos (¿verdad Irlanda, no es cierto España, te acuerdas Islandia?) es como escuchar a un señor que tiene el físico de Vargas Llosa, el pasaporte de Vargas Llosa, el habla cantarina de Vargas Llosa pero que, de algún modo, usurpa al escritor, difama al combatiente libertario y anima y reconforta a sus enemigos.
Ir a Venezuela en estos días y redundar en las críticas que el caudillo procaz de esas tierras merece está muy bien, siempre y cuando no se vaya como plenipotenciario de aquellos valores que permitieron la criminal hegemonía invasiva de los Estados Unidos en América Latina. Censurar a Chávez y olvidar a Arbenz (y a Bosch y a Panamá y a Granada y al bloqueo cubano) no es lo que se espera de un hombre decente como Vargas Llosa.
Escuchar a Vargas Llosa como propagandista del capitalismo realmente existente produce, en suma, un agudo ataque de melancolía.
Fuente: Diario La Primera. Viernes 29 de mayo del 2009.
César Hildebrandt (Periodista)
Escuchar a Mario Vargas Llosa decir simplezas solemnes como las que acaba de decir en Caracas es como volver a los tiempos de la guerra fría.
Según Vargas Llosa el mundo se divide, pobremente, entre los que piensan como él (o sea los buenos) y los que piensan distinto (o sea los peligrosos).
Ahora bien, hay varios tipos de peligrosos. Están los peligrosos arqueológicos, que son los comunistas, y los peligrosos inofensivos, que son los socialdemócratas.
Sin embargo, para el pensamiento catatónico de don Mario hay un tercer tipo de peligrosos y estos son los peligrosos-peligrosos.
Los peligrosos-peligrosos son los que no han pasado por el comunismo ni han militado en la socialdemocracia y ni siquiera han querido participar de la política (candidateando a una presidencia, por ejemplo).
Pero esos peligrosos-peligrosos son los que piensan por su cuenta, los que el sistema no engríe sino hostiliza, los que las corporaciones no financian sino tratan de enlodar. Son, en suma, los intelectuales, esa categoría a la que perteneció, brillantemente, Mario Vargas Llosa.
Porque Mario fue el entusiasta castrista de los años 60, el autor de aquel discurso inolvidable leído al recibir el premio Rómulo Gallegos, el gran novelista que nos restregó la imagen del joven Javier Heraud muriendo en la selva.
Y no fue intelectual porque fuera de izquierda. Lo fue porque pensaba libremente y era soberano de su percepción.
Y como era un intelectual comprometido con la verdad y no con los dogmas, Vargas Llosa se fue distanciando de la revolución cubana a medida que la revolución cubana se fue haciendo hangar soviético y sucursal estalinista.
Fue más intelectual que nunca cuando, en 1968, se apartó para siempre de cualquier incondicionalidad censurando la salvaje invasión del llamado Pacto de Varsovia a tierras checoslovacas. Como se sabe, la URSS ejecutó ese zarpazo para impedir que Alexander Dubcek “suavizara” la dictadura checa y diera con ello el mal ejemplo que podía prender.
Quien escribe tenía 20 años cuando los tanques rusos entraron a Checoslovaquia. Todavía recuerdo la furia de los muchachos y muchachas que se enfrentaron, en las imágenes en blanco y negro de la época, a los blindados que tenían como misión aplastar “la primavera de Praga”. Recuerdo esa furia checa y eslovaca y recuerdo la mía, limpia como un relámpago: ¿Para esto se hacían las revoluciones? ¿Para aplastarlas con la soldadesca?
Mario siguió dando ejemplo de autonomía cuando, en 1971, rompió abiertamente con lo que quedaba de aquella original revolución barbuda liderada por Fidel.
Yo trabajaba en “Caretas” y recuerdo haberlo entrevistado por teléfono (de Lima a París) sobre el caso del poeta Heberto Padilla, obligado por Castro y sus secuaces a demolerse en público y a vomitar una confesión que parecía salida de los juicios de Moscú de los años 30.
Pero pasaron los años y Mario dejó de ser el hombre libre que vagaba por el mundo a su entender, el escritor que decía verdades de a puño, el intelectual distanciado del dinero y de los proveedores del poder.
Romper con el comunismo había sido una exigencia de la libertad. Transar con el establecimiento fue una interpretación de estirpe mexicana de la tarea del intelectual (aunque Octavio Paz, por ejemplo, se contaminó bastante menos con la telaraña del PRI).
Curiosamente, cuando Mario se amistó con el orden establecido por las corporaciones y perdió ese malestar que lo hacía escribir deicidamente para sustituir el mundo, fue, al mismo tiempo, cuando de su inmenso talento empezaron a salir los divertimentos editoriales y las performances que tanto alegraron a su nuevo y creciente público. Las risas producidas por “Pantaleón y las visitadoras” empezaron a cundir entre los que cortaban el jamón.
Su último gran libro genial (y brotado del desasosiego) fue “Conversación en la catedral”. A partir de allí, un Mario integrado al sistema global del poder decidió que pelear en contra de esa energía oscura no era sólo inútil sino también agotador y hasta suicida. Entre Chomsky y Camus, Vargas Llosa eligió a Gore Vidal y sus objeciones secundarias.
Escucharlo ahora, en plena crisis mundial, decir que el liberalismo sólo trae abundancia y justicia y que los países que han seguido esa receta son y serán los más prósperos (¿verdad Irlanda, no es cierto España, te acuerdas Islandia?) es como escuchar a un señor que tiene el físico de Vargas Llosa, el pasaporte de Vargas Llosa, el habla cantarina de Vargas Llosa pero que, de algún modo, usurpa al escritor, difama al combatiente libertario y anima y reconforta a sus enemigos.
Ir a Venezuela en estos días y redundar en las críticas que el caudillo procaz de esas tierras merece está muy bien, siempre y cuando no se vaya como plenipotenciario de aquellos valores que permitieron la criminal hegemonía invasiva de los Estados Unidos en América Latina. Censurar a Chávez y olvidar a Arbenz (y a Bosch y a Panamá y a Granada y al bloqueo cubano) no es lo que se espera de un hombre decente como Vargas Llosa.
Escuchar a Vargas Llosa como propagandista del capitalismo realmente existente produce, en suma, un agudo ataque de melancolía.
Fuente: Diario La Primera. Viernes 29 de mayo del 2009.
5 comentarios:
Es curioso ver cómo muchos intelectuales quedaron "hechizados" o "embrujados" en los años 80, con la crisis de la socialdemocracia keynesiana que tanto bienestar trajo en los años 60 y 70. Ese embrujamiento por el neoliberalismo que tan buenos resultados coyunturales reporta pero, que a la larga tra la crisis global actual. Un mundo nuevo está emergiendo en este inicio del siglo XXI y es difícil adaptar el pensamiento a ls nuevas circunstancias históricas.
El caso de Vargas Llosa es una pena, porque es persona que cae bien personalmente. Es difícil saber si unirse a los estados "buenos", alineados con USA, como Colombia, Perú, Chile o, en el extremo opuesto, a los países "malos" como Venezuela o Bolivia o Ecuador o Nicaragua. El populismo también es coyuntural y no trae la felicidad a la larga.
Entonces ¿qué camino seguir? ¿qué hacer? La verdad que es pregunta difícil de contestar y yo, como confundido tampoco sé, y menos en la lejana Latinoamérica.
Saludos.
VARGAS LLOSA, ENTRE EL BIEN Y EL MAL.
“Ellos son el mal –dicen.
Y es probable que tengan razón.
A condición, claro, de que no nos digan que ellos son el bien” (César Hildebrandt)
Pues ciertamente el maniqueísmo es una tentación, aun en destacados intelectuales. Esa polarización del bien y el mal, puede llevar a construir “Ejes del mal”. Uno supondría que esta simple división entre buenos y malos, es propia de épocas remotas, sin embargo, esta más presente que nunca en el imaginario político.
La descalificación del otro y el rechazo a los proyectos políticos alternativos, ha caracterizado a los intelectuales neoconservadores. En los años 60 y 70 Vargas Llosa paso de posiciones de izquierda a centro derecha o derecha simplemente. Es una lástima por él (no por haber abandonado la izquierda, lo cual es comprensible), sino por lo que significa la derecha conservadora en el mundo globalizado.
Alguna vez, el famoso ex canciller de Alemania Willy Brandt, dijo: “Si no eres comunista a los 18 años, eres una persona sin corazón; pero si sigues siendo comunista a los 26, eres una persona sin cerebro”. Frase brillante a mi entender pues, resume a muchas biografías (“buenas o malas”, según el caso, je je je).
Vargas Llosa dejo de ser comunista a los 30´s, pero no fue inteligente al asumir posiciones tan conservadores en política y economía.
Pero por otro lado, jamás podre olvidar a Mario, autor de novelas tales como: “La ciudad y los perros” “Conversación en la Catedral” y “La guerra del fin del mundo”.
No comparto muchas de sus ideas políticas, pero si su fe en el arte.
Saludos.
"(...)la criminal hegemonía invasiva de los Estados Unidos en América Latina".
¿Alguien me podría decir cómo se manifiesta la criminal hegemonía de los Estados Unidos en Latinoamerica, por favor?
RESPUESTA A MI TOCAYO JUANCITO
Bueno Juancito de Lima, te responde el Juan de Madrid. Verás, los gringos, yankees o avispas (WASP: White-blanco; AS: Anglo-Saxon; and P: y Protestante son muy listos. Cuando la emancipación de los criollos latinoamericanos se metieron en el botín que dejaban lo españoles, los británicos. Pero, he aquí que le Tío Sam (o sea USA) se saca de la manga la llamada Doctrina Monroe, que viene a tener dos lecturas: "América para los americanos". Puede leerse como que USA expulsaba a los europeos para que cada república "americana" fuese independiente de tutelas europeas. Pero, si hacemos la otra lectura, nos sale que América es para los "Americanos" usease: los yankees.
Ya en los años centrales del siglo XIX le quitaron casi la mitad de sus territorios a México por que les dió la gana quedarse con las ricas California y Texas. Como estaban ocupados en hacer su genocidio de los "verdaderos americanos": los indios (apaches, sioux, comanches, etc, etc, esos sí que supieron lo que fue la leyenda negra y el genocidio, mucho más que los otros indios de Sudamérica) pues con esa ocupación, no se ocupaban de someter América latina.
Hacia 1890, los europeos necesitaban conquistar Asia y África para sus mercados y su racismo, ya que América Latina era la finca privada, el patio trasero del Tío Sam.
Tras echar de sus últimos dominios a los españoles (Cuba y Puerto Rico en 1898) se dieron a su "criminal, hegemonía invasiva" ¿Cómo? pues muy sencillo: no necesitaban quedar mal como invasores o invadiendo con sus soldados. Mucho más simple. ¿Necesitan dividir Panamá para hacer "su" canal para sus barcos y Colombia se niega? Pues desde Washington se inventan un secesionismo falso y ayudan a independizarse de Colombia. El nuevo gobierno panameño se lo agradece con la concesión del Canal.
¿Que en Chile el cobre cae en manos de un gobierno socializante libremente elegido por los chilenos? Pues la CIA cnspira para que Pinocho dé un golpe de Estado y acabe con esa revolución.
Así de limpio, sin invadir con ningún marine yankee y lavándose las manos como Pilatos.
¿Quién se atreve a decir que USA es imperialista como los europeos si no envían a sus soldados?
Espero que te haya servido mi información, la versión de un "europeo".
Saludos de Juan y tómate un buen ceviche en La Punta del Callao, lugar muy lindo.
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