Imagen: histes
Un colegio poco ilustrado
Nelson Manrique (Historiador y sociólogo)
La Comisión de Educación, Ciencia, Tecnología, Cultura, Patrimonio Cultural, Juventud y Deporte del Congreso ha aprobado un proyecto de ley cuyo objetivo es crear el Colegio Profesional de Historiadores del Perú. El proyecto no ha sido sometido al debate público ni ha recabado la opinión de la Academia Nacional de la Historia, las universidades, las facultades de historia, ni de ninguna otra institución.
El proyecto ha sido elaborado por la Asociación de Historiadores Región Sur Arequipa (AHIRSA) y ha provocado la protesta de numerosos historiadores, que reclaman, con razón, que la AHIRSA no puede arrogarse una representación, que nadie le ha otorgado, para hablar en nombre de los historiadores peruanos.
El proyecto constituye una vergüenza, desde el punto de vista gramatical y es sorprendente que haya sido aprobado en ese estado por la comisión parlamentaria respectiva. Pero los problemas más graves están en su contenido.
Para fundamentar la propuesta se afirma que “la labor investigativa de los historiadores requiere conocimiento científico, humanista, metodológico, técnico, etc., y que el historiador investigador obliga la titulación universitaria (sic), se hace necesario la creación de un órgano de colegiación”. Tratando de adivinar qué quiere decir este párrafo, no queda claro de qué manera la colegiación otorgará los conocimientos demandados a quienes no los tienen.
Pero donde el proyecto es muy claro es en que para ejercer la profesión de Historiador será obligatorio estar colegiado, y solo podrán serlo quienes tengan el título de Licenciado en Historia. Aparte de que esto deja de lado a quienes tienen grados de magister, doctor y más calificación, baste decir que con este requisito Jorge Basadre, Raúl Porras Barrenechea, José de la Riva Agüero o María Rostworowsky –para solo citar a algunos de nuestros clásicos–, no tendrían derecho a ser considerados historiadores, ni podrían haber investigado, ni publicado.
El Colegio regularía la actividad profesional e identificaría a los historiadores titulados. Tendría como sede –por supuesto– a la ciudad de Arequipa y la AHIRSA controlaría tres de sus ocho cargos directivos (¿a título de qué?). Los historiadores, para ser reconocidos, deberían someterse al escrutinio de este comité, cuyos integrantes no saben siquiera escribir el nombre de Garcilaso correctamente (lo escriben con zeta, lo cual para cualquier estudiante de historia sería un pecado mortal).
Adicionalmente, se encarga al Colegio que “persiga y corrija con contundencia (sic) … el intrusismo profesional”. Aparentemente los autores de la propuesta no han reparado en que el “intrusismo profesional” es parte de la propia naturaleza de la historia, que intenta abarcar todos los campos de la actividad humana, “desde la historia de la gastronomía hasta la historia de la computación” (y más), como lo señala la propia AHIRSA. La historia, por otra parte, ha llegado a ser lo que es precisamente gracias a las “intrusiones” de investigadores de muchas otras disciplinas como la geografía, economía, lingüística, antropología, crítica literaria, psicoanálisis, y un muy largo etcétera.
El reconocimiento profesional no proviene del establecimiento de un monopolio como el que pretende crear este proyecto, sino de la capacidad profesional, expresada en producción intelectual. Esto es la meritocracia.
Fuente: Diario la República. Miércoles 6 de mayo del 2009.
Nelson Manrique (Historiador y sociólogo)
La Comisión de Educación, Ciencia, Tecnología, Cultura, Patrimonio Cultural, Juventud y Deporte del Congreso ha aprobado un proyecto de ley cuyo objetivo es crear el Colegio Profesional de Historiadores del Perú. El proyecto no ha sido sometido al debate público ni ha recabado la opinión de la Academia Nacional de la Historia, las universidades, las facultades de historia, ni de ninguna otra institución.
El proyecto ha sido elaborado por la Asociación de Historiadores Región Sur Arequipa (AHIRSA) y ha provocado la protesta de numerosos historiadores, que reclaman, con razón, que la AHIRSA no puede arrogarse una representación, que nadie le ha otorgado, para hablar en nombre de los historiadores peruanos.
El proyecto constituye una vergüenza, desde el punto de vista gramatical y es sorprendente que haya sido aprobado en ese estado por la comisión parlamentaria respectiva. Pero los problemas más graves están en su contenido.
Para fundamentar la propuesta se afirma que “la labor investigativa de los historiadores requiere conocimiento científico, humanista, metodológico, técnico, etc., y que el historiador investigador obliga la titulación universitaria (sic), se hace necesario la creación de un órgano de colegiación”. Tratando de adivinar qué quiere decir este párrafo, no queda claro de qué manera la colegiación otorgará los conocimientos demandados a quienes no los tienen.
Pero donde el proyecto es muy claro es en que para ejercer la profesión de Historiador será obligatorio estar colegiado, y solo podrán serlo quienes tengan el título de Licenciado en Historia. Aparte de que esto deja de lado a quienes tienen grados de magister, doctor y más calificación, baste decir que con este requisito Jorge Basadre, Raúl Porras Barrenechea, José de la Riva Agüero o María Rostworowsky –para solo citar a algunos de nuestros clásicos–, no tendrían derecho a ser considerados historiadores, ni podrían haber investigado, ni publicado.
El Colegio regularía la actividad profesional e identificaría a los historiadores titulados. Tendría como sede –por supuesto– a la ciudad de Arequipa y la AHIRSA controlaría tres de sus ocho cargos directivos (¿a título de qué?). Los historiadores, para ser reconocidos, deberían someterse al escrutinio de este comité, cuyos integrantes no saben siquiera escribir el nombre de Garcilaso correctamente (lo escriben con zeta, lo cual para cualquier estudiante de historia sería un pecado mortal).
Adicionalmente, se encarga al Colegio que “persiga y corrija con contundencia (sic) … el intrusismo profesional”. Aparentemente los autores de la propuesta no han reparado en que el “intrusismo profesional” es parte de la propia naturaleza de la historia, que intenta abarcar todos los campos de la actividad humana, “desde la historia de la gastronomía hasta la historia de la computación” (y más), como lo señala la propia AHIRSA. La historia, por otra parte, ha llegado a ser lo que es precisamente gracias a las “intrusiones” de investigadores de muchas otras disciplinas como la geografía, economía, lingüística, antropología, crítica literaria, psicoanálisis, y un muy largo etcétera.
El reconocimiento profesional no proviene del establecimiento de un monopolio como el que pretende crear este proyecto, sino de la capacidad profesional, expresada en producción intelectual. Esto es la meritocracia.
Fuente: Diario la República. Miércoles 6 de mayo del 2009.
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