La izquierda y la crisis
Antonio Zapata (Historiador)
En un reciente artículo, Juan Carlos Tafur ha sostenido que la izquierda peruana es antediluviana. Según esta opinión, la crisis mundial habría hecho retornar al discurso comunista tradicional, bloqueando una evolución que estaba llevando a la izquierda vegetariana al liberalismo. Encuentro errónea esta interpretación y creo, sin embargo, que contiene un acierto: la crisis mundial es clave en los realineamientos políticos.
Durante la crisis de 1929, los furores nacionalistas y la protección de los mercados no provinieron de la izquierda marxista, sino que fue iniciativa de las derechas en los países centrales. Ese es otro punto. Esa reacción nacionalista empezó en los países capitalistas avanzados y no partió del mundo subdesarrollado. Era fruto de tensiones sociales allá. Por ejemplo, Gran Bretaña renunció a la convertibilidad del billete y desató la crisis mundial del oro. Una tras otra, las iniciativas proteccionistas que finalmente empujaron a la II Guerra Mundial provinieron del norte desarrollado y mayormente fueron adoptadas por formaciones políticas de derecha.
Del mismo modo, una lección importante guarda relación con las reservas del país. En 1930 se redoblaron presiones sobre el tipo de cambio y las reservas peruanas empezaron a disminuir. Sucedió que el Perú, como toda América Latina, se volvió un exportador neto de capitales. La crisis hizo que la ganancia de las empresas extranjeras exportadoras vuelva a las casas matrices y que la nueva inversión se reduzca a casi cero. Poco quedó en el país y la ganancia fugó afuera.
En ese contexto, el Perú estuvo amenazado por la pérdida de su reserva metálica y antes que ello ocurra, Sánchez Cerro anuló la convertibilidad e impuso el billete de curso forzoso. Asimismo, Sánchez Cerro declaró la moratoria de la deuda externa. No fue el APRA, mucho menos el comunismo de la época. Las izquierdas estaban perseguidas y en prisión. Por su propia cuenta y riesgo, las derechas impulsaron un rumbo intervencionista.
Durante la crisis de 1929-1933 se sucedieron procesos complejos, que ahora recién están comenzando. Por ejemplo, el Estado prácticamente cayó en cesación de pagos. Debía siete meses a los pensionistas y tres a los miembros de las FFAA. Del mismo modo, el principal banco peruano fue liquidado. Nada de eso viene sucediendo por ahora. Si ocurriera, los principales defensores del capitalismo se volverían estatistas, como ya lo fueron en los treinta. La derecha peruana generaría una serie de aprendices de Keynes, como por ejemplo Manuel Prado en el BCR de Benavides. Pero, ello no los haría izquierdistas, sino inteligencias capitalistas con recetas especiales para la crisis.
El sistema incluye dos tipos de ideólogos. En épocas de bonanza viene bien el liberalismo, porque permite justificar una ganancia privatizada. El Estado es concebido como mínimo y la torta queda libre para el empresariado privado. Pero, en tiempos difíciles, se impone un giro; el sistema requiere un pensamiento que incluya la acción del Estado. Para escapar al derrumbe, hace falta socializar las pérdidas y el instrumento es el Estado. Por ello, una considerable acción pública pasa a ser interesante para los ideólogos capitalistas.
Así, el populismo es la otra cara del liberalismo y ambos forman la moneda ideológica capitalista. No confundir populismo con izquierda ayudaría a entendernos. La historia muestra que ningún populismo latinoamericano ha roto con el sistema capitalista. Por el contrario, los populismos han sido instrumentales a la salvación del sistema en épocas de crisis y han sentado las bases para mayores negocios privados en una fase ulterior.
Una última lección de la crisis de 1929. La corrupción creció en forma sostenida y el contrabando fue espectacular. Asimismo, en aquellos años, la Contraloría General de la República fue mantenida atrasada y precaria. Los políticos peruanos evitaron que esta institución se organice de una manera autónoma, profesional y estricta en el cumplimiento de su misión.
Hoy, la corrupción sigue presente y nuevamente se avecinan cambios en la CGR. Ojalá no sea para restarle el profesionalismo alcanzado. Asimismo, espero que Tafur comprenda la esencia del planteamiento izquierdista, que consiste en la transformación del Estado, buscando que no siga al servicio de negocios privados, sino que se ordene en función a las mayorías ciudadanas.
Antonio Zapata (Historiador)
En un reciente artículo, Juan Carlos Tafur ha sostenido que la izquierda peruana es antediluviana. Según esta opinión, la crisis mundial habría hecho retornar al discurso comunista tradicional, bloqueando una evolución que estaba llevando a la izquierda vegetariana al liberalismo. Encuentro errónea esta interpretación y creo, sin embargo, que contiene un acierto: la crisis mundial es clave en los realineamientos políticos.
Durante la crisis de 1929, los furores nacionalistas y la protección de los mercados no provinieron de la izquierda marxista, sino que fue iniciativa de las derechas en los países centrales. Ese es otro punto. Esa reacción nacionalista empezó en los países capitalistas avanzados y no partió del mundo subdesarrollado. Era fruto de tensiones sociales allá. Por ejemplo, Gran Bretaña renunció a la convertibilidad del billete y desató la crisis mundial del oro. Una tras otra, las iniciativas proteccionistas que finalmente empujaron a la II Guerra Mundial provinieron del norte desarrollado y mayormente fueron adoptadas por formaciones políticas de derecha.
Del mismo modo, una lección importante guarda relación con las reservas del país. En 1930 se redoblaron presiones sobre el tipo de cambio y las reservas peruanas empezaron a disminuir. Sucedió que el Perú, como toda América Latina, se volvió un exportador neto de capitales. La crisis hizo que la ganancia de las empresas extranjeras exportadoras vuelva a las casas matrices y que la nueva inversión se reduzca a casi cero. Poco quedó en el país y la ganancia fugó afuera.
En ese contexto, el Perú estuvo amenazado por la pérdida de su reserva metálica y antes que ello ocurra, Sánchez Cerro anuló la convertibilidad e impuso el billete de curso forzoso. Asimismo, Sánchez Cerro declaró la moratoria de la deuda externa. No fue el APRA, mucho menos el comunismo de la época. Las izquierdas estaban perseguidas y en prisión. Por su propia cuenta y riesgo, las derechas impulsaron un rumbo intervencionista.
Durante la crisis de 1929-1933 se sucedieron procesos complejos, que ahora recién están comenzando. Por ejemplo, el Estado prácticamente cayó en cesación de pagos. Debía siete meses a los pensionistas y tres a los miembros de las FFAA. Del mismo modo, el principal banco peruano fue liquidado. Nada de eso viene sucediendo por ahora. Si ocurriera, los principales defensores del capitalismo se volverían estatistas, como ya lo fueron en los treinta. La derecha peruana generaría una serie de aprendices de Keynes, como por ejemplo Manuel Prado en el BCR de Benavides. Pero, ello no los haría izquierdistas, sino inteligencias capitalistas con recetas especiales para la crisis.
El sistema incluye dos tipos de ideólogos. En épocas de bonanza viene bien el liberalismo, porque permite justificar una ganancia privatizada. El Estado es concebido como mínimo y la torta queda libre para el empresariado privado. Pero, en tiempos difíciles, se impone un giro; el sistema requiere un pensamiento que incluya la acción del Estado. Para escapar al derrumbe, hace falta socializar las pérdidas y el instrumento es el Estado. Por ello, una considerable acción pública pasa a ser interesante para los ideólogos capitalistas.
Así, el populismo es la otra cara del liberalismo y ambos forman la moneda ideológica capitalista. No confundir populismo con izquierda ayudaría a entendernos. La historia muestra que ningún populismo latinoamericano ha roto con el sistema capitalista. Por el contrario, los populismos han sido instrumentales a la salvación del sistema en épocas de crisis y han sentado las bases para mayores negocios privados en una fase ulterior.
Una última lección de la crisis de 1929. La corrupción creció en forma sostenida y el contrabando fue espectacular. Asimismo, en aquellos años, la Contraloría General de la República fue mantenida atrasada y precaria. Los políticos peruanos evitaron que esta institución se organice de una manera autónoma, profesional y estricta en el cumplimiento de su misión.
Hoy, la corrupción sigue presente y nuevamente se avecinan cambios en la CGR. Ojalá no sea para restarle el profesionalismo alcanzado. Asimismo, espero que Tafur comprenda la esencia del planteamiento izquierdista, que consiste en la transformación del Estado, buscando que no siga al servicio de negocios privados, sino que se ordene en función a las mayorías ciudadanas.
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Fuente: Diario La Repùblica. 18/02/09
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