Charles Darwin (1809-1882)
Mirko Lauer (Escritor)
Este año se conmemora 200 años del nacimiento de Charles Darwin y 150 de la publicación de El origen de las especies. Gracias al repunte del fundamentalismo religioso y al triunfo de Barack Obama su teoría sobre la evolución tiene hoy una notable actualidad. Hasta el momento las celebraciones han incluido un paseo en Boeing 757 siguiendo la ruta del Beagle, el barco en que Darwin hizo sus exploraciones.
Desde 1859 las religiones que no rechazaron de plano el evolucionismo de Darwin buscaron maneras de acomodarlo a la idea bíblica de la creación. Una respuesta llegó con la idea de evolución creativa, conocida también en su variante de diseño inteligente, en que la divinidad aparece discretamente en el origen de un proceso biológico evolutivo. Es esto lo que la derecha patrocina para los cursos de ciencias naturales.
De hecho Darwin nunca se propuso sustituir al libro de Génesis en la Biblia. Más bien en siglo y medio ha sido una de las pruebas de que la fe y la ciencia pueden coexistir cómodamente en las personas. La obra del jesuita Pierre Teilhard de Chardin, El fenómeno humano (1955) y El medio divino (1957), es acaso la más interesante síntesis producida en torno del tema.
El doble aniversario se ha visto realzado por La causa sagrada de Darwin: la esclavitud racial y la búsqueda de los orígenes humanos (2009) de los historiadores Adrián Desmond y James Moore. Argumentan que el famoso libro de Darwin fue una obra abolicionista, concebida también para demostrar científicamente el origen común del hombre y así quitarles piso a los alegatos a favor de la esclavitud.
No es una idea nueva, pero cae a pelo en tiempos en que la cristiandad padece un nuevo asalto a la razón en sus filas: un segundo papa que promueve el irracionalismo de la extrema derecha católica en su iglesia, y una derecha evangelista que predica contra la ciencia en la explicación del mundo natural. Las teorías de Darwin han sido perfeccionadas por la ciencia misma, pero su sentido profundo se mantiene firme.
Con sus teorías paralelas del ancestro común de la humanidad y de la selección natural de las especies, Darwin pertenece, con Carlos Marx, Federico Nietzche y Sigmund Freud, al núcleo de pensadores que entre los siglos XIX y XX reformularon el sentido de lo humano como una especie cuya tarea es manejar su propio destino. Los avances de la genética volverán esto todavía más claro.
Darwin llegó a Lima en julio de 1835, en pleno militarismo, y en su diario consigna el estado de abandono que advirtió en la ciudad (por lo menos en una carta a su hermana Carolina dijo “Me da júbilo estar escribiendo ahora desde Perú”). Partió del Callao en setiembre de 1835 hacia las islas Galápagos, un escenario clave para sus observaciones. Ya entonces sus notas expresan dudas sobre la ortodoxia religiosa.
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Fuente: Diario La Repùblica. 06/02/09
Mirko Lauer (Escritor)
Este año se conmemora 200 años del nacimiento de Charles Darwin y 150 de la publicación de El origen de las especies. Gracias al repunte del fundamentalismo religioso y al triunfo de Barack Obama su teoría sobre la evolución tiene hoy una notable actualidad. Hasta el momento las celebraciones han incluido un paseo en Boeing 757 siguiendo la ruta del Beagle, el barco en que Darwin hizo sus exploraciones.
Desde 1859 las religiones que no rechazaron de plano el evolucionismo de Darwin buscaron maneras de acomodarlo a la idea bíblica de la creación. Una respuesta llegó con la idea de evolución creativa, conocida también en su variante de diseño inteligente, en que la divinidad aparece discretamente en el origen de un proceso biológico evolutivo. Es esto lo que la derecha patrocina para los cursos de ciencias naturales.
De hecho Darwin nunca se propuso sustituir al libro de Génesis en la Biblia. Más bien en siglo y medio ha sido una de las pruebas de que la fe y la ciencia pueden coexistir cómodamente en las personas. La obra del jesuita Pierre Teilhard de Chardin, El fenómeno humano (1955) y El medio divino (1957), es acaso la más interesante síntesis producida en torno del tema.
El doble aniversario se ha visto realzado por La causa sagrada de Darwin: la esclavitud racial y la búsqueda de los orígenes humanos (2009) de los historiadores Adrián Desmond y James Moore. Argumentan que el famoso libro de Darwin fue una obra abolicionista, concebida también para demostrar científicamente el origen común del hombre y así quitarles piso a los alegatos a favor de la esclavitud.
No es una idea nueva, pero cae a pelo en tiempos en que la cristiandad padece un nuevo asalto a la razón en sus filas: un segundo papa que promueve el irracionalismo de la extrema derecha católica en su iglesia, y una derecha evangelista que predica contra la ciencia en la explicación del mundo natural. Las teorías de Darwin han sido perfeccionadas por la ciencia misma, pero su sentido profundo se mantiene firme.
Con sus teorías paralelas del ancestro común de la humanidad y de la selección natural de las especies, Darwin pertenece, con Carlos Marx, Federico Nietzche y Sigmund Freud, al núcleo de pensadores que entre los siglos XIX y XX reformularon el sentido de lo humano como una especie cuya tarea es manejar su propio destino. Los avances de la genética volverán esto todavía más claro.
Darwin llegó a Lima en julio de 1835, en pleno militarismo, y en su diario consigna el estado de abandono que advirtió en la ciudad (por lo menos en una carta a su hermana Carolina dijo “Me da júbilo estar escribiendo ahora desde Perú”). Partió del Callao en setiembre de 1835 hacia las islas Galápagos, un escenario clave para sus observaciones. Ya entonces sus notas expresan dudas sobre la ortodoxia religiosa.
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Fuente: Diario La Repùblica. 06/02/09
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