Farid Kahhat (Analista Internacional)
La mayor parte del gas que importa la Unión Europea (UE) proviene de Rusia y algunas antiguas repúblicas soviéticas a orillas del Mar Caspio. Ese gas llega a Europa a través de gasoductos que atraviesan Ucrania y Turquía. El gas que pasa por Ucrania proviene de Rusia, y cada vez que esos países tienen conflictos sobre el tema Rusia restringe la oferta, interrumpiendo los flujos de gas hacia Europa.
Por eso la UE buscó una fuente de abastecimiento menos volátil. Y su primera opción fueron los países del Mar Caspio, cuyo gas podía llegar a través de Turquía, un miembro de la OTAN que pretende ingresar a la UE, por lo cual sería una fuente de abastecimiento confiable. Pero solo hay cuatro países a través de los cuales ese gas podría llegar hasta Europa vía Turquía. Tres de ellos no constituyen una alternativa: Rusia (es decir, el proveedor al cual pretenden reemplazar), Irán (un país bajo sanciones respaldadas por la UE), y Armenia (un aliado de Rusia desde la guerra con Azerbaiyán).
¿Cuál era el cuarto país? Georgia, un Estado que pretende ingresar tanto a la OTAN como a la UE… y al que Rusia invadió el año pasado, apropiándose de parte de su territorio. ¿Se trata de una mera coincidencia? No, si recordamos que Kirguistán acaba de exigirle a Estados Unidos el cierre de la base aérea que posee en su territorio. Una base por la que transitan cada mes 15.000 soldados y 500 toneladas de carga desde y hacia Afganistán. Y ello ocurre cuando el movimiento talibán ha pasado a la ofensiva y el gobierno de Obama pretende desplazar 30.000 soldados adicionales hacia Afganistán, mientras los convoys que abastecen a sus fuerzas desde territorio pakistaní son objeto de constantes emboscadas.
¿Qué tiene que ver Rusia con la decisión de Kirguistán? Que esta se adoptó luego de que Rusia condonara una deuda de 180 millones de dólares al gobierno de ese país, además de concederle 150 millones en ayuda oficial, y un crédito de 2.000 millones de dólares. Todo ello días después de que Rusia ofreciera a la OTAN crear una ruta de suministros para sus fuerzas en Afganistán a través de su propio territorio.
En otras palabras, Rusia no desea impedir que la OTAN logre sus objetivos en Afganistán (después de todo la Unión Soviética también invadió ese país para lidiar con el islamismo militante), pero sí desea que el logro de esos objetivos dependa en lo posible de su voluntad de cooperar con la OTAN.
Dado que ahora el logro de los objetivos de la OTAN en Afganistán depende en parte de la cooperación de Rusia, ese país posee un poder de negociación del que careció desde los estertores de la Guerra Fría. ¿Qué desea Rusia a cambio? Dos de sus objetivos son evidentes: cuando menos, detener el proceso de ampliación de la OTAN hacia sus fronteras. Y, cuando menos, posponer el proceso de instalación de un sistema de escudos antimisiles en Polonia y la República Checa. Es decir, Rusia busca que la OTAN reconozca sus intereses de seguridad en territorios que solían ser parte de su esfera de influencia. El reciente discurso del vicepresidente Biden en Múnich reveló que el nuevo Gobierno de Estados Unidos entiende la lógica detrás de la conducta de Rusia.
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Fuente: Diario El Comercio. 15/02/09
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