MALDITO GUANO
Daniel Parodi (Historiador)
En clase suelo decir que nuestra historia republicana del siglo XIX es auto-flagelante debido a la necesidad de encontrar responsables a la derrota que sufriéramos en la Guerra del Pacífico. También he señalado que es tiempo de mirar nuestro pasado con otros ojos, tanto cómo de hacerle preguntas distintas a las que tradicionalmente le hemos hecho. Ciertamente, no se trata de inventar cuentos de hadas, ni de reemplazar los malos episodios por otros buenos. Sin embargo, tampoco podemos retratar los primeros cincuenta años de nuestra experiencia independiente como un periodo gris y corrupto, sin interponer matiz alguno al relato o rescatar de él sus elementos positivos.
Respecto del periodo guanero, las estadísticas no son tan dramáticas como podría pensarse: al menos el 60% de la riqueza neta obtenida de su comercialización se quedó en el Perú, no se la llevaron los ingleses como corrientemente se piensa (Hunt 1984). Luego, su uso por parte del Estado fue medianamente racional: se suprimió la contribución indígena —lastrecolonial que se retomó en 1826 debido a la crisis inicial de nuestra República— y, lo más importante, el Estado invirtió más de la mitad de sus ganancias en crearse a sí mismo.
Desde una lógica puramente neoliberal podría cuestionarse esta política, pero debemos considerar la debilidad del Estado republicano inicial y su carencia de infraestructura y de instituciones. De allí que el gasto público dirigido a la organización de la burocracia, a la fundación de la Marina y el Ejército, a la construcción de diversos ferrocarriles –anteriores al Central y del Sur— y a la compra de equipo militar, como los buques Independencia y Huáscar, parezcan más que razonables.
Lo dicho no soslaya, ciertamente, a la corrupción enquistada casi como una suerte de tradición en nuestra sociedad y, por extensión, en nuestro Estado, la que se expresa en la lógica patrimonialista del funcionario (ver el cargo público como una oportunidad de beneficio personal), tanto como en la extensión de redes clientelares que se superponen a prácticas más institucionales. Ambos elementos estuvieron presentes durante el boom guanero y siguen presentes el día de hoy.
De hecho, los dos casos más sonados de corrupción en tiempos del guano fueron la consolidación de la deuda interna y la abolición de la esclavitud. En el primer caso, dicha deuda, que se tenía con los peruanos que colaboraron con la Independencia, fue recalculada durante el gobierno de José Rufino Echenique (1851-1855) y, extrañamente, se disparó de 4 a 23 millones de pesos. En el segundo, en 1854 Ramón Castilla pagó a los propietarios de esclavos por su libertad.
La medida puede ser comprensible porque lo contrario hubiese supuesto la quiebra de la economía agroexportadora de la costa norte. Sin embargo, no lo es tanto el hecho de que se haya pagado por 25.000 esclavos cuando solo quedaban 17.000 y que, además, se haya pagado 300 pesos por cada uno (el precio más alto en el mercado) cuando su valor dependía de una serie de aspectos, entre ellos la edad y el estado de salud. (Aguirre, 1993)
En todo caso, estos hechos no caracterizan todo el periodo guanero y, lo más importante, no son ni la causa de la Guerra del Pacífico, ni tampoco la razón de librarla con una bancarrota a cuestas. De hecho, el segundo caso se asocia más con la firma del Contrato Dreyfus en 1869 y el primero con la compleja coyuntura que desencadenó la gran depresión mundial de 1873.
En otra nota explicaré cómo estos dos eventos se relacionan con la Guerra del 79, pero sirva la presente para discutir la validez de la tesis que presenta a toda la era del guano como el chivo expiatorio de nuestra derrota militar en aquella conflagración.
Fuente: Diario 16. 27 de mayo del 2014.
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