La Vigencia de Basadre
A 20 años de la muerte del gran tacneño, dos historiadores precisan
lecciones de su obra y su vida para una nación que él amó con pasión y
serenidad.
Manuel Burga, catedrático de ciencias sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y Margarita Giesecke, profesora de historia de la Pontificia Universidad Católica, definen claves del admirable personaje que en 1931, a los 28 años de edad escribió ese clásico que es Perú: problema y posibilidad, y nos legó, entre otras obras magistrales, la insuperada Historia de la República del Perú. Investigador acucioso desde los 16 años de edad, llegado a Lima desde su Tacna natal ocupada por Chile, fue siempre un demócrata y un partidario de la justicia social. "Hay", escribió en Infancia en Tacna, "derechos imprescriptibles, una dignidad mínima para subsistir, seguir adelante y tomar impulso y que constituyen la misión, el destino, la promesa de nuestra existencia común."
SUS CUATRO CLAVES DE LA HISTORIA
PERUANA
Manuel Burga
Es increíble la capacidad creativa o destructiva que tienen los escenarios históricos cuando se mira hacia el pasado o se piensa en el futuro impregnados de esta actualidad. Por eso no es nada raro percibir, o quizá simplemente intuir, que hoy el tiempo histórico parece más favorable a don Jorge Basadre, el historiador de la República, que a José Carlos Mariátegui, el fundador del socialismo peruano, por ejemplo.
Es increíble la capacidad creativa o destructiva que tienen los escenarios históricos cuando se mira hacia el pasado o se piensa en el futuro impregnados de esta actualidad. Por eso no es nada raro percibir, o quizá simplemente intuir, que hoy el tiempo histórico parece más favorable a don Jorge Basadre, el historiador de la República, que a José Carlos Mariátegui, el fundador del socialismo peruano, por ejemplo.
Los libros de Basadre parecen aún vitales, indispensables, con una fuerza sana
para explicar y entender nuestro destino histórico.
Presentar o discutir la obra de Basadre demanda un espacio mayor, no un
artículo que pretende solamente recordarlo a 20 años de su muerte. Por eso me
limitaré a presentarlo a través de algunas de sus claves para entender la
historia peruana. Se me ocurre llamar así a esos rasgos fundamentales de
nuestro proceso histórico, que Basadre decía que uno puede ignorar, conocer y
aún manejar, pero no evitar.
Por eso no es nada raro que su gran tema de estudio haya sido la República.
Desde su primer libro, La multitud, la ciudad y el campo en la
historia del Perú (1929) hasta su Introducción a las bases documentales para la historia del Perú (1971), pasando por su monumental Historia de la
República del Perú, su obra historiográfica trata de explicar y entender el Perú moderno.
Su obra es inmensa, sorprendente, rica e inagotable. Sin embargo nunca estuvo
libre de la incomprensión, la crítica y - a veces- del menosprecio de algunos
historiadores, especialmente de mi generación, que priorizaban una historia
denuncia, que negaban la inevitabilidad de lo hispano y lo criollo, que
preferían la demolición de la historia, más que una historia centrípeta que
buscaba la nación como centro y justificación.
Analizaré algunas de sus ideas que podemos considerarlas como claves de nuestra
historia.
Primera: El Perú no es inca,
ni español, ni criollo, ni mestizo, es una realidad más compleja. Para mala suerte de Basadre, su carrera como intelectual, se inició en
el Oncenio de Leguía, cuando frente al autoritarismo y el derrumbe de las
instituciones democráticas, había surgido con fuerza inusitada el primer
indigenismo moderno que invadió todos los rincones y emociones de la vida
intelectual de entonces. Por eso discrepó de Julio C. Tello, así como de los
hispanistas y consideró al criollismo como mundo crepuscular, para luego
afirmar que el Perú era más que todo eso.
Segunda: El Perú es un país de
contrastes y de contradicciones. Un "país que en
la guerra con Chile produjo un bizantino faccionalismo político y un arquetipo
de hombre como Grau". Gran parte de nuestra historia, decía, la podemos
entender como un debate entre las ideas de libertad y autoridad, ambas como
opciones políticas contrapuestas y justificadas por la búsqueda del ansiado
progreso material. Un debate entre la institucionalidad democrática, con todas
sus implicancias, y los gobiernos autoritarios, que sacrifican la democracia.
Una tercera clave la expresó de la manera siguiente: La historia del Perú en el siglo XIX es una historia de oportunidades
perdidas y de posibilidades no aprovechadas. Aquí tenemos que pensar fundamentalmente en su noción de Estado
empírico, ineficiente, clientelista y caudillesco, para entender por qué la
riqueza del guano no permitió la aplicación de políticas estatales más
inteligentes y nacionales. Los problemas provienen de los avatares, las
conquistas, los colonialismos que encontramos en nuestra historia, lo que no
nos debe impedir -según él- mirar al futuro como posibilidad de una vida mejor.
En cuarto lugar: desde muy joven, y probablemente, en respuesta a su experiencia
íntima y personal, se preguntó "¿Por qué se fundó la República?" y
aquí expuso una de las claves fundamentales de la historia moderna del Perú, la
idea de promesa republicana, que aparece como una emoción de todos los hombres nuevos durante las
campañas independentistas en América Latina: "Hubo en ellos también algo
así como una angustia metafísica que se resolvió en la esperanza de que
viviendo libres cumplirían su destino colectivo. Esa angustia, que a la vez fue
una esperanza, podría ser llamada la promesa".
Estas son algunas de las claves de nuestra historia, que según Basadre, no
hemos sabido manejar, para que la promesa se realice íntegramente, sin exclusiones, ni privilegios, sin mengua de
la libertad, sin autoritarismos ciegos, tercos y antinacionales. A pesar de
nuestros conflictos, o, como él solía decir, de una "invisible guerra
civil", Basadre miró la historia peruana para entender la génesis,
constitución y desarrollo de la "nación peruana". La historia no como
lección ejemplar, sino como memoria colectiva, y comunión, que nos involucre en
un proyecto común. Por esto, la República, nacida con la Independencia, será
para él la gran arquitectura administrativa y política para ensanchar la nación
peruana.
Creo, finalmente, que su idea central, la búsqueda de la nación peruana, nunca
fue cabalmente entendida y por eso se le criticó, acusándolo de olvidos y de
omisiones. Pero ahora sabemos, gracias a la propuesta de Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas (1983), que las
naciones son artefactos culturales, más que realidades materiales, que debemos
entenderlas como comunidades imaginadas,
soberanas y limitadas. Basadre nunca pudo utilizar la noción de Anderson, pero
sí percibió a la nación peruana desde esta perspectiva. Por eso nos habla de la
multiplicidad peruana, de sus herencias diversas, de sus contradicciones, de
esa sensación de futilidad de la democracia, del peligro de los autoritarismos,
de los faccionalismos, que impiden que nos podamos imaginar como una comunidad
nacional. La terca apuesta por el sí de don Jorge Basadre es su apuesta por la
nación peruana, por una comunidad imaginada, donde prevalezcan la integración,
la honestidad y el juego limpio. No hay otra manera de construir la nación,
sino sanamente. La necesidad presente y futura de esta obra explica la
perdurabilidad de Basadre.
POR UN DESARROLLO CON JUSTICIA
Margarita Giesecke
Es prácticamente imposible hacer un balance breve de toda la proyección y vigencia de la obra de Jorge Basadre. Sin embargo, quien tenga el deseo y la tenacidad de hacerlo, encontrará, para empezar, que en la política actual se continúa con la tradición de una enorme arrogancia e ignorancia del pasado. Quien crea que el proceso nacional actual es distinto al de su historia está equivocado, pues somos y cargamos con muchos temas no resueltos de nuestro pasado y que una y otra vez nos confrontan con viejos problemas como si fueran nuevos y con viejas soluciones vestidas de modernidad.
Es prácticamente imposible hacer un balance breve de toda la proyección y vigencia de la obra de Jorge Basadre. Sin embargo, quien tenga el deseo y la tenacidad de hacerlo, encontrará, para empezar, que en la política actual se continúa con la tradición de una enorme arrogancia e ignorancia del pasado. Quien crea que el proceso nacional actual es distinto al de su historia está equivocado, pues somos y cargamos con muchos temas no resueltos de nuestro pasado y que una y otra vez nos confrontan con viejos problemas como si fueran nuevos y con viejas soluciones vestidas de modernidad.
En esencia nuestro Estado está ligado a la fragilidad de nuestra economía, todavía
fundamentalmente primario exportadora, la que sigue planteando un escenario y
actores políticos sumamente vulnerables. En otras palabras, frágiles
democracias para las que las oleadas modernizantes muchas veces no pasan de ser
barnices relucientes sobre viejas maderas.
Pocas historias como las que nos entregó Jorge Basadre a lo largo de su
fructífera vida han contenido en sus análisis y proyecciones un sentido tan
clarividente. No estamos hablando del arte adivinatorio, sino de la capacidad
de acercar la brecha entre pasado y futuro como resultado de una prolija
investigación histórica. Jorge Basadre enfocó la historia como un proceso
continuo en el tiempo. Ciertamente, el fenómeno histórico que lo comprometió
más y que prácticamente definió toda su obra fue el de la historia política.
Algo irónico, según él, ya que se trató de una práctica de la cual siempre
discrepó o ante la cual fue siempre muy crítico. A pesar de ello, decía que el
conocimiento de la historia política era el andamiaje indispensable sobre el
cual se investigarían y escribirían las otras historias.
Es en torno a estas historias, política y social, que quisiera recordar la
vigencia de la obra de Jorge Basadre.
Convencido de que el tema del poder es eterno, Basadre reunió, ordenó y dio
vida a los papeles del Estado. A través del análisis certero de la política
nacional, de los políticos y las instituciones públicas a lo largo del tiempo,
Basadre nos enfrentó y nos enfrenta aún a por lo menos dos problemas medulares
en la formación de la nación peruana. El Perú de 1879, nos dijo, tuvo dos
fallas esenciales que nos explican el desastre de la guerra: el Estado empírico
y el abismo social. En 1969 advirtió nuevamente que, si continuaban existiendo,
podían llevarnos a nuevas catástrofes frente a las grandes pruebas del futuro.
Por mucho tiempo se malentendió empírico solamente como improvisado; pero la definición que él dio en su Historia de la República es mucho más
comprehensiva, pues quiere decir: "el Estado inauténtico, frágil, corroído
por impurezas y por anomalías... el Estado con un Presidente inestable, con
elecciones a veces amañadas, con un Congreso de origen discutible y poco eficaz
en su acción, con democracia falsa... Un Estado en el que no abundan las
personas capaces y bien preparadas para la función que les corresponde"
(JB, tomo VIII de la Historia de la República) Este Estado
empírico reposaba, por añadidura, sobre un abismo social, pues se evidenció una
total despreocupación en la época republicana por el problema indígena, lo que
originó la ausencia de una mística nacional en este grupo humano. En conclusión
de Basadre: "el peruano del siglo XIX no había tecnificado el aparato
estatal ni había abordado el problema humano del Perú".
En 1978, en las anotaciones a su obra Perú: Problema y
Posibilidad, escrita en 1931, nos recordó la relación estrecha entre el tema del
desarrollo económico y la todavía urgente superación del Estado empírico y del
abismo social sobre el cual éste reposaba. Para Basadre, "el desarrollo
económico auténtico no sólo implica la ampliación de bienes y servicios, sino
que queda definido mejor en términos que eleven los niveles de subsistencia,
dignidad y libertad humanas y combatan la pobreza, el desempleo y la
desigualdad". Más aún planteó la lucha contra el subdesarrollo como:
"una planificación auténtica de tipo democrático, gradualista y
experimental en el avance hacia el futuro con soluciones de corto, mediano y
largo plazo que tiendan al aumento de la productividad y al alza del nivel de
vida, defiendan al mismo tiempo derechos humanos esenciales y busquen, sin
mengua de ellos, la justicia social."
En el año 2000 resulta complejo afirmar que el Estado peruano ha logrado
superar su empirismo, el abismo social, la debilidad democrática y el
subdesarrollo.
Por cierto, el abismo social ya no se presenta solamente como la marginación
del indígena en los Andes, sino también como pobreza extendida de un alto
porcentaje de peruanos, su real marginación del sistema educativo y su
creciente dependencia cultural y cívica de los medios de comunicación. El
"problema humano del Perú hacia la construcción de una mística
nacional" sigue siendo una tarea pendiente en la construcción de nuestra
historia.
En realidad el puente entre la historia social y la historia de la sociedad
estaba dado ya en la concepción histórica de Basadre y, aún cuando tuvo que
privilegiar la historia política, lo social estuvo siempre presente en su obra.
No sólo lo está en las páginas que dedica a las nuevas clases sociales y a las
jornadas reivindicativas de obreros y campesinos, sino en toda su obra, y ello
es fruto de su calidad de persona profundamente preocupada por la marcha de la
sociedad en su conjunto.
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