Cuadro de Felipe Cossío del Pomar
6,000 muertos en Trujillo
Este debió ser el titular de alguno de los periódicos de la época, cuando –después de ser aplastada la denominada “Revolución de Trujillo”- los departamentos de La Libertad, Cajamarca y Áncash, quedaron conmocionados por la cantidad de asesinatos que se produjo luego del levantamiento de un puñado de aguerridos apristas al tomar el Cuartel Ricardo O’Donovan y gobernar la región durante 5 días. La intención era derrocar al entonces Presidente Luis Sánchez Cerro, pero por una serie de errores políticos, militares y estratégicos del APRA, el levantamiento popular no tuvo la resonancia a nivel nacional.
Por: Gustavo Valcárcel Carnero
El 7 de julio se cumplieron 81 años de ese intento de tomar el poder. El APRA tenía esa intención desde el año anterior, pero fue postergando el asalto al cuartel, una y otra vez. A Manuel Búfalo Barreto Risco, dirigente medio de macheteros del Valle de Chicama, se le acabó la paciencia y perdió credibilidad en los dirigentes apristas regionales y nacionales. Las condiciones socioeconómicas eran angustiantes para el campesino cañero por las condiciones de explotación a las que estaba sometido; también para los comerciantes, pues tenían que competir con el bazar de Casa Grande (liberada de impuestos por los Presidentes Billingurst y Sánchez Cerro), la que obligaba a sus trabajadores a adquirir sus productos de primera necesidad en sus tiendas para deducirlo de la planilla; además, para el pueblo en general, que veía el desarrollo tecnológico en el procesamiento de azúcar y el enriquecimiento de las transnacionales (Grace- estadounidense y Gildemeister -alemana), afectando al minifundio local que vendía sus tierras a bajos precios ante la imposibilidad de competir con los grandes.
Al agudizarse los conflictos sociales en extremo, iniciados con las huelgas de 1912 y 1921, la insurrección popular del 7 de julio de 1932 (duro solo 5 días) se debocó en derramamientos de sangre, iniciándose con la caída de Víctor Eloy Calderón Muñoz y de M. Barreto al momento mismo de ingresar al cuartel. Varias balas derribaron a Búfalo. El domingo 10 de julio lo enterraron. La víspera, Sánchez Cerro autorizó el bombardeo de la ciudad por aire, tierra y mar. Horas antes del entierro, a las 3 de la madrugada, asesinan en la cárcel local a 10 oficiales del Ejército, un soldado de artillería, 15 policías y 25 civiles. La prensa recoge la versión oficial del gobierno y acusa al APRA de este asesinato masivo, inhumano y, por demás, atroz. Por cierto, jamás se detuvo a nadie, pero este hecho marcó el inicio del divorcio irreconciliable que existió entre las FFAA y la PNP con el APRA, el que arrancó con persecuciones, encarcelamientos, penas de muerte y asesinatos de líderes y militantes, de simpatizantes y gente ajena a los hechos, desde 1932 hasta 1955 (exceptuemos el período de Manuel Bustamante ‘45 - ‘48) cuando se concerta la “convivencia” entre Prado – Odría y Haya de la Torre.
Las muertes vinieron como consecuencia de los entrenamientos bélicos desiguales entre la población alzada en armas y las fuerzas del gobierno sanchezcerrista conformadas por tropas locales, unidades de Chiclayo, Áncash y envíos de Lima con el carguero “Urubamba”. Se bombardeó Salaverry y la ciudad de Trujillo desde el BAP “Grau”; y –estrenando- se usó la modalidad de bombardeo aéreo, con hidroaviones y aviones enviados desde el Puerto de Chimbote (la historia ha rescatado al CAP FAP Carlos Martínez de Pinillos Coello, quien no bombardeó la ciudad y sus pertrechos los lanzó al mar. El aeropuerto de la ciudad lleva hoy su nombre). La matanza fue general. Cayeron civiles inocentes y luchadores apristas. Recientemente se ha sabido de documentos desclasificados del Departamento de Estado norteamericano, que EEUU le negó el préstamo de un avión civil de Panagra para participar en los bombardeos.
Acabada la insurrección, al tomar el control de la ciudad, se inician persecuciones, ejecuciones in situ, juicios con penas de muerte hasta para los que ya habían caído en combate (caso Búfalo) o para quienes ya estaban en la clandestinidad (caso Cucho Haya de la Torre). Lo cierto es que la muerte abrazó a Trujillo con unas 6,000 almas, que hoy están a punto de ser olvidadas, pues no se recuerda este suceso y no se menciona en los libros de Historia del Perú; tal vez, para que no se repita este ejemplo de protesta popular frente a nuevas modalidades de injusticia.
Fuente: Diario La Primera. 15 de julio del 2013.
Artículo recomendado: Historia de la rebelión aprista de Trujillo (1932).
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1 comentario:
conmonedor, se eniende el sentimiento profundo que comparten los apristas como partido politico.
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