Por: Antonio Zapata Velasco (Historiador)
Pronto serán veinte años de la detención de Abimael Guzmán y el inicio del fin de la primera guerra senderista. En este lapso, los autores de la captura se han peleado y sus versiones han variado mucho. Al lado, emerge la sólida narración de la CVR, que se basó en entrevistas a los protagonistas, comprendiendo plenamente el proceso que llevó a la caída del Buró de Sendero.
Siguiendo este relato, he subrayado las opiniones de los líderes senderistas sobre su propia captura. Sus versiones se hallan en las entrevistas que le dieron a la CVR en esos días y que se pueden consultar. Mi propósito es volver a los hechos desde la perspectiva del perdedor y conocer cómo fueron vividos en el campo opuesto a la democracia.
En primer lugar, tanto Guzmán como Iparraguirre, le otorgan mérito a la policía y específicamente al Gein. No creen que las rondas campesinas hayan causado su derrota. Piensan que éstas barrieron con Sendero luego de su captura, que habría sido el verdadero punto de quiebre de la guerra interna. La responsabilidad sería íntegramente de la policía, gracias a una sostenida operación de inteligencia.
Según su historia, dos detenciones previas contribuyeron con su caída. La primera fue el 1 de junio de 1990, semanas antes de terminar el primer gobierno de García. Era una casa de Monterrico donde funcionaba el departamento de organización subversiva. Ahí cayó un archivo de la dirección junto a Sybilla Arredondo; era su segunda detención y había sido seguida después de haber sido liberada.
Los documentos ofrecieron pistas que permitieron desbaratar los aparatos de propaganda y economía. La academia “César Vallejo” financiaba a la dirección de SL y la policía quebró el vínculo. El llamado Comité Permanente fue aislado de sus bases, sus aparatos de intervención fueron detenidos. En palabras de Iparraguirre, “estábamos suspendidos en el aire”.
Otro golpe crucial fue en enero de 1991, cuando fue allanada una vivienda situada en Chacarilla, donde cayó otra casa de organización que comprendía un museo. Allí estaba el famoso video de “Zorba el griego”, que permitió la identificación visual de los dirigentes. Con ese dato, la policía estrechó el cerco.
En esas circunstancias, el CC de SL se reunió en enero de 1990 y planeó acciones para la etapa que creía estar viviendo. Ahí acordaron la línea del “equilibrio estratégico”. Pensaron que estaban empatados con las FFAA y que necesitaban preparar la ofensiva decisiva. Se equivocaron y aceleraron su derrota.
En realidad, SL sobrestimó sus fuerzas y se impuso tareas que superaban su capacidad; al intentar llevarlas a cabo fundió motor y se desplomó. La dirección quedó aislada de sus propias bases que cobraron vida propia.
Por su parte, éstas se enfrascaron en dura competencia interna, rivalizando el Metropolitano versus Socorro Popular, buscando definir quién era más violento. Mientras tanto, el Comité Permanente se esforzaba en recuperar contacto a través de una “reserva”, que Iparraguirre puso en marcha. Estaban a salto de mata, cambiaban vivienda con frecuencia; en la casa de Los Sauces, donde finalmente fueron detenidos, apenas llevaban mes y medio, antes habían estado en San Antonio-Miraflores.
Augusta La Torre había fallecido el año anterior y SL había perdido su principal cuadro político. Iparraguirre era experta en organización y Guzmán un profeta, pero les faltaba la finura de la analista. Para escapar de la pérdida y recuperar capacidad organizativa, Guzmán aumentó la cuota de violencia, intentó fugar hacia adelante y se estrelló con la voluntad de la policía que se dirigía a su captura. Así, cayeron mansamente quienes habían desatado una guerra que costó al país 70.000 muertos.
La versión de SL es clave para terminar de entender los acontecimientos de ayer y adelantar lecciones para hoy. Pero, la ley del negacionismo parece orientada a penalizar este tipo de intereses. ¿Se podrá o no estudiar a Sendero, entrevistar a sus líderes y comprender su parecer?
Fuente: Diario La República (Perú). Miércoles 05 de septiembre del 2012.
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