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El mito fujimorista de la derrota de SL
Por: Nelson Manrique (Historiador y sociólogo)
El respaldo al fujimorismo reposa en buena medida en la creencia de que fue Alberto Fujimori quien capturó a Abimael Guzmán, algo que es creído especialmente por los jóvenes que no vivieron ese periodo. Abimael Guzmán fue capturado cuando el Estado peruano venía claramente perdiendo la guerra, ejecutando una estrategia de “terror contra terror” (el grupo Colina, Barrios Altos, La Cantuta, la masacre de presos de mayo de 1992), que fue explicada por Santiago Martin Rivas, el jefe del grupo Colina, al periodista Humberto Jara. Esta no detuvo el crecimiento senderista y al contrario lo aceleró. En abril de 1992 –el mes del golpe de estado de Fujimori– el subsecretario de Estado para AL Bernard Aronson planteó ante la Cámara de Representantes de EEUU que se debía evaluar una intervención militar multinacional en el Perú para evitar el triunfo de SL.
En Lima el asesinato impune de líderes populares como María Elena Moyano provocó un repliegue general de las organizaciones que enfrentaban a SL. La desmoralización de la clase media se expresó en la intención de cientos de miles de personas que querían vender sus propiedades para marcharse del país. En julio SL precipitó aún más las cosas lanzando una gran ofensiva con atentados contra empresas privadas, edificios públicos y locales de legaciones diplomáticas, agravando la zozobra e inseguridad; la culminación fue el bárbaro atentado de Tarata en Miraflores. Días después un “paro armado” fue acompañado de ensayos preinsurreccionales en barrios periféricos de Lima y algo similar sucedió en Ayacucho, Puno, Huancayo, Satipo, La Merced, Pasco y Huánuco. Lima era una ciudad acosada y se percibía claramente que el Estado era incapaz de ganar la guerra. En ese contexto la captura de Guzmán paró en seco una ofensiva general y fue el comienzo del fin para SL.
La captura de Abimael Guzmán fue una completa sorpresa para Fujimori y Montesinos; éste se encontraba en un cóctel en una embajada cuando la TV difundió la noticia de que había sido capturado el “presidente Gonzalo” y Fujimori estaba pescando en Iquitos y sólo pudo retornar a Lima recién al día siguiente. Una vez en Palacio se encargó de autoatribuirse el mérito de una operación exitosa de la cual ni siquiera tenía conocimiento.
La captura de Guzmán fue esencialmente el resultado de un cambio en la estrategia contrasubversiva realizado por un grupo de policías de la DINCOTE, descontentos con la forma como se venía llevando la guerra. Su estrategia reemplazó la represión indiscriminada (como la ejecutó Fujimori con el Grupo Colina) por un trabajo de inteligencia selectivo, que tenía como objetivo llegar a la cúspide de la dirección senderista, con la convicción de que se podía derrotar a SL capturando a Guzmán, pues lo único que SL no podría reemplazar era a su jefe máximo.
Trabajaron largo tiempo en silencio: en lugar de poner en prisión a los senderistas que iban identificando los del GEIN los dejaban libres y les hacían un paciente seguimiento, buscando reconstruir la red orgánica senderista para llegar a Guzmán, lo que finalmente lograron, capturándolo sin disparar ni un tiro. Para poder ejecutar su estrategia tuvieron que trabajar a espaldas de Fujimori y de Montesinos. Fue clave el papel de Benedicto Jiménez y el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN), creado a su insistencia al interior de la DINCOTE en 1990.
La captura de Guzmán el 12/9/92 fue un trabajo policial, realizado al margen de las FFAA, ejecutado contra la estrategia de “terror contra terror” de Fujimori y Montesinos. Esta no solo violaba los DDHH sino demostró ser completamente ineficaz. No es, por eso, de extrañar que, lejos de ser condecorados y promovidos, los jefes policiales que capturaron a Guzmán fueran castigados por Fujimori: Ketín Vidal, Benedicto Jiménez y Marcos Miyashiro fueron removidos de sus cargos y enviados a colocaciones que virtualmente los sacaban de la carrera policial. Hubo que esperar a la caída de la mafia para que fueran reivindicados.
P.S. La partida de Carlos Iván Degregori nos golpea profundamente. Debo mucho a su gran corazón, su inmensa generosidad y su maravilloso sentido de la amistad.
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