La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
Manuel Rodríguez Cuadros
Ex canciller del Perú. Actual embajador en Bolivia.
Como estaba previsto y luego de un debate que reveló algunas disensiones, la Cumbre del Grupo de Río realizada en Cancún culminó con la creación de la Comunidad de Estados latinoamericanos y Caribeños (Celac). Es evidentemente un acontecimiento histórico en la evolución de las relaciones externas latinoamericanas.
En un mundo sin zonas de influencia ni fronteras ideológicas, crecientemente descentralizado y en plena transición en el ámbito de sus estructuras políticas y económicas del poder, América latina y el Caribe pueden construir a partir de este nuevo espacio de acción conjunta -dentro de su diversidad- espacios de mayor equilibrio en las decisiones regionales y mundiales que preserven o promuevan mejor los intereses de sus estados y sus poblaciones. El papel asumido por el Brasil como potencia emergente puede ser la locomotora de este proceso.
Otro efecto previsible de la acción futura de la Celac será también una nueva dinámica en las relaciones interamericanas y en la acción de la OEA. El interamericanismo es un escenario privilegiado que permite a los estados latinoamericanos y del Caribe compartir diversos espacios de la cooperación y el diálogo político multilateral con Estados Unidos. La presencia cada vez más activa de Canadá ha ido otorgando a ese diálogo mayor flexibilidad y una trama de intereses políticos, sociales y estratégicos menos rígidos y más cooperativos. Una práctica regional diferenciada de la Celac en las mismas áreas de la agenda interamericana, presumiblemente creará mayores equilibrios y podría antes que debilitar, revalorizar el indispensable diálogo interamericano.
El presidente Obama, en su campaña electoral, en un discurso sustantivo pronunciado en Miami, señaló que su diplomacia veía con buenos ojos que los latinoamericanos asuman sus propias responsabilidades, sin tutelajes. Es lo que, objetivamente, el mundo de la post Guerra Fría exige a mi juicio a la diplomacia norteamericana y a la latinoamericana en un área donde no existen ni reales ni potenciales conflictos estratégicos o de alcance global. Por ello, puede haber mucho de sinceridad en las declaraciones de Philip Crowly, portavoz del Departamento de Estado, cuando señaló que la creación de la Celac “es acorde con los objetivos del gobierno de Washington en la región”.
En cualquier caso, el nuevo organismo dará más autonomía a la región en el contexto de cinco principios y valores compartidos con el espacio interamericano: el respeto al derecho internacional, la igualdad soberana de los estados, el no uso ni la amenaza del uso de la fuerza, la democracia y el respeto a los derechos humanos.
La Celac quiere también racionalizar la proliferación anárquica de organismos de integración, coordinación y concertación. De hecho el Grupo de Río y la Cumbre América latina-Caribe desaparecerán con su creación. A término, el Sela debería seguir el mismo camino. Y en un plazo mayor, una vez construidas capacidades institucionales, la Aladi podría seguir el mismo camino.
Sus competencias, adecuadamente, comprenden desde la promoción de la integración regional hasta la concertación de políticas. Lo nuevo, sin embargo, es un compromiso de mayor aliento que de concretarse significaría un cambio sustantivo en los patrones de la diplomacia latinoamericana y su proyección regional y mundial: la creación de un sistema institucional propio de solución de controversias. Esta es una apuesta mayor.
Fuente: Diario La Primera. Lunes 01 de Marzo del 2010.
Manuel Rodríguez Cuadros
Ex canciller del Perú. Actual embajador en Bolivia.
Como estaba previsto y luego de un debate que reveló algunas disensiones, la Cumbre del Grupo de Río realizada en Cancún culminó con la creación de la Comunidad de Estados latinoamericanos y Caribeños (Celac). Es evidentemente un acontecimiento histórico en la evolución de las relaciones externas latinoamericanas.
En un mundo sin zonas de influencia ni fronteras ideológicas, crecientemente descentralizado y en plena transición en el ámbito de sus estructuras políticas y económicas del poder, América latina y el Caribe pueden construir a partir de este nuevo espacio de acción conjunta -dentro de su diversidad- espacios de mayor equilibrio en las decisiones regionales y mundiales que preserven o promuevan mejor los intereses de sus estados y sus poblaciones. El papel asumido por el Brasil como potencia emergente puede ser la locomotora de este proceso.
Otro efecto previsible de la acción futura de la Celac será también una nueva dinámica en las relaciones interamericanas y en la acción de la OEA. El interamericanismo es un escenario privilegiado que permite a los estados latinoamericanos y del Caribe compartir diversos espacios de la cooperación y el diálogo político multilateral con Estados Unidos. La presencia cada vez más activa de Canadá ha ido otorgando a ese diálogo mayor flexibilidad y una trama de intereses políticos, sociales y estratégicos menos rígidos y más cooperativos. Una práctica regional diferenciada de la Celac en las mismas áreas de la agenda interamericana, presumiblemente creará mayores equilibrios y podría antes que debilitar, revalorizar el indispensable diálogo interamericano.
El presidente Obama, en su campaña electoral, en un discurso sustantivo pronunciado en Miami, señaló que su diplomacia veía con buenos ojos que los latinoamericanos asuman sus propias responsabilidades, sin tutelajes. Es lo que, objetivamente, el mundo de la post Guerra Fría exige a mi juicio a la diplomacia norteamericana y a la latinoamericana en un área donde no existen ni reales ni potenciales conflictos estratégicos o de alcance global. Por ello, puede haber mucho de sinceridad en las declaraciones de Philip Crowly, portavoz del Departamento de Estado, cuando señaló que la creación de la Celac “es acorde con los objetivos del gobierno de Washington en la región”.
En cualquier caso, el nuevo organismo dará más autonomía a la región en el contexto de cinco principios y valores compartidos con el espacio interamericano: el respeto al derecho internacional, la igualdad soberana de los estados, el no uso ni la amenaza del uso de la fuerza, la democracia y el respeto a los derechos humanos.
La Celac quiere también racionalizar la proliferación anárquica de organismos de integración, coordinación y concertación. De hecho el Grupo de Río y la Cumbre América latina-Caribe desaparecerán con su creación. A término, el Sela debería seguir el mismo camino. Y en un plazo mayor, una vez construidas capacidades institucionales, la Aladi podría seguir el mismo camino.
Sus competencias, adecuadamente, comprenden desde la promoción de la integración regional hasta la concertación de políticas. Lo nuevo, sin embargo, es un compromiso de mayor aliento que de concretarse significaría un cambio sustantivo en los patrones de la diplomacia latinoamericana y su proyección regional y mundial: la creación de un sistema institucional propio de solución de controversias. Esta es una apuesta mayor.
Fuente: Diario La Primera. Lunes 01 de Marzo del 2010.
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