domingo, 6 de diciembre de 2009

Del “Terrorismo de alcance global” en Afganistán a la “Guerra preventiva” en Iraq.

¿De Afganistán a la eternidad?

Por: Farid Kahhat Internacionalista *

El debate en torno a Afganistán en EE.UU. giró en torno a dos posiciones: la de quienes creen que el eje de la estrategia debe ser la lucha contra Al Qaeda, frente a la de quienes creen que se debería priorizar una estrategia contra-insurgente de mayor alcan- ce. El primer grupo tendía a considerar que si bien el gobierno de Bush definió de manera adecuada al enemigo principal (Vg., el “terrorismo de alcance global”), equivocó la estrategia para combatirlo (Vg., la “guerra preventiva” en Iraq). Creen, además, que la estrategia debe diferenciar entre el islamismo militante que tiene una agenda nacional (los talibanes), y aquel que tiene una agenda global. Creen también que la creciente resistencia armada es producto del incremento de tropas de la OTAN, y no al revés. Creen, por último, que si el enemigo se define por su alcance global, destinar ingentes recursos para combatirlo en un solo país carece de toda lógica.

Quienes plantean la necesidad de una estrategia contra- insurgente sostienen que el liderazgo de Al Qaeda sigue operando desde la frontera entre Afganistán y Pakistán, como probaría la detención en EE.UU. de presuntos terroristas procedentes de esa región. Creen, además, que los “Estados Fallidos” son un caldo de cultivo propicio para el desarrollo de Al Qaeda y grupos afines, por lo que abandonar Afganistán sin construir un mínimo de institucionalidad que preserve alguna semblanza de orden no resolvería el problema. Creen, por último, que un retiro de Afganistán sin haber propinado una derrota militar al movimiento Talibán podría devolver todo el proceso a fojas cero.

Consecuente con esas premisas, el primer grupo considera que, en general, hay que mantener el menor número posible de soldados durante el menor tiempo posible. El segundo grupo cree, por el contrario, que EE.UU. (y la OTAN), deberían tener una presencia militar lo suficientemente grande (y por tanto tiempo como sea necesario), para cumplir con los objetivos planteados.

Pero este no es un debate académico sino político, y en ese frente el segundo grupo descrito tiene una enorme desventaja: ni la opinión pública de su país, ni la de los países miembros de la OTAN, ni la gran mayoría de los gobiernos aliados de EE.UU. la respaldan. Cuenta, sin embargo, con el respaldo de actores que, aunque minoritarios, no son por ello menos poderosos: el Partido Republicano, los demócratas conservadores y el complejo militar-industrial.

Puesto en una encrucijada, Obama decidió transar, pero no partió las diferencias por la mitad: si bien decidió incrementar el número de soldados en una cifra cercana a la solicitada por el general Mc Chrystal, su definición de la misión y de los plazos está bastante más cerca de lo propuesto por el primero de los grupos descritos. Pero de ser así, ¿cómo encaja el incremento de tropas dentro de esa propuesta?

Presumo que la lógica que opera aquí es la siguiente: de un lado, se busca una solución negociada que involucre a un segmento significativo de la insurgencia talibán. De otro lado, es improbable que los talibanes encuentren tentadora una solución negociada mientras se mantengan a la ofensiva en el plano militar. Luego, entonces, si las fuerzas de la OTAN logran recuperar la iniciativa militar, sectores de la insurgencia tendrían los incentivos necesarios para buscar una solución negociada.

CATEDRÁTICO DE LA PUCP

Fuente: Diario El Comercio. Domingo 06 de diciembre del 2009.

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