Imagen. BBC Mundo
Amapola, lindísimo negocio…
Autor: Guillermo Giacosa (Periodista)
¿Se acuerda de aquella canción romántica “Amapola, lindísima amapola, será siempre mi alma, tuya sola. Yo te quiero, amada niña mía, igual que ama a la flor la luz del día”? Creo que la cantaba Sarita Montiel y, para mí, que mantenía un romance imaginario e incógnito con la cantante española, ella era la mismísima Amapola. No recuerdo si sabía, en ese tiempo, que la amapola era una flor. Menos aún sabía que era una flor que contenía los secretos para apoderarse de tu alma, tu voluntad y tu salud o, también, capaz de calmarte cuando el dolor vencía tus fuerzas. Era y es, porque permite la evasión del mundo real y porque produce millones de euros –estamos empezando a 'desdolarizar’ los artículos–, una flor más que codiciada. La aristócrata orquídea es una inquilina de favela al lado de la opulenta amapola. Esa flor fue el negocio de Afganistán hasta que, en 1999, los talibanes, que eran chiflados para algunas cosas y relativamente sensatos para otras, declararon ilegal a la amapola, cuyo cultivo estaba destinado a producir opio, morfina y heroína. Según un informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de las Naciones Unidas, el potencialmente peligroso cultivo quedó totalmente eliminado. Sin embargo, desde que los talibanes fueron expulsados del poder por EE.UU. y la OTAN, desde el 2001 y hasta el presente, el cultivo no solo ha reaparecido, sino que la producción de opio ha crecido en un 3,000%. Repito por si estaba distraído: ¡¡3,000%!! Según datos de algunas ONG, el gobierno de Karzai, socio de los Estados Unidos y ex empleado de una multinacional estadounidense, obtiene el 25% de su PBI del negocio de la droga.
Investigaciones periodísticas han denunciado a Ahmed Wali Karzai –hermano del presidente y gobernador de la provincia de Kandahar– como uno de los mayores traficantes de droga del país. No es sencillo fabricar la droga y, mucho menos, transportarla a EE.UU. y a Europa, sus principales mercados con numerosos adictos. ¿Alguien les pide cuentas a las potencias que ocupan Afganistán sobre esta realidad? ¿Alguien, que no sea Estados Unidos, emite algún informe donde se denuncie a quienes cooperan con la producción y el tráfico de drogas? Quizá, pero hay temas tabú, y este es uno de ellos.
Sin embargo, el Parlamento afgano, en una inusitada expresión de independencia y coraje, ha acusado a los ejércitos de ocupación de ser los responsables del transporte de la heroína hacia otras naciones de Occidente para financiar diferentes guerras. ¿De qué otra manera que con la cooperación de las potencias ocupantes las drogas podrían evadir los severos controles fronterizos? ¿Qué medios de transporte podrían llevarla a sus mercados? Les recuerdo que Afganistán es una suma de tribus que, si bien no están estrictamente en la edad de piedra, lo disimulan bastante mal.
La prensa unida al poder evitará temas tan comprometedores y nos seguirá lavando la cabeza con hechos inexistentes o nos instará a cantar “Amapola, lindísima Amapola…” en resguardo de nuestra inocencia.
Fuente: Diario Perú 21. Viernes 13 de noviembre del 2009.
Autor: Guillermo Giacosa (Periodista)
¿Se acuerda de aquella canción romántica “Amapola, lindísima amapola, será siempre mi alma, tuya sola. Yo te quiero, amada niña mía, igual que ama a la flor la luz del día”? Creo que la cantaba Sarita Montiel y, para mí, que mantenía un romance imaginario e incógnito con la cantante española, ella era la mismísima Amapola. No recuerdo si sabía, en ese tiempo, que la amapola era una flor. Menos aún sabía que era una flor que contenía los secretos para apoderarse de tu alma, tu voluntad y tu salud o, también, capaz de calmarte cuando el dolor vencía tus fuerzas. Era y es, porque permite la evasión del mundo real y porque produce millones de euros –estamos empezando a 'desdolarizar’ los artículos–, una flor más que codiciada. La aristócrata orquídea es una inquilina de favela al lado de la opulenta amapola. Esa flor fue el negocio de Afganistán hasta que, en 1999, los talibanes, que eran chiflados para algunas cosas y relativamente sensatos para otras, declararon ilegal a la amapola, cuyo cultivo estaba destinado a producir opio, morfina y heroína. Según un informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de las Naciones Unidas, el potencialmente peligroso cultivo quedó totalmente eliminado. Sin embargo, desde que los talibanes fueron expulsados del poder por EE.UU. y la OTAN, desde el 2001 y hasta el presente, el cultivo no solo ha reaparecido, sino que la producción de opio ha crecido en un 3,000%. Repito por si estaba distraído: ¡¡3,000%!! Según datos de algunas ONG, el gobierno de Karzai, socio de los Estados Unidos y ex empleado de una multinacional estadounidense, obtiene el 25% de su PBI del negocio de la droga.
Investigaciones periodísticas han denunciado a Ahmed Wali Karzai –hermano del presidente y gobernador de la provincia de Kandahar– como uno de los mayores traficantes de droga del país. No es sencillo fabricar la droga y, mucho menos, transportarla a EE.UU. y a Europa, sus principales mercados con numerosos adictos. ¿Alguien les pide cuentas a las potencias que ocupan Afganistán sobre esta realidad? ¿Alguien, que no sea Estados Unidos, emite algún informe donde se denuncie a quienes cooperan con la producción y el tráfico de drogas? Quizá, pero hay temas tabú, y este es uno de ellos.
Sin embargo, el Parlamento afgano, en una inusitada expresión de independencia y coraje, ha acusado a los ejércitos de ocupación de ser los responsables del transporte de la heroína hacia otras naciones de Occidente para financiar diferentes guerras. ¿De qué otra manera que con la cooperación de las potencias ocupantes las drogas podrían evadir los severos controles fronterizos? ¿Qué medios de transporte podrían llevarla a sus mercados? Les recuerdo que Afganistán es una suma de tribus que, si bien no están estrictamente en la edad de piedra, lo disimulan bastante mal.
La prensa unida al poder evitará temas tan comprometedores y nos seguirá lavando la cabeza con hechos inexistentes o nos instará a cantar “Amapola, lindísima Amapola…” en resguardo de nuestra inocencia.
Fuente: Diario Perú 21. Viernes 13 de noviembre del 2009.
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