El fujimorismo: autocrático sí, fascista no
Por: Ariel Segal (Internacionalista)
En su reciente artículo “La derrota del fascismo” (LR, 20/6/11), Mario Vargas Llosa califica de “fascista” al fujimorismo y como alguien que se ha dedicado a estudiar el fenómeno del totalitarismo, y las ideologías fascistas, pienso que es bueno señalar mi discrepancia con esa definición y utilizar la más correcta: autocracia.
Este desacuerdo no me parece solo parte de un debate teórico, ya que la distinción de qué tipo de tiranía enfrenta una sociedad puede ser determinante para derrocarla antes de que los ciudadanos de un país se vean sometidos a un totalitarismo difícil de extirpar. No fue lo mismo sacar del poder a Fujimori o, incluso, a Pinochet, a quien se le obligó a aceptar un referéndum, que intentar salir de regímenes fascistas como los de Hitler y Mussolini, e incluso la ex Unión Soviética, que tuvo una larga y agónica implosión.
El origen del término “fascismo” surgió en Italia en los años 20 del siglo pasado y fue adoptado por el dictador Mussolini, quien en el texto llamado La Dottrina del Fascismo, junto a su ideólogo Giovanni Gentile afirmaron que “para el fascismo todo está dentro del Estado y nada humano o espiritual existe ni tiene valor fuera del Estado, en ese sentido el fascismo es totalitario”. El régimen de Hitler en Alemania consagraría esta realidad con un sistema totalitario que no solo copó las instituciones políticas y económicas de la nación, sino también todas las esferas de la sociedad, convenciendo a las masas a entregarse a la causa de una ideología racial.
El Estado totalitario fascista propone la creación del hombre-masa conducido por un líder mesiánico y no hace distinción entre la esfera pública y privada. Por eso, a diferencia de una dictadura, no solo quien se opone al gobierno sufre de represión o persecución, sino cualquiera que se atreva a hacer algo contra los valores del “hombre nuevo” que se plantea crear. Estoy seguro de que MVLL conoce el tema, y sabe que el fascismo es una ideología corporativista, por lo que se opone a las doctrinas del liberalismo político y económico. Cuando señala que el régimen de Fujimori-Montesinos fue popular y tuvo apoyo de la clase empresarial por su política de libre mercado, sin darse cuenta se contradice; y cuando indica que también fue muy popular en los sectores rurales y lumpen “ganados mediante políticas asistencialistas de repartos y dádivas”, no precisa que eso también ocurre en gobiernos populistas, como el de Lázaro Cárdenas en México, Perón en Argentina o Velasco Alvarado en el Perú; todos autócratas, por el origen o su estilo de gobierno, pero no necesariamente fascistas.
Concuerdo en que el régimen Fujimori-Montesinos durante ocho años, violó los DDHH, acaparó los medios, se vinculó al narcotráfico, perpetuó masacres contra civiles y manipuló la Constitución y las leyes al servicio de una cúpula corrupta que intentó perpetuarse en el poder. Todo esto tipifica, ciertamente, a un Estado criminal y dictatorial, pero no fascista, puesto que si bien todo lo anterior puede ser parte de este tipo de régimen, el fascismo implica muchas otras características como: sistema de partido único con una ideología adoptada casi como si se tratase de una doctrina religiosa, lo cual se difunde no solo por medio de la propaganda sino del adoctrinamiento sistemático, sobre todo de niños y jóvenes; concepción totalitaria y corporativista del Estado; xenofobia y discriminación a minorías étnicas, religiosas y nacionales; expansionismo y militarismo, lo cual conlleva a un nacionalismo exacerbado que identifica a la tierra, al pueblo y al Estado con el partido y su líder; culto a la personalidad del caudillo; visión de una sociedad utópica perfecta con “un hombre nuevo” con un pensamiento único, sumiso al régimen totalitario.
Quizá MVLL ha caído en la tentación de calificar a la dictadura de Fujimori de neofascista porque el ex dictador fue de derecha, y como él mismo lo expresa, el fascismo “es una palabra que ha sido usada con tanta ligereza por la izquierda, más como un conjuro o un insulto contra el adversario que como un concepto político preciso…”. ¡Y es cierto! Solo a partir de los años 60, pensadores como Hannah Arendt y Raymond Aron, entre otros, desmontaron el hábito de categorizar únicamente a regímenes de derecha como fascistas, al demostrar que, en la práctica, la URSS, China comunista, Cuba, etc., también tenían este modelo político.
Pienso que es pertinente ahondar en un debate que permita distinguir un tipo de tiranía de otra porque el diagnóstico correcto que distingue al abuso de poder de la autocracia, y de ésta al fascismo, puede hacer la diferencia entre estar a tiempo o no de detener a gobiernos con tentación totalitaria como los que hoy, con vestimentas “revolucionarias”, aún proclaman eslóganes que incluyen a la “muerte” como un valor fundamental.
No tengo la respuesta ni tampoco la requiero de don Mario. Simplemente, creo útil ahondar en un debate que permita distinguir un tipo de tiranía de otra, no solo por razones históricas, como ocurre ahora en España a propósito del apasionado debate sobre la naturaleza del régimen de Francisco Franco luego de que la Academia de la Historia lo definiera como dictatorial y no totalitario, sino porque estoy convencido de que el diagnóstico correcto, que distingue al abuso de poder de la autocracia y de ésta al fascismo, puede hacer la diferencia entre estar a tiempo o no de detener a gobiernos con tentación totalitaria que actualmente, como hicieron los fascistas de la falange española que apoyó a Franco, proclaman: “¡Viva la muerte!”.
Fuente: Diario La República (Perú). Vie, 01/07/2011.
3 comentarios:
Hola Eddy, en efecto, la diferencia entre autoritarismo y fascismo es grande. El fascismo es el régimen totalitario que surgió en el priemr tercio de siglo XX como respuesta al pánico de los viejos liberales burgueses a la crisis generalizada de aquella sociedad novecentista, que les dejaba sin sus privilegios decimonónicos. Es totalitario y busca la sumisión total del ciudadano, convencerlo, meterse en su vida privada, etc. Es propio de sociedades desarrolladas, de clases medias, en los que hay que convencer con elaborados diuscursos diabólicos como el nazi y el antisemitismo, el fascio italiano y la idea nacionalista, etc, etc.
La autocracia o autoritarismo es diferente, el dictador sabe que no puede convencer y recurre al puño de hierro contra el reprimido, que, a diferncia del fascismo, en ningún momento se cree la bondad del dictador.
El tema es largo y no se puede responder en pocas líneas.
Muchos saludos amigo limeño.
Por cierto, esa colección de la editorial Nowtilus, a la que pertenece el libro de la portada, es excelente, yo recurro mucho a sus libros de monografías breves de temas que no domino. Ese libro concreto no lo he leído, pero debe ser muy bueno porque esa editorial tiene muy buenos especialistas que saben resumir en pocas páginas y con gran calidad y nivel, asuntos históricos muy interesantes.
Saludos cordiales de nuevo.
Por cierto amigo, he escuchado a algunos afirmar que el dictador Francisco Franco, fue más “franquista” que “fascista”. Sin duda, también el nacional catolicismo es un elemento distintivo de este gobernante, a quien la real academia de la historia de España prefiere no denominar dictador (absurda postura rechazada por historiadores menos conservadores).
Un abrazo Juan.
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