Colombia, ¿Afganistán de América Latina?
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Roger Rumrrill (Escritor)
Hace más de una década sostenemos que la “guerra mundial contra las drogas” es una guerra de baja intensidad que está siendo instrumentalizada por la primera potencia mundial, Estados Unidos, con fines geopolíticos. Las intervenciones militares estadounidenses en Afganistán y ahora en Colombia donde instalará 7 bases militares son las pruebas que confirman nuestra hipótesis.
Porque de no tener este objetivo, la guerra que estalló durante el gobierno de Richard Nixon (1969-1974) y alcanzó una extensión planetaria en el gobierno de Ronald Reagan (1981-1989) que consideraba a las drogas “una amenaza letal” para la seguridad de Estados Unidos luego de la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, hubiera sido objeto de un cambio profundo. Porque después de cuatro décadas nunca alcanzó sus objetivos de controlar, disminuir y menos erradicar la oferta y la demanda de las drogas ilegales.
La invasión norteamericana de Afganistán (octubre del 2001 a la fecha) tuvo básicamente tres objetivos: capturar a Osama Bin Laden, derrotar a los talibanes y erradicar los sembríos de amapola. A la fecha, ni Bin Laden ha sido capturado, tampoco los talibanes han sido expulsados y ahora de 500 hectáreas de amapola que existían en el momento de la invasión, hay 100 mil hectáreas. Richard Holbrook, enviado personal del presidente Barack Obama, ha tenido que aceptar “que las políticas occidentales contra el cultivo de opio, el cultivo de amapola, han sido un fracaso”.
Pero Estados Unidos tiene otros propósitos en Afganistán. Desde ese país monitorea Rusia, China, Irán y asegura el control de las reservas de 150 mil millones de barriles de petróleo y los 230 trillones de pies cúbicos de gas del Mar Caspio.
La ayuda militar de Estados Unidos a Colombia a través de los planes “Colombia” y “Patriota” agotados sin pena ni gloria tienen una meta: derrotar a las FARC y erradicar la coca. Las FARC siguen operando y la coca ha crecido y se ha expandido de los tres departamentos amazónicos donde estaba focalizado en los noventas a 23 de los 32 departamentos colombianos.
Pero la intervención norteamericana en Colombia tiene otras razones e intereses: monitorear prioritariamente a Venezuela, Bolivia, Ecuador y controlar el estratégico espacio de la cuenca amazónica donde están los recursos vitales de la economía capitalista postcrisis: agua, energía, biodiversidad y tierras.
Los alfiles de esta estrategia militarista y hegemónica de Washington en su “patio trasero” latinoamericano qué duda cabe, son Álvaro Uribe Vélez de Colombia y Alan García Pérez del Perú.
Fuente: Diario La Primera. Lunes 10 de agosto del 2009.
Hace más de una década sostenemos que la “guerra mundial contra las drogas” es una guerra de baja intensidad que está siendo instrumentalizada por la primera potencia mundial, Estados Unidos, con fines geopolíticos. Las intervenciones militares estadounidenses en Afganistán y ahora en Colombia donde instalará 7 bases militares son las pruebas que confirman nuestra hipótesis.
Porque de no tener este objetivo, la guerra que estalló durante el gobierno de Richard Nixon (1969-1974) y alcanzó una extensión planetaria en el gobierno de Ronald Reagan (1981-1989) que consideraba a las drogas “una amenaza letal” para la seguridad de Estados Unidos luego de la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, hubiera sido objeto de un cambio profundo. Porque después de cuatro décadas nunca alcanzó sus objetivos de controlar, disminuir y menos erradicar la oferta y la demanda de las drogas ilegales.
La invasión norteamericana de Afganistán (octubre del 2001 a la fecha) tuvo básicamente tres objetivos: capturar a Osama Bin Laden, derrotar a los talibanes y erradicar los sembríos de amapola. A la fecha, ni Bin Laden ha sido capturado, tampoco los talibanes han sido expulsados y ahora de 500 hectáreas de amapola que existían en el momento de la invasión, hay 100 mil hectáreas. Richard Holbrook, enviado personal del presidente Barack Obama, ha tenido que aceptar “que las políticas occidentales contra el cultivo de opio, el cultivo de amapola, han sido un fracaso”.
Pero Estados Unidos tiene otros propósitos en Afganistán. Desde ese país monitorea Rusia, China, Irán y asegura el control de las reservas de 150 mil millones de barriles de petróleo y los 230 trillones de pies cúbicos de gas del Mar Caspio.
La ayuda militar de Estados Unidos a Colombia a través de los planes “Colombia” y “Patriota” agotados sin pena ni gloria tienen una meta: derrotar a las FARC y erradicar la coca. Las FARC siguen operando y la coca ha crecido y se ha expandido de los tres departamentos amazónicos donde estaba focalizado en los noventas a 23 de los 32 departamentos colombianos.
Pero la intervención norteamericana en Colombia tiene otras razones e intereses: monitorear prioritariamente a Venezuela, Bolivia, Ecuador y controlar el estratégico espacio de la cuenca amazónica donde están los recursos vitales de la economía capitalista postcrisis: agua, energía, biodiversidad y tierras.
Los alfiles de esta estrategia militarista y hegemónica de Washington en su “patio trasero” latinoamericano qué duda cabe, son Álvaro Uribe Vélez de Colombia y Alan García Pérez del Perú.
Fuente: Diario La Primera. Lunes 10 de agosto del 2009.
1 comentario:
Lo peor de todo esto es que la alternativa es el eje Chávez, Correa, Evo, contra Uribe, Alán o Bachelet. La verdad que es como salir de Guatemala y entrar en Guatepeor. De todas formas esa riqueza de agua, biodiversidad, energía, etc, son una esperanza para la región. Esperemos que no se repitan los esquemas de fines del XV y volvamos a los "descubrimientos" y su sed de materias primas y de la historia tan desafortunada que todos conocemos desde 1492.
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