Imagen: cverdad.org.pe
El insáider
Entrevista con Scott Palmer, académico y consultor del Departamento de Estado y de la red de agencias de inteligencia de EE.UU., y ex docente de la Escuela de las Américas
Por Santiago O’Donnell (Periodista)
–¿Por qué el gobierno de Obama no actúa con más decisión ante el golpe de Honduras?
–Yo no diría que hubo un golpe, sino más bien una interrupción de la democracia, como lo que sucedió con Bucaram, Mahuad y Gutiérrez en Ecuador o Sánchez de Lozada en Bolivia. Yo creo que Estados Unidos fue muy claro, condenó la remoción de Zelaya y llevó el tema a la OEA, para corregir el error del gobierno de Bush de haber apoyado el golpe contra Chávez en el 2002.
–No me parece que hayan sido situaciones similares. A Zelaya lo sacaron en pijamas.
–Tengo entendido que estaba en pijamas cuando lo fueron a detener, pero que los militares le dieron tiempo para vestirse, por eso no hay fotos de Zelaya en pijama. Los militares actuaron por orden de la Corte Suprema, pero hicieron mal en expulsar a Zelaya del país. El problema es que la Constitución hondureña no contempla el juicio político al presidente. A Estados Unidos se le exige más firmeza, pero hizo lo que tenía que hacer. Si algo aprendimos en Centroamérica en los ’80 es que las partes son las únicas que pueden resolver un conflicto. En 1987 los presidentes de Centroamérica se encerraron en una casa en Esquipulas, en las afueras de San José, y firmaron su acuerdo de paz pese a la oposición de Estados Unidos y del Grupo Contadora, que fueron excluidos de las negociaciones y tampoco fueron nombrados garantes del proceso.
–En la conferencia opinó que los gobiernos de Chávez y Evo Morales no son sostenibles, y los diferenció del de Rafael Correa. ¿Por qué?
–Porque sus modelos económicos no son sustentables en el tiempo a menos que el precio del petróleo pegue un gran salto, o que hagan cambios que no van a hacer. Como ellos ejercen un estilo de democracia directa con muchas elecciones, tarde o temprano la situación económica los hará perder una elección y se tendrán que ir. Morales no es indio, no habla ni quechua ni aymara, pero representa la reivindicación histórica de los sectores indígenas postergados. Por eso es tan popular: como no pertenece a ningún grupo étnico en particular, puede representar a todos. El problema más serio que tiene es que quiere tener en el gobierno a la gente que lo votó, en vez de representantes de esa gente. Te doy un ejemplo: como su quinto presidente de YPFB (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos) nombró a un maestro de escuela. Yo respeto a los maestros, pero no quiero que manejen compañías petroleras. El caso de Correa es distinto porque Ecuador es el único país de la región que era gobernado por un parlamentarismo que no dejaba hacer nada y se tragaba a los presidentes. Había que hacer algo para ordenar al país y él lo está haciendo.
–También dijo que el presidente que más hizo por la región en los últimos tiempos fue Bush padre. ¿Por qué?
–Hay que recordar el contexto: las democracias latinoamericanas eran muy recientes y la región había entrado en la peor crisis económica de su historia y sus países acumulaban grandes deudas. Bush padre fue el presidente con más experiencia internacional de los últimos tiempos. Había sido embajador en China, embajador en Naciones Unidas y director de la CIA. Por eso eligió dejar que profesionales decidan la política latinoamericana. Obama es el primer presidente desde entonces en hacer lo mismo. Bush padre nombró subsecretario del área a Bernie Aronson, un demócrata con buenos contactos en el Congreso, y consiguió muchas cosas. En ese período se dio la Iniciativa para las Américas, por la que Estados Unidos negoció convenios bilaterales con todos los países de la región, como los rayos de una rueda. También el plan Brady para aliviar a los países más endeudados. Además tuvo lugar el Consenso de Washington, que se trató de una serie de reuniones entre funcionarios estadounidenses, gobernantes sudamericanos y representantes de la banca privada, para tratar de resolver el problema de la deuda. El error fue llamarlo Consenso de Washington. Si se hubiera llamado consenso de Brasilia o algo así, no habría recibido tantas críticas. Durante ese mismo período también se firmó el llamado Compromiso de Santiago, que permitía por primera vez la intervención militar de los países de la OEA para prevenir o evitar golpes de Estado.
–También le escuché decir que en la cumbre de Miami de 1994 los presidentes latinoamericanos obligaron a Clinton a incluir en la agenda el tema del ALCA, el tratado de libre comercio hemisférico. ¿Fue así?
–Claro, a Clinton este tema prácticamente le costó la elección del ’94 porque los gremios no querían la apertura comercial y no lo apoyaron, entonces los republicanos se subieron a la ola proteccionista y se llevaron la mayoría en las dos cámaras. El entonces jefe de gabinete (Thomas) McLarty y la entonces secretaria de comercio (Charlene) Barshefsky me contaron que se oponían al ALCA por razones de política doméstica, pero que el presidente Clinton les dijo casi a los gritos que la cumbre era muy importante para él y que los presidentes le habían dicho que no vendrían si no había una propuesta integral de libre comercio.
–Usted dijo que el despliegue militar en Colombia es parte de la nueva estrategia antidroga. ¿No será también para combatir la guerrilla?
–Por supuesto. Cuando se firmó el plan Colombia, en 1991, el Congreso autorizó a los militares estadounidense a que dieran “apoyo y entrenamiento” en la lucha contra las fuerzas insurgentes colombianas. El único antecedente en la región de una autorización similar ocurrió en 1977, para combatir el tráfico de droga y a la guerrilla en Alto Huallaga, Perú.
–¿Hasta qué punto las políticas de seguridad determinan las relaciones internacionales de Estados Unidos desde el 11-9?
–Se puede decir sin lugar a dudas que el Departamento de Defensa ha tomado mucho más control de la agenda multilateral con América latina, especialmente en los temas relacionados con la seguridad. El Departamento de Estado mantiene el control sólo de palabra. El Departamento de Estado tiene el presupuesto más chico de todos los ministerios. En los ‘90 era de 20 mil millones de dólares y el gobierno de Clinton lo recortó en un 30 por ciento. El Departamento de Defensa tiene el segundo presupuesto, detrás de Salud y Educación, 285 mil millones de dólares. El Departamento de Estado tiene apenas 4400 empleados y no tienen redundancia en ningún puesto. Si un empleado parte a un programa de entrenamiento, el departamento no tiene con quién reemplazarlo. Durante cinco años no hubo examen de ingreso al cuerpo diplomático porque no había presupuesto. Por cada empleado del Departamento de Estado hay 25 militares haciendo tareas similares. Es indispensable que haya un cambio en esa dinámica.
–En la región se critica mucho el relanzamiento de la IV Flota. ¿Qué opina al respecto?
–Que es una flota de papel. No existe. No hay más barcos ni más viajes ni más soldados ni nada. Sólo se trató de un reordenamiento administrativo.
–¿Y qué opina de la Escuela de las Américas?
–Primero debo aclarar que fui profesor en la última etapa de la escuela. En el plantel docente había gente como Jorge Domínguez (politólogo y profesor de Harvard) y Luigi Enaudi (ex subsecretario general de la OEA). Es una de las cuatro escuelas por las que los oficiales estadounidenses deben pasar para alcanzar el grado de general. Desde la Segunda Guerra Mundial pasaron 61 mil oficiales por la escuela, de los cuales sólo 1000 estuvieron más de un año. No creo que en el corto tiempo que estuvieron aprendieran a ser golpistas o asesinos. Unabomber se graduó en Harvard. Eso no quiere decir que se convirtió en asesino serial por los cuatro años que pasó en esa universidad. Con la Escuela de las Américas pasó lo mismo, pero (el actor) Martin Sheen montó una gran campaña para convencer a la opinión pública de que es una escuela de asesinos.
–Pero no es solamente que los militares golpistas coincidieron en esa escuela, sino que desde la escuela alentaron su aventuras golpistas. ¿Usted conoce alguna dictadura de derecha en la región que Estados Unidos no haya apoyado?
(Piensa un rato.) –No.
–¿Cuál es el objetivo estratégico de Estados Unidos en la región?
–El objetivo es una región de países compatibles, en paz entre ellos, y con relaciones razonablemente buenas con Estados Unidos, lo cual implica primero democracia y segundo un mercado abierto al comercio y a las inversiones.
–¿Cómo van las relaciones con Argentina?
–Las relaciones son normales, sin problemas. No veo nubes negras en el horizonte.
sodonnell@pagina12.com.ar
Fuente: Diario Página 12 (Argentina). Viernes 28 de agosto del 2009.
Entrevista con Scott Palmer, académico y consultor del Departamento de Estado y de la red de agencias de inteligencia de EE.UU., y ex docente de la Escuela de las Américas
Por Santiago O’Donnell (Periodista)
–¿Por qué el gobierno de Obama no actúa con más decisión ante el golpe de Honduras?
–Yo no diría que hubo un golpe, sino más bien una interrupción de la democracia, como lo que sucedió con Bucaram, Mahuad y Gutiérrez en Ecuador o Sánchez de Lozada en Bolivia. Yo creo que Estados Unidos fue muy claro, condenó la remoción de Zelaya y llevó el tema a la OEA, para corregir el error del gobierno de Bush de haber apoyado el golpe contra Chávez en el 2002.
–No me parece que hayan sido situaciones similares. A Zelaya lo sacaron en pijamas.
–Tengo entendido que estaba en pijamas cuando lo fueron a detener, pero que los militares le dieron tiempo para vestirse, por eso no hay fotos de Zelaya en pijama. Los militares actuaron por orden de la Corte Suprema, pero hicieron mal en expulsar a Zelaya del país. El problema es que la Constitución hondureña no contempla el juicio político al presidente. A Estados Unidos se le exige más firmeza, pero hizo lo que tenía que hacer. Si algo aprendimos en Centroamérica en los ’80 es que las partes son las únicas que pueden resolver un conflicto. En 1987 los presidentes de Centroamérica se encerraron en una casa en Esquipulas, en las afueras de San José, y firmaron su acuerdo de paz pese a la oposición de Estados Unidos y del Grupo Contadora, que fueron excluidos de las negociaciones y tampoco fueron nombrados garantes del proceso.
–En la conferencia opinó que los gobiernos de Chávez y Evo Morales no son sostenibles, y los diferenció del de Rafael Correa. ¿Por qué?
–Porque sus modelos económicos no son sustentables en el tiempo a menos que el precio del petróleo pegue un gran salto, o que hagan cambios que no van a hacer. Como ellos ejercen un estilo de democracia directa con muchas elecciones, tarde o temprano la situación económica los hará perder una elección y se tendrán que ir. Morales no es indio, no habla ni quechua ni aymara, pero representa la reivindicación histórica de los sectores indígenas postergados. Por eso es tan popular: como no pertenece a ningún grupo étnico en particular, puede representar a todos. El problema más serio que tiene es que quiere tener en el gobierno a la gente que lo votó, en vez de representantes de esa gente. Te doy un ejemplo: como su quinto presidente de YPFB (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos) nombró a un maestro de escuela. Yo respeto a los maestros, pero no quiero que manejen compañías petroleras. El caso de Correa es distinto porque Ecuador es el único país de la región que era gobernado por un parlamentarismo que no dejaba hacer nada y se tragaba a los presidentes. Había que hacer algo para ordenar al país y él lo está haciendo.
–También dijo que el presidente que más hizo por la región en los últimos tiempos fue Bush padre. ¿Por qué?
–Hay que recordar el contexto: las democracias latinoamericanas eran muy recientes y la región había entrado en la peor crisis económica de su historia y sus países acumulaban grandes deudas. Bush padre fue el presidente con más experiencia internacional de los últimos tiempos. Había sido embajador en China, embajador en Naciones Unidas y director de la CIA. Por eso eligió dejar que profesionales decidan la política latinoamericana. Obama es el primer presidente desde entonces en hacer lo mismo. Bush padre nombró subsecretario del área a Bernie Aronson, un demócrata con buenos contactos en el Congreso, y consiguió muchas cosas. En ese período se dio la Iniciativa para las Américas, por la que Estados Unidos negoció convenios bilaterales con todos los países de la región, como los rayos de una rueda. También el plan Brady para aliviar a los países más endeudados. Además tuvo lugar el Consenso de Washington, que se trató de una serie de reuniones entre funcionarios estadounidenses, gobernantes sudamericanos y representantes de la banca privada, para tratar de resolver el problema de la deuda. El error fue llamarlo Consenso de Washington. Si se hubiera llamado consenso de Brasilia o algo así, no habría recibido tantas críticas. Durante ese mismo período también se firmó el llamado Compromiso de Santiago, que permitía por primera vez la intervención militar de los países de la OEA para prevenir o evitar golpes de Estado.
–También le escuché decir que en la cumbre de Miami de 1994 los presidentes latinoamericanos obligaron a Clinton a incluir en la agenda el tema del ALCA, el tratado de libre comercio hemisférico. ¿Fue así?
–Claro, a Clinton este tema prácticamente le costó la elección del ’94 porque los gremios no querían la apertura comercial y no lo apoyaron, entonces los republicanos se subieron a la ola proteccionista y se llevaron la mayoría en las dos cámaras. El entonces jefe de gabinete (Thomas) McLarty y la entonces secretaria de comercio (Charlene) Barshefsky me contaron que se oponían al ALCA por razones de política doméstica, pero que el presidente Clinton les dijo casi a los gritos que la cumbre era muy importante para él y que los presidentes le habían dicho que no vendrían si no había una propuesta integral de libre comercio.
–Usted dijo que el despliegue militar en Colombia es parte de la nueva estrategia antidroga. ¿No será también para combatir la guerrilla?
–Por supuesto. Cuando se firmó el plan Colombia, en 1991, el Congreso autorizó a los militares estadounidense a que dieran “apoyo y entrenamiento” en la lucha contra las fuerzas insurgentes colombianas. El único antecedente en la región de una autorización similar ocurrió en 1977, para combatir el tráfico de droga y a la guerrilla en Alto Huallaga, Perú.
–¿Hasta qué punto las políticas de seguridad determinan las relaciones internacionales de Estados Unidos desde el 11-9?
–Se puede decir sin lugar a dudas que el Departamento de Defensa ha tomado mucho más control de la agenda multilateral con América latina, especialmente en los temas relacionados con la seguridad. El Departamento de Estado mantiene el control sólo de palabra. El Departamento de Estado tiene el presupuesto más chico de todos los ministerios. En los ‘90 era de 20 mil millones de dólares y el gobierno de Clinton lo recortó en un 30 por ciento. El Departamento de Defensa tiene el segundo presupuesto, detrás de Salud y Educación, 285 mil millones de dólares. El Departamento de Estado tiene apenas 4400 empleados y no tienen redundancia en ningún puesto. Si un empleado parte a un programa de entrenamiento, el departamento no tiene con quién reemplazarlo. Durante cinco años no hubo examen de ingreso al cuerpo diplomático porque no había presupuesto. Por cada empleado del Departamento de Estado hay 25 militares haciendo tareas similares. Es indispensable que haya un cambio en esa dinámica.
–En la región se critica mucho el relanzamiento de la IV Flota. ¿Qué opina al respecto?
–Que es una flota de papel. No existe. No hay más barcos ni más viajes ni más soldados ni nada. Sólo se trató de un reordenamiento administrativo.
–¿Y qué opina de la Escuela de las Américas?
–Primero debo aclarar que fui profesor en la última etapa de la escuela. En el plantel docente había gente como Jorge Domínguez (politólogo y profesor de Harvard) y Luigi Enaudi (ex subsecretario general de la OEA). Es una de las cuatro escuelas por las que los oficiales estadounidenses deben pasar para alcanzar el grado de general. Desde la Segunda Guerra Mundial pasaron 61 mil oficiales por la escuela, de los cuales sólo 1000 estuvieron más de un año. No creo que en el corto tiempo que estuvieron aprendieran a ser golpistas o asesinos. Unabomber se graduó en Harvard. Eso no quiere decir que se convirtió en asesino serial por los cuatro años que pasó en esa universidad. Con la Escuela de las Américas pasó lo mismo, pero (el actor) Martin Sheen montó una gran campaña para convencer a la opinión pública de que es una escuela de asesinos.
–Pero no es solamente que los militares golpistas coincidieron en esa escuela, sino que desde la escuela alentaron su aventuras golpistas. ¿Usted conoce alguna dictadura de derecha en la región que Estados Unidos no haya apoyado?
(Piensa un rato.) –No.
–¿Cuál es el objetivo estratégico de Estados Unidos en la región?
–El objetivo es una región de países compatibles, en paz entre ellos, y con relaciones razonablemente buenas con Estados Unidos, lo cual implica primero democracia y segundo un mercado abierto al comercio y a las inversiones.
–¿Cómo van las relaciones con Argentina?
–Las relaciones son normales, sin problemas. No veo nubes negras en el horizonte.
sodonnell@pagina12.com.ar
Fuente: Diario Página 12 (Argentina). Viernes 28 de agosto del 2009.
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