Antonio Zapata (historiador)
La semana pasada un juez del Cusco ordenó la detención de Hugo Blanco, supuestamente por negarse a comparecer en una diligencia judicial. En realidad, afronta un proceso originado en la venganza de un pequeño gamonalillo, que se siente ultrajado porque la comunidad campesina, con asesoría de Blanco, le ha ganado más de un pleito. En alianza con algún mal funcionario de la Corte del Cusco le tendieron una celada y alegaron que no se había presentado a una citación, que nunca le había llegado. Este pequeño suceso trae a colación el papel de Hugo Blanco en la historia nacional y permite recordar cómo, hasta hoy, su trayectoria vital genera adhesiones y rechazos muy marcados.
Blanco asumió el liderazgo de la lucha campesina en La Convención y Lares al comenzar los años sesenta. Estos valles se habían repoblado después de la invención del DDT durante la Segunda Guerra Mundial, permitiendo controlar plagas de paludismo que habían diezmado a la población anterior. Sus terratenientes eran dueños de inmensas extensiones que cultivaban con un régimen de servidumbre. Los hacendados contrataban arrendires y les daban una extensión del monte a cambio que laboren algunos meses gratis en el dominio del señor, quien se reservaba para sí una extensión de tierra ya clareada. Los arrendires a su vez contrataban allegados y estos suballegados, generando una cadena de servidumbres. Blanco organizó a los campesinos más acomodados, a los arrendires, y con ellos emprendió una lucha sindical por la tierra. Organizó huelgas e invasiones hasta paralizar por completo los dos valles e imponer un nuevo orden campesino. La policía lo capturó y fue trasladado para ser juzgado en Arequipa.
Fue un gran personaje mediático; durante el juicio multiplicó declaraciones en diarios y revistas y salió en cientos de fotografías en los medios. Para aquel entonces ya había sido entrevistado en el monte por Caretas y era una estrella popular. Su gesto rebelde era una continuidad de los barbudos de Castro en Sierra Maestra. Además, ganó su lucha.
En efecto, estando encarcelado y condenado a 25 años de penitenciaría, el gobierno militar de 1962-1963 ordenó la realización de una reforma agraria en los dos valles donde Blanco había dirigido la lucha. Las haciendas fueron expropiadas y la tierra fue repartida entre los campesinos. A continuación, se formaron cooperativas de comercialización que, combinadas con la posesión individual de la tierra, han dado un excelente resultado. La Convención y Lares son valles bastante prósperos en comparación a otras zonas del Ande. Cabe destacar que poseen una canasta de productos de exportación liderados por el café, que ha permitido realizar buenos negocios.
A continuación, Blanco fue amnistiado por el gobierno de Juan Velasco, pero casi inmediatamente deportado. Estuvo en Suecia varios años y volvió para las elecciones de la Asamblea Constituyente de 1978. Su éxito fue rotundo. Ya se habían concretado tanto la reforma agraria de 1969 como la gran migración provinciana a la capital. Pues bien, en estos dos espacios, los campesinos y sus hijos, vieron en él al símbolo que los había emancipado del servilismo. Su votación fue extraordinaria y la obtuvo casi sin organización ni propaganda. Fue su espíritu el que entusiasmó a la gente más simple y corriente de este país.
Estuvo en el Congreso varias veces; fue parlamentario y no destacó especialmente en estos menesteres. Pasó por México, colaboró con los zapatistas y regresó. Ese día se fue de peregrino de las causas que ha defendido siempre. Vuelto a su Cusco natal asumió el papel que desempeña hasta hoy, como organizador de la Federación Campesina; así, anda detrás de cuanta injusticia se presenta contra los trabajadores del campo.
En Blanco es admirable la vuelta a los orígenes y cómo esta, en la tercera edad, permite un nuevo florecer. En su caso es el indigenismo. Blanco se ha vuelto partidario de un Perú que, así como él, vuelva a su punto de partida para encontrarse consigo mismo y hallar la elusiva integración nacional. Ese movimiento sería en dirección a la cultura andina, en búsqueda de un mañana moderno diseñado sobre una matriz indígena.
La semana pasada un juez del Cusco ordenó la detención de Hugo Blanco, supuestamente por negarse a comparecer en una diligencia judicial. En realidad, afronta un proceso originado en la venganza de un pequeño gamonalillo, que se siente ultrajado porque la comunidad campesina, con asesoría de Blanco, le ha ganado más de un pleito. En alianza con algún mal funcionario de la Corte del Cusco le tendieron una celada y alegaron que no se había presentado a una citación, que nunca le había llegado. Este pequeño suceso trae a colación el papel de Hugo Blanco en la historia nacional y permite recordar cómo, hasta hoy, su trayectoria vital genera adhesiones y rechazos muy marcados.
Blanco asumió el liderazgo de la lucha campesina en La Convención y Lares al comenzar los años sesenta. Estos valles se habían repoblado después de la invención del DDT durante la Segunda Guerra Mundial, permitiendo controlar plagas de paludismo que habían diezmado a la población anterior. Sus terratenientes eran dueños de inmensas extensiones que cultivaban con un régimen de servidumbre. Los hacendados contrataban arrendires y les daban una extensión del monte a cambio que laboren algunos meses gratis en el dominio del señor, quien se reservaba para sí una extensión de tierra ya clareada. Los arrendires a su vez contrataban allegados y estos suballegados, generando una cadena de servidumbres. Blanco organizó a los campesinos más acomodados, a los arrendires, y con ellos emprendió una lucha sindical por la tierra. Organizó huelgas e invasiones hasta paralizar por completo los dos valles e imponer un nuevo orden campesino. La policía lo capturó y fue trasladado para ser juzgado en Arequipa.
Fue un gran personaje mediático; durante el juicio multiplicó declaraciones en diarios y revistas y salió en cientos de fotografías en los medios. Para aquel entonces ya había sido entrevistado en el monte por Caretas y era una estrella popular. Su gesto rebelde era una continuidad de los barbudos de Castro en Sierra Maestra. Además, ganó su lucha.
En efecto, estando encarcelado y condenado a 25 años de penitenciaría, el gobierno militar de 1962-1963 ordenó la realización de una reforma agraria en los dos valles donde Blanco había dirigido la lucha. Las haciendas fueron expropiadas y la tierra fue repartida entre los campesinos. A continuación, se formaron cooperativas de comercialización que, combinadas con la posesión individual de la tierra, han dado un excelente resultado. La Convención y Lares son valles bastante prósperos en comparación a otras zonas del Ande. Cabe destacar que poseen una canasta de productos de exportación liderados por el café, que ha permitido realizar buenos negocios.
A continuación, Blanco fue amnistiado por el gobierno de Juan Velasco, pero casi inmediatamente deportado. Estuvo en Suecia varios años y volvió para las elecciones de la Asamblea Constituyente de 1978. Su éxito fue rotundo. Ya se habían concretado tanto la reforma agraria de 1969 como la gran migración provinciana a la capital. Pues bien, en estos dos espacios, los campesinos y sus hijos, vieron en él al símbolo que los había emancipado del servilismo. Su votación fue extraordinaria y la obtuvo casi sin organización ni propaganda. Fue su espíritu el que entusiasmó a la gente más simple y corriente de este país.
Estuvo en el Congreso varias veces; fue parlamentario y no destacó especialmente en estos menesteres. Pasó por México, colaboró con los zapatistas y regresó. Ese día se fue de peregrino de las causas que ha defendido siempre. Vuelto a su Cusco natal asumió el papel que desempeña hasta hoy, como organizador de la Federación Campesina; así, anda detrás de cuanta injusticia se presenta contra los trabajadores del campo.
En Blanco es admirable la vuelta a los orígenes y cómo esta, en la tercera edad, permite un nuevo florecer. En su caso es el indigenismo. Blanco se ha vuelto partidario de un Perú que, así como él, vuelva a su punto de partida para encontrarse consigo mismo y hallar la elusiva integración nacional. Ese movimiento sería en dirección a la cultura andina, en búsqueda de un mañana moderno diseñado sobre una matriz indígena.
Fuente: Diario La República
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