Rodrigo Montoya Rojas (investigador social)
Fue detenido y puesto en libertad vigilada, otra vez, como tantas en el pasado, desde que la Federación de Campesinos del Cusco decretó, en 1961, la primera reforma agraria del país. Durante el gobierno de Belaunde se le abrió un proceso y estuvieron a punto de condenarlo a muerte. Recuerdo con nostalgia y cariño una jornada de lucha en París, en 1966, por la vida de Hugo Blanco presidida por Jean-Paul Sartre y presentada por Mario Vargas Llosa. No pudieron matarlo pero fue condenado a 25 años de cárcel. Hizo lo justo el gobierno de Velasco Alvarado en darle libertad, pero se equivocó cuando le pidió que se convirtiera en funcionario del régimen. Luego, le tocó partir al exilio. Volvió y obtuvo la votación más alta de los candidatos de izquierda en la Asamblea Constituyente de 1979. Podría haber sido el gran líder de la izquierda pero la división fue más fuerte que la unidad y el propio Blanco prefirió ser solo el candidato del entonces Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT. Después, fue diputado. Un eclipse era inevitable al dejar su espacio natural de organizador y líder de masas para lidiar en el Parlamento con los viejos zorros de la derecha.
Siguieron algunos años de silencio cuando pasó por Chiapas, en México. De los zapatistas retomó el impulso para pensar en la política con armas nuevas. Ya no se trata de la simple lucha por la tierra sino de defender pueblos con sus propias lenguas, culturas, identidades, territorios, autodeterminación y autogobierno. De regreso al Cusco, se reencontró con el quechua que es su lengua preciosa de toda la vida y con los pueblos quechuas organizándose de otro modo. En una de las muchas veces que conversamos, me contó que volvía con humildad para ayudar y servir, no para ser otra vez el dirigente que fue. No se trata del reposo del guerrero sino simplemente de un cambio de puesto en lo que ha sido su trayectoria vital y política. Sigue siendo él mismo, desde su primer choque violento con la realidad, como narra en un breve texto dando cuenta de su última detención:
"Mi ligazón a este caso se remonta a mi niñez en Huanoquite, Paruro, Cusco, cuando recibí el impacto de la noticia de que el hacendado Bartolomé Paz hizo que se marcara con hierro candente en la nalga de un campesino indígena sus iniciales: BP. Naturalmente el señor Paz no fue detenido, eso no se podía hacer con una persona de respeto. Probablemente ese hecho marcó el sentido de mi vida. Ahora, su hijo, Rosendo Paz, heredero de la hacienda, arrebata las tierras del anexo Markhura de la comunidad indígena de Tantarcalla, habiendo inclusive instalado en ellas un corral que es utilizado para el depósito de ganado robado…".
Recibe, querido Hugo, un hondo abrazo, lleno de gratitud por lo que hiciste y haces para que acabe de una buena vez el reino de los señores de la tierra y sus siervos. Después de las tomas de tierras y las reformas agrarias, otro es el rostro del Perú.
Fue detenido y puesto en libertad vigilada, otra vez, como tantas en el pasado, desde que la Federación de Campesinos del Cusco decretó, en 1961, la primera reforma agraria del país. Durante el gobierno de Belaunde se le abrió un proceso y estuvieron a punto de condenarlo a muerte. Recuerdo con nostalgia y cariño una jornada de lucha en París, en 1966, por la vida de Hugo Blanco presidida por Jean-Paul Sartre y presentada por Mario Vargas Llosa. No pudieron matarlo pero fue condenado a 25 años de cárcel. Hizo lo justo el gobierno de Velasco Alvarado en darle libertad, pero se equivocó cuando le pidió que se convirtiera en funcionario del régimen. Luego, le tocó partir al exilio. Volvió y obtuvo la votación más alta de los candidatos de izquierda en la Asamblea Constituyente de 1979. Podría haber sido el gran líder de la izquierda pero la división fue más fuerte que la unidad y el propio Blanco prefirió ser solo el candidato del entonces Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT. Después, fue diputado. Un eclipse era inevitable al dejar su espacio natural de organizador y líder de masas para lidiar en el Parlamento con los viejos zorros de la derecha.
Siguieron algunos años de silencio cuando pasó por Chiapas, en México. De los zapatistas retomó el impulso para pensar en la política con armas nuevas. Ya no se trata de la simple lucha por la tierra sino de defender pueblos con sus propias lenguas, culturas, identidades, territorios, autodeterminación y autogobierno. De regreso al Cusco, se reencontró con el quechua que es su lengua preciosa de toda la vida y con los pueblos quechuas organizándose de otro modo. En una de las muchas veces que conversamos, me contó que volvía con humildad para ayudar y servir, no para ser otra vez el dirigente que fue. No se trata del reposo del guerrero sino simplemente de un cambio de puesto en lo que ha sido su trayectoria vital y política. Sigue siendo él mismo, desde su primer choque violento con la realidad, como narra en un breve texto dando cuenta de su última detención:
"Mi ligazón a este caso se remonta a mi niñez en Huanoquite, Paruro, Cusco, cuando recibí el impacto de la noticia de que el hacendado Bartolomé Paz hizo que se marcara con hierro candente en la nalga de un campesino indígena sus iniciales: BP. Naturalmente el señor Paz no fue detenido, eso no se podía hacer con una persona de respeto. Probablemente ese hecho marcó el sentido de mi vida. Ahora, su hijo, Rosendo Paz, heredero de la hacienda, arrebata las tierras del anexo Markhura de la comunidad indígena de Tantarcalla, habiendo inclusive instalado en ellas un corral que es utilizado para el depósito de ganado robado…".
Recibe, querido Hugo, un hondo abrazo, lleno de gratitud por lo que hiciste y haces para que acabe de una buena vez el reino de los señores de la tierra y sus siervos. Después de las tomas de tierras y las reformas agrarias, otro es el rostro del Perú.
Fuente: Diario La República
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