lunes, 3 de febrero de 2014

Crítica a la enseñanza de la historia.


Vicios de la enseñanza de la historia

Eddy Romero Meza (Investigador)

Existe un abismo entre la historia producida por la academia y la historia que se enseña en las escuelas. La simplificación, la tradición y la distorsión ejercen su dominio en las aulas para perjuicio de generaciones, las cuales perpetuaran viejos sinsentidos históricos.
 
Los vicios de la historia narrada en las aulas escolares (y hasta universitarias) son múltiples y se extienden a otras esferas: política, mediática, empresarial, organizaciones civiles, etc. La escuela reproduce viejos prejuicios sobre el pasado peruano y altera groseramente la realidad histórica.
 
El uso político de la historia además es permanente en las escuelas y todo sentido crítico es desterrado por los defensores (conscientes o inconscientes) de la historia tradicional u oficial.
 
En ese sentido, cabe señalar lo que afirmara el historiador francés Marc Ferro, “no nos engañemos: la imagen que tenemos de otros pueblos, y hasta de nosotros mismos, está asociada a la Historia tal como se nos contó cuando éramos niños. Ella deja su huella en nosotros para toda la existencia” (1).
 
La escuela define el imaginario histórico de la sociedad y por lo tanto la reflexión sobre Clío y las aulas es imperativa. Utilizando el caso peruano, proponemos aquí el análisis de siete visiones que predominan en la narrativa histórica dentro de la escuela y otros espacios de la sociedad. Estos vicios del relato histórico son los siguientes:
 
-          Maniqueísmo
-          Heroicismo
-          Centralismo
-          Machismo
-          Elitismo
-          Visión episódica
-          Mirada trágica
 
Percepción maniquea de la historia peruana
 
El maniqueísmo es la tendencia a dividir las cosas entre lo bueno y lo malo en términos absolutos, sin tomar en cuenta matices o alguna consideración. En el relato histórico peruano conservamos visiones maniqueístas alrededor de españoles e indígenas, realistas y patriotas (independencia), liberales y conservadores (república), militares y civiles y hasta izquierda y derecha política (2). Estas contraposiciones facilitan la narrativa histórica e ideologizan excesivamente la historia misma. Es particularmente interesante el caso de la etapa independentista ahora que vamos rumbo al bicentenario. Durante esos años resulta complejo distinguir a “buenos” y “malos”, así por ejemplo en el Perú existieron reformistas y separatistas, monárquicos y republicanos, patriotas fidelistas y patriotas independentistas. El libertador San Martín, podía ser juzgado como un reaccionario al proponer una monarquía para el Perú, pero a su vez ser considerado un liberal por el carácter constitucional que defendía para esta monarquía. El notable estudioso Hipólito Unanue, fue un criollo reformista (colaborador del virrey Pezuela), sin embargo luego opta por la emancipación como muchos criollos que experimentaron esa transformación mental acorde con los nuevos tiempos. El mismo libertador Simón Bolívar, un personaje alabado y detestado, seguidor de un republicanismo imperial al estilo Napoleón Bonaparte, difícilmente puede ser juzgado en su justa medida. Finalmente los dos primeros presidentes del Perú: José de la Riva Agüero y Bernardo de Torre Tagle, son criollos recelosos de la presencia de ejércitos extranjeros (como el grancolombiano) y por lo tanto “traicionan” la causa independentista al intentar pactar con el virrey (liberal) José de la Serna.
 
El maniqueísmo es muy usual en las aulas escolares, donde se apela a un relato simplificador, excesivamente ideologizado y emocional. Sus peligros son evidentes, y es necesario evidenciarlos para así cuestionarlos y remplazarlo por descripciones e interpretaciones menos subjetivas a nivel histórico.

Leer el artículo completo en: Hispanic American Historical Review  (Duke University)

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