GENERACIONES E INDEPENDENCIA
Antonio Zapata (Historiador)
En la historiografía republicana, el periodo de la
independencia siempre ha sido percibido como problemático. Para empezar, es
evidente que el Perú carece de héroes propios de la misma estatura que el resto
de países latinoamericanos. Tuvimos que esperar a la guerra con Chile para
hallar verdaderamente héroes fundadores de la nacionalidad. Por su parte, no le
hemos dado relieve a quienes efectivamente lucharon contra los virreyes, como
por ejemplo a los hermanos Angulo y al cacique Pumacahua del Cuzco o a Francisco
de Zela de Tacna. No tenemos héroes de la independencia porque no resaltamos
algunas figuras que en principio podrían calificar, pero el caso es que, debido
a este enfoque de nuestra historiografía, carecemos de personajes
paradigmáticos vinculados a este periodo crucial de la cuna nacional.
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Por otro lado, el Perú fue la cabeza de la reacción
realista, y la guerra de la independencia adquirió el perfil de una larga lucha
del resto de Sudamérica contra el poder virreinal asentado en Lima. En muchos
libros de historia de otros países, el Perú aparece como el enemigo de la
emancipación. Este papel del virreinato del Perú ha merecido preguntas
historiográficas acuciantes y también profundas, que han suscitado distintas
respuestas por parte de los estudiosos peruanos. El propósito de estas líneas es
pasar revista a las diferentes posiciones que han sido adoptadas, siguiendo una
línea de reflexión que muestra tendencias de pensamiento formadas por
generaciones intelectuales.
Como vemos, con respecto a la emancipación, la cuestión en el Perú siempre ha sido encontrar un motivo preciso para celebrar. Con esta inquietud, la generación del centenario descubrió a los próceres. De acuerdo con los integrantes del conversatorio universitario que preparó el clima intelectual del centenario, el Perú podía carecer de líderes políticos y militares de talla continental que correspondan a la etapa independentista, pero era el país clave de los antecedentes intelectuales, donde se había formulado la idea patriótica.1
Como vemos, con respecto a la emancipación, la cuestión en el Perú siempre ha sido encontrar un motivo preciso para celebrar. Con esta inquietud, la generación del centenario descubrió a los próceres. De acuerdo con los integrantes del conversatorio universitario que preparó el clima intelectual del centenario, el Perú podía carecer de líderes políticos y militares de talla continental que correspondan a la etapa independentista, pero era el país clave de los antecedentes intelectuales, donde se había formulado la idea patriótica.1
Ahí estaba Vizcardo y Guzmán, que había sido el
primer criollo de toda Latinoamérica en plantear explícitamente el tema de una
patria propia del Nuevo Mundo, como entidad distinta y opuesta a España. La
célebre Carta
a los españoles americanos escrita
por el jesuita arequipeño, aparecida en español en 1801, planteó en forma
explícita los términos de la contradicción a escala de todo el continente. Por
ello, en el curso de la primera expedición patriota en tierras
latinoamericanas, dirigida por Francisco de Miranda en Venezuela, el primer
folleto que se repartió como propaganda era la famosa Carta de Vizcardo.2
Entre los integrantes de esta generación destaca el
historiador Raúl Porras Barrenechea, quien escribió para el centenario un
célebre texto sobre el periodismo en el Perú, que empieza por las publicaciones
dieciochescas y se prolonga a la época de Cádiz, y luego culmina considerando
los primeros años republicanos. En este trabajo, Porras sostiene que la
conciencia nacional habría emergido en forma embrionaria en tiempo temprano,
anterior a la independencia, y que ese espíritu nacional habría sido un impulso
fundamental en la concreción del Perú independiente. En el caso de otro
importante miembro de este grupo generacional, Luis Alberto Sánchez, sus
primeros trabajos fueron acerca de los poetas de la Colonia y de la etapa
revolucionaria, buscando también fundamentar la idea de la patria peruana como
anticipada por intelectuales y artistas décadas antes de la fundación de la
república como hecho político y militar.
Así, en el pensamiento de esta generación, en el
antecedente universal de la emancipación latinoamericana se hallaba presente el
Perú. Luego, en la etapa de las juntas de gobierno que se establecieron en
muchas ciudades latinoamericanas durante el periodo 1809-1815, no se había
podido derrocar al virrey de Lima porque España había concentrado su poderío en
Lima, efectivamente la sede de un núcleo de grandes comerciantes y del
principal soporte político militar español en Sudamérica. Pero, las ideas
independentistas habían estado presentes desde el primer día. Es más, ellas
habrían sido sembradas antes que en los demás países. Por ello, su conclusión
subraya una conceptuación del Perú como adelantado ideológico, aunque maniatado
políticamente a la hora de la crisis imperial.
Años después, la generación del cincuenta, a la que
pertenece Pablo Macera, entre otros, rescató a Tupac Amaru. En la
interpretación de esta generación no se trataba solamente de antecesores
ideológicos, sino de rescatar a la principal figura de quienes combatieron efectivamente
contra la dominación colonial. No importaba si el proceso de Tupac Amaru estaba
situado cuarenta años antes de la independencia, sino se priorizaba el hecho de
haberse opuesto en la práctica al poder de los virreyes. Gracias a su capacidad
para dirigir una gran rebelión, Tupac Amaru fue elevado al pedestal de gran
figura paradigmática del pasado combativo que caracterizaría al pueblo peruano.
La historiografía había hallado al héroe perdido que fundamentaba una nueva
narración de la independencia. Se abandonaba la concepción de dar explicaciones
por ser los últimos en independizarse y se pasaba a proclamarse el primero de
los países sudamericanos en la lucha contra España.
Bastaba olvidar a San Martín y recuperar la
autoestima, porque el Perú era la cuna del primer grito de independencia en
Latinoamérica. Esa idea estaba clara en la historiografía nacional años antes
de Juan Velasco. Pero, recién con el gobierno revolucionario de las FF. AA.,
Tupac Amaru fue elevado a la categoría de padre de la patria, verdadero
fundador de la emancipación americana. Además, la gesta del cacique de Tinta
venía acompañada por un relevante papel de su esposa, Micaela Bastidas. Por
ello, el verdadero héroe de la rebelión de 1780 era una pareja, evocando la
creación del Tawantinsuyu. Manco Capac y Mama Ocllo asomaban detrás pero cerca
de la segunda pareja paradigmática, Tupac Amaru y Micaela Bastidas. Los
primeros fundaron un imperio, los segundos consagrarían la libertad del Perú
independiente.3
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Pero, luego cayó Velasco y se derrumbó el edificio
del nacionalismo militar. Sus principales proyectos y mensajes se
desacreditaron y Tupac Amaru fue relegado. El de Velasco ha sido un gobierno
sin continuadores y nadie lo ha reivindicado ni salvado a las figuras que
fueron proyectadas en ese tiempo. Por el contrario, los héroes de Velasco han
acabado siendo detestados por una buena parte de la opinión pública. Pocos años
después, el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru tomó el nombre y figura del
cacique de Tungasuca para sumarse a la violencia desatada previamente por
Sendero Luminoso. Con ello, el héroe Tupac Amaru volvió a perder ante la
opinión pública, porque su nombre quedó asociado a la violencia de los
tenebrosos años ochenta.4
Por su parte, la mayor parte de historiadores
resaltaron que el movimiento de Tupac Amaru correspondía a una coyuntura
política anterior a la emancipación, definida por las reformas borbónicas y las
luchas antifiscales que se habían suscitado. En este entendimiento, hacia 1780
la cuestión de la independencia no había aparecido aún. Después de la segunda
elección de Fernando Belaunde, comenzando los años 1980, los historiadores
profesionales descartaron a Tupac Amaru como personaje de la independencia, sin
contemplar que otros ejemplos históricos habrían obligado a mayor prudencia.
Por ejemplo, la revolución norteamericana, que corresponde exactamente a la
época de Tupac Amaru, empezó como una revuelta antifiscal contra las medidas
del rey Jorge, que se parecían como dos gotas de agua a las reformas
borbónicas. Sucede muchas veces en la historia que una insurrección comienza de
una manera y el proceso termina de otra, porque en la lucha se modifican
rápidamente los alineamientos políticos y la resultante suele ser diferente a la
idea inicial.
Pocos años antes, en pleno gobierno militar de
Velasco, había aparecido la visión descreída de Heraclio Bonilla y su famosa
tesis de la independencia concedida.5 De
acuerdo a esta versión, los criollos peruanos no habrían estado interesados en
la emancipación, y esta habría venido de fuera, impuesta por ejércitos de
criollos extranjeros, conducidos por San Martín y Bolívar, obligando a
emanciparse a los peruanos de la época que en realidad deseaban seguir siendo
españoles. Esa fue la opinión de Bonilla, fuente de una enorme polémica en los
años setenta.
Sus principales adversarios fueron historiadores
tradicionalistas, como José Agustín de la Puente, quien integraba la comisión
que publicó con motivo del Sesquicentenario la monumental Colección Documental
de la Independencia. En esta obra se partía de la visión transmitida por la
generación del centenario sobre el espíritu peruanista formado en la Colonia
tardía y encarnado recién durante la etapa independentista, pero que constituía
su anticipo intelectual. En versión del doctor De La Puente, la lucha por la
emancipación habría significado un desgarro interior entre las antiguas
fidelidades y las nuevas lealtades que crecían en los corazones. Por ello, el
Perú aparecía como un país maduro, que había procesado sus contradicciones
tomándose su tiempo para descartar lo viejo y decidirse por lo nuevo. Esa
madurez derivaba de la antigüedad de la conciencia nacional aparecida en plena
era colonial.6
Por el contrario, la interpretación de Bonilla
enfatizaba que la posición conservadora de los criollos peruanos era
consecuencia del temor que había despertado la rebelión de Tupac Amaru. La
elite criolla había visto de cerca la peligrosidad y magnitud de una rebelión
campesina en los Andes; había sentido que en caso de repetirse podía perder sus
privilegios sociales. Por ello, se habrían vuelto partidarios de la fidelidad
al rey de España, ya que lo sentían como la mejor defensa contra una potencial
sublevación indígena. Temiendo perder control sobre su propio país, los
criollos del Perú se habrían entregado a España.
La respuesta a Bonilla provino de varios flancos,
entre los que destaca la respuesta que ofreció la historiadora Scarlett
O’Phelan, quien sostuvo que en la época de las juntas, medio Perú se había
insurreccionado contra el virrey, aunque Lima se había mantenido fiel a España.
En su interpretación, Lima no es el Perú, y los extensos movimientos
revolucionarios en el interior, sobre todo en el sur, obligaban a una visión
mucho más matizada con respecto a la disposición de los peruanos por la
independencia. La importancia de la visión de O’Phelan es que llamó nuevamente
la atención hacia las provincias.7
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En efecto, en nuestros días el proceso de
descentralización constituye una de las mayores novedades políticas del Perú
contemporáneo. Después de haber sido muy centralizado durante la mayor parte de
la etapa republicana, el Estado peruano empezó a descentralizarse al comenzar
el siglo XXI, transfiriendo poder y recursos a las provincias. Este proceso es
complejo e incluye sobresaltos y desórdenes, pero constituye uno de los mayores
desafíos para acelerar la integración de la patria peruana, una de las promesas
de la independencia nacional.
En ese sentido, la generación actual de
historiadores ha virado hacia la historia política y pone el acento en los
sucesos del interior. Cada región del Perú está ganando en autonomía política y
buscando fundar su propia narrativa histórica local. Para ello necesita
encontrar héroes que engrandezcan la libertad y autonomía con respecto a Lima.
Qué mejor que hurgar en el pasado para hallar los personajes y sucesos
principales que, en cada localidad, vivieron la independencia. Empezando por la
historia política e incluyendo a los estudios de orden social o económico, este
interés por las provincias recorre la historiografía nacional en víspera del
bicentenario.
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Historiador, investigador del IEP.
1 Por ejemplo, el famoso historiador de la república, Jorge Basadre, escribió a lo largo de los años veinte varios importantes libros relacionados con la independencia que se basaban en su participación en el conversatorio universitario.
2 El gran difusor de los próceres fue otro integrante de la generación del centenario, el bibliotecario de San Marcos y profesor de Filosofía Pedro Zulen.
3 Por ejemplo, Carlos Daniel Valcárcel publicó una historia de la sublevación del cacique de Tinta, Tungasuca y Bambamarca.
4 El 20 julio de 2010 fue detenido por la policía, después de ser alertada por los vecinos, un joven publicista de cuya casa colgaba una bandera con el rostro de Tupac Amaru.
5 Bonilla, Heraclio y Karen Spalding. La independencia en el Perú: las palabras y los hechos. Lima: IEP, 1972.
6 Puente, José Agustín de la. Notas sobre la causa de la independencia del Perú. Lima: Studium, 1970.
7 O’Phelan, Scarlett. “El mito de la ‘Independencia concedida’: los programas políticos del siglo XVIII y del temprano XIX en el Perú y Alto Perú (1730-1814)”. En Inge Buisson et al. (eds.), Problemas de la formación del Estado y de la nación en Hispanoamérica. Bonn: Inter Nationes, 1984.
1 Por ejemplo, el famoso historiador de la república, Jorge Basadre, escribió a lo largo de los años veinte varios importantes libros relacionados con la independencia que se basaban en su participación en el conversatorio universitario.
2 El gran difusor de los próceres fue otro integrante de la generación del centenario, el bibliotecario de San Marcos y profesor de Filosofía Pedro Zulen.
3 Por ejemplo, Carlos Daniel Valcárcel publicó una historia de la sublevación del cacique de Tinta, Tungasuca y Bambamarca.
4 El 20 julio de 2010 fue detenido por la policía, después de ser alertada por los vecinos, un joven publicista de cuya casa colgaba una bandera con el rostro de Tupac Amaru.
5 Bonilla, Heraclio y Karen Spalding. La independencia en el Perú: las palabras y los hechos. Lima: IEP, 1972.
6 Puente, José Agustín de la. Notas sobre la causa de la independencia del Perú. Lima: Studium, 1970.
7 O’Phelan, Scarlett. “El mito de la ‘Independencia concedida’: los programas políticos del siglo XVIII y del temprano XIX en el Perú y Alto Perú (1730-1814)”. En Inge Buisson et al. (eds.), Problemas de la formación del Estado y de la nación en Hispanoamérica. Bonn: Inter Nationes, 1984.
Zapata, Antonio.
“Generaciones e independencia”. En Revista Argumentos, año 4, n° 4.
Setiembre 2010. Disponible en http://web.revistargumentos.org.pe/index.php?fp_cont=934
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