La insurrección aprista del 3 de octubre de 1948
Nelson Manrique (Historiador)
El pasado 3 de octubre se conmemoró el 45º aniversario de la insurrección aprista de 1948. Esta es importante no solo para la historia del Apra sino para la historia política general del Perú de la segunda parte del siglo XX. Su derrota creó las condiciones para el golpe militar de Odría, así como para el viraje del Apra y su alianza con la oligarquía y el imperialismo a los cuales antes había combatido.
Entre las décadas del 30 y el 40 del pasado siglo el Apra sufrió una larga clandestinidad y en múltiples ocasiones Haya de la Torre alentó la realización de insurrecciones populares y de golpes militares para llegar al poder. En 1945 se logró una breve primavera democrática y el Apra –bajo el rótulo el “Partido el Pueblo”– llevó a la presidencia a José Luis Bustamante y Rivero con sus votos, obteniendo una crecida representación parlamentaria. Pero para fines del año 1947 la alianza se había roto y Haya conspiraba para derrocar a su ex aliado.
Un elemento que contribuyó al fracaso del movimiento revolucionario en ciernes fue que Haya, al mismo tiempo que alentaba la organización de una insurrección popular con los apristas de base, conspiraba con generales amigos del partido (entre los cuales destacaba el general José del Carmen Marín, que años después fundaría el Centro de Altos Estudios Militares), incitándoles a dar un golpe militar, con la expectativa de que ellos convocarían después a elecciones que debieran ser ganadas por el Apra. Pero Haya no desmovilizó a los milicianos comprometidos en la insurrección porque eran útiles como arma de negociación frente al gobierno y también como un medio para convencer a los generales amigos de que un golpe militar podría contar con el respaldo armado de combatientes apristas. Así, la conspiración militar y la insurrección popular se neutralizaron mutuamente; a lo largo de 1948 se postergó una y otra vez la revolución anunciada, en espera del golpe militar de los generales amigos del Apra.
Es imposible mantener movilizada indefinidamente a una fuerza miliciana que prepara una insurrección y las sucesivas postergaciones convencieron a los miembros del Comando de Defensa aprista de que los dirigentes del partido no iban a hacer la revolución. Decidieron entonces lanzarse a la acción por su cuenta, confiando en que ante los hechos consumados los dirigentes terminarían plegándose al alzamiento revolucionario.
En la madrugada del 3 de octubre de 1948 se inició la insurrección. La armada se alzó en el Callao guiada por mandos apristas y por oficiales nacionalistas, tomaron las bases militares y lograron hacerse a la mar con los barcos de la armada, con la idea de atacar la base militar de Chorrillos. El movimiento contó con el apoyo de algunas fuerzas milicianas apristas, pero la dirección del Apra, tomada por sorpresa por la insurrección, la desautorizó.
Voceros de la dirección fueron a las bases dando la contraorden y disponiendo que los milicianos revolucionarios regresaran a sus hogares. Cundió entonces el desconcierto.
Quienes se habían lanzado a la acción quedaron solos. Sobrevino el desastre, el desbande y la rendición.
Según afirma Luis Alberto Sánchez, los dirigentes del Apra trataron de que los generales con los cuales conspiraban dieran el golpe, pero estos se negaron. Abandonada la Marina a su suerte, el movimiento fracasó. Decenas de civiles murieron intentando asaltar instalaciones militares que ya estaban advertidas y nueve marineros fueron fusilados.
El Apra fue declarado fuera de ley. Varios miembros en la dirección, entre los cuales se contaban dirigentes máximos como Luis Alberto Sánchez, Manuel Seoane Corrales, Andrés Townsend Escurra, César Pardo, Fernando León de Vivero y Pedro Muñiz optaron por asilarse por su propia cuenta y otros, como Ramiro Prialé y Armando Villanueva del Campo, pasaron a la clandestinidad, para ser detenidos y deportados más tarde. Las bases quedaron abandonadas a su suerte. Haya de la Torre pasó a la clandestinidad y, a diferencia de ocasiones anteriores, a inicios de enero de 1949 se refugió en la embajada de Colombia pidiendo asilo. Permanecería allí cautivo durante 5 años. “Sentí que todo mi mundo se desplomaba. ¿Sería posible? –escribió Luis Alberto Sánchez–… Entristecido, pensando que nos había llegado el minuto de la liquidación, me dirigí a Guatemala para iniciar una nueva vida”.
Toda mi solidaridad con Magaly Solier, víctima de una repugnante campaña racista. Es hora de que el Ministerio de Cultura haga cumplir la ley.
Fuente: Diario La República. 08 de octubre del 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario