Deslindes. Putis y los mitos tranquilizadores
Wilfredo Ardito Vega
Varias veces he escuchado a los limeños repetir el más frecuente mito que existe sobre el conflicto armado: "Hasta que estalló el coche bomba en la calle Tarata, aquí nadie sabía lo que estaba pasando en la sierra". En realidad, los apagones, coches bomba, el toque de queda y los asesinatos selectivos aterrorizaban desde hacía tiempo a los limeños. El mito de la ignorancia sirve más bien para excusar la indiferencia que generaba el destino de los habitantes de las zonas andinas, una indiferencia que se ha repetido frente al hallazgo de las fosas de Putis.
Esta masacre permite, además, desmentir otros mitos que subsisten en relación con el conflicto armado. La crueldad y premeditación con que fue cometida deja sin piso la reiterada referencia limeña a "la época del terrorismo", como si solamente un bando del conflicto hubiera actuado contra la población civil. También es imposible seguir afirmando que los crímenes cometidos por militares o policías eran hechos aislados, debidos a problemas psicológicos individuales. En realidad, al menos entre 1983 y 1985, las masacres de campesinos tenían un carácter intencional y sistemático.
De otro lado, se hace fundamental revisar la frecuente afirmación que en el conflicto armado no había un componente étnico decisivo. La condición de indígena (rasgos físicos, vestimenta, idioma, apellido) no solo volvía sospechosa a una persona, sino que justificaba que fuera asesinada. No se salvaban ni los niños de brazos (aquellos que los militares argentinos permitían sobrevivir), porque los indígenas eran vistos como seres prescindibles. Por ello, más que comparar la experiencia peruana con la de Argentina o Chile, es recomendable hacerlo con la de Guatemala, donde hubo muchas masacres con la misma modalidad que en Putis y abiertamente se habla de genocidio.
Otro mito extendido es que los crímenes cometidos por los militares fueron el terrible costo a pagar para la pacificación. La verdad es que la derrota de Sendero Luminoso en 1992 no tuvo ninguna relación con matanzas como la de Putis en 1984. En realidad, la sucesión de atrocidades entre 1983 y 1985 deslegitimó totalmente al Estado, favoreciendo el crecimiento exponencial de Sendero Luminoso.
Por eso, estas fosas quiebran también otro mito que hubiera causado profunda sorpresa en aquellos años: que el de Fernando Belaunde era un gobierno democrático y pacífico. Las ejecuciones masivas de civiles, la brutal tortura de los detenidos, la violación sexual de millares de mujeres fueron prácticas permanentes de las Fuerzas Armadas y Policiales durante su gobierno.
El minuto incluye la benevolente percepción que FBT "no sabía" lo que ocurría, como los demás limeños. Bastaría revisar La República de esos años para ver cuán falsa es esa percepción. La misma Amnistía Internacional escribió muchas cartas a Belaunde y él se jactaba de arrojarlas a la basura y mantener su respaldo a los militares. Para que no quedara duda, en 1984, el Parlamento, dominado por Acción Popular y el PPC, aprobó la Ley 24150, que estableció la amnistía frente a los crímenes cometidos hasta entonces.
Finalmente, muchas veces, los peruanos tenemos el mito de que la guerra con Chile fue el período más doloroso de nuestra historia. En realidad, las fosas de Putis nos confirman que este período se produjo hace muy pocos años... y que los responsables fueron peruanos, que se encuentran en la impunidad.
Por eso, estas fosas nos transmiten información sobre cada uno de nosotros. Por eso es tan importante para muchas personas no prestarles atención: hacerlo implicaría confrontarse con ellas mismas y nada mejor que algunos mitos tranquilizadores para evitarlo.
Wilfredo Ardito Vega
Varias veces he escuchado a los limeños repetir el más frecuente mito que existe sobre el conflicto armado: "Hasta que estalló el coche bomba en la calle Tarata, aquí nadie sabía lo que estaba pasando en la sierra". En realidad, los apagones, coches bomba, el toque de queda y los asesinatos selectivos aterrorizaban desde hacía tiempo a los limeños. El mito de la ignorancia sirve más bien para excusar la indiferencia que generaba el destino de los habitantes de las zonas andinas, una indiferencia que se ha repetido frente al hallazgo de las fosas de Putis.
Esta masacre permite, además, desmentir otros mitos que subsisten en relación con el conflicto armado. La crueldad y premeditación con que fue cometida deja sin piso la reiterada referencia limeña a "la época del terrorismo", como si solamente un bando del conflicto hubiera actuado contra la población civil. También es imposible seguir afirmando que los crímenes cometidos por militares o policías eran hechos aislados, debidos a problemas psicológicos individuales. En realidad, al menos entre 1983 y 1985, las masacres de campesinos tenían un carácter intencional y sistemático.
De otro lado, se hace fundamental revisar la frecuente afirmación que en el conflicto armado no había un componente étnico decisivo. La condición de indígena (rasgos físicos, vestimenta, idioma, apellido) no solo volvía sospechosa a una persona, sino que justificaba que fuera asesinada. No se salvaban ni los niños de brazos (aquellos que los militares argentinos permitían sobrevivir), porque los indígenas eran vistos como seres prescindibles. Por ello, más que comparar la experiencia peruana con la de Argentina o Chile, es recomendable hacerlo con la de Guatemala, donde hubo muchas masacres con la misma modalidad que en Putis y abiertamente se habla de genocidio.
Otro mito extendido es que los crímenes cometidos por los militares fueron el terrible costo a pagar para la pacificación. La verdad es que la derrota de Sendero Luminoso en 1992 no tuvo ninguna relación con matanzas como la de Putis en 1984. En realidad, la sucesión de atrocidades entre 1983 y 1985 deslegitimó totalmente al Estado, favoreciendo el crecimiento exponencial de Sendero Luminoso.
Por eso, estas fosas quiebran también otro mito que hubiera causado profunda sorpresa en aquellos años: que el de Fernando Belaunde era un gobierno democrático y pacífico. Las ejecuciones masivas de civiles, la brutal tortura de los detenidos, la violación sexual de millares de mujeres fueron prácticas permanentes de las Fuerzas Armadas y Policiales durante su gobierno.
El minuto incluye la benevolente percepción que FBT "no sabía" lo que ocurría, como los demás limeños. Bastaría revisar La República de esos años para ver cuán falsa es esa percepción. La misma Amnistía Internacional escribió muchas cartas a Belaunde y él se jactaba de arrojarlas a la basura y mantener su respaldo a los militares. Para que no quedara duda, en 1984, el Parlamento, dominado por Acción Popular y el PPC, aprobó la Ley 24150, que estableció la amnistía frente a los crímenes cometidos hasta entonces.
Finalmente, muchas veces, los peruanos tenemos el mito de que la guerra con Chile fue el período más doloroso de nuestra historia. En realidad, las fosas de Putis nos confirman que este período se produjo hace muy pocos años... y que los responsables fueron peruanos, que se encuentran en la impunidad.
Por eso, estas fosas nos transmiten información sobre cada uno de nosotros. Por eso es tan importante para muchas personas no prestarles atención: hacerlo implicaría confrontarse con ellas mismas y nada mejor que algunos mitos tranquilizadores para evitarlo.
Fuente: Diario La República
2 comentarios:
Si, la guerra civil peruana ha sido la mas desastroza... despues de leer muerte en el pentagonito, los 3 volumenes de la guerra del pacifico de paz soldan quedaron como cuento de hadas. Dios, hemos permitido la matanza de nuestros hermanos.
Actualmente en Argentina y Chile se siguen juicios a los militares que participaron de los crimenes de lesa humanidad durante las dictaduras de Videla y Pinochet, respectivamente. Lamentablente en nuestro país los jueces y las autoridades no han tenido el valor para hacerlo.
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