domingo, 26 de mayo de 2013

Reflexión sobre el régimen nazi y la actualidad por el historiador inglés Ian Kershaw.

Para releer el horror nazi
La reedición de un libro clásico sobre la era de Hitler, del historiador inglés Ian Kershaw, obliga a volver sobre esos años y mirar con atención fenómenos totalitarios actuales en todo el mundo. 

El historiador inglés Ian Kershaw ha dedicado la mayoría de su vida adulta a estudiar la era nazi. Hoy, con 70 años de edad ha declarado un cierre a esta labor con su último libro The End (El fin), publicado en 2011 y aún no disponible en Argentina. Ese libro trata el último año del régimen nazi y cuestiona cómo pudo ser, cuando la derrota era tan evidente, que oficiales incomunicados de un mando central, siguieran implementando políticas nazis, en particular la de genocidio. De este tipo de preguntas esta hecha la historiografía del nazismo. El libro de Kershaw que sí esta disponible en Argentina, La dictadura nazi: principios y controversias en torno a la era de Hitler (Siglo Veintiuno Editores), es un detallado resumen de los principales debates historiográficos de este enorme campo académico. Fue publicado por primera vez en 1985, con una edición revisada en 2000 y ahora llega esta segunda edición a la Argentina. Es un mapa fundamental a los principales debates académicos acerca del nazismo. Debates que –como dice Kershaw–, aún no están resueltos. “Más de medio siglo después de la destrucción del Tercer Reich, los principales historiadores están lejos de ponerse de acuerdo sobre algunos de los problemas más fundamentales de la interpretación y explicación del nazismo.” Hablamos con Kershaw por teléfono, para indagar sobre el significado y vigencia de este importante libro que ha sido, por más de una década, un volumen fundamental en las bibliotecas de los historiadores del siglo XX.

-¿Desde que se publicó la última edición revisada de su libro, cuánto ha crecido este tema?

-Creo que uno o dos nuevos temas se han vuelto prominentes, los cuales –por supuesto– no están discutidos en el libro, porque solo han emergido desde 2000. Uno de estos temas es la cuestión del consenso, el nivel de consenso en la Alemania nazi. Tal vez el otro sería el debate sobre la extensión de la complicidad en las políticas nazis sobre instituciones mayores –no solo las económicas, sino que estoy pensando en el gran debate que estalló recientemente acerca de la participación directa del Ministerio de Relaciones Exteriores en las políticas nazis. Esos son dos debates que han surgido en los últimos años.


-Si usted estuviera comenzando su carrera ahora en este campo, ¿cuáles son los temas que aún restan ser investigados?

-Creo que los grandes temas que giran alrededor de la Alemania nazi han sido, en su gran parte, aireados. No puedo ver que haya otro gran tema en el horizonte –aparte de los que acabo de mencionar–. Supongo que siempre hay aspectos de estos temas que necesitan ser explorados más lejos. Si estás hablando de investigaciones detalladas que serían llevadas a cabo por un alumno doctoral, probablemente un aspecto a trabajar sería el trato a los trabajadores extranjeros; algún estudio regional de algunos aspectos del Holocausto –en particular, en áreas de Europa del Este– que no han sido explorados completamente; y después estudios detallados acerca del consentimiento, que podría ser abordado sobre la base de estudios locales y regionales de una forma más coherente que en un enfoque más global.


-¿Su último libro –“The End”–, será lo último que escriba sobre el nazismo?

-Creo que sí. El título, The End , es bastante útil, no solo literalmente, porque trata sobre el fin del régimen nazi, sino que metafóricamente también, como el fin de mis propias investigaciones sobre este periodo. Llevo mucho tiempo en el campo, casi treinta años completos, y creo que ahora es el tiempo de marcar una línea; tengo la sensación de que he tratado todos los problemas mayores de la Alemania nazi. Ahora me estoy alejando. No por completo. El libro que estoy escribiendo ahora es una historia de Europa en el siglo XX, entonces –por supuesto– Alemania juega un gran papel.


-¿Para usted, cuál es la diferencia de escribir historia popular e historia académica?

-Bueno, en los libros que he escrito que uno describiría como historia popular, he puesto mucho énfasis, sobre todo, en la exactitud académica en el análisis. Que yo pueda escribir eso de una manera que la gente ve como amena y que quieran leerlo, eso es una gran fuente de gratificación para mí. Pero no hago una distinción particular entre trabajos más académicos que tienen una audiencia estrecha, y trabajos que están apuntados a un público grande. Porque el trabajo que subyace en ambos viene del mismo rigor analítico. La escritura varía entre una publicación especializada y un libro general, pero aparte de eso es lo mismo. En este caso particular, el libro sobre Europa en el siglo XX, es diferente de los otros libros que he hecho, en el sentido de que no es un estudio especializado de un país, y no está basado en investigaciones primarias de archivo, como todos mis otros libros lo han sido. En este nuevo trabajo, estoy basándome en las investigaciones de personas cuyos países no conozco como historiador.


-Después de todo este tiempo de estar involucrado intelectualmente con el nazismo, ¿ha sufrido algún costo emocional? ¿sueña con las víctimas o con Hitler, por ejemplo?

-No, nunca he tenido ese problema. En otra ocasión me preguntaron si soñaba con Hitler y dije: “No, mis pesadillas son solamente sobre Manchester United cuando pierde un gran partido.” Pero para contestarte de una manera seria, no ha habido un costo personal emocional, como usted dice. Tengo la ventaja de que por más que mi trabajo se dedique a una época muy deprimente de la historia, es muy importante. El hecho de que yo no sea alemán, que no sea judío, que nadie en mi familia haya sufrido directamente por este periodo, probablemente me da un elemento de libertad del costo emocional que el tema podría tener para otras personas. Espero que, aparte de mi obsesión con el trabajo de investigar el periodo nazi, sea una persona normal...


-¿Cómo vive Alemania hoy su legado con el nazismo? ¿Se inhiben de la expresión de fervor patriótico, por ejemplo como cuando juega la selección nacional?

-No. Alemania es el país que, más que cualquier otro, ha luchado sistemáticamente para enfrentarse con los horrores de su pasado reciente. Y cuando comparás a Alemania con casi cualquier otro país –Austria, Italia, España, Japón– entonces su registro de tratar su propio pasado se compara muy favorablemente. Entonces, por ejemplo, el sentimiento en un partido de fútbol, bueno obviamente existe esta sensación patriótica de querer ganar; pero eso es completamente diferente de la sensación neonazi que existe solamente en una minoría pequeña de la población alemana.


-¿Tiene algún temor que algo como el Tercer Reich pudiera volver a ocurrir?

-No, no lo tengo. Creo que en este momento los problemas con la economía global, y en particular en Europa –y especialmente en la eurozona– son ciertamente problemas que provocan gran preocupación sobre la forma en la cual las cosas se están desarrollando. Es decir, no soy autocomplaciente sobre cómo están las cosas. Hay motivos por los cuales estar preocupado por el crecimiento de sentimientos nacionalistas en varios países, el crecimiento de sentimientos en contra de los inmigrantes, y en general sentimientos que no son bienvenidos pero que están teniendo una audiencia política. Incluyendo el racismo. Pero no creo que haya una repetición de lo que pasó en los años ‘30. Alemania, que probablemente fue el único país en los 30 que podría haber causado un problema mayor para la paz europea –quiero decir, había racismo y fascismo por todos lados– era el único país que hubiera podido crear un problema para el continente europeo y amenazar la paz; bueno, pienso que Alemania hoy está a años luz de lo que fue en los años ‘30. Es el país más internacionalista y menos nacionalista que hay. Entonces esa amenaza no existe. No hay una amenaza geopolítica como sí la había en los ‘30.


-No, por supuesto. No pensaba en Alemania, sino que un posible fenómeno fascista y totalitario como el Tercer Reich, pero desde otro país o cultura. Hay gente que teme al islam, hay otros que temen que Estados Unidos caiga en el fascismo… 

-Bueno, obviamente vivimos en un mundo extremamente inseguro, y las preocupaciones sobre numerosas amenazas internacionales de grupos terroristas internacionales, o lo que fuera, eso permanece omnipresente. Pero creo que estas amenazas, por lo que podemos ver, parecieran estar contenidas. Tenemos que basarnos en lo que podemos leer, pero creo que es mejor no exagerar la amenaza de organizaciones terroristas internacionales, como Al-Qaeda, porque los países más prósperos –particularmente EE.UU.– parecen, por lo menos ahora, capaces de contener estas amenazas. Y aunque en EE.UU., y en todos los países de Europa, y muchos otros, hay tendencias muy desagradables (hay que reconocer eso, también) no creo que esas tendencias finalicen en el colapso de cualquiera de estos países o en el equivalente moderno de un régimen totalitario o fascista o uno que estuviera en condiciones de amenazar la paz mundial. De hecho, un aspecto llamativo de esta crisis global económica hasta ahora –esto puede cambiar– es que no ha habido un descenso al autoritarismo, como lo hubo en los ‘30. Es un contraste muy llamativo si mirás a estas dos grandes crisis económicas en términos políticos. En los ‘30, el resultado fue un gran surgimiento hacía el totalitarismo, y no sólo en Alemania; y en 2008 eso no ha sido el caso de ninguna manera.


-¿Ha seguido los trabajos de novelistas y cineastas sobre la época? ¿Vio “La caída” o leyó “Las benévolas”, por ejemplo?

-No soy muy aficionado a las artes, en cuanto a este periodo. Leí el libro de Jonathan Littell, pero personalmente no soy muy aficionado a las novelas sobre este periodo. Suelo no leer novelas ni ver películas sobre el tema. Pero me mandaron La caída para hacer un comentario. Me pareció una muy buena película y las menores equivocaciones históricas que tiene no quitan de que sea una representación potente sobre esos últimos días. Pero ¿contribuye algo a la comprensión histórica? No, creo que no.


-Pensando en un lector general, joven: ¿por qué diría que es importante seguir estudiando este periodo histórico?

-Cuando nos alejamos cronológicamente, vemos que el Tercer Reich, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto fueron los episodios centrales del siglo XX. Y ese periodo, y la enorme revolución que provocó la Segunda Guerra, cambió no sólo a Europa sino al mundo entero. Entonces en ese sentido, yo pienso que una comprensión del mundo presente –para poder entender aquel mundo–, es crucial para tener una comprensión de los eventos que crearon este mundo, que fueron, principalmente, los ‘30 y la Segunda Guerra Mundial.


Fuente. Revista Ñ, Diario El Clarín (Argentina).  21 de mayo del 2013.

Artículo recomendado: La carrera de Hitler. Antonio Zapata.

Historia de la lengua franca o el mestizaje lingüístico en el mediterráneo.

Cervantes, Argel y la 'lingua franca'

La jerga de las redes sociales, híbrida y efímera, adapta el idioma al destinatario.


Juan Goytisolo (Escritor)
El cautiverio de Cervantes es un tema recurrente en la historiografía de la época y en razón de los enigmas que encierra, seduce y seguirá seduciendo a los investigadores tanto en España como fuera de ella. Herido en Lepanto durante la batalla naval que enfrentó el creciente poder otomano a la Santa Liga formada por España, Venecia y el Papado romano, no abandonó por ello los servicios a don Juan de Austria, a quien siguió en sus expediciones a Túnez y La Goleta. En su viaje de regreso a la Península nuestro primer escritor y su hermano Rodrigo fueron capturados por los corsarios turco-berberiscos y conducidos a Argel.
La historia de sus cuatro tentativas frustradas de evasión, de sus relaciones abruptas con el codicioso y cruel bey Hasán Veneciano y de las arduas negociaciones de rescate por los monjes trinitarios se hallan bien documentadas gracias a su amistad con Antonio de Sosa, cautivo como él y autor de la imprescindible Topografía e historia general de Argel. La estancia forzada durante cinco años del autor del Quijote en la orilla africana y su aportación a su rica y variada creación literaria han originado, como dijimos, una abundante bibliografía y cervantistas profesionales y universitarios se han esforzado en exponer desde muy distintos enfoques las diversas facetas de su experiencia argelina. A la lucidez y conocimiento profundo en la materia de Francisco Márquez Villanueva, en la estela fecunda de Américo Castro, se han agregado en las últimas décadas obras de obligada referencia como la de Emilio Sola y José F. de la Peña (Cervantes y la Berbería) y de María Antonia Garcés (Cervantes en Argel). La enumeración sería larga y la detengo aquí.
Criado en un mundo en el que se imponía como un dogma la “limpieza de sangre” y en el que la Inquisición velaba por la pureza de la fe católica y reducía a cenizas a disidentes y herejes, el contacto con la sociedad de Berbería —la convivencia con la diversidad étnica y religiosa de turcos, moros, cristianos, judíos, conversos y renegados— le procuró una experiencia y una visión del ser humano en las antípodas de las que le inculcaron en el espacio social, político y religioso de la España de su tiempo. El mestizaje cultural y lingüístico de Argel, el tránsito de una fe a otra, ya fuera por convicción, ya por razones pragmáticas, configuraron su labor de escritor y aportaron su sello a lo que él mismo llamaba su “rara” invención. El mundo bullicioso y abigarrado en el que vivió a veces en semilibertad y a veces en las temibles mazmorras, era para él una alternativa que nunca desapareció de su horizonte vital y literario cuando regresó a España y no recibió la recompensa condigna a su valentía en las armas y a su genio en la escritura.
Cervantes no dice gran cosa acerca del idioma en el que se comunicaban gentes de tan distintas naciones y origen social (la palabra nación no tenía entonces el significado de ahora). En Los baños de Argel pone en la boca de un morillo: “¡Rapaz cristiano / non rescatar, non fugir; / don Juan no venir, / acá morir / perro, acá morir!”, y al hablar de la esclavizada Leonisa y de su dueña Halima en El amante liberalmenciona su uso de la lengua cristiana, pero sin especificar su contenido. Habrá que esperar el “Relato del cautivo” intercalado en la Primera Parte del Quijote —los tres capítulos en los que suspende el hilo argumental de la novela y concede la palabra al narrador de “aquel discurso verdadero” en la venta de Maritornes— para que, a través de él, Cervantes nos lo aclare.
“Me dijo en lengua que en toda la Berbería y aun en Constantinopla, se habla entre cautivos y moros, que ni es morisca, ni castellana, ni de otra nación alguna, sino una mezcla de todas las lenguas, en la cual todos nos entendíamos”.
La referencia cervantina a esa “lengua franca” gráficamente descrita por Antonio de Sosa en su Topografía como “jerigonza” que al igual de los tuits de hoy servía de esperanto pragmático para todos los miembros de aquel vasto crisol de identidades mutantes, aparece igualmente en las relaciones de viaje de otros cautivos y de comerciantes y aventureros que navegaban de norte a sur y de poniente a levante del Mediterráneo.
El mestizaje cultural y lingüístico aportó su sello a nuestro primer escritor
La importancia del tema exigía un registro minucioso de dicha jerga y hay que agradecer a la historiadora francesa Jacqueline Dakhlia que haya acometido dicha tarea con exhaustiva erudición y rigor. En su lingua franca.Histoire d’une langue métisse en Mediterranée, cuyo análisis se extiende de la toma de Constantinopla por los otomanos al siglo XIX, la autora describe con numerosos ejemplos un argot compuesto principalmente por vocablos italianos y españoles, con aportaciones menores judeoportuguesas, francesas, provenzales, árabes, bereberes y turcas, jerga cambiante y de sintaxis rudimentaria, con los modos y tiempos verbales reducidos al infinitivo. Las fuentes citadas lo pintan como un italiano esquemático o de “negro bozal”: un habla carente de lógica interna en la que primaba la adaptación rápida al oído ajeno.
Tal galimatías se prestaba fácilmente a la parodia literaria, como hizo Juan del Encina en el divertido villancico en el que evoca la peregrinación a Tierra Santa con los mendigos autóctonos pidiendo limosna —“y Ala ti da bon matin”, (que Dios te dé un buen día)— y en fecha mucho más tardía, como el mismísimo Molière, citado por Jacqueline Dakhlia, en El burgués gentilhombre, con su parodia de la embajada otomana despachada por el sultán a la corte de Luis XIV: “Si ti sabir / ti respondir; / si non sabir, / tazir, tazir” (si sabes, responde; si no sabes, calla, calla).
La deformación del idioma de origen derivaba hacia una discontinuidad balbuceante, no sujeta a regla alguna y ceñida a la mera expresión individual del sujeto parlante. La lista de ejemplos de la autora es elocuente y sabrosa, como muestra el glosario que acompaña la obra, inspirado en gran parte en el laboreo previo de Alan Corré y Guido Cifoletti. Contrariamente al lenguaje literario, la lengua franca (la jerga esperántica, la de las redes sociales) es híbrida, a menudo monosilábica y, en todo caso, efímera: cambia de una persona a otra, pero tiene la virtud de revelar las vicisitudes de la adaptación léxica y a veces sintáctica del propio idioma al del auditor o destinatario. Como la mayoría de los cristianos que corrieron su suerte, Cervantes no intentó adentrarse en las complejidades de la lengua de la Berbería y permaneció en la tierra de nadie en la que se imponía el uso de aquel habla fluida y mestiza.
Fuente: Diario El País. 25 de mayo del 2013.

Libro "Historia de la corrupción en el Perú", del historiador Alfonso Quiroz.

Historia de la corrupción

Por: Martín Tanaka (Politólogo)

Permítanme comentar, por su importancia, una de las últimas publicaciones del Instituto de Estudios Peruanos, en coedición con el Instituto de Defensa Legal: Historia de la corrupción en el Perú, del historiador Alfonso Quiroz (1956-2013). Para Quiroz, la corrupción es una de las principales causas del atraso del país: según sus cálculos, el promedio anual de dinero “desviado” o mal asignado equivaldría al 30-40% de los gastos del presupuesto, algo cercano al 3-4% del producto en nuestra historia republicana; así, “el Perú perdió o distribuyó mal el equivalente al 40-50% de sus posibilidades de desarrollo”. 
La corrupción aparece como una constante en la historia del país. Los periodos con muy altos niveles de corrupción, según el autor, coinciden con regímenes autoritarios: el virreinato tardío (1800-1821), los primeros caudillos (1822-1839), la década de la consolidación de la deuda (1850), la tardía era del guano (1869-1872), el militarismo de la postguerra (1885-1895), el oncenio de Leguía (década de 1920), el docenio militar (1968-1980) y el fujimorato (década de 1990). Quiroz cuestiona el papel jugado en diferentes momentos y circunstancias por Manuel Amat y Junyent, Agustín Gamarra, Antonio Gutiérrez de la Fuente, Juan Crisóstomo Torrico, José Rufino Echenique, Nicolás de Piérola, Andrés Avelino Cáceres, Augusto B. Leguía, Manuel Prado, Víctor Raúl Haya de la Torre, Manuel Odría, Juan Velasco Alvarado, Alan García y Alberto Fujimori, ya sea por beneficiarse de la corrupción como por haber permitido su proliferación o por pactar con grupos corruptos. Pero al mismo tiempo rescata el papel “moralizador” de personajes como Antonio Ulloa, Domingo Elías, Francisco García Calderón, Manuel González Prada, Jorge Basadre, Héctor Vargas Haya, Mario Vargas Llosa, entre otros. En otras palabras, la corrupción debe y puede combatirse. 
La corrupción a lo largo de nuestra historia sería consecuencia de un presidencialismo sin controles, patrimonialista. Me permito añadir la existencia de una lógica rentista en el Estado (la riqueza no se crea, sino que se obtiene por medio del acceso a las rentas que controla el Estado), problema exacerbado en épocas de bonanza económica. 
El antídoto parece claro: más controles y contrapesos, más vigilancia ciudadana, instituciones más fuertes. Esta es la razón por la cual la corrupción disminuye en contextos democráticos. Hoy, nuestra democracia se ve también amenazada por la corrupción: si no se le enfrenta decididamente, la democracia se vacía de contenido. En la actualidad existe un Plan Nacional Anticorrupción que debe ser apoyado, y las actuales denuncias que afectan a dos de nuestros ex presidentes deben ser investigadas a fondo, mediante procesos justos, que fortalezcan nuestras instituciones y den señales claras tanto a la ciudadanía como a los funcionarios públicos. No solo por las pérdidas económicas, también por el grave efecto que la corrupción genera sobre la moral pública.
Fuente: Diario La República. 26 de mayo del 2013.

viernes, 24 de mayo de 2013

Libros sobre el horror del boom cauchero del Putumayo.

El Deber de no Olvidar


Por: Rafo León

Empacharse en un corto tiempo con cinco libros –extensos, complejos, importantes– que giran todos en torno a un mismo tema, sea desde la biografía, las ciencias sociales, la historia o la ficción, puede ser un método para que a uno se le forme una idea en la cabeza. Todo empezó con la relectura de uno de mis libros indispensables, el de Michael Taussig que se titula Chamanismo, colonialismo y hombre salvaje (1987). Volví a ese prodigioso tratado sobre el horror durante el boom cauchero del Putumayo, después de haberme zambullido como un poseso en El sueño del celta, de Vargas Llosa (2010). Afortunadamente poco tiempo antes de publicada la novela del Nobel, había aparecido Imaginario e imágenes del caucho: los sucesos de Putumayo (2009) escrito por Alberto Chrif y Manuel Cornejo. Dos años después salió a la venta la primera edición en español de El libro azul británico (2012), pasado un siglo de que su autor, Roger Casement, hiciera tambalear a Occidente con el informe que la Cámara de los Comunes lo envió a realizar al mismo Putumayo, a raíz de las voces que corrían sobre las barbaridades cometidas por los caucheros, cuyo capitalista principal era el riojano Julio César Arana en una empresa con socios británicos, poseedor de seis millones de hectáreas de bosque entre Colombia y Perú. Finalmente, en la última feria del libro encontré una verdadera curiosidad:Arana, rey del caucho, terror y atrocidades en el Amazonas, del argentino Ovidio Lagos. Este escritor, poco conocido entre nosotros, se ha especializado en las aristocracias y oligarquías de diferentes lugares del mundo, pero en el momento en el que los dioses caen. El caso de Arana es uno de ellos.

Julio César Arana, el gigante de bigotes de manubrio y mirada imposible de sostener, nació en Rioja en 1864, se crió en el campo, sin zapatos y pudo haber sido cualquier cosa en la vida. Pero escogió el dinero. Se casó con la delicada maestra Eleonora Zumaeta y con ella cruzó los Andes a lomo de mula en distintas aventuras de pequeño comercio. Luego se instaló en Iquitos y los contactos con la oligarquía blanca de la ciudad le facilitaron entrar al negocio de aviador, que consistía en desplazarse por los ríos vendiendo mercaderías diversas a mestizos e indios que habitaban las riberas. En ese negocio descubrió la clave de lo que lo haría años más tarde el hombre más rico del Perú, el gentleman que alternaba sus días entre Iquitos, Londres, Biarritz y Ginebra (tenía casas en todas estas ciudades). Esa clave fue la de enganchar a sus clientes con créditos perpetuos a intereses elevadísimos. La amenaza de tortura y de muerte era parte del sistema. Si no, ¿dónde estaba el know how?

Poco a poco Arana fue entrando en el negocio del caucho, que a inicios del siglo XX y hasta los años 20’s del mismo, configuró un fenómeno económico equivalente en más de un aspecto al de nuestra minería actual. Bicicletas, automóviles, cables, piezas mecánicas, necesitaban de esa goma salida de la hevea brasiliensis, un árbol que en esos bosques parecía no tener acabo. Pero claro, como declaró una vez un cauchero, lo importante del bosque no era el árbol sino la mano de obra. Empieza entonces un sistema de esclavitud mediante el enganche (te doy comida, me pagas con trabajo) que muy pronto dio inicio a lo que con justicia se ha calificado de genocidio. Entre las correrías que se hacían para atrapar y matar a los huitotos que fugaban de las secciones caucheras, más los episodios de sadismo y brutalidad practicados por los gerentes de estas secciones, Casement calcula que murieron más de treinta mil indios. Decapitados, quemados vivos, estrellados contra los árboles, dejados a morir en el cepo… la lista es horrorosa.

¿Y qué idea se me ha ocurrido? Es simple. Así como se está pugnando para que en las escuelas se incluya como tema de enseñanza las bestialidades cometidas por Sendero y el MRTA (y hoy hasta se habla de dar una Ley de Negacionismo), con el mismo juicio debería darse a conocer a los estudiantes casos como el de Arana, el de las familias esclavistas que traían chinos, las historias de los terratenientes de horca y cuchillo… y por ese camino yo llegaría hasta los empresarios que pasaron por la salita de Montesinos. ¿No era que no hay que olvidar?

Fuente: Revista Caretas. 25 de agosto del 2012.

domingo, 19 de mayo de 2013

Historia de las peores crisis económicas desde la Gran Depresión de 1929.


Cronología: las peores crisis económicas desde la Gran Depresión de 1929

Para Estados Unidos, la crisis actual es la más grave desde la Gran Depresión de los años 30, y aunque se inició en el mercado de las hipotecas basura (subprime), ha acabado por extenderse a todos los segmentos de la economía.
Esta es la relación de las crisis más acuciantes que han sufrido los mercados desde entonces y las medidas que se tomaron para su rescate:
-El Crack del 29 (1929): La crisis económica mundial de los años 30 fue precipitada por la caída de los precios en el mercado agrícola en EE.UU. en 1928. Estalló el 29 de octubre de 1929 cuando, después de tres meses de descensos consecutivos de la producción y los precios, se vendieron de golpe 16 millones de acciones, lo que hundió la Bolsa de Nueva York.
Después del desastre de 1929 se modificó la legislación básica de la bolsa. Una de las leyes fundamentales fue la “Securities Exchange Act”, de 1934, que creó la Comisión de Valores Estadounidense (SEC), el organismo encargado de la supervisión y vigilancia de los mercados en EE.UU.
-1944: Tras la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional celebra una conferencia monetaria y financiera auspiciada por las Naciones Unidas, en la que salieron los acuerdos de Bretton Woods, que sientan las reglas para las relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del mundo. También se decidió la creación del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI), así como el uso del dólar como moneda de referencia internacional.
-El fin del sistema de patrón oro (1971): El excesivo gasto de EE.UU. en sus inversiones en el exterior y la guerra de Vietnam hizo que las reservas de oro que tenía el país se redujeran drásticamente, con lo que el valor de la moneda dejó de estar respalda por este metal.
Por ello, en medio de fuertes especulaciones y de fugas de capitales de EE.UU., el presidente Richard Nixon decidió suspender la convertibilidad con el oro y devaluó la moneda en un 10%, algo que hizo sin consultar al resto de miembros del Sistema Monetario Internacional.
Dos años después volvió a devaluar la moneda, con lo que acabó finalmente con el patrón oro. Así comenzó la época de los cambios flotantes en función de la evolución de los mercados internacionales de capital.
-Embargo del petróleo durante la guerra Árabe-Israelí (1973): El corte de suministro de los países de la OPEC en la conocida como primera crisis del petróleo, durante la Guerra del Yom Kippur, provocó un incremento de 2,50 a 11,50 dólares en 1974. Esto elevó la factura energética de Occidente y provocó una fuerte crisis en los países más industrializados.
A partir de esta crisis de precios, los países occidentales iniciaron políticas de diversificación y ahorro energéticos y, entre otras medidas defensivas, se crea la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en 1974.
-La revolución iraní (1979): El derrocamiento del Sha Mohammad Reza Pahlevi y la instauración de la República islámica en Irán provocó la segunda crisis del petróleo, y un nuevo colapso internacional.
Aunque esta vez las economías occidentales estaban más preparadas, ya que había reducido de forma importante sus consumos de crudo, la caída en la oferta provocó un largo período de precios extraordinariamente altos. La crisis afectó sobre todo a los países en vías de desarrollo.
-Iraq invade Irán (1980): Al final del año el crudo alcanza nuevos precios récord, 40 dólares el barril, una tasa que no había sido superada en 10 años. Los altos precios llevaron a la Occidente a producir más de su propio petróleo en zonas como el Mar del Norte.
-El lunes Negro (1987): El 19 de octubre de 1987 millones de inversores se lanzaron en masa a vender sus acciones en la Bolsa de Nueva York debido a la creencia generalizada del manejo inapropiado de la información confidencial y la adquisición de empresas con dinero procedentes de créditos.
Ese día el Dow Jones se desplomó 508 puntos, un 22,6% de pérdidas en una única jornada en la que superó los sucesivos descensos que provocaron la Gran Depresión, y que arrastró a las bolsas europeas y japonesas. Esto trajo como consecuencia una intensificación de la coordinación monetaria internacional y de los principales asuntos económicos.
Crisis del mercado asiático (1997): En julio se devaluó la moneda tailandesa, y tras ella cayeron las de Malasia, Indonesia y Filipinas, lo que repercutió también en Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur. Su efecto arrastró al resto de economías y esta crisis, que en un primer momento parecía que era regional, acabó convirtiéndose en la primera crisis global.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) elaboró una serie de paquetes de “rescate” para salvar a las economías más afectadas y promovió una serie de reformas estructurales.
-Crisis de las puntocom (2000): Los excesos de la nueva economía dejaron una estela de quiebras, cierres, compras y fusiones en el sector de Internet y de las telecomunicaciones y un importante agujero en las cuentas de las empresas de capital riesgo.
El 10 de marzo el principal índice del Nasdaq, máximo exponente de la “nueva economía” y del éxito de las empresas de tecnología, cerró en 5.048,62 puntos, su máximo histórico. En solo tres años la crisis borró del mapa casi 5.000 compañías y algunas de las grandes corporaciones de telecomunicaciones, fueron protagonistas de los mayores escándalos contables de la historia.
-11 de setiembre (2001): Los atentados del 11 de setiembre del 2001 contra las Torres Gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington, que dejaron un balance de cerca de 3.000 muertos, también hicieron caer las bolsas.
El Nikkei cayó más del 6% y las bolsas europeas tuvieron fuertes descensos que llevaron a los inversores a refugiarse en el oro y los bonos del Tesoro estadounidense. La Fed también respondió con cortes de las tasas -cuatro hasta final de año- en la campaña más fuerte de su historia.
-2008-2009: La crisis financiera originada en EE.UU. a consecuencia de las hipotecas basura (subprime) que concedieron sin garantías a miles de ciudadanos, acaba con los grandes gigantes financieros del país y su contagio se extiende a todo el mundo y afecta a las economías reales, causando la crisis más grave desde los años treinta.
Fuente: Diario El Comercio (Perú). 27 de marzo del 2009.

sábado, 18 de mayo de 2013

Historia de la dictadura de Jorge Rafael Videla en Argentina.


El hombre que nunca pidió perdón

Videla ordenó perseguir sin piedad a cualquier sospechoso de izquierdista

Bajo el régimen que lideró de 1976 a 1981 desaparecieron 30.000 personas


Por: Alejandro Rebossio
Muchos argentinos reaccionaron ayer ante la muerte del encarcelado Jorge Rafael Videla, a los 87 años, calificándolo como “hijo de puta”. El dictador más cruel que jamás haya conocido Argentina —que se decía católico, nunca se arrepintió de nada, siempre reivindicó todo y solo reconoció algún “error”— gobernó su país entre 1976 y 1981 y en ese tiempo su régimen forzó la “desaparición” de hasta 30.000 personas, muchas arrojadas al mar en los vuelos de la muerte, y otros fusilados, o torturó, saqueó bienes de sus perseguidos, empobreció a la clase trabajadora, fomentó la especulación financiera en detrimento de la producción local y endeudó a su país.
Su madre se llamaba María Olga Redondo y su padre, Rafael. Jorge Videla nació el 2 de agosto de 1925en Mercedes (100 kilómetros al oeste de Buenos Aires). En 1942 inició su carrera militar. Por entonces los conservadores gobernaban Argentina sobre la base del fraude electoral. Seis años después se casó con Alicia Hartridge, hija de un embajador, con quien tuvo siete hijos, dos que también fueron militares y otro que sufría problemas mentales y que fue cuidado por una monja francesa que más tarde sería secuestrada por el régimen.
En 1971, el dictador militar Alejandro Lanusse lo ascendió a general. Eran tiempos en que el peronismo y la izquierda habían tomado las armas para enfrentarse al régimen, en plena guerra fría. En 1975, la presidenta Isabel Perón, respaldada por la derecha y enfrentada a la guerrilla peronista Montoneros, designó a Videla jefe del Ejército y decretó que las fuerzas armadas aniquilasen la “subversión”. En 1976, Videla y los cabecillas de la Marina, Emilio Massera, y la Fuerza Aérea, Orlando Agosti, dieron un golpe para hacerse cargo de forma directa del terrorismo de Estado que ya había asomado contra opositores.
Además cerraron el Congreso, los partidos políticos y los sindicatos. Le llamaron “Proceso de Reorganización Nacional”. Videla, que encabezó la Junta Militar, también justificó el golpe en la necesidad de cambiar la desastrosa situación económica, afectada por la hiperinflación. Muchos empresarios y la mayoría de la jerarquía eclesiástica lo apoyaron, según él mismo reconoció. Parte de la sociedad civil también respaldó el fin del desgobierno de Isabel Perón, pero con los años se arrepentiría a tal punto que en la actualidad son una ínfima minoría los argentinos que defienden la dictadura.
Videla persiguió a cualquier sospechoso de izquierdista o comprometido con causas sociales, a guerrilleros y opositores de diversa ideología, obreros y sindicalistas, estudiantes y profesores, profesionales y empleados, artistas y periodistas, empresarios y religiosos, como el obispo Enrique Angelelli, por cuyo asesinato estaba procesado el exdictador, entre otras causas pendientes. 
Hubo secuestros, torturas —incluso de bebés de detenidos—, sustracción de las pertenencias de los desaparecidos, asesinatos y robos de 400 hijos de embarazadas cautivas. Videla fue condenado a prisión perpetua en 2012 por organizar el plan sistemático de desaparición de estos niños, de los cuales 109 han recuperado su identidad.
La dictadura no reconocía los secuestros ni los asesinatos, y las madres de los detenidos iban preguntando por sus hijos por aquí y por allá. Daban vueltas silenciosas a la Plaza de Mayo en señal de protesta.
Las organizaciones de defensa de los derechos humanos denunciaron 30.000 desapariciones. “Ni muertos ni vivos, están desaparecidos”, explicó en 1979 Videla, que décadas más tarde reconoció 7.000 u 8.000 homicidios, aunque los justificó por la “guerra contra la subversión”. “Para no provocar protestas dentro y fuera del país, sobre la marcha se llegó a la decisión de que esa gente desapareciera”, relató quien para muchos argentinos representa el símbolo del horror.
Fiel asistente a misa, Videla decía en 1978 que “un terrorista no es solo alguien con un revólver o una bomba, sino también aquel que propaga ideas contrarias a la civilización occidental y cristiana”.
Así fue como su régimen quemó libros, prohibió canciones, controló la prensa y forzó al exilio a artistas, intelectuales, científicos, periodistas y otros argentinos de diversa condición social. El dictador nombró como ministro de Economía a un empresario y ganadero, José Alfredo Martínez de Hoz, que también falleció este año. Congelaron los salarios, fomentaron la especulación financiera, liberalizaron de forma unilateral el comercio en detrimento de la industria local y multiplicaron la deuda pública hasta niveles nunca vistos en Argentina. Por un lado, financiaron el Mundial de Fútbol de 1978, durante el cual el régimen intentó lavar su imagen ante el resto de los países. El 6-0 de la Argentina campeona contra Perú quedará siempre bajo sospecha, pues esa goleada la clasificó para la final. Por otra parte, reforzaron el gasto militar para la represión interna y para prepararse ante una eventual guerra ese año con el Chile de Augusto Pinochet por disputas limítrofes. Sus planes contra la inflación no lograron bajarla nunca del 100% anual y el malestar socioeconómico terminó forzando el final del Gobierno de Videla en 1981. Enfrentado con Massera, los militares reemplazaron al dictador por otro general, Roberto Viola.
También la presión internacional se hacía cada vez fuerte contra el régimen, sobre todo a partir de 1979, cuando una visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos recabó información sobre los crímenes que estaban cometiéndose. En 1980, uno de los denunciantes y exdetenido, Adolfo Pérez Esquivel, recibió el Nobel de la Paz.
En 1983 regresó la democracia a Argentina y el presidente Raúl Alfonsín, de la Unión Cívica Radical (UCR), impulsó el juicio a las juntas militares. Dos años después, Videla y el resto de sus secuaces fueron condenados a prisión perpetua por 504 secuestros, torturas, robos, usurpaciones, esclavización de detenidos y robo de bebés. Pero en 1990, ante la presión militar y el rechazo de la sociedad civil, el entonces presidente Carlos Menem, un peronista que estuvo preso años durante el régimen, indultó a los jefes militares y guerrilleros presos por los delitos de los setenta. Videla guardó entonces un perfil bajo.
Ante la impunidad en Argentina y bajo el criterio de justicia universal contra delitos de terrorismo de Estado, que no prescriben, el entonces juez Baltasar Garzón comenzó a investigar a Videla y otros represores, pero el país sudamericano se negaba a extraditarlos. En 1998, un juez argentino detuvo al exdictador por robos de niños que no habían sido juzgados en su momento. Videla estuvo un mes en prisión, pero después consiguió el arresto domiciliario por ser mayor de 70 años.

En 2003, el peronista Néstor Kirchner llegó al poder e impulsó la declaración de inconstitucionalidad de los indultos. En 2007, la Corte Suprema los dio de baja y al año siguiente otro juez ordenó que Videla regresara a prisión por la condena de 1985. En 2010, recibió otra pena de reclusión perpetua por crímenes cometidos en la provincia de Córdoba. En 2012, fue condenado a 50 años de cárcel por el robo de bebés y todavía tenía varios juicios pendientes más. Uno de ellos, por el Plan Cóndor, de coordinación con las dictaduras de Perú, Bolivia, Chile, Paraguay, Brasil y Uruguay para perseguir opositores.

Tres días antes de morir, declaró en esta causa que se sentía un “preso político”. Murió en una cárcel común, la de Marcos Paz (50 kilómetros al suroeste de Buenos Aires), sin privilegios militares, con el casi generalizado repudio de sus compatriotas. Durante cinco años sembró el terror, durante diez estuvo bajo arresto domiciliario y durante otros diez tras las rejas. Ahora, bajo tierra.
Fuente: Diario El País. 17 de mayo del 2013.

Javier Heraud y Mariano Melgar, los poetas de la revolución.


Javier Heraud y Mariano Melgar

Por: Antonio Zapata Velasco (Historiador)
Hace exactamente cincuenta años fue abatido en el río Madre de Dios el joven poeta Javier Heraud. Había estudiado en el colegio Markham y publicado cinco poemarios que lo revelaron como una de las voces geniales de la nueva generación. Ingresó a la PUCP y destacó por su talento y compromiso. Fue militante del Social Progresismo, aunque poco tiempo después pasó a las filas del recientemente constituido Ejército de Liberación Nacional, ELN. Su muerte acaeció en la primera acción guerrillera del grupo, que había nacido bajo el influjo de la revolución cubana y pretendía reproducir su metodología.
En la historia peruana existe otra figura comparable, se trata de Mariano Melgar, quien pronto cumplirá 200 años de su muerte en combate. Melgar también fue un poeta que desde joven alcanzó gran nivel. Era arequipeño y destacó como cantor romántico comprometido con la nueva propuesta liberal. Ambos fueron maestros, Heraud llegó a ser nombrado en el sistema nacional y Melgar era profesor del colegio seminario de Arequipa. Dos poetas jóvenes, en la primera fase de su vida, dos grandes promesas, abatidos en acción de armas. 
Melgar murió en Umachiri, una batalla decisiva en la lucha por la independencia del Perú. La rebelión había comenzado en Cusco bajo el mando de los hermanos Angulo; se había sumado el cacique Pumacahua, quien condujo una expedición a Arequipa, que capturó después de cruenta lucha.
Ahí se incorporó Melgar junto a un grupo de criollos letrados. Fue integrado al ejército de Pumacahua y participó de su suerte. Una división realista los batió en el altiplano puneño, después de dura refriega. Los realistas eran un ejército pequeño, integrado por soldados profesionales, bien equipados. Mientras que los patriotas eran numerosos, pero todos civiles, muchos indígenas, que peleaban con pocas armas de fuego. A la hora del combate en terreno abierto, los realistas hicieron leña a Pumacahua.
El cacique indígena fue ahorcado y Melgar fusilado en el campo de batalla. Por su parte, Heraud también murió luego que las fuerzas del orden hicieran leña el bote que lo transportaba. Su caso fue más dramático aún. Una columna de sólo ocho guerrilleros había llegado a Puerto Maldonado y se alojó en un hotel. La policía fue a detenerlos porque estaba esperando un grupo que venía de Bolivia. En el momento de la captura hubo una refriega y dos guerrilleros escaparon.
Eran Heraud y Alain Elías, quienes huyeron a la selva, capturaron un bote e intentaron cruzar el río. Los siguieron policías y lugareños armados con sus propios fusiles. Los uniformados estaban enardecidos porque uno de ellos había muerto durante la captura. Los policías divisaron con facilidad a los guerrilleros. Eran inconfundibles: universitarios limeños perdidos en la selva amazónica. Al frente tenían gente experta que vivía en la región y conocía todos sus vericuetos.
El bote de los guerrilleros fue rodeado por una canoa que transportaba tropa haciendo fuego; además, desde un alto en la orilla disparaban sin cesar. Elías fue herido primero y cayó al fondo del bote, salvando su vida fortuitamente. Por su parte, el fuego se concentró en Heraud, alcanzado por balas dum-dum que le destrozaron el pecho. 
Así, ambos jóvenes poetas murieron a balazos, el uno fusilado legalmente y el otro de modo informal. La revuelta de Melgar fue de mayor envergadura, puesto que anunció la independencia nacional. Mientras que, las ideas de Heraud no se concretaron. A lo sumo anticipaba el gran cambio cultural de nuestra era: la mayor igualdad entre los géneros, el respeto por el medioambiente y la libertad personal. 
No obstante sus diferencias, las semejanzas destacan de manera rotunda. Ambos representan lo mismo en la historia nacional. La genialidad en la primera juventud, la poesía romántica y generosa, que no vacila ante las empresas guerreras, sino que se entrega a ellas de manera suicida, para defender con su vida “una patria hermosa como una espada en el aire”.
Fuente: Diario La República. 15 de mayo del 2013.

domingo, 12 de mayo de 2013

Historia de la corrupción en el Perú. Alfonso Quiroz.

El historiador de la corrupción

Este martes 14 de mayo se presenta el último libro del desaparecido Alfonso Quiroz, acaso el más importante historiador de la economía peruana. La obra explica los mecanismos de la corrupción desde la Colonia hasta el fujimorismo.

Texto: Raúl Mendoza  
Quienes conocieron a Alfonso Quiroz coinciden en que desde muy joven tuvo una gran disciplina y una enorme capacidad de trabajo. Eso quizá lo llevó a dedicar todos sus esfuerzos –una vez que se hizo historiador– a un solo tema: el análisis de la corrupción. Se fue del Perú en los años 80, pero nunca perdió el vínculo con el país, al cual le dedicó varios libros sobre el lado más oscuro de su pasado económico. Su colega Antonio Zapata ha resumido ese trabajo en una frase recordable: "Sabía que, con ese tema, en el Perú estaba haciendo patria".
Quiroz incluso fue enjuiciado más de una vez –según contó Zapata en una columna que le dedicó– por gente que sentía lesionada su reputación o la de sus ancestros, pero sus hallazgos eran incontestables, documentados y concretos. Marcos Cueto, otro colega suyo, ha precisado así sus cualidades de investigador: "Pareciera que estuviera convencido de que la historia es una ciencia exacta (...). Para Alfonso, el historiador no repite lo que dicen los discursos ni hace una revisión superficial en los archivos, sino que sustenta sólidamente sus interpretaciones en hechos irrefutables".
La cita es parte del prólogo escrito por Cueto para el libro Historia de la corrupción en el Perú, de Alfonso Quiroz, editado por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) y elInstituto de Defensa Legal (IDL). En él Quiroz, fallecido en enero pasado, desmenuza la corrupción presente en el Estado peruano desde épocas coloniales hasta llegar al fujimorismo, pasando por los gobiernos de la naciente república que medraron de recursos como el guano o los empréstitos. Ese prólogo se llama "El historiador incansable" y le hace justicia a su labor académica.
A TODO VAPOR
Alfonso Quiroz fue un pionero en el estudio de las finanzas peruanas y un hombre que vivió como si supiera que iba a morir joven. Fue un gran deportista desde adolescente. Practicó la natación y representó al Perú en torneos locales e internacionales con relativo éxito. Y la misma energía mostró en el ámbito de sus estudios. Fue alumno del colegio Markham y después ingresó a la Universidad Católica en los primeros lugares. "Lo conocí ahí a comienzos de los años 70 y lo que más recuerdo de él es que hacía las cosas a todo vapor", dice Antonio Zapata. 
En el ámbito universitario se acercó a la historia influenciado por profesores comoFranklin Pease, Heraclio Bonilla o Alberto Flores Galindo. Su amigo Marcos Cueto recuerda también su proverbial disciplina. "Si una biblioteca estaba abierta a las ocho de la mañana, ahí estaba él a esa hora. Y si cerraba a las seis de la tarde, hasta esa hora se quedaba". Su tesis se llamó La consolidación de la deuda interna peruana, 1850-1858 y en ella demostró que se había exagerado el valor de esa deuda para enriquecerse a costa del Estado. Desde entonces la corrupción era su tema.
Hizo estudios de maestría y doctorado en la Universidad de ColumbiaEstados Unidos, y ahí pulió sus aptitudes académicas: amplió su campo de estudio al ámbito latinoamericano y se hizo un experto en historia cuantitativa, lo que le dio las armas para moverse con soltura entre cifras y cuadros estadísticos. Entre el segundo lustro de los años 80 y el primero de la década de los 90 publicó libros claves sobre  historia económica peruana. Uno de ellos Domestic and foreign finance in modern Peru, 1850-1950:financing visions of development (1993), resultado de diez años de investigación, lo ubicó como la máxima autoridad en historia financiera del Perú y uno de los principales historiadores económicos de América Latina.
CÍRCULOS DE CORRUPCÓN
En 2008 publicó en inglés un libro que puede considerarse el resumen de sus esfuerzos intelectuales sobre el país: Corrupt circles: a history of unbound graft in Peru (2008), el recuento pormenorizado de la corrupción peruana en siete capítulos, un epílogo y un apéndice. Podría decirse que desde la Colonia hasta nuestros días se ha dado una convivencia oscura entre los grandes grupos económicos y el poder político. "Esa conjunción permanece en el tiempo. Hay grandes cambios, pero la cultura corrupta se sigue reproduciendo. La herencia colonial continúa", explica Antonio Zapata. 
El libro plantea que históricamente el Perú siempre ha tenido niveles de corrupción promedio, pero que cada cierto tiempo esos estándares saltan a niveles mayores. "En nuestro caso, el libro de Alfonso Quiroz identifica tres grandes momentos: la época del boom del guano; la de Leguía y los préstamos de la banca extranjera; y el régimen deAlberto Fujimori con la privatización de las empresas estatales", precisa Zapata. En los tres casos hubo un exceso de dinero en las arcas públicas, y ello dio pie a la corrupción y el enriquecimiento ilícito de funcionarios estatales y élites empresariales.
Para el historiador Marcos Cueto, el libro de Quiroz tiene varias innovaciones y aportes. En principio rompió con la tradición de que un historiador debe dedicarse a determinada época de la historia, pues su análisis abarca dos siglos y medio de historia. Además contrastó datos y conclusiones con la mayor cantidad de fuentes posible, buscando en bibliotecas del Perú y el mundo. Y no solo se limitó a dar un diagnóstico de las causas de la corrupción sino que dio montos sobre lo que la corrupción le ha costado al Estado peruano: por ejemplo, más de 4% del PBI durante los inicios de la República y 3,1% en la década del fujimorismo. El daño causado frenó nuestro camino al desarrollo.
Este volumen publicado inicialmente en inglés, y que reseñamos en esta nota, ha sido reeditado en español por el IEP y el IDL con el más sencillo título de Historia de la corrupción en el Perú, un trabajo esperado hace tiempo por todos los interesados en el tema. Se trata de un justo homenaje para un autor capital. Algunos hasta han augurado que puede convertirse en el libro más vendido del año y en un clásico para los años venideros. Por lo pronto, hay que decir que se presenta el próximo martes 14 de mayo a las siete de la noche en la sede del IEP (Horacio Urteaga 694, Jesús María).
Fallecido en Nueva York, el pasado 2 de enero, a los 56 años, Alfonso Quiroz dejó una obra innovadora, exhaustiva e importante, escrita además con rigor y elegancia
A pesar de ello "nunca escribió para agradar, no le interesaba", dice sobre élAntonio Zapata. Hasta poco antes de su desaparición estuvo revisando las pruebas de la versión en español de este libro. Marcos Cuetoamigo e historiador, recuerda que él ya no está entre nosotros pero "su vida profesional y personal fueron una gran lección de vitalidad". Su vasta obra lo prueba.
Fuente: Diario La República. 12 de mayo del 2013.

domingo, 5 de mayo de 2013

Libro "Miedo a la democracia. Estados Unidos ante la Segunda República y la guerra civil española" de Aurora Bosch.

“Roosevelt se lamentó de no dejar que la República comprase armas”

Aurora Bosch obtiene el premio de los historiadores de EE UU por ‘Miedo a la democracia’

El libro ahonda en el papel de Washington en la Guerra Civil española


El presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, en 1935 a bordo de un buque de guerra de la armada.

Franklin Delano Roosevelt profesaba simpatía por la Segunda República española. Su mujer Eleonor siempre lo decía. No obstante, el presidente estadounidense hizo oídos sordos a la petición del Gobierno democrático de poder comprar armas en el mercado americano para combatir a los franquistas. Y no hizo la vista gorda, como en la coetánea guerra civil china, para relajar la neutralidad de EE UU y suministrar ayuda al Ejército republicano. Sabía poco de España, estaba centrado en salvar los obstáculos internos a su política intervencionista del New Deal para paliar la tremenda crisis del 29 y respaldaba la estrategia de sus aliados, Reino Unido y Francia, para contener el conflcito español. Pero, ¿qué hubiera pasado si esa simpatía de los Roosevelt se hubiese traducido en algún tipo de intervencionismo?
La historiadora Aurora Bosch arquea las cejas, casi imperceptiblemente. Ella no hace ficción, no ha escrito La conjura contra América, en la quePhilip Roth imagina las consecuencias de la pérdida de las elecciones en 1940 por parte de Roosevelt frente al aviador filonazi Charles Lindberg, en una novela cuya excelente contextualización fue distinguida incluso por los historiadores. Esta catedrática de Historia Contemporánea de la Universitat de València ha escrito Miedo a la democracia. Estados Unidos ante la Segunda República y la guerra civil española (editorial Crítica) y acaba de ser premiada por la Organización de Historiadores Americanos por ser la autora del mejor libro de historia estadounidense publicado en lengua extranjera.

El presidente reconoció en 1939 que su neutralidad benefició al agresor
“No sabemos qué hubiera pasado, claro, pero lo que pedía el Gobierno español al estadounidense era relativamente poco: que le permitieran comprar armas en su mercado. La República tenía el oro del Banco de España, tenía más capital que el bando franquista que, sin embargo, se vio beneficiado por créditos y abastecimientos abundantes y regulares desde el principio. Pero Roosevelt tomó en 1937 la iniciativa de ahondar en el congreso el embargo legal y solo tuvo un voto en contra. Tenía muchas presiones e intereses electorales. Temía que su electorado se dividiera, porque buena parte de los católicos, la clase obrera de sus votantes, no le respaldaría si apoyaba al régimen republicano. Las noticias de la masacre contra el clero en España llegaban de forma escandalosa y la jerarquía y el lobby católico no querían que interviniera. Además, el presidente se jugaba el apoyo a sus reformas del New Deal, la mayoría de la ciudadanía defendía el pacifismo y la neutralidad y Francia e Inglaterra insistían en la no intervención”, explica Bosch.
A todo ello se unía “el temor entre las democracias liberales asentadas de que la extensión de la democracia y de la política de masas pudiera exceder el ámbito liberal por las tendencias revolucionarias, pues en medio de la crisis de los años treinta el debate político incluía el fascismo y el comunismo, además de la democracia y la dictadura”. De ahí el título de su libro Miedo a la democracia, que el jurado del premio Willi Paul Adams 2013 valoró por ser un “rico retrato de las complejas interacciones de los hechos que dieron forma a la política americana respecto a España durante ese periodo”.


Aurora Bosch, con su libro. / JOSÉ JORDÁN
“Hay historiadores que”, prosigue Bosch, “sin embargo, inciden en que Roosevelt había ganado las elecciones en 1936 con una mayoría abrumadora y, por tanto, podía haber hecho algo, transigir como con China. Tenía poco margen de actuación, pero lo tenía. Y no lo empleó”. Dos años después, tras el Pacto de Múnich y la batalla del Ebro, Roosevelt empieza a comprender el alcance de su error. Y en 1939, “transmite a su gabinete que la ley de neutralidad ha hecho lo contrario de lo que pretendía: beneficiar a los agresores”, relata la autora, que ha investigado en múltiples fuentes estadounidenses.
“El presidente se arrepintió y se lamentó de no haber permitido comprar armas a la República y así lo reconoció en enero y febrero de 1939, cuando sostiene que se podía haber establecido sin ningún riesgo la fórmula de cash and carry, es decir, paga y llévatelo en tus propios barcos, como vendieron unos pocos meses después a Inglaterra y Francia, con una opinión pública mayoritariamente favorable. De este modo se evitaban los problemas que tuvieron en la I Guerra Mundial, cuando transportaban sus armas en sus barcos”.
Autora también de Historia de los Estados Unidos, 1776-1945 (Crítica), entre otros libros, la catedrática valenciana de 59 años forma parte del pequeño grupo de historiadores españoles especializados en Estados Unidos (en Latinoamérica hay toda una escuela), formando Silvia Hilton o Carmen de la Guardia la vanguardia primigenia. La cercanía de los archivos y la rica historia de España facilitan el estudio autóctono.
Además, en la historiografía, sobre todo de orientación izquierdista, también se detectó un cierto prejuicio antiamericano, arraigado en buena parte de la ciudadanía española. “La guerra de Cuba está ahí, en la memoria, pero en los años veinte se disuelve el conflicto por los flujos e intercambios... Creo que el origen del antiamericanismo en España se remonta en realidad a la visita de Eisenhower en 1959, apoyando alrégimen franquista y salvándole la cara internacional. También hizo mella en la sensibilidad española el intervencionismo de EE UU en los países latinoamericanos, defendiendo sus intereses por encima de la democracia”, opina Bosch.
“El antiamericanismo en general viene de la política exterior de Estados Unidos, y es hasta cierto punto comprensible”, añade. “Pero tampoco podemos olvidar de que el Plan Marshall fue fundamental para la reconstrucción europea, ni que cuando Europa no sabía qué hacer con el conflicto en la ex Yugoslavia, se optó por llamar a EE UU. En fin, hay que verlo todo”.
Fuente: Diario El País. 05 de mayo del 2013.