Stiglitz, el ortodoxo que incomoda
Por : SANTIAGO PEDRAGLIO
Según Javier Iguíñiz, quien comentó ayer con Roberto Abusada la exposición 'Recursos naturales, desarrollo y democracia', de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, el reputado economista expresa un pensamiento "estándar" en su especialidad; es decir, es un académico teóricamente moderado, que no se aleja de los principios fundamentales de la economía de mercado.
Pues bien: luego de escucharlo, resulta fácil concluir que, en el debate económico peruano, Stiglitz sería catalogado como un peligroso populista con inclinaciones estatistas, rozando las fronteras del nacionalismo. Es más: en la tipología del presidente de la República, estaría entre los 'perros del hortelano', aquellos que, según él, obstaculizan el desarrollo del país. El economista se atreve a afirmar, por ejemplo, que los recursos naturales pueden llegar a convertirse en una maldición para los países pobres; que los gobiernos autoritarios suelen servirse de los recursos para afianzar sus regímenes espurios, y que es posible -los peruanos conocen está música- que el Producto Bruto Interno (PBI) crezca y que a la gran mayoría de la población le vaya mal.
Joseph Stiglitz no tiene las anteojeras de quienes confunden desarrollo y bienestar con aumento de utilidades de las grandes empresas. Este solo gran detalle lo ubica entre los interesados en un crecimiento del mercado con mayor inclusión y reducción de la pobreza. Piensa que el Estado tiene la tarea de defender, antes que nada, los intereses de sus ciudadanos e, incluso, los nacionales.
Recordó verdades tan resistidas como que las empresas están básicamente interesadas en maximizar sus ganancias y que, por lo tanto, el Estado debe negociar y diseñar bien -así como discutir públicamente- los contratos con las mineras y petroleras; que deben existir cláusulas de contingencia que protejan los intereses del país cuando, por ejemplo, suban los precios de los minerales y de los hidrocarburos, y que hay que oír a las poblaciones involucradas en las zonas de explotación.
Dos otros comentarios relevantes para el oído ortodoxo retrógrado: primero, que las empresas estatales -lo mismo que las privadas- no son malas per se, sino que dependen de cómo se les administre (ejemplos positivos: Chile y Malasia), y segundo, que es necesario establecer un mejor marco contable porque el PBI es un indicador incompleto ya que no considera en el 'debe', como cualquier empresa que deprecia sus activos, ni los daños medioambientales, ni los usos del agua o la contaminación de la atmósfera.
Las reflexiones de Joseph Stiglitz evidencian que el Perú vive atrapado por un prepotente discurso sobre política económica, que pretende venderse como mandamiento científico irrecusable.
FUENTE : DIARIO PERU 21
Por : SANTIAGO PEDRAGLIO
Según Javier Iguíñiz, quien comentó ayer con Roberto Abusada la exposición 'Recursos naturales, desarrollo y democracia', de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, el reputado economista expresa un pensamiento "estándar" en su especialidad; es decir, es un académico teóricamente moderado, que no se aleja de los principios fundamentales de la economía de mercado.
Pues bien: luego de escucharlo, resulta fácil concluir que, en el debate económico peruano, Stiglitz sería catalogado como un peligroso populista con inclinaciones estatistas, rozando las fronteras del nacionalismo. Es más: en la tipología del presidente de la República, estaría entre los 'perros del hortelano', aquellos que, según él, obstaculizan el desarrollo del país. El economista se atreve a afirmar, por ejemplo, que los recursos naturales pueden llegar a convertirse en una maldición para los países pobres; que los gobiernos autoritarios suelen servirse de los recursos para afianzar sus regímenes espurios, y que es posible -los peruanos conocen está música- que el Producto Bruto Interno (PBI) crezca y que a la gran mayoría de la población le vaya mal.
Joseph Stiglitz no tiene las anteojeras de quienes confunden desarrollo y bienestar con aumento de utilidades de las grandes empresas. Este solo gran detalle lo ubica entre los interesados en un crecimiento del mercado con mayor inclusión y reducción de la pobreza. Piensa que el Estado tiene la tarea de defender, antes que nada, los intereses de sus ciudadanos e, incluso, los nacionales.
Recordó verdades tan resistidas como que las empresas están básicamente interesadas en maximizar sus ganancias y que, por lo tanto, el Estado debe negociar y diseñar bien -así como discutir públicamente- los contratos con las mineras y petroleras; que deben existir cláusulas de contingencia que protejan los intereses del país cuando, por ejemplo, suban los precios de los minerales y de los hidrocarburos, y que hay que oír a las poblaciones involucradas en las zonas de explotación.
Dos otros comentarios relevantes para el oído ortodoxo retrógrado: primero, que las empresas estatales -lo mismo que las privadas- no son malas per se, sino que dependen de cómo se les administre (ejemplos positivos: Chile y Malasia), y segundo, que es necesario establecer un mejor marco contable porque el PBI es un indicador incompleto ya que no considera en el 'debe', como cualquier empresa que deprecia sus activos, ni los daños medioambientales, ni los usos del agua o la contaminación de la atmósfera.
Las reflexiones de Joseph Stiglitz evidencian que el Perú vive atrapado por un prepotente discurso sobre política económica, que pretende venderse como mandamiento científico irrecusable.
FUENTE : DIARIO PERU 21
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