Kenia, Odinga, Kibaki
Ramiro Escobar
Nairobi, la ciudad más moderna del este africano, está a punto de estallar. Mañana espera una manifestación gigantesca contra Mwai Kibaki, el actual presidente de Kenia, reelegido el 27 de diciembre pasado, al parecer con oscurísimas artes.
El episodio tiene harto de paradoja y chatura política. En el 2002, Kibaki fue todo lo contrario de lo que es hoy: liderando la Coalición Nacional Arco Iris desbancó al pérfido Daniel Arap Moi, atornillado en el poder desde 1978.
Ahora, en cambio, es él, al frente del Partido de Unidad Nacional, quien porfía desde las alturas. Insiste en un triunfo que tiene claros tufos autocráticos (hubo presiones a la Comisión Electoral y se demoró sospechosamente el recuento de votos). En el otro lado del ring, Raila Odinga no es precisamente un Nelson Mandela keniata. Ha mandado, o al menos permitido, que sus partidarios se desborden con crueldad tribal, por la capital y por el resto del país, al precio de más de 300 muertos.
Dadas las características del legendario país (cuya estabilidad se debe, en parte, al turismo captado por sus maravillosos parques nacionales), es poco probable que se aproxime un genocidio de talante ruandés.
Pero no hay que confiarse. Kibaki representa a los kikuyu (22% de la población) y Odinga, a los luo (13%). En el fondo de la olla a presión esperan los meru, los kamba, los embu y otros grupos. Es peligrosísimo poner un fósforo en esta frágil sociedad multiétnica.
Previendo eso, los líderes africanos, así como los ingleses, se movilizan. Llaman a la calma. Pero hay que preguntarles, sobre todo a estos últimos, cómo es que el colonialismo más ramplón puso, años atrás, la semilla de estas bataholas.
Fuente : Diario Perú 21
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