La rebelión del Cusco: 200 años
Antonio Zapata (Historiador)
La semana pasada fue el bicentenario del levantamiento de los hermanos Angulo, el movimiento político peruano más importante del ciclo de las Juntas. Sobre él, Jorge Basadre escribió uno de sus escasos textos contrafácticos, imaginando qué hubiera pasado si Angulo hubiera triunfado. Según su parecer, el Perú habría nacido de mejor modo, más integrado, sumando sectores medios criollos y mestizos con elites indígenas; además, habría nacido de las provincias, sin la excesiva centralización en Lima. Con su ucronía, Basadre argumentó con sutileza sicoanalítica que toda la historia venidera de la república guardaba relación con los sucesos acaecidos en su cuna.
Todo indica que la rebelión del Cusco de 1814 fue crucial para el país; pero, por qué está casi olvidada. Su bicentenario no ha sido conmemorado a gran altura y, en realidad, el país está esperando el 2021 para celebrar a San Martín. Este olvido de nuestra propia historia es común en el Perú. Pero, en este caso, se ve reforzado por la dificultad para interpretar el papel histórico de uno de los líderes principales del levantamiento cusqueño de 1814, el cacique de Chinchero, Mateo Pumacahua.
Como es largamente conocido, siendo joven Pumacahua peleó contra Tupac Amaru y fue fundamental en su derrota. A continuación, recibió grandes honores de la Corona y obtuvo un conjunto impresionante de cargos. Entre otros, fue presidente de la Real Audiencia del Cusco. Pero, siendo un veterano setentón se volteó, habiéndose sumado a la rebelión conducida por los Angulo.
¿Qué pasó por su mente y cuál fue su verdadero grado de compromiso? Son preguntas cruciales y la ambigüedad es la respuesta. Al no conocerse bien, la memoria histórica sobre Pumacahua ha realizado un dicho popular, “ante la duda abstente”, y se ha ido perdiendo su recuerdo.
Pero, el personaje principal de la rebelión fue José Angulo; él asumió el mando político y sostuvo una interesante correspondencia con el Virrey Abascal. Comenzó jurando fidelidad a Fernando VII, el rey español preso de Napoleón, pero luego apreciaba a la Junta de Buenos Aires amenazando al virrey con pasarse a su sistema. En un manifiesto al pueblo del Cusco, firmado como “su paisano”, es más explícito y sostiene: “A vuestro valor se debe la libertad, ya no conocéis más dueño que vosotros mismos”. Así, Angulo rápidamente recorre el camino político de su tiempo; su discurso empieza fidelista, pero lleva consigo la promesa de libertad.
Otra figura clave es Mariano Melgar, que constituye el héroe principal de Arequipa. Cuando Pumacahua tomó la Ciudad Blanca, Melgar se sumó a su ejército. Ya para aquel entonces era poeta y estaba retirado en Majes. Era romántico y sufría males de amor porque su amada Silvia lo había dejado. Pero la patria lo reclamaba y decidió afrontar su destino. Tenía 24 años y había escrito, “por Silvia amo a mi patria con esmero/ y por mi patria amada a Silvia quiero”.
Fue nombrado auditor de guerra del ejército rebelde y se incorporó a su núcleo dirigente. Participó de la campaña que terminó mal, con la derrota de Pumacahua en Umachiri, un vado del río Ayaviri en la parte sur del altiplano. El pequeño pero bien pertrechado y entrenado ejército realista derrotó a una masa comandada por el general indígena. Melgar fue apresado en el campo de batalla. Según el parte del jefe realista, el brigadier Juan Ramírez, postergó su ejecución hasta el día siguiente para interrogar a tan interesante personaje. No ha llegado a nosotros esa última declaración y fue fusilado el 12 de marzo de 1815.
Para cerrar, volver a Basadre. Su reflexión sobre qué hubiera pasado si Angulo, Pumacahua y Melgar salían victoriosos sirve para razonar sobre nuestra verdadera historia. La república no incorporó elites diversas ni fue descentralista. Por el contrario, nacimos híper limeños y sin mayores elites, una vez que la guerra civil permanente destruyó la riqueza nacional, abonando el terreno para los caudillos. ¿Hasta cuándo?
Fuente: Diario La República. 06 de agosto del 2014.
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