El paro nacional de 1977
Antonio Zapata (Historiador)
Un libro de Manuel Valladares sobre el paro del 19 de julio de 1977 recuerda este momento culminante de la influencia de los trabajadores organizados en la política nacional. Fue el primer paro nacional de la historia y constituye el pico del movimiento social peruano. ¿De dónde venía la fuerza del sindicalismo proletario y cómo se diluyó en las décadas posteriores?
Esa pregunta es clave para comprender al Perú de nuestros días, un país increíblemente desigual. El capital se halla concentrado y bien organizado en la CONFIEP; mientras que la dispersión caracteriza al factor trabajo, ya que el 70% de los trabajadores son informales. Además, el tercio de trabajadores formales registra una baja tasa de asociación, presencia de mafias y amarillismo sindical. Así, el vértice está organizado y la base está integrada por partes inconexas. El viejo triángulo sin base de Cotler.
Otro libro clave fue escrito por Gustavo Espinoza y se titula “Años de fuego”. Es un relato de parte, porque su autor fue secretario general de la CGTP desde 1968 hasta 1975. Espinoza recuerda el auge del movimiento obrero como un largo proceso iniciado en los cincuenta y en desarrollo conforme se modernizaba el país y se abrían industrias. Se formaban sindicatos que chocaban con la vieja dirección aprista. El APRA estaba en convivencia con la oligarquía y los trabajadores habían perdido peso en el partido de la estrella.
Ese movimiento fue recogido por el PCP que fue reconstruyendo la CGTP, lográndolo en 1968, pocos meses antes de Velasco. A continuación, el gobierno militar impulsó la organización de entidades populares y sus expectativas se elevaron. Era más y su voz comenzaba a ser escuchada.
Pero, cayó Velasco y su reemplazante, Morales Bermúdez, puso marcha atrás. La crisis económica se presentó con gran intensidad y los trabajadores rechazaron pagar los platos rotos. El gobierno y los empresarios querían mantener la inversión y se produjo un choque de trenes. De acuerdo al texto de Valladares, en mayo de 1997 un paquetazo elevó considerablemente los precios y estallaron movimientos de rechazo en todo el sur andino. El Cusco se incendió y la protesta ganó todo el país.
Los gremios independientes presionaron a la CGTP y se formó un Comando Unitario de Lucha, CUL, que finalmente condujo el paro de julio. Fue contundente y estremeció la sociedad. Pero Morales reaccionó con astucia adoptando dos medidas claves.
En primer lugar, convocó a elecciones para una Asamblea Constituyente que se reunió el año siguiente. De ese modo, desvió la presión desde la confrontación social a la lucha electoral. Las elecciones fueron la manguera de agua que contuvo el incendio social.
A continuación, Morales autorizó a las empresas a despedir a los dirigentes sindicales que habían organizado el paro nacional. Fueron 5,000 cuadros que constituían la vanguardia organizada de la clase obrera. Cierto es que surgió una nueva generación, pero los despedidos fueron un tema sin solución de los años que estaban por delante.
Por su lado, se ha discutido intensamente la relación entre el paro nacional y la convocatoria a elecciones. Al respecto, Valladares informa que los militares venían conversando el punto con el APRA y otros partidos. A la vez que la plataforma de lucha del paro no incluyó ninguna referencia a elecciones. Aunque sí contenía un punto sobre democracia, entendida exclusivamente como derechos sindicales. Así, el paro habría precipitado la Constituyente sin haberlo buscado. Algo que estaba en la mecedora peruana se concretó súbitamente.
De ese modo, el paro nacional fue crucial para el país y los sindicatos. Trajo la democracia y todos ganaron, pero despidió a los dirigentes y debilitó a los gremios. Desde entonces, esta república que celebramos el 28 de julio se basa en una premisa que se coló en aquellos días: la postergación de los trabajadores y de sus gremios, que perdieron a sus primeros líderes al desvincular la lucha económica de la política.
Fuente: Diario La República. 23 de julio del 2014.
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