La patria de Trotsky
Antonio Zapata (Historiador)
Trotsky había nacido en Ucrania, en una aldea campesina al norte de Odessa. Aunque judío de nacimiento, como su familia no era practicante, recibió intensamente la influencia cultural rusa y ucraniana. Hablaba ambas lenguas y en su autobiografía relata que solo era fluido en ellas, a las que consideraba mutuamente maternas.
No fue el único líder soviético de orígenes mezclados ucraniano-rusos. También fue el caso de Brezhnev y de Gorbachov, quienes se llamaban soviéticos para adoptar una nueva identidad, pero ambos provenían de familias mixtas y les parecía natural esa unión.
Los ucranianos son étnicamente eslavos y hablan una lengua emparentada, pero diferente de la rusa. La parte occidental del país conserva mejor las tradiciones ucranianas y cultiva la lengua propia; mientras que la parte oriental está mucho más ligada a Rusia y en algunas provincias hasta el 80% de la población es de origen ruso.
En 1991, a la caída de la URSS, siguió la proclamación de una república independiente ucraniana. Su capital es Kiev, regada por el Dniéper y situada en la región más nacionalista del oeste. Por su parte, la zona más rusificada comprende todas las costas del mar Negro y la estratégica península de Crimea.
La joven república de Ucrania ha tenido una historia política convulsa y teñida por enfrentamientos nacionalistas. La lideresa de la parte occidental es Yulia Timoshenko, quien es liberal y fue apresada por su oponente Víctor Yanukovich, un aliado del presidente ruso Putin, que viene de ser defenestrado del poder. Al ser derrocado legalmente por un voto del parlamento, Yanukovich ha huido a Rusia y se ha abierto una coyuntura crítica porque el país está amenazado por la secesión.
A continuación, Rusia ha invadido militarmente Crimea y ha ocupado el puerto de Sebastopol. Esa iniciativa ha provocado que Ucrania se convierta en el tema más caliente de la escena internacional. EEUU ha manifestado su rechazo y los presidentes Obama y Putin han dialogado por teléfono sin acuerdo alguno.
Las Naciones Unidas tienen poco margen de acción porque el poder de veto tanto de Rusia como de EEUU dificultará al extremo un acuerdo en el Consejo de Seguridad. Por su parte, Ucrania no es miembro de la Unión Europea, aunque la parte occidental del país aspira a integrarse a ella y jugar ahí su futuro.
Ese desplazamiento hacia la UE movió a Rusia a intervenir. Según el célebre periodista polaco Kapucsinski, “sin Ucrania, Moscú queda arrinconado en los bosques próximos a Siberia”. Así, Kapucsinski grafica la importancia estratégica de Ucrania, que conecta a Rusia con el mar Negro y es clave en la ruta que lleva de Moscú al Mediterráneo. Simplemente Rusia no puede perder su influencia ahí, bajo riesgo de descender de categoría.
Se ve difícil cambiar el curso que conduce a la guerra civil. Lo único que puede evitarla es la racionalidad de los actores políticos. Una guerra en las puertas de Rusia no le conviene a nadie y menos a Moscú. Actualmente, a causa del Cáucaso, la violencia ya está instalada en Rusia y una guerra en Ucrania solo alimentaría el terrorismo hasta hacerla inviable como gran potencia.
Por su parte, para Occidente la perspectiva no es fácil. Nadie quiere retroceder a los tiempos a la Guerra Fría. Ese alineamiento ya concluyó con el triunfo de Occidente y sería absurdo volver a tensar esa contradicción. Además, el costo humano sería enorme, los horrores de las guerras en los Balcanes están demasiado frescos como para repetirlos. Cuando los eslavos combaten entre sí, los resultados suelen ser devastadores.
Como a nadie conviene la guerra, aún hay una posibilidad para evitarla. Pero los ánimos están encendidos. La situación se puede salir rápidamente de cauce porque se alimenta de intensas pasiones nacionales y regionales. Sentimientos que la Unión Soviética dio por enterrados y que han reaparecido con fuerza para empujar a los pueblos eslavos al conflicto. Gorbachov no debe creerlo, Brezhnev y Trotsky se volverían a morir.
Fuente: Diario La República. 05 de marzo del 2014.
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