La cultura acientífica
Oswaldo de Rivero (Analista)
¿Qué fue lo que hizo la diferencia entre los países de América Latina, que siguen siempre “en desarrollo” y Corea del Sur, Malasia, Singapur y Taiwán, que son ahora países desarrollados?
La diferencia la hizo la educación científica y una gran inversión estatal en investigación y desarrollo (R&D).
Hoy, Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Malasia gradúan tantos científicos como los otros países desarrollados. Son además los únicos países que, aparte de los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, registran cada año cientos de patentes de invención.
Latinoamérica, después de 190 años de independencia, no inventa casi nada, es un páramo científico comparada al Asia. Salvo Brasil, nadie en la región gasta en R&D más del 1% de su PBI. En el Perú esta inversión es casi nula, representa sólo el 0,18%.
En la cultura latinoamericana las humanidades prevalecen excesivamente sobre las ciencias naturales, físicas, biológicas, químicas y matemáticas. Se prefiere más la letra que el logaritmo, la deducción que el experimento, la creencia que la duda científica y el auditorio que el laboratorio.
El resultado es una cultura acientífica, que no inventa, que no innova, que entrampa en el subdesarrollo a través de producción de bajo contenido tecnológico, que tiene mucho menos valor que los modernos productos y servicios de alta tecnología, que se compran. Así, los países sin ciencia no tienen otra alternativa que endeudarse para perseguir siempre la modernidad.
Explicar el subdesarrollo por causas culturales no agrada porque culpabiliza a un país de su propio atraso. Es, sin duda, una explicación severa, pero no falsa, que nos lleva a conocer con entereza las verdaderas causas de nuestra pobreza. Nos hace así, responsables de nuestro destino, obligándonos a hacer una revolución educativa e invertir seriamente en R&D en vez de echarle la culpa sólo al injusto orden económico internacional.
Corea del Sur, Taiwán, Malasia y Singapur de un orden económico internacional injusto pero supieron vencerlos, zafándose de su cultura acientífica, y con ello, de la pobreza. Este mismo esfuerzo se percibe hoy en la China y en la India, mientras que en Latinoamérica seguimos echándole la culpa de nuestra pobreza, a los más diversos factores internos y externos, sin darnos cuenta que el atraso científico que históricamente nos hemos infligido, es lo que nos mantiene en el subdesarrollo.
La persistencia de una cultura acientífica en el Perú, en América Latina y en todos los países mal llamados “en desarrollo” está haciendo que la humanidad ingrese a su tercer milenio como una sociedad planetaria dual. Integrada, de un lado, por una minoría de países prósperos que viven de invenciones e innovaciones; y del otro, por una mayoría de países pobres que viven de recursos naturales y manufacturas de baja tecnología, importando siempre el oneroso progreso científico que no pueden producir.
Fuente: Diario La Primera. Martes 06 de octubre del 2009.
Oswaldo de Rivero (Analista)
¿Qué fue lo que hizo la diferencia entre los países de América Latina, que siguen siempre “en desarrollo” y Corea del Sur, Malasia, Singapur y Taiwán, que son ahora países desarrollados?
La diferencia la hizo la educación científica y una gran inversión estatal en investigación y desarrollo (R&D).
Hoy, Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Malasia gradúan tantos científicos como los otros países desarrollados. Son además los únicos países que, aparte de los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, registran cada año cientos de patentes de invención.
Latinoamérica, después de 190 años de independencia, no inventa casi nada, es un páramo científico comparada al Asia. Salvo Brasil, nadie en la región gasta en R&D más del 1% de su PBI. En el Perú esta inversión es casi nula, representa sólo el 0,18%.
En la cultura latinoamericana las humanidades prevalecen excesivamente sobre las ciencias naturales, físicas, biológicas, químicas y matemáticas. Se prefiere más la letra que el logaritmo, la deducción que el experimento, la creencia que la duda científica y el auditorio que el laboratorio.
El resultado es una cultura acientífica, que no inventa, que no innova, que entrampa en el subdesarrollo a través de producción de bajo contenido tecnológico, que tiene mucho menos valor que los modernos productos y servicios de alta tecnología, que se compran. Así, los países sin ciencia no tienen otra alternativa que endeudarse para perseguir siempre la modernidad.
Explicar el subdesarrollo por causas culturales no agrada porque culpabiliza a un país de su propio atraso. Es, sin duda, una explicación severa, pero no falsa, que nos lleva a conocer con entereza las verdaderas causas de nuestra pobreza. Nos hace así, responsables de nuestro destino, obligándonos a hacer una revolución educativa e invertir seriamente en R&D en vez de echarle la culpa sólo al injusto orden económico internacional.
Corea del Sur, Taiwán, Malasia y Singapur de un orden económico internacional injusto pero supieron vencerlos, zafándose de su cultura acientífica, y con ello, de la pobreza. Este mismo esfuerzo se percibe hoy en la China y en la India, mientras que en Latinoamérica seguimos echándole la culpa de nuestra pobreza, a los más diversos factores internos y externos, sin darnos cuenta que el atraso científico que históricamente nos hemos infligido, es lo que nos mantiene en el subdesarrollo.
La persistencia de una cultura acientífica en el Perú, en América Latina y en todos los países mal llamados “en desarrollo” está haciendo que la humanidad ingrese a su tercer milenio como una sociedad planetaria dual. Integrada, de un lado, por una minoría de países prósperos que viven de invenciones e innovaciones; y del otro, por una mayoría de países pobres que viven de recursos naturales y manufacturas de baja tecnología, importando siempre el oneroso progreso científico que no pueden producir.
Fuente: Diario La Primera. Martes 06 de octubre del 2009.
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