1973: EL ASESINATO DE LA DEMOCRACIA EN CHILE
Por: Rodolfo Sánchez Aizcorbe
Era 1970, por primera y única vez en el marco de la Guerra Fría un proyecto socialista llegaba al poder por medios democráticos y proponía una vía pacífica al socialismo, respetando la constitución y las leyes. Ya Chile tenía una larga tradición institucional y democrática y el presidente electo, Salvador Allende, no pretendía ni quería romperla. Sin embargo, Nixon y Kissinger idearon un plan sistemático para impedir la realización de tal proyecto; el objetivo era claro: impedir el éxito de un proyecto socialista democrático pues sería un “mal ejemplo” para la región. El primer paso consistió en tratar de impedir la asunción de Allende al mando. Para ello, en primer lugar, el gobierno Norteamericano intentó sobornar a los congresistas Demócrata-Cristianos para evitar que voten por Allende -hay que tomar en cuenta que según la constitución chilena de aquel entonces si las elecciones directas no daban al candidato ganador una mayoría calificada, era el Congreso el que elegía al presidente entre los dos primeros candidatos, aunque por tradición el Congreso elegía al candidato que había quedado en el primer lugar, en este caso Allende-; en todo caso, los Demócrata-cristianos rechazaron el soborno dignamente. Al no resultar este plan, el gobierno norteamericano orquestó una conspiración al interior de las fuerzas armadas chilenas para dar un golpe de Estado, el que no pudo efectuarse debido a la enérgica oposición del entonces comandante en jefe del ejército chileno, el general institucionalista René Schneider, quien sin embargo llegó a ser asesinado por los conspiradores.
A pesar de todo, Allende asume el mando, y entonces el gobierno norteamericano instrumenta, durante los tres años siguientes, una guerra económica, una guerra propagandística y acciones de sabotaje. En cuanto a la primera, EE.UU introduce en el mercado sus reservas de cobre, consiguiendo bajar el precio internacional del mismo (el cobre significaba el 80% de la exportaciones chilenas); también consigue cerrar mercados del cobre para las exportaciones chilenas, así como bloquear préstamos multilaterales. En cuanto a la guerra propagandística y de desinformación un ejemplo son los reportajes elaborados por la CIA y difundidos a través del Mercurio de Chile, que describían inexistentes planes del gobierno para destruir a las fuerzas armadas y colocar bases soviéticas en Chile, todo con el objetivo de influenciar a las fuerzas armadas (que por lo demás estaban sumamente infiltradas por la inteligencia norteamericana). Por último, un ejemplo de sabotaje fue el soborno a dirigentes del gremio de camioneros, quienes efectuaron por ende un paro nacional que generó la acentuación del desabastecimiento en las ciudades.
Ya para 1973 la crisis económica y el ambiente social y político polarizado configuraban el escenario propicio para orquestar un segundo intento de golpe militar. Esta vez también se opuso el entonces comandante en jefe del ejército de Chile, el general institucionalista Carlos Prats, pero en esta ocasión no pudo frenar los preparativos del golpe y renuncia poco antes del mismo (exiliado en la Argentina, poco tiempo después Prats es asesinado junto a su esposa en un atentado con bomba realizado por la DINA, la policía secreta de Pinochet). Esta vez el golpe resultó exitoso, y Augusto Pinochet pasa a encabezar una junta militar de gobierno que da origen a una de las dictaduras más largas y despiadadas de América Latina. Por falta de espacio dejo las reflexiones para la columna del próximo sábado.
Fuente: Diario 16 (Perú). 21 de septiembre 2013.
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