lunes, 30 de enero de 2012

Nacionalismo malvinero, identidad territorial e Informe Rattenbach.

El patriotismo despótico

Por: Beatriz Sarlo

La reaparición de la presidenta Cristina Kirchner trajo dos buenas noticias. La primera fue la reafirmación de una voluntad de diálogo pacífico con Gran Bretaña sobre la cuestión Malvinas. La segunda, la difusión, por primera vez pública, del Informe Rattenbach. Frente a lo que podría haber sido una escalada verbal, se adoptó el más firme y modesto camino de la sensatez. ¿Por qué se ha tardado treinta años para que el Estado diera a conocer el Informe Rattenbach? Malvinas es un absceso envenenado de la sensibilidad patriótica nacional. Hagamos un poco de historia.

En abril de 1982, el país consumía el alucinógeno del patriotismo despótico, cuya visión era "Ya ganamos", en la que se mezclaban la bravata y el desconocimiento. Celebrityland estaba a sus anchas. Después de años de entonar el estribillo de la dictadura -"los argentinos somos derechos y humanos"-, muchos "famosos" (periodistas incluidos) se emocionaban por una causa buena. En las kermeses televisivas se donaban joyas para la gran guerra en la que "nuestro ejército" (el mismo que había exterminado a miles) se cubría de gloria en el Atlántico Sur. Alrededor del Obelisco, pacíficas mujeres tejían para los soldados. En las escuelas, los chicos escribían conmovedoras cartitas, destinadas a los paquetes de provisiones y de regalos (muchos de esos paquetes se encontraron luego en la reventa). En Plaza de Mayo, Galtieri, rodeado de una multitud, se entregaba con desparpajo a la exaltación del machismo belicista. Fue una borrachera: "Si quieren venir que vengan -dijo-, les presentaremos batalla". Parecía una novela latinoamericana de dictadores. Aunque, si pensamos en la literatura, fue la novela de Fogwill, Los pichiciegos , la que dio la versión más realista de la guerra. Para leer hoy en el colegio secundario.

Flamearon los pañuelos blancos de las Madres con la curiosa leyenda "Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también". Casi sin excepciones, lo que quedaba del peronismo setentista y la izquierda se hizo malvinero, con la descarrilada ilusión de que se ganaba la guerra y, acto seguido, se cambiaba el fusil de hombro y se pasaba a desalojar a la dictadura. Muchos exiliados querían participar y hubo para todos los gustos, desde documentos y foros hasta planes para embarcarse hacia las islas desde algún aeropuerto latinoamericano, como si eso fuera posible. En Plaza de Mayo se agitaron más banderas argentinas que durante el Mundial del 78, un récord difícil de empatar y que también está esperando un análisis crítico.

Los políticos de la multipartidaria desvariaban, y sólo Raúl Alfonsín se animó a llamar a la guerra "un cepo patriótico". Contadas excepciones dentro del territorio argentino: el marxista Carlos Brocato, y un grupo casi invisible de intelectuales que hicieron circular sus ideas como pudieron, ya que la prensa no publicaba posiciones contrarias a la guerra.

En San Telmo, Adolfo Pérez Esquivel hablaba con unos pocos, y organizaba con músicos jóvenes un concierto por la paz. Graciela Fernández Meijide recuerda que la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos no pudo lograr una posición única. El triunfalismo fue el hipnótico sueño de casi todos: se podía derrotar a Gran Bretaña; Estados Unidos abandonaba a su aliado del Atlántico Norte, y los militares, que hasta ese momento sólo habían demostrado ser diligentes ejecutores de gente mayormente en cautiverio o derrotada, tenían cualidades para organizar una guerra de verdad.

El Informe, que el ejército encargó al respetado general Benjamín Rattenbach, fue abiertamente crítico de la preparación militar y diplomática, la estrategia y la conducción de la guerra. Es una pieza fundamental de la historia militar de Malvinas. Sin embargo, no se difundió. En 2006, este diario publicó una entrevista con su hijo, el músico y coronel Augusto Rattenbach, quien sostuvo que al Informe se le arrancaron páginas. Los treinta años de la guerra son una gran oportunidad y la Presidenta lo ha comprendido. El Informe caracteriza a la guerra como "aventura". Esto no complica solamente a los responsables sino que obliga a revisar el sentimiento nacionalista malvinero de los civiles.

En la Argentina, el gobierno y muchas organizaciones sociales han abierto un nuevo capítulo de "políticas de la memoria". No es el primero, como se pretende, pero es el más extenso y detallado. El deber de recordar ha sido defendido con tanta fuerza como el derecho a recordar. El gobierno reivindica las políticas de la memoria como articulación central de su política de derechos humanos. No se clausura el pasado y, en ese sentido, hay razón, porque el pasado fue demasiado terrible como para desplazarlo de la conciencia del presente. Desde el Nunca más hasta hoy, el conocimiento y la condena se han extendido. No muchos países en el mundo pueden presentar tal récord de juicios y condenas, realizados en democracia, en tribunales locales, con jueces locales.

Sin embargo, la memoria de la guerra de Malvinas hasta ahora ha seguido siendo inabordable como mito nacional. En un reportaje reciente, el canciller Timerman cuenta que, hace muchos años, en un primer diálogo con Cristina Kirchner, tanto lo impresionó su posición respecto de las islas que le dijo: "Sos muy malvinera". Era una comprobación, no una crítica. Pero el adjetivo "malvinero" no es neutro.

En 1982, la Argentina cometió un error gigantesco que llevó a la muerte a cientos de conscriptos y afectó la vida de miles, atropellando el principio de que los conflictos territoriales no deben abordarse jamás por medios armados. Y desestimando que la población de las islas parece tener una opinión adversa a vivir bajo soberanía argentina. Ese error es parte de la memoria reconquistada por la democracia, sobre todo porque la acción de la dictadura fue apoyada por amplias mayorías.

La difusión del Informe Rattenbach rompe oficialmente un tabú. Ese tabú existe porque, en el caso Malvinas, no es posible adjudicar todo el mal a los militares. También la sociedad argentina tiene que revisar su historia de entusiasmo frenético. También los políticos, que en su mayoría apoyaron la invasión, deben mencionar explícitamente que esa acción errónea e injusta fue un abalorio de la política interior, y que las islas fueron usadas del mismo modo por Thatcher, y ahora por David Cameron, que por Galtieri. Cameron acusó a la Argentina de ser una potencia colonialista. Dicho por un británico, la frase es absurda. Tan absurda que no provoca en el gobierno una escalada, ni siquiera verbal. En su discurso del miércoles, la Presidenta ha dado señas de comprender que el tema Malvinas exige un discurso tranquilo, no patriotismo de agitación. Hace pocas horas se designó a Alicia Castro como embajadora en Gran Bretaña. Castro viene del mismo cargo en Venezuela y su chavismo es ardiente. Los símbolos pesan en la diplomacia. Sin embargo, confiemos en que, como sucede con los funcionarios kirchneristas que quieren retener su cargo, no abrirá la boca fuera del guión presidencial.

El martes pasado, en un acto a metros de la embajada de Gran Bretaña, los asistentes, organizados por la Juventud Peronista del Movimiento Evita, gritaban "fuera ingleses de las Malvinas, fuera yanquis de América latina", tal el lema de la convocatoria. En ese clima, la consigna más exaltante era un clásico futbolero: "el que no salta?". Sobre el palco, que compartía con Emilio Pérsico, Fernando "Chino" Navarro mostró más prudencia. "Esta iniciativa -dijo- tiene que ver con la paz; le reclamamos a Gran Bretaña que negocie racionalmente. Lo queremos hacer en el marco de la paz y el diálogo. Le decimos a la Presidenta: cuente con nosotros en el marco de la paz y la legalidad, para que las Malvinas sean argentinas, pero también cuente con nosotros para que, en la patria, no haya un solo pobre". De algún modo, en las frases citadas hay una advertencia. En cinco minutos exactos, se repite "paz y diálogo" unas diez veces. Y también se pone un horizonte: el presente no culmina en una reivindicación territorial sino social. Por eso el acto comenzó con el Himno y terminó con la marcha peronista transmitida desde los equipos de sonido del palco.

En efecto, es una pobre identidad la que se sostiene como identidad territorial, sobre todo en el caso de una nación como la Argentina que, lejos de lo que se piensa en círculos donde el irredentismo es una mística, no padeció una historia de despojos en sus fronteras, sino de despojos fronteras adentro: pueblos originarios, viejos y nuevos pobres de todo origen, recursos naturales, depredación del medio ambiente, ésos son los temas abiertos. Los otros quedan para un museo razonado del desvarío nacionalista sin principios y para los tiempos lentos del diálogo en los foros internacionales.

La Presidenta tiró toda la responsabilidad sobre la locura malvinera a los militares. Es una verdad a medias, exculpatoria de una sociedad que se dejó arrebatar y aceptó que la dictadura se travistiera con un neblinoso manto patriótico. En un país que quiere una memoria completa del pasado, es necesario reconocer estos hechos, entre otras razones para honrar a los caídos y hacer justicia a los veteranos. No para convalidar el nacionalismo malvinero, sino para ofrecerles un lugar como víctimas, separado de los jefes que los condujeron a la aventura.

Fuente: Diario La Nación (Argentina). Viernes 27 de enero de 2012.

lunes, 23 de enero de 2012

Steven Levitsky: "La democracia institucionalizada no existió nunca en el Perú", "No creo que la revocatoria profundice la democracia en el Perú".

Cuando la democracia atenta contra la democracia

Por: Steven Levitsky. Politólogo con estudio en Ciencias Políticas por la Universidad de Stanford (1990) y un doctorado en la Universidad de Berkeley, California (1999).Profesor titular de las asignaturas de Government y Social Studies en Harvard University.

La defensa de la revocatoria contra Susana Villarán es simple: la revocatoria es un instrumento legal y plenamente democrático. Además, según las últimas encuestas, una sólida mayoría de los limeños quiere revocar a la alcaldesa. ¿Qué puede ser más democrático que la expresión de la mayoría en las urnas? Como señala Carlos Meléndez, las instituciones de la democracia directa (como el referéndum y la revocatoria) pueden fortalecer a la democracia representativa, dando más control a los ciudadanos. Por eso, Meléndez dice que los progresistas, que suelen apoyar la profundización de la democracia, no deben tenerle miedo a la revocatoria.

Pero yo sí le tengo miedo. No creo que la revocatoria profundice la democracia en el Perú. Más bien, creo que atenta contra la democracia.

La democracia moderna no es una simple la expresión de las mayorías. (Si lo fuera, Venezuela –campeón regional del referéndum– sería el país más democrático de AL. Hugo Chávez sepultó la democracia con amplias mayorías electorales.) La democracia moderna es un régimen: un sistema de reglas y derechos que nos permite elegir libremente a nuestros gobiernos –y no una vez, sino a través del tiempo–. Las democracias que funcionan –y duran– son democracias institucionalizadas. La democracia institucionalizada no existió nunca en el Perú. Ninguna democracia peruana ha durado más de 12 años. No ha habido ni siquiera tres gobiernos democráticos consecutivos.

Las instituciones democráticas fuertes son difíciles de construir. Requieren mucha atención y cuidado. De hecho, en casi todas las democracias institucionalizadas, las instituciones democráticas están acompañadas –y sostenidas– por unas instituciones informales (reglas de juego no escritas) claves. Por ejemplo, existen ciertas normas básicas sobre el comportamiento de los ganadores y perdedores. Los que ganan las elecciones no se aprovechan del poder para perjudicar o debilitar a sus rivales. En cambio, los que pierden aceptan la legitimidad del nuevo gobierno y –sin renunciar a la vigilancia y la crítica–dejan que sus rivales gobiernen.

Mientras el gobierno no abuse del poder, la oposición no busca tumbarlo antes del fin de su mandato. Parece simple, pero estas reglas del juego informales siguen siendo violadas con frecuencia en los países andinos. Los que ganan las elecciones abusan del Estado para perpetuarse en el poder (Fujimori, Chávez, Correa), y los que pierden no dejan gobernar (el MAS boliviano entre 2002 y 2005).

El problema es que la violación de estas reglas informales –y a veces solo la percepción de violación de parte de un lado u otro–puede iniciar una espiral de conflicto que termina en una ruptura constitucional. Los ejemplos abundan: Perú en 1992; Ecuador en 1996, 2000 y 2007 (por no mencionar 1935, 1947, 1961 y 1972); Bolivia antes y después de la elección de Morales; Venezuela en 2002.

La clave para evitar ese tipo de crisis es otra regla informal: la moderación institucional. En las democracias estables, las instituciones que pueden afectar seriamente el equilibrio del poder –como el cambio constitucional, el estado de emergencia, el juicio político, el referéndum, y la revocatoria– se utilizan con poca frecuencia. No debido a una prohibición formal –son perfectamente legales– sino a una norma de moderación. Existe un consenso político respecto a que solo deben ser utilizadas en casos extremos. En los EE.UU., por ejemplo, existe una institución informal –violada por los Republicanos en el caso de Clinton– respecto a que el juicio político se hace solo con el apoyo de los dos partidos. En más de 220 años, ha sido utilizado dos veces (tres si se incluye a Nixon, que renunció).

Donde no existe la moderación institucional, la democracia es mucho más vulnerable. Cuando un político utiliza una institución como instrumento para perjudicar o debilitar a su rival, la institución se politiza. Si funciona, la práctica se legitima y se extiende. Queda reforzada la idea de que “todo vale” –y las instituciones dejan de ser reglas neutrales y se convierten en armas de guerra–. Cuando ocurre eso, peligra la democracia. Por eso insisto: el uso politizado de las instituciones –aunque sea “legal” y “democrático”– hace daño al régimen democrático, sobre todo en una democracia frágil como la peruana.

La revocatoria contra Villarán es un caso ejemplar de uso politizado de una institución democrática y demuestra una clara falta de moderación institucional. El gobierno de Villarán no es excepcional. No ha abusado del poder. Una imagen pública en el piso es lamentable, pero no es suficiente para tumbar a un gobierno. (¿El Perú estaría mejor hoy si se hubiera tumbado a Toledo en 2004, como querían muchos? O sería un poco más como Ecuador?).

Más allá del caso de Villarán, es claro que la revocatoria está siendo utilizada de una manera muy politizada en el Perú: los que pierden las elecciones ven en la revocatoria una oportunidad para tumbar a sus rivales y llegar al poder sin tener que esperar cuatro años. Eso no es una profundización de la democracia, sino un golpismo disfrazado de “participación ciudadana.” La democracia no debe –y no puede– funcionar así.

Aldo Mariátegui dice que la revocatoria está bien porque existe en los EE.UU. Fue utilizada en California en 2003 (así llegó el Terminator a la gobernación), y está siendo utilizada actualmente en Wisconsin.

Pero comparemos. La revocatoria ha existido en los EE.UU. desde 1908. Existe en 18 de los 50 estados. Pero en los últimos 104 años, solo se ha utilizado dos veces contra gobernadores: en 1921 y 2003. Además, se ha utilizado 20 veces contra legisladores regionales. Son 22 casos en 18 estados, durante un periodo de 104 años: un promedio de una revocatoria por siglo en cada estado. En el Perú, hasta el 18 de enero, la ONPE había vendido 1280 kits para revocatoria. En un solo año, se busca la revocatoria no solo de la alcaldesa de Lima sino de los alcaldes de Cusco, Piura, Trujillo, y otras ciudades importantes. Se busca la revocatoria de una mayoría de los presidentes regionales. Ese no es el camino hacia una democracia institucionalizada.

Es llamativa la oposición de Lourdes Flores a la revocatoria de Susana Villarán. Flores perdió ante Villarán, pero a diferencia de la DBA, aceptó la legitimidad de su rival y no busca tumbarla antes de tiempo. Flores y otros pepecistas han sido duramente criticados por su oposición a la revocatoria. Los llaman “tibios”, “colaboracionistas,” y “cobardes de siempre.” Según Aldo Mariátegui, “hay que jugársela.” ¿Así deben comportarse los políticos en una democracia institucionalizada? Si los políticos peruanos siguen “jugándosela”, el Perú no será nunca una democracia institucionalizada.

Fuente: Diario La República (Perú). Domingo, 22 de enero de 2012.

domingo, 22 de enero de 2012

MOVADEF: ideología dogmática y fanática. La defensa de la democracia desde las universidades y otros espacios públicos.

MOVADEF

Por: Eduardo Dargent (Politólogo)

De acuerdo con que se niegue el registro como partido político al MOVADEF, por cuestiones de forma y fondo. Pero, como han señalado otros comentaristas, sería iluso creer que un problema social se arregla con esa resolución. Lo visto en estos días debería llevar a una reflexión más profunda sobre qué más hacer para combatir estas ideas fanáticas.

Sin duda los partidos deberían combatir políticamente estas ideas en la sociedad. Lamentablemente, nuestros débiles partidos no ganan eleccioneregionales ni locales y, más importante, son casi inexistentes en instituciones educativas donde se reproduce esta ideología. Echarles toda la responsabilidad sería injusto e ingenuo. También es importante difundir todo aquello que recuerde los horrores a los que lleva una ideología genocida. Entre otros, los trabajos de Carlos Iván Degregori, el informe de la CVR, especialmente los casos horrendos que justificaron la calificación de Sendero como grupo con potencial genocida, o ese texto de Ponciano del Pino que describe la infernal vida cotidiana en comunidades controladas por S.L. Pero esta agenda, aunque fundamental, es de más largo plazo.

Creo que una batalla importante de mediano plazo que compete al Estado y a todos aquellos vinculados a la Educación pasa por ganar la Universidad Nacional y la Escuela Pública, lugares donde grupos, aunque minoritarios, todavía difunden esta forma de pensamiento. Carlos Iván Degregori planteaba una continuidad entre una educación memorista y autoritaria en la escuela y la atracción a ideologías dogmáticas difundidas en manuales marxistas de tercer nivel en la universidad. Con discursos patrioteros o pura indignación, ese discurso no dejará de ser atractivo. El reto es tomar medidas realistas para echarle más pluralismo, debate y calidad a la oferta educativa pública.

Un primer paso sería incorporar en la escuela el tema del conflicto causado por Sendero. La CVR, incluso, dejó un currículo y métodos educativos para implementarlo. Según entiendo, dejó de ser aplicado tras la salida de Nicolás Lynch del Ministerio de Educación. Discutámoslo más, si es necesario, pero no lo dejemos enterrado.

Las universidades nacionales, por su lado, deberían abrirse a profesores por horas y visitantes, reconocer que argollas y sistemas administrativos clientelistas impiden la diversidad y la calidad, con las excepciones que todos conocemos. No me atrevo a dar muchas lecciones sobre la universidad pública, pues la conozco poco. Pero hay personas como Manuel Burga, Nicolás Lynch, Raúl Ferrero, María Emma Manarelli, Sinesio López, César Landa, entre otros, que tienen o tuvieron cátedras en universidades nacionales, incluso algunos durante los peores años de la violencia. Sin duda, pueden ofrecernos una mirada más informada sobre cómo fortalecer la universidad nacional y enfrentar a los radicales. La mediocridad de la universidad peruana contribuye a la supervivencia de ideologías tan dogmáticas como intelectualmente pobres, ideologías que no van a desaparecer por negarles un registro electoral.

Fuente: Diario 16 (Perú). 22-01-2012.

Margaret Thatcher: pasado y presente.

La dama que soltó los perros de la codicia

Por: Manuel Vicent (Escritor)

Arrastrando las zapatillas por los pasillos de su apartamento de Belgravia donde vive la soledad de sus 87 años, perdida en el bosque lácteo de su desmemoria, tal vez Margaret Thatcher llega hasta una de las ventanas, aparta los visillos y mira la calle llena de hormigas y piojos humanos que se mueven con angustia hacia la estación del suburbano o la parada del autobús. Luego abre un armario, descuelga una chaqueta de su marido, Dennis Thatcher, un hombre de negocios del sector del petróleo, que murió hace 10 años, aunque ella cree que aún está vivo, y pasa toda la mañana limpiándole una mancha en la solapa.

El pasado no existe. La señora Thatcher ignora que nació en Grantham, una pequeña ciudad del noreste de Inglaterra donde de joven despachaba detrás del mostrador de la tienda de ultramarinos de su padre, el señor Alfred Roberts, un menestral de clase media y edil del Ayuntamiento, imbuido por el rigor metodista que aplicó a la política municipal, a la contabilidad de su negocio y a la educación severa de su hija. Margaret Hilda Roberts aprendió en la tienda familiar desde niña que el género humano es solo una clientela y que se divide en dos: unos clientes son serios, honrados y laboriosos, lo que les permite pagar la compra al contado; en cambio, a otros su padre tenía que fiarles porque se pasaban el día en la taberna y esperaban que el Estado les resolviera los problemas con subsidios y esas cosas, hasta que hubo que retirarles el crédito para cortar por lo sano.

Esta joven tendera tenía una voluntad férrea y la inteligencia muy despierta, lo que le permitió conseguir una beca para estudiar en un colegio de Oxford, pero llevaba ya incorporadas en el cerebro las lecciones prácticas que se aprenden de la vida y no en la universidad: que dos y dos son cuatro y nunca son cinco. En 1946, recién terminada la guerra mundial, era una hazaña que una chica como Margaret fuera admitida en el círculo de los estudiantes elitistas y que, encima, decidida a meterse en política, eligiera hacerlo en el Partido Conservador. Un clan lleno de machistas, gentes de casta, viejos lores, aristócratas cacatúas y herederos mantecosos, cuyas mujeres permanecían en casa dando órdenes a los criados después de montar a caballo por la pradera.

Todo el secreto de la Dama de Hierro fue que defendió en economía las cuentas de la vieja con suma entereza y obstinación. Por lo demás, la política consistía en mantener siempre muy alta una moral de combate. Esta actitud de no permitirse nunca una duda fue un disolvente entre los blandos varones de Partido Conservador. Margaret Thatcher comenzó a escalar puestos; primero obtuvo un escaño en el Parlamento, y antes de acceder al puesto de ministra de Educación, ensayó sus armas como secretaria de la Seguridad Social, donde practicó las mismas artes que la zorra realiza en un corral de gallinas; luego fue líder del Partido Conservador, y en 1979, mientras el IRA hacía saltar por los aires a lord Mountbatten desde su yate, Margaret Thatcher ganó las elecciones generales y se convirtió en la primera ministra, un suceso insólito en la historia de Europa. A renglón seguido, comenzó a aplicar la receta de una tendera de clase media. El mercado lo es todo. El mercado se corrige a sí mismo, se purifica expulsando de su seno a los débiles y a los holgazanes. El Estado no está para ayudar a los ciudadanos. Cada uno es responsable de sí mismo.

Mientras Margaret Thatcher planchaba a los sindicatos, privatizaba a las empresas públicas, se enfrentaba a las huelgas y entronizaba el neoliberalismo más salvaje, desde Dawning Street se dirigía a la Cámara de los Comunes con el bolso de cocodrilo charolado como el mismo espíritu con que iba a la tienda de ultramarinos de su padre. Fue el gran festín del librecambio con los perros de la codicia humana ladrando en el corazón del dinero. Pero aquella fiesta se convirtió en el baile maldito de esta durísima crisis económica.

De pronto, ahora, en medio de su locura senil, la misma que sufrió Ronald Reagan, su compadre neoliberal, Margaret Thatcher se pone el abrigo en su apartamento de Belgravia, se cubre la cabeza con un pañuelo y decide bajar a la calle a comprar una botella de leche en una tienda de comestibles de la esquina. Ninguna de las hormigas y piojos humanos con los que se cruza en la acera, hoy sometidos al paro más despiadado, reconoce a esa anciana encorvada, que en realidad es la principal responsable de su miseria.

Fuente: Diario El País (España). 21/01/2012.

Recomendado:

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Margaret Thatcher y el modelo neoliberal.

Margaret Thatcher, Ronald Reagan y el origen de los mercados financieros desregulados.

Breve historia de Lima. Cultura y sociedad en el tiempo.

"Lima y sus raíces "

Por: Isaac Bigio (Historiador)

Lima desde su creación siempre trató de orientarse hacia otros continentes. Fue la ciudad más ibérica de todo su hemisferio y luego se ha ido orientando hacia los imperios de moda en Europa, Norteamérica o el Oriente.

Sin embargo, ésta se asienta en la región cuna de la civilización americana. Su inicial nombre 'Ciudad de los Reyes' (porque se fundó en enero 1535 cerca al día de los reyes magos) fue dejado de lado (al igual que grandes celebraciones por dicha festividad) para quedarse con el nombre hispanizado de Rimaq (hablador en quechua).

Al norte del departamento de Lima hay construcciones que datan de hace 4,600 años, las más antiguas del Nuevo Mundo. Las ruinas de Caral han revolucionado a la arqueología mundial pues han demostrado que muchas primeras ciudades no fueron fundadas como fortalezas militares, sino como centros de paz que fomentaban el intercambio de bienes (en el caso limeño de hace casi 5,000 años entre cultivadores que producían algodón para redes de pescar y los pescadores que recolectaban frutos del mar).

En la frontera entre los departamentos de Lima y Áncash está Chanquillo, el observatorio solar descubierto más antiguo del hemisferio. Tan asombroso es ello que la reciente serie de la BBC "Maravillas del Universo" se inicia allí mostrando como hace 2,300 años ésta tuvo una civilización con nombre e idioma desconocidos que edificó una hilera con 13 torres para que se midiera cada mes y día del año dependiendo por cuál de los 12 espacios entre éstos apareciese el sol.

Hoy por toda la actual Lima hay resabios de su gran pasado precolombino. Sus barrios ricos de Miraflores o San Isidro se asientan sobre lo que fueron inmensas pirámides y centros de poder, en tanto que en el cono sur está el complejo de templos de Pachacamac, con un área mayor al Vaticano, el cual fue uno de los principales centros religiosos del continente.
La cruz del San Cristóbal, que llegó a ser antes que el Cristo de Río la más reverenciada simbología cristiana suramericana, estaba en la cumbre de un cerro, antiguamente venerado como un Apu divino.

Al año siguiente de la fundación de Lima, Manco Inca destruyó esa cruz, pero sus tropas fueron repelidas, no por pocos conquistadores (como éstos alegaron) si no por miles de combatientes indígenas locales y ancashinos quienes apoyaron a los españoles contra sus antiguos dominadores cusqueños.

Hoy Lima viene girando. Si antes quiso ser la ciudad más europeizada y castellana de Suramérica, ahora ya tiene una población de raíces mayoritariamente andina, lo cual viene modificando su estructura y cultura.

Fuente: Diario Correo (Perú). 18/01/2012.

sábado, 21 de enero de 2012

Penalización de la negación del genocidio armenio y las iniciativas legislativas contra la piratería en Internet.

El conocimiento en la Red, en peligro

El proyecto de ley francés que pretende penalizar la negación del genocidio armenio y las iniciativas legislativas contra la piratería en Internet de Estados Unidos amenazan la libertad de expresión en el mundo.

Por: Timothy Garton Ash. Catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su último libro es Los hechos son subversivos: ideas y personajes para una década sin nombre.

El lunes 23 de enero, el Senado francés votará un proyecto de ley que pretende penalizar la negación del genocidio armenio de 1915, además de otros sucesos caracterizados como genocidio en las leyes francesas. La ley ya ha superado la Asamblea Nacional, la Cámara baja del Parlamento francés. El Senado debería rechazarla, en nombre de la libertad de expresión, la libertad de investigación histórica y el artículo 11 de la pionera declaración francesa de los derechos del hombre y el ciudadano proclamada en 1789 ("la libre comunicación de ideas y opiniones es uno de los derechos más preciados...").

La cuestión aquí no es si las atrocidades cometidas contra los armenios en los últimos años del Imperio Otomano fueron terribles, ni si deben ser reconocidas en la memoria turca y europea. Lo fueron y deben serlo. La cuestión es: ¿debe ser un delito, en virtud de la ley francesa o de otros países, poner en duda que aquellos terribles acontecimientos constituyan genocidio, un término utilizado en el derecho internacional? En el pasado, sin quitar importancia al sufrimiento de los armenios, el famoso especialista en el Imperio Otomano Bernard Lewis ha refutado precisamente ese punto. ¿Y está preparado y autorizado el Parlamento francés para erigirse en tribunal de la historia mundial y dictar veredictos sobre el comportamiento pasado de otros países? La respuesta es: no y no.

Para complicarlo más, la ley penalizaría no solo la "negación" del genocidio armenio, sino su "minimización escandalosa". Como destaca Françoise Chandernagor, de la campaña Libertad para la historia, ese matiz introduce un concepto vago incluso para lo normal en las leyes de la memoria. Si los cálculos turcos de la cifra de armenios fallecidos son de unos 500.000 y los armenios de alrededor de 1,5 millones, ¿qué sería minimización? ¿547.000? ¿Y habría que detener al primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, por esa "minimización" en su próxima visita oficial a Francia? (El proyecto de ley prevé una multa de 45.000 euros y un año de prisión).

Si tenemos una opinión benévola de la naturaleza humana en general, y de la política francesa en particular, podríamos decir que se trata de un torpe intento de hacer realidad un noble propósito. Pero eso sería una ingenuidad. Existe una correlación llamativa entre la aparición de estas propuestas en el Parlamento francés y la proximidad de las elecciones nacionales, en las que aproximadamente medio millón de votantes de origen armenio desempeñan un papel importante. Las leyes francesas reconocieron oficialmente que lo que les sucedió a los armenios era un genocidio en diciembre de 2001, justo antes de las elecciones presidenciales y parlamentarias. En la Cámara baja se aprobó (la Cámara alta lo rechazó) un proyecto de ley similar al actual en 2006, en vísperas de las elecciones de 2007. ¿Y qué va a haber este año? Elecciones.

No todos los dirigentes del partido de Nicolas Sarkozy, la UMP, han apoyado el proyecto de ley propuesto por uno de sus propios parlamentarios. El ministro de Exteriores, Alain Juppé, se opone. Pero eso es porque le preocupan las repercusiones en las relaciones de Francia con Turquía. La reacción del Gobierno turco ha sido vehemente, como era de esperar. Retiró a su embajador como protesta, y el primer ministro Erdogan dijo que "aproximadamente el 15% de la población de Argelia sufrió una matanza a manos de los franceses a partir de 1945. Eso es genocidio".

Es decir, una tragedia que debería ser materia de una conmemoración seria y un debate histórico en libertad, en el que se presentaran incluso las hipótesis más extrañas para confrontarlas con las pruebas existentes, queda reducida a un instrumento de manipulación política, las palabras hirientes de un político. El recuento de cadáveres de ayer interviene en el recuento de votos de mañana. Si tú me acusas de genocidio, yo te acuso también a ti.

Mientras tanto, los intelectuales turcos que -como el escritor y premio Nobel Orhan Pamuk- se han atrevido a decir que lo que hicieron con los armenios fue genocidio, corren peligro de ser procesados en su país. Lo que es una verdad oficial en Francia es una mentira oficial en Turquía.

Pero estos son actos simbólicos, más que reales. En un país como Francia, y, con muchas más dificultades, en Turquía, Internet permite a la gente encontrar esas opiniones prohibidas de todas formas. Basta con apretar un par de veces el ratón.

En realidad, este no es más que el último ejemplo de un problema mucho más amplio. ¿Qué límites debe tener la libertad de expresión en la era de Internet? ¿Qué normas deben regirla en un mundo interconectado? ¿Y quién debe fijarlas? Estas son algunas de las preguntas que se abordan en un proyecto denominado Debate sobre la Libertad de Expresión, Free Speech Debate (www.freespeechdebate.com), que acabamos de poner en marcha en la Universidad de Oxford. Entre los 10 borradores de principios que proponemos para debate, crítica y revisión, hay uno que tiene especialmente que ver con la controversia del genocidio armenio. Es el que dice que "no permitimos tabúes en la discusión y la difusión del conocimiento".

Es evidente que las leyes de la memoria como la que se ha propuesto en Francia no superan esta prueba; pero no son el único caso. En Reino Unido, el escritor científico Simon Singh tuvo que defenderse en una prolongada querella por libelo a propósito de sus críticas de lo que afirmaban los impulsores de los tratamientos quiroprácticos. La Iglesia de la Cienciología utiliza sus derechos de propiedad sobre las inmortales palabras de L. Ron Hubbard para impedir que la gente vea los supremos secretos del Thetan (si les interesa, busquen en Internet Operation Clambake). El miércoles 18 de enero, la versión en inglés de Wikipedia permaneció en negro durante 24 horas para protestar contra el proyecto de ley contra la piratería en Estados Unidos, SOPA, que, en la versión que está ahora en el Congreso tendría unas cosecuencias desastrosas para la libre difusión del conocimiento en Internet.

Existen otros casos mucho más difíciles. A finales del año pasado, el Consejo Asesor Nacional de Ciencia y Bioseguridad de Estados Unidos pidió a las revistas Science y Nature que no publicaran los detalles de un estudio sobre una forma fácilmente transmisible del virus H5N1, el de la gripe aviar, por temor a que los bioterroristas pudieran hacer uso de él.

¿Y qué decir de los que niegan las causas del sida? Cuando el presidente sudafricano Thabo Mbeki habló en apoyo de esa postura, el resultado bastante directo fue la muerte de cientos de miles de personas que, en caso contrario, habrían podido recibir el tratamiento debido. Es complicado sostener el principio de "no permitir tabúes" ante casos tan delicados.

Ahora bien, el oportunista y mal concebido proyecto de ley de Francia no tiene nada de caso delicado. Aquí, la cosa está clara. El Senado francés debe dar ejemplo al Congreso de Estados Unidos en la defensa de la libertad intelectual.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

(Vean a Jimmy Wales, de Wikipedia, en conversación con Timothy Garton Ash en www.freespeechdebate.com).

Fuente: Diario El País (España). 21/01/2012.

jueves, 19 de enero de 2012

Historia y situación actual de la izquierda peruana.

Para un horizonte de izquierda (1)

Por: Rodrigo Montoya Rojas (Antropólogo)

Después de la decisión de Ollanta Humala de prescindir de los servicios de sus aliados de la izquierda que le ayudaron a ganar la presidencia en 2011, son pertinentes las preguntas qué queda de la izquierda y cuál podría ser su rumbo en el futuro.

Perdieron las personas de izquierda que apostaron por el comandante Ollanta Humala, sabiendo muy bien que era un caudillo militar sin ninguna práctica ni convicción de izquierda. No fueron ingenuos ni inocentes; calcularon, estaban dispuestos a jugar una última carta en términos eminentemente personales porque hace muchísimo tiempo que no representan a movimiento social alguno. Apostaron y perdieron. Con la experiencia política que tenían desde hace mucho tiempo, sabían muy bien lo que hacían. ¿Podrán ofrecer una autocrítica en serio? Me gustaría que la hagan, pero tengo razonables dudas de que tengan algo nuevo e importante que decir.

La metáfora de la casa vacía o abandonada de la izquierda -que ha sido usada en los medios de comunicación- parece adecuada pero si observamos fría y serenamente nuestra historia, resulta inútil. Se supone que en tiempos de la “izquierda Unida” y Alfonso Barrantes, la izquierda tuvo una casa que habría sido formada por el tercio de electores del país y que ahora, quedaría poco o nada de ese navideño e idílico hogar. Nunca tuvimos una izquierda unida en el país. El ARI de 1979, fue el primer embrión pero terminó en un fracaso por directa responsabilidad de los trotskistas, de los maoístas y del PC y sus fracciones, y del propio Barrantes. La veintena de lenines o caudillos de izquierda de todos los colores del arcoíris no estaba preparada para canalizar y ofrecerle un norte socialista a la potencialidad de izquierda que el país tenía después de las tomas de tierras a comienzos de 1960. Tampoco los lenines agrupados en “Izquierda Unida” tuvieron un proyecto llamable colectivo. Estalló en pedazos, por directa responsabilidad de todos.

Los problemas aparecieron desde el comienzo. Nunca hubo una izquierda sino varias, directamente derivadas del europeo centrismo y sus líneas internacionales. A la Tercera Internacional del PC soviético, de Stalin y compañía, le siguieron las muchas tendencias trotskistas, luego los maoísmos y todas sus fracciones hasta el llamado “pensamiento del camarada Gonzalo”. Si a todas les sumamos las fracciones internas de cada una como consecuencia del principio de división a partir de la absurda oposición entre revolucionarios dueños de la verdad y contra revolucionarios agentes del enemigo de clase, el grado de fraccionamiento de la llamada izquierda llegó a la casi atomización. Recuerdo que en 1979, hubo en el país alrededor 19 fracciones dentro de las organizaciones maoístas.

Hubo una excepción extraordinaria en el país: el Partido Socialista de José Carlos Mariátegui con su preciosa tesis “Ni calco ni copia, sino creación heroica”. Entre 1928 y 1930, el único modelo de izquierda a seguir en el mundo era el soviético. El amauta pensó la izquierda peruana a partir de nuestra realidad y no del ejemplo europeo a seguir. La singularidad peruana tenía que ver con la población indígena, la tradición colectiva y comunitaria en la sociedad Inca -comunista primitiva, en términos de ese tiempo- y las comunidades de indígenas como embriones de lo que podría ser el socialismo peruano. Aníbal Quijano escribió alguna vez: con los restos del amauta, fueron sepultadas también sus ideas. Por eso, lo primero que hicieron los agentes de la tercera internacional fue llamar Comunista al Partido Socialista de Mariátegui. Cuando en 1965, fue creada la organización Vanguardia Revolucionaria, con la propuesta de retomar aquella propuesta de “Ni calco ni copia sino creación heroica”, al margen de las direcciones internacionales de la izquierda, el sueño socialista reapareció en el horizonte. Lamentablemente, duró muy poco porque sus dirigentes optaron por la facilidad de convertirse en trotskistas y luego en maoístas de todos los colores, en vez de persistir en la vía original de Mariátegui.

Fuente: Diario La Primera (Perú). Sábado 07 de enero del 2012.

Para un horizonte de izquierda (2)

Por: Rodrigo Montoya Rojas (Antropólogo)

En el texto 1 de esa serie, sostuve que la “casa propia” de la izquierda como un hogar navideño de unidad y paz no existió nunca; que lo más parecido a una unidad de de la izquierda fue la Alianza Revolucionaria de Izquierda, (ARI, 1970-1980), desaparecida antes de nacer; que la “Izquierda Unida” se desvaneció en el aire por la irresponsabilidad e incompetencia de sus dirigentes, fieles a sus centrales internacionales trotskistas, maoístas y soviética; y, que el Partido Socialista de José Carlos Mariátegui fue una fugaz excepción (1928-1930) con su tesis original de un socialismo como “creación heroica”, “sin calco ni copia” del modelo soviético de ese momento. Los fragmentos que quedan de la “Izquierda Unida” flotan a través de los partidos Patria Roja y Socialista y un núcleo de intelectuales, como el denominado “Ciudadanos para el cambio” que en los últimos cinco años ofreció su pleno apoyo a Ollanta Humala y fue aliado de segundo orden en los primeros cinco meses de su gobierno. El sociólogo Sinesio López, ex asesor de la oficina del Primer Ministro, en un reciente artículo en La República, ofrece un pequeño elemento de autocrítica: “Mi error y de mis amigos y compañeros fue dejar de lado la necesidad de organizar una fuerza política propia para respaldar mejor su candidatura y evitar desvíos del camino escogido.” En nombre de la “Sociedad Civil”, le pide al Presidente que en 2012 “se reencuentre con el pueblo que lo eligió”.

¿Se refiere Sinesio López a una fuerza política propia de la izquierda? Sospecho que no. Es evidente que para él, sus amigos y compañeros, el horizonte de una izquierda autónoma y capaz de ofrecer una dirección a un nuevo bloque político ya no tiene sentido. Para los ex militantes de los diversos fragmentos de “izquierda Unida”, con una edad promedio de 60 años, se abría una última oportunidad con el caudillo Ollanta Humala. Tal vez una fuerza política propia del grupo “Ciudadanos para el Cambio” habría servido para que sus miembros y otras personas de izquierda en el gobierno fuesen tratados por lo menos con más respeto.

Desde la aparición de la Confederación de Comunidades Campesinas Afectadas por la Minería, C0NACAMI, (1999), la única oposición real a la política neoliberal del Consenso de Washington, inaugurada por el gobierno del ciudadano japonés Alberto Fujimori y asumida por el gobierno de Alejandro Toledo existente en el país corresponde a los movimientos indígenas como nuevos actores en el escenario político del país. La rebelión Amazónica de los Rostros pintados en Bagua (/2008-2009), la ocupación de Puno por diez mil aimaras en nombre de su Nación aimara, y el bloque que en Cajamarca defiende el agua y la vida, del mismo modo que en los Andes y Costa del Sur, van por el mismo rumbo. Lo que acabo de citar muestra que en la política peruana una buena parte de la intelectualidad de la llamada izquierda como la que el grupo de “Ciudadanos para el cambio” expresa o representa tiene muy poco o nada que ver con la oposición política real que existe en país. Las organizaciones indígenas étnicas y políticas tienen un camino distinto: al defender sus vidas, pueblos, naciones, patrias, lenguas, culturas e identidades, están defendiendo un horizonte de libertad, de buen vivir, de valores de reciprocidad y solidaridad, de gestión colectiva que es la reserva que queda para algo llamable izquierda en el país, en América Latina y en el mundo entero. ¿No es eso lo que se parece más al concepto socialismo en la utopía de Mariátegui y Arguedas?

Lo que nos hace una enorme falta es crear los puentes entre los fragmentos dispersos del país y otros puentes entre los intelectuales que existimos aún, que creemos en que otro mundo, otra izquierda y otro socialismo son aún posibles, con los movimientos políticos indígenas, reales y autónomos.

Fuente: Diario La Primera (Perú). Sábado 14 de enero del 2012.

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El fin de la vieja izquierda peruana y el surgimiento de un nuevo progresismo.

De “El pensamiento guía” a la tesis del “marxismo-leninismo, maoísmo, pensamiento Gonzalo".

El “pensamiento Gonzalo”

Por: Carlos Tapia (Senderólogo)

1.- Rubén Abimael Guzmán Reynoso, utilizó el seudónimo de “Gonzalo” cuando desde la clandestinidad organizaba a sus seguidores conocidos como senderistas. Se demoró cerca de diez años para que, superando una serie de dificultades internas (entre ellas, disputas ganadas con malas artes), pasase a ser reconocido como líder indiscutido de su partido.

Cosa curiosa, nunca aceptó cargo interno alguno que fuera resultado de la competencia. Rechazó el cargo de secretario general cuando, sin oponentes, los delegados de una reunión partidaria, unánimemente se lo ofrecieron. Sin embargo, antes de ILA (Inicio de lucha armada), consiguió que se reconociera la existencia del contundente “pensamiento guía” (en su lenguaje, “el pensamiento de Mariátegui y su desarrollo”), necesario para resolver los problemas de su llamada revolución. Siempre aspiró a que se le considere superior a los demás dirigentes senderistas. El terreno propicio para lograr esto fue el dogmático debate ideológico, la defensa de las supuestas verdades universales contenidas en la folletería comunista y maoísta de entonces, combinándolas con citas bíblicas (Apocalipsis, El Sermón de la Montaña, etc); y controlando la cúpula partidaria con su primera y segunda esposas. Al respecto, Carlos Iván Degregori, escribió una demoledora crítica en su texto titulado “Qué difícil es ser Dios”.

2.- A mediados de 1984, después de superar la intervención militar (desde diciembre de 1982) y su torpe estrategia de “tierra arrasada”, la dirección senderista reconoce a Guzmán como “presidente Gonzalo”. Es decir, aclamado como presidente del Comité Central del Partido, de la Comisión Nacional Militar y de la República de la Nueva Democracia, todo en una persona. Pero Guzmán no estaba contento. Además, y principalmente para él, se aprobó la vigencia del “pensamiento guía del presidente Gonzalo” como una síntesis de su alabada estrategia victoriosa. Y desde ese momento, los dirigentes más importantes no se elegirían sino serían designados con el consentimiento del presidente del partido.

3.- Después de la masacre de los penales (junio de 1986) surgieron críticas internas contra la línea de Gonzalo. En este ambiente, a mediados de 1987, se convoca al Primer Congreso del Partido. Pero, en su primera sesión -26 de enero hasta el 7 de febrero de 1988- Guzmán emplea dos días del pleno, para él mismo demostrar que “el pensamiento guía” ya se había transformado en “pensamiento Gonzalo”. Es decir, que su liderazgo partidario era una “necesidad histórica” y condición para el triunfo de su revolución. Y que todo lo demás era secundario.

4.- De ahí es que nace la tesis del “marxismo-leninismo, maoísmo, pensamiento Gonzalo, principalmente pensamiento Gonzalo”, como base del catecismo senderista. Los aportes del pensamiento Gonzalo serían los siguientes: a) Considerar al maoísmo (superior al “pensamiento Mao Tse Tung”) como una teoría de validez universal. b) La necesidad de la militarización de todos los partidos comunistas en el mundo. c) La línea militar de tomar simultáneamente el campo como base pero la ciudad como complemento. d) La necesidad histórica del uso de la violencia armada para instalar la dictadura de la Nueva Democracia.

5.- En realidad no es Bin Laden pero, guardando la distancia, se le parece, ¿no? Es verdad que el Movadef tiene el derecho de pedir la amnistía de Guzmán, Martín Rivas, y otros criminales; y también nosotros de oponernos. Es que el estado de derecho vale para todos, sin excepción. Pero ¿en qué país democrático del mundo la ley permitiría formar un partido que tuviera como base el pensamiento de Bin Laden?

Fuente: Diario La Primera (Perú). Lunes 16 de enero del 2012.

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Origen, auge y caída de Sendero Luminoso. Características del conflicto armado interno.

miércoles, 18 de enero de 2012

Historia de la abolición de la esclavitud en las Españas.

Cuando España era esclavista

Uno de los pilares de la prosperidad en la América hispana fue la mano de obra sometida, práctica cuya abolición costó casi un siglo desde que se intentó, por vez primera, en las Cortes de Cádiz. José Antonio Piqueras dedica un libro a este tema, del que publicamos extractos.


El 26 de marzo de 1811 el diputado novohispano José Miguel Guridi y Alcocer propuso en las Cortes la abolición de la esclavitud. La sensación que causaron sus palabras llevó a que la sesión fuera declarada secreta, privilegio que sustraía a la opinión los debates parlamentarios. La propuesta de Guridi se ocupaba de poner fin a la trata, preveía declarar la libertad de los que en adelante nacieran de mujer esclava (lo que se conoce como "vientres libres"), la supresión de castigos físicos y el pago de una pequeña retribución a los esclavos que permanecieran en cautividad, así como el reconocimiento a todos ellos del derecho de coartación por el mismo precio en que hubieran sido adquiridos. Ese plan abolicionista, de extinción gradual, llevaría entre 60 y 70 años verlo reconocido.

La propuesta pasó a la comisión constitucional y terminó extraviándose en los vericuetos parlamentarios. Una semana después, Agustín Argüelles, jefe de filas del sector liberal, sorprendía de nuevo a la Cámara con una proposición en la que con motivo de pedir la supresión de la tortura, incluía la prohibición de la trata de negros. La proposición estaba en sintonía con los deseos británicos, que en 1807 habían suprimido el comercio de africanos con destino a sus colonias y el practicado por ingleses.

El diputado García Herreros aprovechó para reclamar la declaratoria de vientres libres, la retribución del esclavo, la facilidad de coartación y la asimilación del esclavo al criado, en una línea similar a la expresada por Guridi. Enfrente se situaron los sectores absolutistas, diputados americanos intermedios y también algún liberal que hizo saber que la medida encerraba una abolición aplazada y sin indemnización. Las Cortes crearon una comisión para que se ocupara del asunto pero cuando se dispuso suprimir la tortura, ya nada se dijo de la trata, fatídicamente omitida de los trabajos del Parlamento.

(...) En un gesto miserable de conmiseración, las Cortes admitieron que los negros y mulatos libres tendrían por méritos singulares la posibilidad de que las Cortes, a petición individual, les premiaran con el derecho de ciudadanía. Únicamente dos de los quince integrantes de la comisión constitucional -diputados por Chile y Querétaro- objetaron la exclusión mientras los dos diputados por La Habana y Lima fueron sus más firmes defensores. Agustín Argüelles, padre del liberalismo gaditano y figura esencial en la redacción de la Constitución, se inclinó por admitirla y arrastró consigo a los dubitativos.

Contra esa claudicación vergonzosa reaccionó el sevillano José María Blanco White desde su refugio en Londres. (...) Advertía la doble moral de quienes protestaban porque se atormentase a un criminal en el potro "mientras miran como un problema dificultosísimo, el decidir si tenemos derecho o no derecho a atormentar a un número ilimitado de inocentes. Este es un problema en la moral de los Traficantes de Negros". A esa moral distorsionada atribuye Blanco los argumentos políticos que trasladaban la responsabilidad de la introducción de los negros a la Corona, cuando quienes así opinaban eran sus beneficiarios y los que habían arrancado al rey la concesión del comercio libre de esclavos en 1789. A esa moral imputa que se quejaran del escaso número de brazos cuando según confesión de Arango llevaban introducidos desde aquella fecha a 1810 la cifra de 110.136 africanos; y si no se propagaban por causas naturales, la razón solo podía buscarse en la conducta de los amos, que precisaban seguir llevándolos porque se les morían en los campos y porque el coste del negro criollo hasta que tuviera edad de trabajar, según confesión de la Representación, era mayor que si se traían de África, razón por la que apenas se importaban mujeres.

(...) En 1865 la presión, esta vez de los Estados Unidos, en el contexto de la guerra civil y de las medidas abolicionistas adoptadas por Washington, hizo temer un incidente de consecuencias incalculables. El embajador español en el país americano recomendó en mayo de ese año la abolición inmediata de la esclavitud. El Gobierno español se inclinó por ganar tiempo. Por vez primera, en abril, se había permitido que se constituyera en Madrid una Sociedad Abolicionista Española, a la vez que prohibía su instalación en las provincias de Ultramar, donde residían los esclavos. (...) En octubre de 1865 el ministro de Ultramar Antonio Cánovas del Castillo promulgaba un decreto sobre la extinción de la trata, sin otras consecuencias que anunciar el final de la consignación de los negros emancipados. En noviembre, a instancias del presidente O'Donnell, convocaba una Junta Informativa de Ultramar, tal y como venían solicitando los reformistas cubanos. El desinterés por reunirla retrasó los trabajos un año y acabaría inaugurándose por el siguiente gobierno que presidía el moderado Narváez. Precisamente la cuestión de la esclavitud se había convertido en un tema de Estado y las actitudes tradicionales de complicidad y protección se convirtieron en un riesgo inasumible. O'Donnell, muy vinculado a la sociedad esclavista desde sus tiempos de capitán general de Cuba, dio pasos tímidos. Narváez, conservador de todas las situaciones, consideró que no podía demorar la ley de represión y castigo del tráfico negrero, otra más, que había zozobrado en la anterior legislatura en el Senado, de forma que la promulgó en julio de 1866 utilizando el procedimiento del decreto ley. En 1867 sería convalidada por las Cortes y se convirtió en ley. Se ordenaba levantar un censo y dejar en libertad a los esclavos que no figurasen en él, con lo que la trata recibía una herida certera.

(...) El 10 de octubre de 1868 se había desencadenado en el Oriente de Cuba un movimiento armado que reclamaba la independencia del país. El programa de los sublevados no hacía mención al tema de la esclavitud y también en las filas insurrectas el asunto creó tensiones hasta que en julio de 1869 la Asamblea Constituyente de Guáimaro, conocedora de los planes del gobierno español -"Se cree que la abolición incondicional de la esclavitud es inminente, convendría quizá que los patriotas se anticiparan", les escribe su corresponsal en los Estados Unidos-, decreta la abolición completa y sin indemnizaciones.

El levantamiento nacionalista desató en La Habana, y en general en la región occidental de la isla, donde se concentraban los ingenios azucareros y la gran mayoría de los esclavos, una reacción radical en dos sentidos, integrista española y contraria a cualquier reforma, fuera del orden social o del político. Esa reacción contó con el respaldo y la dirección de los principales hacendados -españoles y criollos- y del comercio, en manos españolas. Los integristas pusieron en armas en pocas semanas una milicia a sus órdenes, el Cuerpo de Voluntarios. En junio de 1869 los Voluntarios se sublevan y destituyen al capitán general Dulce, acusado de tibio. El gobierno español acepta la situación y lo reemplaza por Caballero de Rodas, quien de inmediato se identifica con los ultras insulares.

Los principales hacendados comenzaron a celebrar reuniones a fin de coordinarse y de condicionar la política de las autoridades insulares y de la metrópoli. Al mismo tiempo, abrieron el Casino Español, centro de agitación. En carta del presidente de este a Juan Prim de 15 de noviembre de 1869, levanta su programa: "Cuba será española -dice Segundo Rigal-, ó la abandonaremos convertida en cenizas africanas".

(...) La llegada al ministerio de Ultramar de Segismundo Moret, un liberal que pertenecía a la Sociedad Abolicionista, daría lugar a una situación compleja, llena de equívocos. Moret recuperó la mayoría de las propuestas formuladas por los reformistas cubanos en la Junta de 1867 y elaboró una ley preparatoria de la abolición de la esclavitud en Cuba y Puerto Rico, que sería aprobada el 23 de junio de 1870. Moret creía contar, si no con el apoyo, sí con cierto consenso, tal vez forzado por las circunstancias, de los principales hacendados de Cuba. En realidad, la oposición era casi completa pero en lugar de oponerse de forma frontal, aquellos aceptaban algunos puntos, lograban moderar las consecuencias de otros y redoblaban sus esfuerzos en la metrópoli para que sus amigos en las Cortes desplegaran todas las argucias obstruccionistas para retrasar y condicionar el resultado. Después de aprobada la ley, los hacendados consiguieron que el reglamento que la desarrollaba se retrasara y dificultaron su aplicación. Cuando Prim inició la que debía ser una negociación secreta con delegados de los insurrectos con la pretensión de poner fin a las hostilidades y dar paso a una segunda fase de la abolición, que podía ser garantizada con un empréstito de los Estados Unidos, los esclavistas organizaron una campaña pública en la que acusaban al mandatario de querer vender la provincia española. Después, los indicios son poderosos y la conjetura fiable, organizaron el asesinato de Prim, ejecutada por mano de sus socios políticos peninsulares.

Fuente: Diario El País (España).15/01/2012.

 Inglaterra y la abolición de la esclavitud en el Perú.

Abolición de la esclavitud (I)

Abolición de la esclavitud (II)

Manuel Fraga, veterano franquista y promotor de la incorporación de la derecha a la democracia.

Fraga y la libertad: una pasión tardía

Por: Antonio Elorza. Catedrático de Ciencia Política.

Manuel Fraga fue el prototipo de una personalidad autoritaria. Cuando el relato de su vida destaca la sucesión de posiciones políticas en apariencia contradictorias, desde su lealtad al franquismo y a Franco, que nunca desmentirá, a su implicación sincera en el proceso de incorporación de la derecha a la democracia, es necesario tener en cuenta que siempre hubo un hilo rojo explicativo de su conducta: una adhesión sin reservas al orden establecido, del cual derivaba la autoridad legítima, frente a cualquier tipo de subversión, la de la oposición democrática hasta 1976 o la del 23-F. Firme en sus lealtades, Fraga fue un hombre siempre seguro de sí mismo, escasamente dispuesto a admitir que alguien frente a él pudiera tener la razón. Su adscripción a los principios de autoridad y jerarquía era manifiesta en todos los órdenes de la vida, no solo en la política, sino también, para quienes fuimos sus alumnos, en la universitaria, y por los datos disponibles, sin que ello afectara al sentimiento, en la familiar. De ahí el gran acierto de Aznar al poner en sus manos una carta de dimisión al ser nombrado al frente del PP: nada podía ser más grato a Fraga que tal reconocimiento pleno de su auctoritas.

Esa vocación dominadora no era secreto alguno para quienes siguieron sus cursos en Políticas y Económicas, en vísperas de su ascenso en 1962, cuando ya los estudiantes le montaban escenas jocosas sobre su ambición, presentando en el Paso del Ecuador a una señora Friega y Barre sobre la cual "no hay secreto, no hay misterio, va buscando un Ministerio". Su ya notoria puntualidad tenía el coste de ser llamado "el abominable hombre de las nueve", hora en que cerraba la puerta al llegar a clase, incluso al estudiante que llegara a sus espaldas. (Aquí había algo de trampa, porque la clase acababa a las diez menos cuarto, pero no para tarea oficial alguna, sino para acudir a un gimnasio en la calle Casado del Alisal). Pero por encima de eso era respetado. Sus clases eran milimétricamente precisas, apoyadas en torres de fichas, con su texto pronunciado con la mirada puesta a la intersección de la pared frontal y el techo. En mi tiempo, chicos y chicas separadas. Su libro de referencia, La crisis del Estado, como admirador de Carl Schmitt, resultaba indigesto, pero las clases eran muy informativas. Cumplía a fondo con su tarea docente.

Ministro entre 1962 y 1969, Fraga concebirá primero su papel como puesta en marcha de un reformismo fiel al régimen. En 1965 declara al Times que el futuro de España sería monárquico, después de una transición reformadora impulsada ¡desde el Movimiento Nacional! Y en ese juego va a instalarse, no dudando como ministro de Información en implicarse a fondo al avalar decisiones represivas, frente a intelectuales, sindicalis

-tas, comunistas, con la ejecución ilegal de Grimau como momento culminante. Nunca renegará de esa conducta, prolongada luego hasta la declaración del estado de excepción y la siniestra manipulación del asesinato del estudiante Ruano. No creo tampoco que los demócratas deban perdonárselo. Paralelamente, amén de su eficacia en la racionalización del turismo, ahí está la Ley de Prensa, que hoy puede parecer limitada y contradictoria, que incluyó políticas de persecución como la llevada a cabo contra Ruedo Ibérico, pero al mismo tiempo hizo posible entre zigzags comprar periódicos legibles como Madrid, que muchas veces pasara Le Monde y que pudieran llegar libros y autores hasta entonces condenados. Y también gotas del nuevo cine, en salas "de arte y ensayo".

Siempre entre explosiones. Cuando en una arriesgada presentación pública de la ley en el Paraninfo de la Complutense los estudiantes ridiculizaron su imagen como paladín de la libertad -había permitido que Conchita Montes dijera furcia en una comedia de Achard-, su estallido de ira solo tuvo comparación con el monumental pateo recibido. Un ejemplo entre muchos. Su capacidad de aguante era mínima.

Entre la política de autoridad a ultranza del régimen, que defendía, y la exigencia de modernización, algo de lo cual era muy consciente, Fraga intenta entonces la transformación de la dictadura, cargada de residuos totalitarios, en un auténtico régimen autoritario, que el franquismo, por mucho que escribiese Linz, no era. A Fraga le gustaba la Baviera de Franz Josef Strauss. Pero ni Franco ni su entorno estaban dispuestos a admitir la transformación. Las iniciativas de cambio desde dentro fracasan, lo cual en definitiva viene bien a la imagen de Fraga. Así, cuando el régimen entre en un callejón sin salida agónico, desde su Embajada en Londres podrá aparecer como la solución de cambio conservador: Fragamanlis, un Caramanlis español.

No obstante, Fraga seguía encerrado con su juguete preferido: la autoridad. En 1973 dirige y prologa la serie de estudios La España de los 70: su introducción es inequívoca en cuanto a ver en la democracia la precondición para que se afirmen los procesos de modernización. Sin embargo, llegado a hablar de España, las reformas propuestas eluden la política. Hasta en su etapa de ministro de Gobernación en 1975-1976, cuando introduce la referencia a Cánovas, siempre ve el cambio como algo que desde su poder tendrá unos límites por él trazados; más allá solo está la inevitable represión. En las declaraciones como ministro a The New York Times, de enero de 1976, dibuja con perfiles precisos esa concepción: "La libertad tiene que estar establecida por un hombre fuerte", dispuesto a "hacer cosas no agradables" y a no admitir presión alguna. De cara a la transición democrática, seguía pensando lo mismo que en su condena de las utopías del 68. Y así fue, con la mortífera represión de Vitoria. Solo faltó para aislarle otra entrevista al mismo diario americano, en junio de 1976, aceptando a medio plazo una legalización del PCE, con lo cual se enajenó a la derecha franquista. Autoritarismo y realismo político en oscilación pendular. Las posibilidades de Fraga como líder nacional habían acabado.

Paradójicamente, la democracia le vino bien, una vez privado de toda posible actuación gubernamental. Ahora era el sistema político el que le imponía los límites y podía entrar en juego la capacidad política de Fraga, con su sentido de la realidad y un dinamismo organizativo donde se asociaban firmeza y eficacia. Al veterano franquista le encantó participar en la redacción de una ley fundamental democrática y, tras superar muchos obstáculos, forjar desde los residuos del franquismo un partido conservador de gobierno. Luego vino el importante premio de consolación, con la presidencia de su amada Galicia. En sus últimos años, Fraga pudo ser políticamente feliz. Nunca se arrepintió de aquello de que hubiera debido arrepentirse.

Fuente: Diario El País (España). 18/01/2012.

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Cuando Fraga daba miedo. Rosa Montero.

Frases de Manuel Fraga.

martes, 17 de enero de 2012

Islas británicas, Gran Bretaña, Reino Unido e Inglaterra. Los separatismos de Irlanda, Escocia y Gales.

"Britania e Inglaterra"

Por: Isaac Bigio (Historiador)

En muchas personas se confunde lo que son las islas británicas, Gran Bretaña, Reino Unido e Inglaterra. Estos 4 conceptos no son sinónimos y comprender sus diferencias debe ayudar a entender a los separatismos de Irlanda, Escocia y Gales. Mientras el primero ha conseguido una independencia y el segundo va hacia una nueva, el tercero puede verse alentando por esa dinámica.

Las 2 mayores de las 6,000 islas británicas son Irlanda y Gran Bretaña. La primera está partida en 2 Estados (26 de sus 32 condados forman la república irlandesa y los 6 condados del noreste forman una provincia del Reino Unido). La segunda está dividida en 3 países que son parte del Reino Unido (Escocia que ocupa el tercio norte, Gales que es su península noroccidental e Inglaterra donde está la mayoría del territorio y viven más de 50 de los 60 millones de habitantes de dicha isla).

Las islas británicas estuvieron bajo el control de Londres cuando ésta llegó a ser desde el inicio del siglo XVIII al del comienzo del siglo XX la gran potencia ultramarina. La corona británica supo cooptar a los habitantes de esas islas para apuntalar su imperio colonial (que llegó a ser el mayor de la historia) y repoblar Norteamérica y Australasia.

Sin embargo, ésta no pudo anular diferencias históricas que le han ido afectando. Inglaterra es la parte de las islas británicas más cercana al continente y por ello ha sido la que más ha recibido la influencia de los romanos (que fundaron Londres), los germánicos (que trajeron lo que hoy es el idioma inglés) y los franceses (que construyeron los principales castillos ingleses en los 3 siglos que dominaron la isla desde 1066).

Sin embargo, en las márgenes del este y norte, los británicos mantuvieron la herencia lingüística y cultural de los pueblos celtas que habitaron originalmente en toda esa isla y parte de Europa. Gales es el país del mundo que tiene más castillos por kilómetro cuadrado evidenciando la militarización con la cual los franceses que dominaron Inglaterra los sometieron, en tanto que su lengua es la única de las celtas que mantiene cientos de miles de hablantes nativos. Si Gales es desde hace 8 siglos parte de la misma corona y sistema legal de Inglaterra y sus pueblos se conectan más con los adyacentes de Inglaterra que entre los mismos de Gales; Irlanda y Escocia, si bien han adoptado al inglés como su idioma y allí muy pocos hablan lenguas nativas, han mantenido mayor identidad cultural y legal.

Escocia conformó en 1707 el Reino Unido con Inglaterra aunque mantiene su propio sistema legal y educativo y hoy tiene un parlamento, además de un gobierno proindependencia. Irlanda fue el centro de la resistencia católica a la iglesia anglicana de la corona británica. Cuando se dio la revolución industrial, Irlanda proveyó de productos agrarios y mano de obra, mientras que su atraso y monocultivo de papas condujeron a una hambruna que mató a un millón de ellos en los 1840s.

Históricamente los irlandeses han visto a los británicos como sus colonizadores mientras que el Reino Unido logró mantener el control del noreste de la isla gracias a que allí los descendientes de británicos protestantes son mayoría. El status de dicha provincia se alteraría en caso de que Escocia votase por la independencia, en tanto que Gales, si bien mantendría su asociación con Inglaterra, podría demandar su propio parlamento (hoy tienen una asamblea y el mismo sistema legal y educativo de Inglaterra).

Fuente: Diario Correo (Perú). 15/01/12.

lunes, 16 de enero de 2012

Eduardo Dargent: "es prematuro hablar de una generación académica de politólogos"

Generaciones

Por: Eduardo Dargent (Politólogo)

En días pasados se ha discutido sobre la aparición de una nueva generación de politólogos en el Perú. Martín Tanaka le da un marco más amplio a la discusión y se pregunta si en las Ciencias Sociales se está formando una generación distinta a la del 68. Como ejemplo de una disciplina en la que ya existirían divisiones generacionales significativas, Martín, siguiendo a Paulo Drinot, señala a los historiadores.

Uso el caso de los historiadores para resaltar por qué, en mi opinión, es prematuro hablar de una generación académica de politólogos. Al hablar de “generación” no me refiero a un grupo de intelectuales públicos que siguen banderas similares, uso común del término en la historia de los movimientos intelectuales. Me refiero a algo más simple, aunque puede coincidir con lo anterior: académicos que, además de edad similar y nacionalidad común, tienen aproximaciones parecidas a su objeto de estudio.

Simplificando, podemos distinguir tres generaciones académicas de historiadores peruanos. Los historiadores hispanistas, generalmente de talante más conservador y concentrados en el estudio de las élites, marcaron el tono antes de los setenta. La “nueva historia” surge en parte en reacción a esa corriente y ofrece una lectura histórica mucho menos armoniosa del país y más enfocada en “los de abajo”. Sigue luego una tercera hornada que tiene en común una posición crítica (en mayor o menor medida) de ambos enfoques. Hoy este grupo, vinculado en su mayoría a la academia anglosajona, publica en las mejores revistas y editoriales de la disciplina. Sus trabajos, además, suelen trascender el caso peruano, que es una excusa para discutir temas más amplios.

Pues bien, creo que en ciencia política estamos todavía lejos de poder hablar de una “nueva” generación. Primero, porque carecemos de una generación previa de la cual distinguirnos. La obra de Julio Cotler, los momentos que le robamos a Carlos Franco, y los sociólogos e historiadores que han escrito sobre política no me parecen suficientes individuos como para hablar de una generación de politólogos que comparta cierto enfoque. Otros autores cercanos a esa edad privilegian otros enfoques, haciendo más difícil encontrar diferencias claras entre lo viejo y lo nuevo.

Más importante, mi supuesta generación recién empieza su carrera académica. Somos pocos y no tenemos suficientes trabajos publicados como para hablar de un aporte significativo a la disciplina. Hay productos interesantes, pero es prematuro para saber hasta dónde llegaremos. Me parece que algunos medios confunden caras nuevas hablando y escribiendo de política (que las hay) con producción académica generacional (que todavía no alcanza).

Pero, además, incluso si llegamos a tener esa obra, dudo que haya rasgos comunes que permitan agruparnos, más allá de la edad. El libro de Alberto Vergara sobre las elecciones de 2006 en el Perú (‘Ni Amnésicos Ni Irracionales’), por ejemplo, está más cerca del Cotler de los setenta que del Tanaka de los noventa. Por todo ello, creo que es mejor esperar varios años antes de hablar de generaciones.

Fuente: Diario 16 (Perú). 15-01-2012.

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