domingo, 31 de enero de 2010

Santo Domingo y la ocupación española de 1861.

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Relatos de una isla

Por: Rosa Garibaldi
Historiadora y diplomática peruana.

En 1861, la República Dominicana —que ocupaba las dos terceras partes de la isla Hispaniola o Española— volvió a dominio del reino de España. La pequeña nación se había independizado en 1821 pero estuvo 22 años bajo el dominio represivo de la República de Haití, seguido por 17 tormentosos años de autogobierno en precaria situación frente a un agresor permanente.

En pos de la seguridad

Hacia 1861, el presidente dominicano Pedro Santana logró expulsar a los haitianos. Buscando un estatus de seguridad bajo la protección de alguna potencia extranjera, intentó acercamientos con Gran Bretaña, Francia, España y con Estados Unidos. España aprovechó para intrigar, provocando una “espontánea” declaración de Santana solicitando la anexión. Sobre esa base, España declaró la anexión y envió sus tropas. En abril de 1861, el presidente haitiano Fabre Geffrard protestó por la reocupación de la República Dominicana. Haití temía que el establecimiento de una gran potencia en la isla se convirtiera en amenaza directa a su independencia.

Complicado panorama

Las únicas naciones con fuerza militar para frenar a España —Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos— no pudieron o no quisieron hacerlo. Gran Bretaña no objetó la anexión, pues España no representaba amenaza para sus intereses. La anexión, además, evitaría cualquier pretensión estadounidense sobre la isla; España no reintroduciría la esclavitud, y la mira de Napoleón III estaba puesta en conquistar México.

Misión frustrada

William Seward, secretario de Estado del presidente Abraham Lincoln, se enteró del proyecto anexionista y creyó encontrar el pretexto para una guerra contra España. Su idea era unir nuevamente a su país frente a un enemigo común y evitar la Guerra de Secesión. Seward inició su campaña diplomática —sin esperar la respuesta de Lincoln—, pero fue ignorado por España. Lincoln, además, rechazó tajantemente el proyecto.

Protesta peruana

La reincorporación de la República Dominicana a España fue recibida con gran indignación. El Gobierno Peruano, con Ramón Castilla a la cabeza, fue el primero en protestar y el único en asumir el liderazgo. En nota circular, el 24 de agosto de 1861, a todos los gobiernos latinoamericanos, el canciller José Fabio Melgar propuso “la alianza defensiva para rechazar la reconquista [] cualquiera que sea el nombre con que se la disfrace”. Afirmó que “al desconocerse la existencia legal de una República Americana, que antes fue colonia, se desconoce virtualmente el derecho de soberanía de las demás”. Calificó la acción del presidente dominicano como “alta traición”. Y declaró que “El Perú no reconoce [] la legitimidad de este acto; protesta solemnemente contra él, y condena las intenciones [] en el Gabinete de Madrid hacia la América republicana”.

Sutil agresión

El canciller Melgar advirtió que no era una agresión aislada. España realizaba preparativos navales, habiendo declarado neutralidad en los conflictos europeos; se negaba a firmar los tratados reconociendo la independencia de algunos estados americanos —incluyendo al Perú—, y la corte incitaba indirectamente a recuperar los antiguos dominios.

El canciller Melgar concluyó su poderosa nota circular a los cancilleres de las repúblicas hispanoamericanas solicitando su cooperación “para conjurar oportunamente el peligro que correría la América, si España o cualquiera otra Potencia [] desarrollase las pretensiones que se han iniciado en Santo Domingo; y la invita a que, de común acuerdo [] se adopte la política para conjurar, en el caso previsto, calamidad de tanta trascendencia”.

Ansias de reconquista

La cancillería peruana lanzó una firme campaña diplomática para alertar sobre el peligro de la reconquista. El mismo día que envió la protesta a los gobiernos latinoamericanos, Melgar dirigió una nota a Ecuador. En ella pedía explicaciones al presidente Gabriel García Moreno por la promulgación de una ley adjudicándose territorios reclamados por el Perú. Dos meses después, Melgar instruyó a Pedro Gálvez, ministro ante las Tullerías, y a Luis Mesones, encargado de negocios ante la corte de Saint James, para que los correspondientes ministros de Relaciones Exteriores declararan que no apoyarían una monarquía española en México.

Ojo con el guano

Las respuestas al canciller José Fabio Melgar no comprometían apoyo; Argentina y Chile expresaban reticencia. Manuel Ancízar, canciller de Colombia, sí comunicó la adhesión de su gobierno y advirtió que había recibido varios avisos de “las pretensiones de España de apoderarse de los ricos depósitos de guano que forman una de las principales fuentes de rentas del Gobierno del Perú, pretensión que, si resultase cierta, puede estar entrelazada a planes de mayor trascendencia que la ocupación de Santo Domingo”.

A pesar del liderazgo del Perú para motivar la solidaridad continental en apoyo a la República Dominicana, los planes no se concretaron pues la ocupación española de la isla —por la lejanía de esta del continente— no se veía como una gran amenaza. Profunda conmoción suscitó en la América Latina, más bien, la invasión de México.

Población en contra

La reincorporación española de la República Dominicana resultó un fiasco. En 1862, surgieron las primeras protestas internas. El propio presidente Santana se enemistó con sus aliados españoles, que reemplazaron a los dominicanos en todos los puestos de mayores ingresos, tanto civiles como militares, imponiendo rigurosas leyes que oprimían al pueblo.

España instaló una fuerza permanente de 25.000 hombres en Santo Domingo, pero no pudo vencer la resistencia de la población ni los estragos de la fiebre amarilla. En 1865, las cortes aprobaron una ley derogando la anexión. La revuelta general venció y dio lugar a la instalación de un gobierno republicano provisional.

Datos:

Solidaridad en la isla

Frente al terremoto que ha asolado a Haití, el presidente dominicano, Leonel Fernández, facilitó , desde un inicio, el traslado, a través de su territorio, de todo tipo de recursos del exterior y expresó la urgencia de una estrategia de largo plazo de países solidarios para la reestructuración y desarrollo de la sufrida nación.

Compartir el aislamiento

“Haití y República Dominicana comparten una misma isla, La Hispaniola o Española. Cristóbal Colón la descubrió el 5 de diciembre de 1492 a fines de su primer viaje a “las indias”. Allí se estableció la primera colonia española del Nuevo Mundo que sirvió de base logística para la conquista de la región.

Los restos de la nave Santa María, que naufragó tras impactar con un arrecife coralino, sirvieron para las primeras construcciones del lugar. Colón llamó a toda la isla: Santo Domingo.


Fuente: Diario El Comercio. Domingo 31 de Enero del 2010.

sábado, 30 de enero de 2010

El modelo neoliberal y la democracia en Perú y Chile.

Perú y Chile: perspectiva comparada

Por: Sinesio López (Sociólogo)

En el 2010 el modelo neoliberal extremo aplicado en el Perú cumple 20 años y la democracia, 10. Pero los peruanos seguimos discutiéndolos y cuestionándolos como si se hubieran instalado ayer. En Chile, en cambio, el modelo neoliberal (instalado por Pinochet, pero reformado y humanizado por la Concertación) tiene más de 35 años y la democracia (consolidada), 20. Los chilenos discuten apasionadamente sobre ellos y sobre el destino de su país, pero no lo cuestionan todo.

¿Cuál es la diferencia entre el Perú y Chile ? Hay varias. Aquí vamos a analizar, en primer lugar, las fundamentales que se refieren a la democracia y al modelo económico y, en segundo lugar, las que tienen que ver con el contexto político y social interno. El tiempo cuenta, por cierto, pero no se trata sólo de edades de la democracia y del modelo económico, sino de calidades.

En la cuestión de la democracia, Chile, a diferencia del Perú, tiene un sistema electoral coherente (pese a las distorsiones introducidas por Pinochet y que han sido parcialmente corregidas), cuenta con un sistema de partidos que funciona y que en Perú no existe, ha instaurado un presidencialismo de coalición (tanto de izquierda como de derecha) a diferencia del lastimoso presidencialismo plebiscitario que nosotros sufrimos.

En lo que se refiere al modelo neoliberal, las diferencias son claras. El modelo chileno, a diferencia del peruano que sólo venera el mercado, no le hace ascos al Estado; ha desarrollado, a diferencia de la predominante exportación tradicional del Perú, un equilibrio entre la industrialización y la exportación primaria; se abre al exterior pero protege también su mercado y sus intereses nacionales, a diferencia del Perú que sólo hace lo primero; reconoce los derechos sindicales de los trabajadores, a diferencia del Perú que los criminaliza; es distributivo tanto a través de los salarios (que en el Perú han bajado de 30% del PBI en 1990 a 21% en el 2008) como a través de la presión tributaria (23% vs. el 14% en el Perú); es el único país de AL que ha reducido persistentemente la pobreza hasta llegar al 13.7% en el 2008, a diferencia del Perú que bordea el 40% de pobres.

En lo que se refiere al contexto político y social examino brevemente tres factores que reducen drásticamente la incertidumbre que produce la democracia: la Constitución, el Estado y el sistema hegemónico. En primer lugar, Perú y Chile comparten el hecho de tener constituciones impuestas por dictaduras que no han logrado cambiar. Esas constituciones, como toda Constitución impuesta (que no es el resultado de un acuerdo social), ofrecen garantías y seguridades sólo a las clases altas en desmedro de las clases populares. Eso genera descontentos, protestas e inestabilidad. En segundo lugar, Chile tiene desde el siglo XIX un Estado mejor organizado que el peruano. Si bien el Estado chileno no ha llegado a ser un Estado de todos, ha avanzado mucho en la efectividad legal (justicia para todos), en la eficacia burocrática, en educación, salud, seguridad, en la transparencia y el control (menos corrupción). Eso explica que Chile despliegue políticas de Estado que el Perú no conoce y que ni siquiera ha comenzado a diseñar.

En tercer lugar, el sistema hegemónico, que tiene que ver con el nivel de integración social del país gracias a que los grupos económicos y sociales poderosos aceptan la institucionalidad política y reconocen los derechos de los de abajo y estos aceptan la dominación social de los de arriba, tiene plena vigencia en Chile. El triunfo de Piñera en Chile lo expresa claramente.

Las políticas de Estado y el sistema hegemónico, además de la institucionalidad democrática coherente y eficaz y de un modelo económico neoliberal reformado por la Concertación, explican la estabilidad chilena que contrasta con la inestabilidad peruana.

Fuente: Diario La República. Viernes 22 de enero del 2010.

viernes, 29 de enero de 2010

Javier Pérez de Cuéllar, Secretario General de las Naciones Unidas (1982-1991).
















Javier Pérez de Cuéllar: el aniversario y la historia

Manuel Rodríguez Cuadros
Ex canciller del Perú. Actual embajador en Bolivia.

Javier Pérez de Cuéllar cumplió noventa años el 19 de enero. Y fue objeto de un justo homenaje. Un excelente signo de buena salud nacional, en un país donde el reconocimiento al otro siempre es esquivo. Schopenhauer decía que “la verdadera salud del espíritu consiste en la perfección del recuerdo”. El recuerdo del nonagésimo aniversario de Pérez de Cuéllar, lleno de simbolismos, es también una manera positiva de valorar en su propio itinerario la vida y el hombre, la obra y la historia de quien es, en la concepción de Jorge Basadre, un referente esencial de la realización de la promesa de la vida peruana .

Cuando Javier Pérez de Cuéllar asumió la Secretaría General de las Naciones Unidas, en enero de 1982, el mundo observaba cómo se agudizaba la lógica del conflicto. En abril se inició la guerra de las Malvinas. Casi simultáneamente Israel atacó el Líbano. Irán e Irak seguían escalando en la guerra. En noviembre Andropov rechazó la propuesta americana de la opción cero. Maurice Bertrand en L´Etat du Monde, sentenciaba: “La ONU en definitiva sólo aparece como un foro de propaganda… nadie sabe todavía qué tipos de reforma podrían dar mayor utilidad a la organización”.

Seis años después la situación cambió radicalmente. La ONU a un ritmo inteligentemente dirigido por Pérez de Cuéllar y acompasado con los cambios que se aceleraron a partir de la “perestroika”, pasó por primera vez en la historia a ejercer sus poderes reales a través del Consejo de Seguridad. Se puso fin a la guerra Irán-Irak, la invasión de Irak a Kuwait fue objeto de una intervención legítima aprobada por el Consejo de Seguridad que culminó con la restitución de la soberanía de Kuwait; en Afganistán la mediación de Naciones Unidas logró el cese del fuego y el retiro de las tropas soviéticas; se firmaron los acuerdos de paz en El Salvador; en Camboya se negoció el cese del fuego; las Naciones Unidas obtuvieron la independencia de Namibia y un avance decisivo para liquidar el apartheid, incluyendo la liberación de Nelson Mandela el 11 de febrero de 1990.

El mismo Maurice Bertrand, tan crítico de la inoperatividad de la ONU en 1982, escribió en 1989: “…la ONU y su secretario general, Javier Pérez de Cuéllar, gozan de una sostenida popularidad, el papel jugado por la organización en la resolución de los conflictos regionales ha ganado la primera página de la prensa internacional; las fuerzas para el mantenimiento de la paz han obtenido el Premio Nobel. ¿Cómo explicar este cambio en la situación?”.

La respuesta está en la forma como Pérez de Cuéllar leyó las tendencias del cambio y lideró las negociaciones, asegurando que por primera vez en su historia el Consejo de Seguridad asuma plenamente sus facultades y funciones, en una sintonía fina con el ejercicio eficaz de las propias prerrogativas y capacidades del secretario general. Sin confundir los poderes de uno y otro.

En medio de decisiones que cambiaron la historia del mundo, Pérez de Cuéllar nunca perdió de vista al ser humano, a la población civil en los conflictos o a su dignidad frente al poder despótico. Hay en su pensamiento y obra un sustrato humanista, ajeno a toda retórica, que lo dota de una dimensión universal.

Fuente: Diario La Primera. Lunes 25 de enero del 2010.

miércoles, 27 de enero de 2010

Libro: La nación y la muerte. La Shoah en el discurso y la política de Israel.

El Holocausto como discurso político
Idith Zertal critica el empleo del exterminio para justificar la política de Israel

JUAN MIGUEL MUÑOZ - Tel Aviv - 27/01/2010

Idith Zertal, profesora de Historia y Filosofía Política en la Universidad de Basilea desde hace casi un lustro, nacida hace 66 años en el kibutz de Ein Shemer, está entusiasmada. Los orígenes del totalitarismo, obra maestra de Hannah Arendt, ha sido traducida al hebreo. "El trabajo de Arendt ha sido silenciado durante 60 años, es una lucha enorme introducirlo en Israel", comenta. Pero no menos satisfecha está con la edición en español de su libro La nación y la muerte. La Shoah en el discurso y la política de Israel, en fecha oportuna, ya que hoy se celebra el Día del Holocausto. Una actividad, la política en su país natal, que desencanta a una mujer que se declara "nada nostálgica y reacia a mitificar el pasado", aunque a renglón seguido parezca añorar los tiempos en que Israel era "un país totalmente diferente".

Zertal habla de un "país de excesos en todo y de paradojas". Sin ir más lejos, su libro se estudia en la Universidad de Bar Ilán, bastión de los colonos judíos que abominan de tesis como las sostenidas por Idith. Aborda la inmensa influencia del "estamento y la industria militar que determinan la agenda política" y "la ocupación maligna" de los territorios palestinos: "Gobernar a otro pueblo de manera tan brutal es devastador también para nosotros". Y, sobre todo, incide en la omnipresencia de la muerte -"de matar y ser matados"- y del Holocausto en el discurso político israelí. "Está siempre presente para justificarlo todo: nuestras prácticas políticas y nuestra autopercepción como víctimas".

"El vínculo entre la constitución del Estado y la Shoah y sus millones de muertos sigue siendo indisoluble... Desde 1948 y hasta la crisis de 2000 no ha habido guerra que no se haya percibido, definido y conceptualizado en la sociedad israelí desde una perspectiva ligada al genocidio", opina la docente. Y pone un ejemplo de ese empleo, a veces obsceno, de la matanza sistemática perpetrada por el régimen nazi.

"Al comienzo de la segunda Intifada palestina, en 2000, Simón Peres visitó a Yasir Arafat en Gaza y le advirtió: 'No podemos permitir otro Holocausto'. Es demencial. Entonces, antes de la oleada de atentados terroristas, morían 100 palestinos por cada israelí. Este discurso devalúa el Holocausto y es un ataque contra las víctimas. Hablar de genocidio en ese contexto es aberrante". Desde entonces nada ha cambiado. Incluso Richard Goldstone, el juez surafricano judío que acusa de crímenes de guerra a Israel en Gaza, ha sido equiparado a Hitler.

Oscila la profesora "entre la desesperación y el optimismo". "Cuando observo la demografía, el primitivismo político, y no sólo el de los partidos religiosos, concluyo que la política está muy corrompida. No me refiero al dinero, hablo de corrupción de conceptos políticos. No sé lo que sucederá en este país que está perdiéndose moralmente. Parafraseando al legendario ministro de Exteriores Abba Eban, perdimos todas las oportunidades. No veo a ninguna figura política que pueda emerger de esta confusión. Es trágico porque hay tanto talento y energía. Y una pena, porque el tiempo juega en nuestra contra. Al final, somos nosotros los vulnerables".

Fuente: Diario El País (España). Miércoles 27 de enero del 2010.

martes, 26 de enero de 2010

Hechos del primer gobierno de Evo Morales.

Evo Morales: segundo mandato

Autor: Guillermo Giacosa (Periodista)

En el inicio de su nuevo mandato, Evo Morales, presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, reseñó los logros de la gestión que acaba de finalizar. Destacó que, entre 2002 y 2005 –es decir, antes de que él asumiera la presidencia–, se generaron 228 mil puestos de trabajo y comparó: “En nuestra gestión fueron creados 413,757 nuevos empleos”. Y aseguró de que el desempleo afecta al 6% de la población, mientras que antes de él era del 12%. Morales destacó un tema del cual la prensa no suele ocuparse: la lucha contra la esclavitud. Y afirmó que su gobierno luchó contra este flagelo, vigente en varias estancias del Oriente. Según la Organización de los Estados Americanos (OEA), en el Chaco boliviano hay entre 500 y 800 familias guaraníes sometidas a servidumbre análoga a la esclavitud. “Hasta ahora, 150 familias fueron liberadas, pero aún siguen sometidos a esclavitud muchos hermanos indígenas. Vamos a continuar hasta librarlos a todos”, dijo el presidente boliviano.

Según Morales, antes de su llegada al gobierno, el costo de saneamiento de una hectárea era de 10 dólares, porque el Estado tercerizaba la investigación para conocer el origen de las propiedades. “Ahora nos cuesta un dólar por hectárea. Es impresionante cómo antes se robaban la plata”, opinó. También indicó que, desde 1996 hasta su asunción, habían sido saneadas y tituladas 9’321,000 hectáreas, y subrayó que desde el 2006 se llegó a sanear y titular 31’181,000 hectáreas.

De acuerdo con la ley INRA, si una parcela agraria no cumple una 'función económica social’ –es decir, está ociosa–, debe volver al Estado para que la distribuya entre familias sin tierra. Si se constata que en esa propiedad utilizan mano de obra esclava, las hectáreas vuelven automáticamente al gobierno. Hasta ahora, Morales ordenó la reversión de 450 mil hectáreas. Las organizaciones indígenas y campesinas partidarias del presidente consideran que aún hay muchas tareas pendientes en cuanto a la distribución de la tierra. Por eso, muchas piden que el INRA quede bajo su conducción. Morales afirmó que hay 13 millones de hectáreas fiscales, mientras antes del 2005 solo se contabilizaban 280 mil. “Ojalá nuestros hermanos en Argentina, España y EE.UU. pudieran ser repatriados. Para ellos tenemos 13 millones de hectáreas libres de disponibilidad”.

El presidente evaluó que otro logro de su primera gestión fue la apertura de una agenda para normalizar relaciones con Chile, cortadas desde 1978. “Esperemos que con el nuevo presidente de Chile podamos continuar las negociaciones”, dijo. Morales subrayó la importancia, en un país con alta producción de gas, de instalar un servicio domiciliario, que al presente solo llega al 10% de las casas. También trabajará por ampliar la red de electricidad a las comunidades rurales y urbanas. Luego comparó los ingresos al país por la venta de hidrocarburos. Dijo que, entre 2002 y 2005, el Estado recibió 2,456 millones de dólares. “Luego de la modificación de la ley de hidrocarburos y la nacionalización, recaudamos 8,533 millones”, sostuvo.

Fuente: Diario Perú 21. Lunes 25 de enero del 2010.

viernes, 22 de enero de 2010

La batalla de Miraflores y la ocupación de Lima de 1881.

Imagen: Kalipedia.com
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¡Gloria a Miraflores!

Aldo Mariátegui (Periodista)

LIMA En estos días celebramos un aniversario más de la Batalla de Miraflores, de las pocas terrestres que vale la pena recordar de esa infausta guerra, junto a la épica Arica, el pírrico triunfo de Tarapacá y la injusta derrota de Huamachuco.

En el Perú se suele denigrar todo lo que suene a burguesía y clase media republicana del siglo XIX, a todo lo "blanco limeño", seguramente a causa de los ácidos escritos de González Prada, las caricaturizaciones de Segura y Pardo y Aliaga o las jeremiadas de Basadre, leyenda negra reforzada por historiadores rojos como Pablo Macera, Heraclio Bonilla o Nelson Manrique.

Pero en Miraflores fue ese sector (enrolado en la Reserva) el que se batió como un león junto con los restos del ejército de línea, y que casi derrota a los chilenos, quienes sufrieron su más alto número de bajas (más de dos mil, el 25% de sus combatientes en esa jornada) de todos los enfrentamientos de la guerra.

Allí el estereotipo del limeñito frívolo, blando e irresponsable quedó por los suelos, pues lo que sobraron fueron cojones. Allí no hubo esas vergonzosas deserciones masivas de la previa San Juan o el desorden infantil del Alto de la Alianza, Los Ángeles o San Francisco. Allí tuvimos niños héroes (13 años) como Manuel Bonilla. Allí cayeron los dos hijos adolescentes de Bolognesi y el joven vástago del diplomático Lavalle que casi evitó la guerra. Si la ignorancia no fuese pasto en nuestro país, muchos sabrían que muchos apellidos de calles (Ribeyro, Ugarriza, De la Colina, Tenaud, Casimiro Ulloa, Montero Rosas, De los Heros, De la Jara, Cavenecia, Badani, Chariarse, Terán, Lund, Vivanco, Amézaga, Dañino, Barrón, Torres Paz, Manuel Díaz, Seguín, Arrieta, Valle Riestra, Arias Aragüez, Lembcke, Delhorme) corresponden a civiles que murieron defendiendo desesperadamente a su pequeña ciudad-balneario: comerciantes, jueces, abogados, profesores, colegiales, universitarios, artesanos, viejos, jóvenes, niños... También varios hijos de la colonia italiana ofrendaron sus vidas por su adoptivo Perú.

Lo curioso es que la batalla comenzó por error, pues se había establecido una tregua hasta la medianoche y Piérola se hallaba en negociaciones -dicen que a punto de firmar la rendición, abrumado por la debacle de San Juan- a las dos de la tarde con el cuerpo diplomático en la hacienda Schell cuando unos peruanos abrieron fuego sobre el general chileno Baquedano al verlo hacer un reconocimiento cercano, lo que desató una inesperada lucha generalizada. Los chilenos avanzaron, mientras que el capturado Huáscar y el blindado Cochrane bombardeaban a la ahora bien llamada "Ciudad Heroica" de Miraflores.

La defensa peruana se basaba en siete reductos, ubicados desde casi el acantilado hasta Monterrico, por donde ahora discurren las avenidas Benavides y Primavera. Sólo pelearon cuatro de ellos: 5,500 peruanos contra 8,000 chilenos. Y sólo el sector derecho nacional llevó sobre sí el peso de la batalla.

A las cuatro de la tarde parecía que la victoria era de los miraflorinos y los chilenos ya se planteaban la retirada a Chorrillos. Pero el ala izquierda peruana -que debió bajar desde Surco y Ate- abandonó a los que combatían y la escasez de hombres y municiones decidió la suerte a favor de los sureños. Todo finalizó a las seis de la tarde con 3,000 bajas locales.

Como bien escribió el testigo Casimiro Ulloa: "De toda la Reserva (estos civiles enrolados en el heroico Batallón 6) no había peleado sino una división y sin embargo había contenido al enemigo durante más de una hora ella sola. De 8 mil hombres no habían peleado más de 1,500. Once batallones (el ala izquierda) no habían hecho un tiro".

¡Viva Miraflores, carajo!

Fuente: Diario Correo. Sábado 16 de enero del 2010.

miércoles, 20 de enero de 2010

La increíble historia de Haití: la revolución esclavista y la república temprana.

Jacobinos negros

Por Antonio Zapata (Historiador)

El devastador terremoto que ha golpeado Haití convoca la atención sobre la isla caribeña. En la prensa limeña se pueden encontrar artículos sobre la extensión de la pobreza y la magnitud de los males sociales que la afectan. Pero, muy poco se conoce sobre su historia, que, sin embargo, registra episodios cruciales para toda América Latina.

En la historia universal, Haití es la única revolución exitosa conducida por esclavos. Todas las demás, empezando por la famosa de Espartaco, fueron derrotas, que se saldaron por el restablecimiento de la esclavitud. Los esclavos perdieron en todas partes. Pero, en Haití triunfaron y liberaron a la isla de la potencia colonial, que en la época era Francia. Fue la primera revolución tercermundista y estableció la segunda república del mundo, después de Estados Unidos.

Su líder era de origen africano y fue llamado Toussaint L’Ouverture; había sido propiedad de un convento, donde aprendió a leer y escribir. Entre los esclavos era el único letrado y llegó a ser un estadista. Reunió a un conjunto de generales que surgieron de la esclavitud abrazando el jacobinismo. Era la época de la Revolución Francesa y sus enormes repercusiones en el Caribe.
El ajusticiamiento de Luis XVI y su familia conllevó una enorme intranquilidad social en la isla. Hasta entonces, Francia había desarrollado grandes plantaciones azucareras, que hacían de Haití la perla del Caribe.

Durante el siglo XVIII, Europa accedió por primera vez al consumo masivo de azúcar. La producción se multiplicó a través de extensas plantaciones. Trabajadas en forma bien organizada, se extendían por el Caribe, Brasil y las colonias sureñas de Norteamérica. En realidad, la costa atlántica del Nuevo Mundo estaba llena de plantaciones, que producían para la exportación, esclavizando africanos provenientes del otro lado del océano.

Por su parte, Francia abolió la monarquía y aprobó estruendosamente los derechos humanos. Fue una gran conquista; inició la era democrática, basada en la igualdad jurídica entre ciudadanos. Pero al llegar la noticia al Caribe se quebró la legitimidad. La sociedad esclavista crujió profundamente antes de quebrarse.

Los terratenientes adherían a la monarquía y veían con poca simpatía el rumbo de la madre patria. Ellos entraron en conflicto con los nuevos representantes estatales y se generó una gran crisis entre los de arriba. Por su parte, los esclavos se preguntaban con creciente intensidad, si ellos también eran humanos, y por lo tanto les correspondía el mismo derecho que a los franceses.
Cuando Napoleón proclamó el imperio, terminando con la república francesa, estalló la revolución de Haití. Para 1804, había abolido la esclavitud, pero no proclamado la independencia. Toussaint era leal a la Francia de libertad, igualdad y fraternidad. Ese año, Bonaparte envió una expedición militar fuertemente armada, comandada por un cercano pariente suyo, el mariscal Lecrerc, que trató de reconquistar la isla a sangre y fuego.

Ahí fue la gran destrucción. Los ex esclavos resistieron fieramente, desatando la violencia contra los blancos y la propiedad, incluyendo la infraestructura productiva. Francia impuso el bloqueo liquidando la industria azucarera. Ante la prisión y deportación de Toussaint, sus sucesores –los jacobinos negros– desarrollaron una cruel guerra de razas.

Obtuvieron la independencia, terminaron el latifundio y cada familia de ex esclavos se hizo dueña de una pequeña chacra. Luego, se generalizó la pobreza que acompaña a Haití desde entonces. A consecuencia de la guerra imperialista, el país nació destruido y en crisis permanente. Lleva 200 años de pesadumbre.

Fuente: Diario La República.
Miércoles 20 de enero del 2010.

martes, 19 de enero de 2010

Líneas estratégicas de la política exterior peruana desde la década de los 70’.

Palacio de Torre Tagle, sede de la Cancillería peruana.
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El Canciller Miguel Ángel de la Flor Valle

Manuel Rodríguez Cuadros
Ex canciller del Perú. Actual embajador en Bolivia.

El 12 de enero falleció el general de división Miguel Ángel de la Flor Valle, ministro de Relaciones Exteriores del Perú entre 1972 y 1976. La diplomacia peruana debe honrar su memoria. De la Flor además de un destacado oficial del Ejército, fue uno de los cancilleres más importantes de la segunda mitad del siglo XX. De hecho si se tiene en cuenta que ejerció el cargo durante el mayor tiempo del gobierno del general Juan Velasco, fue responsable de las líneas estratégicas de una política exterior que varió el patrón histórico de las relaciones externas del Perú.

La política exterior de Velasco llevó al Perú de la provincia al mundo. Al universalizar las relaciones externas, geográfica, política y temáticamente, se abrió un nuevo curso para la diplomacia peruana. Ninguna gestión externa post Velasco se entiende sin la política exterior de Velasco. Para analizarla hay que situarse en el mundo y el Perú de los años sesenta. El mundo de la guerra fría y el Perú oligárquico.

Un mérito innegable es que se hizo una reflexión teórica sobre la dimensión externa del problema peruano de esa época, inserto en el mundo de esos años. El pensamiento de Carlos García Bedoya sobre la política exterior es la expresión conceptual mejor elaborada de este proceso. Miguel Ángel de la Flor Valle lo condujo en su mayor parte y en sus momentos más decisivos.

De la Flor tenía mucha claridad sobre dos ideas claves. Las decisiones de política exterior deben gozar de una amplia autonomía frente a los poderes extranjeros. Y su motivación debe responder a los intereses nacionales Este razonamiento conducía inevitablemente a uno de los requisitos de toda política exterior moderna y de carácter nacional: el reconocimiento de las interrelaciones funcionales entre los procesos internos sociales, económicos, políticos y de defensa nacional, con sus correspondientes externos. La diplomacia a contramano de lo que se cree no se formula ni ejecuta de las fronteras hacia afuera, sino del interior del país hacía el mundo. Y viceversa.

Quizás este sea el legado más importante de la política exterior de Velasco y de la Cancillería de Miguel Ángel de la Flor: la diplomacia debe ser un factor dinámico de la búsqueda del desarrollo, el bienestar y la seguridad para la población y a través de ella para el Estado y la nación.

En su gestión, la Cancillería integró de manera muy coherente los factores internos y externos del desarrollo y la seguridad nacional en una visión estratégica de la proyección externa del Perú. Liberó a la diplomacia peruana de la camisa de fuerza que significaba el alineamiento estratificado con uno de los polos de poder de la guerra fría.

Al mismo tiempo, nunca se perdió de vista la consulta y la negociación como método para la solución de las diferencias con Washington. Aún en las líneas de la diferenciación y el conflicto la diplomacia peruana de la época fue seria, previsible, activa y respetada.

La aceptación a nivel mundial de la tesis de las 200 millas, la irrupción del desarrollo en la agenda de la diplomacia nacional, la reestructuración del sistema interamericano y una visión conceptual sustentada en la opción no alineada ante un mundo bipolar, son procesos y hechos de la política exterior que siempre estarán unidos al recuerdo y a la memoria de Miguel Ángel de la Flor Valle.

Fuente: Diario La Primera. Lunes 18 de enero del 2010.

lunes, 18 de enero de 2010

Camus: Pied-noir y ciudadano de frontera. La identidad mestiza.

A cincuenta años de Camus

Alfredo Barnechea (Escritor y periodista)

LIMA El 4 de enero se cumplieron cincuenta años de la trágica muerte de Albert Camus, en un accidente de auto.

Tenía sólo 46 años, pero ya había escrito varias obras inmortales, y ya era Premio Nobel (el más joven en recibirlo desde Kipling).

Qué increíblemente joven era. De haber vivido, habría cumplido 76 años al momento de la caída del Muro de Berlín. A fin de cuentas, Octavio Paz, su exacto contemporáneo, murió a los 84, y Claude Levi-Strauss, cuatro años mayor, acaba de morir a los cien.

¿Qué habría escrito? ¿Qué era, en el fondo: filósofo, novelista, dramaturgo? ¿O un pensador abierto, al que le gustaba escribir en trilogías: un ensayo, una novela, una obra de teatro (como cuando reaccionó con La caída a la polémica con Sartre)?

¿Cómo habría reaccionado a los grandes acontecimientos posteriores a 1960? ¿Habría hecho política algún día? Su profesor Jean Grenier pensaba que tenía todos los talentos para ello. Es verdad que brilló en la escena pública, y en el debate, desde los tiempos clandestinos del periódico Combat, pero a la vez huía de París, hacia Provence, que le recordaba a Argel y al sol de su infancia.

Porque nos olvidamos también de lo increíblemente provinciano que fue, como su coterráneo norafricano, San Agustín. Por fortuna. El historiador Bernard Baylyn ha escrito, a propósito de los "Padres fundadores" de los Estados Unidos, que pudieron construirlo, que hicieron esa gran revolución, que fue la única revolución moderna que no conoció el Terror, precisamente porque eran provincianos, y se hicieron las preguntas simples, naturales, que los habitantes de las cortes habían olvidado.

Camus fue también el testimonio carnal de la fuerza redentora de la educación. Huérfano, pobre extremo, dormía de niño en una sola cama con su madre y su hermano mayor, Lucien. No tenían electricidad ni agua potable. Pero el Liceo francés lo rescató y le dio los instrumentos para convertirse en el gran escritor que fue. Por eso, cuando estalló, la guerra de la independencia de Argelia lo desgarró, porque sabía que el Estado francés lo había protegido.

Francia, y su madre (el padre había muerto en la Primera Guerra), que era no sólo analfabeta, sino medio sordomuda. No podía leer periódicos ni escuchar radio. Nunca pudo leer los libros de su hijo. Pero es a ella a quien se vuelve, agradecido, en Estocolmo, horas antes de recibir el Nobel: "Nunca te he extrañado tanto".

Era un Don Juan, un hombre rendido ante el misterio infinito y mágico de la mujer, pero todas sus mujeres fueron provincianas, o exiliadas, o extranjeras.

Camus estará asociado para siempre a Sartre y a la gran polémica que sostuvieron. Cuando salió El hombre rebelde en 1951, la revista de Sartre, Les Temps Modernes, lo atacó. Camus replicó con una "carta al director", y Sartre contestó con un largo ensayo. Acaso sea la polémica intelectual más influyente del siglo XX. Más tarde, la pareja de Sartre, Simone de Beauvoir, en Los mandarines, su novela en clave, disfrazó a Camus como Henri Perron: mujeriego, buen mozo y melancólico.

Esa gran polémica giró alrededor del comunismo y de sus campos de concentración. Cuando se produjo, hacía más de veinte años que se conocían innumerables testimonios. En 1936, André Gide, que había ido a Moscú a los funerales de Gorki, publicó Retorno de la URSS, con los horrores que había visto y escuchado. Pero Sartre no salía casi nunca de Saint-Germain des Prés.

El tiempo ha desprestigiado a Sartre. Sus novelas son ilegibles, y muchas de sus posiciones (como su defensa de la revolución cultural china) han sido desmentidas por los hechos.

Camus en cambio crece con el tiempo. En su desconfianza de la justicia absoluta por ejemplo. "Entre la justicia y mi madre, escojo siempre a mi madre". Asimismo, en su creencia que, aún si la justicia no es realizada, la libertad ampara siempre el poder de la protesta.

Como argelino, como pied-noir, como ciudadano de frontera, nos enseñó a vivir con las identidades mestizas y con el choque de civilizaciones, antes que el término estuviera de moda.

Quizá porque, aparte de francés, era profunda y orgullosamente español. Los ancestros de su madre habían llegado de las Baleares, el gran amor de su vida fue María Casares, dormía a sus hijos con canciones de cuna españolas, y a Estocolmo sólo invitó a republicanos exiliados.

Era humano, vulnerable. En la maravillosa correspondencia con René Char, que Gallimard publicó hace poco, confesaba su depresión, apenas días antes de recibir el Nobel.

Nos enseñó un pensamiento del Mediodía, recordar los viejos límites, las lecciones de moderación de los griegos, el respeto mediterráneo a la santidad de la naturaleza, el encuentro pagano con el mundo. "El mundo es bello y fuera de él no hay salvación".

También había dicho: "A través del invierno, he descubierto que hay en mí un verano invencible".

Asimismo: "En los hombres, hay muchas más cosas dignas de admiración que de desprecio".

Y también: "No tenemos tiempo de ser nosotros mismos, sólo tenemos tiempo de ser felices".

Su figura ha estado al lado de muchos de nosotros por tanto tiempo, como la de Malraux. Pero Malraux era un héroe épico, un monstruo de lucidez hablándole de tú a todo el arte universal. Camus era como nosotros, un provinciano, que nos enseñó que la cultura de Occidente era también nuestra, y que la compasión era la fuerza mayor de los hombres. Cincuenta años después, como un amigo, sigue aquí, al lado, hablándole a la razón, pero también al corazón de los hombres.

Fuente: Diario Correo. Domingo 17 de enero del 2010.

domingo, 17 de enero de 2010

Identidades yuxtapuestas e integrismos culturales o etnicistas.

Sobre la identidad democrática

Por: Fernando Savater (Filósofo español)

El debate sobre la identidad francesa incitado por el presidente Sarkozy es un síntoma alarmante de cómo se están poniendo las cosas en nuestra Europa de los malentendidos. ¡Preocupación identitaria hasta en el último bastión republicano del radicalismo ilustrado! Si la sal pierde también el sabor… ¿con qué podremos devolvérselo? Probablemente, la mejor respuesta a quienes inquieren en qué consiste la identidad francesa es replicar: “En no hacer nunca preguntas como esta”. Pero hemos llegado a tal punto que ya no podemos limitarnos a esa irónica contundencia. Es preciso intentar de nuevo dar otra vuelta de tuerca a la pedagogía cívica.

En el congreso Casa Europa, celebrado en Turín por inspiración de Gianni Vattimo, escuché una intervención interesante del ex alcalde de Palermo y actual parlamentario italiano Leoluca Orlando, titulada “Identidad y convivencia”. Sostuvo que en la Unión Europea es preciso dejar de hablar para bien o para mal de “minorías”, porque lo que cuenta es que todos formamos parte de la mayoría democrática igual en derechos humanos y garantías civiles. El reconocimiento político de “minorías” estereotipadas consagra una cultura de la pertenencia, según la cual los derechos dependen de la adscripción del ciudadano a tal o cual grupo identitario. Cada identidad se convierte así en un blindaje que justifica excepciones y conculcaciones de las pautas democráticas generales.

Según mi interpretación, existe una diferencia esencial entre la diversidad de identidades discernibles en cualquiera de nuestras comunidades actuales y la identidad democrática que constituye el ADN del sistema político en que vivimos. Como ya he escrito en otro sitio (el curioso debe consultar el capítulo sexto de “La vida eterna”) el asunto se resume en la distinción entre ser y estar. Cada individuo configura lo que es de acuerdo a una gama más o menos amplia de identidades yuxtapuestas: algunas nos vienen impuestas por los azares de la biología, la geografía o la historia, mientras que otras provienen de elecciones más personales en el terreno de los afectos, las creencias o las aficiones. Hay cosas que somos desde la cuna y otras que preferimos o nos empeñamos en ser: ciertas identidades nos apuntan y al resto nos apuntamos. Sobre lo que cada cual es, cree que es o quiere ser poca discusión pública cabe. Se trata de una aventura personal mejor reflejada en obras autobiográficas como las “Confesiones” de San Agustín o de Rousseau, incluso en diarios como el de André Gide.

La identidad democrática, en cambio, no expresa tanto una forma de ser como una manera de estar. De estar junto a otros, para convivir y emprender tareas comunes, pese a las diferencias de lo que cada uno es o pretende ser.

El único requisito que se impone en democracia a las diversas identidades que se dan en ella es que no interfieran radicalmente con las normas que permiten estar juntos o imposibiliten su funcionamiento igualitario. Por ejemplo, la identidad francesa es, sin duda, parte de lo que los ciudadanos franceses son, pero hay muchas maneras de vivirla, sentirla y pensarla de acuerdo con el resto de los rasgos de identidad que cada cual considera suyos. Ya existen novelas o películas sobre esta diversidad, que unos viven como drama y otros como conquista (supongo que entre estos últimos habrá que incluir al propio presidente de ascendencia húngara y a su envidiablemente cosmopolita esposa).

No hay cánones definitivos para ser francés, pero sí para estar en Francia como ciudadano de una democracia avanzada. De modo que la pregunta interesante no indaga lo que significa ser francés, sino lo que exige ser ciudadano en Francia.

Lo mismo es válido para el resto de los países, desde luego. No son los minaretes ni los campanarios los que amenazan las libertades públicas, sino aquellos feligreses o dignatarios religiosos que ponen su pertenencia a una fe por encima de sus obligaciones con el sistema democrático que las permite convivir a todas sin desgarramientos ni indebidos privilegios. Frente a la cultura de la pertenencia —acrítica, blindada, basada en el sacrosanto “nosotros somos así”— está la cultura de la participación, cuyas adhesiones son siempre revisables y buscan la integración de lo diferente en lugar de limitarse a celebrar la unanimidad de lo mismo. A esta última, que respeta el ser de cada cual pero lo subordina en asuntos necesarios al estar juntos con quienes son de otro modo, es precisamente a lo que se llama laicismo.

Pero es importante destacar que el laicismo no solo se refiere a las identidades religiosas: también ha de aplicarse ante otras de distinto signo, como las llamadas de género (refiriéndose al sexo, que es lo que tenemos los humanos a diferencia de los adjetivos y los pronombres) o a las de idiosincrasias nacionalistas. En el País Vasco, por ejemplo, las tímidas medidas que afortunadamente se van tomando para asentar por fin la maltrecha identidad democrática que allí nunca ha tenido verdadera vigencia tropiezan con la oposición de quienes se empeñan en verlas como agresiones a una supuesta “identidad vasca”, que ellos se han ocupado de diseñar como incompatible con la española y calcada de parámetros exclusiva y excluyentemente sabinianos. De modo semejante, se previene y desvaloriza en Cataluña la función del Tribunal Constitucional, cuya misión (hay que reconocer que cumplida por lo general sin excesivo lucimiento) supone precisamente la defensa del estar constitucional frente a formas de ser que impliquen desigualdades ofensivas o disgregaciones territoriales de la ciudadanía. No solo son los obispos quienes pretenden que lo que ellos consideran pecado sea convertido en delito por la ley civil: también hay integrismos culturales o etnicistas que aspiran a imponer sus prejuicios irreversibles —“aquí somos así, hablamos así, etcétera…”— por la misma vía.

El problema de fondo es que las identidades particulares con las que cada uno definimos lo que somos gozan de una calidez entusiasta y egocéntrica a la que difícilmente puede aspirar la más genérica y compartida identidad democrática. Cada cual disfruta o padece (pero deliciosamente) su ser y solo se resigna a estar con los demás. De ahí la importancia de una educación cívica, la denostada educación para la ciudadanía, que razone y persuada para la formación de un carácter verdaderamente laico en todos los aspectos. Ignoro si este objetivo es ahora alcanzable en nuestra era centrífuga, pero estoy convencido de que es deseable y hasta imprescindible dentro de una actitud progresista más allá de las habituales querellas entre izquierdas y derechas.

Fuente: Diario El País (España). 29 de diciembre del 2009.

sábado, 16 de enero de 2010

Breve historia del ascenso y caída del Comunismo.

La derrota del comunismo

Por: Antonio Zapata (Historiador)

Junto con la división de Izquierda Unida en el Perú y sus primeras derrotas electorales, veinte años atrás se produjo la caída del muro de Berlín. Como hecho ha sido muy celebrado en los últimos días, aunque me temo que poco analizado. Los liberales se han regocijado y los reaccionarios de todos los países han tenido fiesta. Pero, las preguntas que suscita siguen en pie. ¿Por qué triunfó el comunismo? ¿Cuáles fueron sus características principales? ¿Qué consecuencias tiene su derrumbe?

El bolchevismo se impuso en Rusia en 1917 gracias a la enorme crisis abierta por la Primera Guerra Mundial. Era un país atrasado y sin tradición democrática; su clase obrera era diminuta y las mayorías eran campesinas. Por su parte, el partido era pequeño y bien organizado; una maquinaria para la pelea política, afilada y decidida. Cuando tuvieron oportunidad, asaltaron el poder en el sentido estricto de la palabra. Las consecuencias de estos hechos fueron trascendentales. Rusia no era democrática, sino una monarquía autocrática. Al haber capturado el Estado, los bolcheviques reprodujeron su naturaleza. En consecuencia, construyeron un poder omnímodo.

Por su parte, los comunistas rusos quedaron aislados. No los siguió ninguna revolución en Europa Occidental. Tuvieron que luchar contra todo el mundo; al sobrevivir, se volvieron muy soberbios. Estas tensiones reconcentraron tanto al bolchevismo como a la III Internacional, que fue su emanación a nivel mundial. Los cuadros escogieron a Stalin como su representante, eliminando así versiones del marxismo más abiertas y creativas, como la liderada por Trotski, como también la corriente de Bujarin, que sufrió la misma suerte. El comunismo se depuró hasta volverse tan rígido como era el viejo zarismo.

Por su parte, en la URSS el partido era el vehículo para el acceso a la riqueza. Las empresas rusas eran públicas y no se privatizaron. Pero, el partido manejaba el Estado en forma totalitaria. Por ello, sólo a través del partido único, un individuo podía acceder al disfrute de comodidades superiores a los demás. Ya no eran solamente cuadros súper ideologizados, ahora también compartían intereses materiales.

Después de la Segunda Guerra Mundial y su resultado positivo para la alianza de las democracias occidentales con la URSS, sobrevino una expansión sin precedentes del poder soviético. El Ejército Rojo llevó el socialismo a Europa Oriental y esos Estados nacieron y murieron en función a Rusia. Sus pueblos no participaron y cuando quisieron tomar sus asuntos en sus manos fueron reprimidos por los tanques soviéticos. La China fue otro asunto. Ahí, los comunistas locales fueron autónomos y pronto se pelearon con la URSS, fraccionando el movimiento comunista internacional. Con ello, perdió su antigua fuerza basada en el monolitismo.

Había surgido un nuevo régimen social: la burocracia que formaba los partidos y a través de ello accedía a los recursos de los países socialistas. La realidad de Europa Oriental era triste. Ciertamente más atrasada que la Occidental, su población quería huir porque encima había unos mandones que impedían pensar y expresarse con libertad. Cuando la gente logró rebasar esas compuertas, el socialismo real se vino abajo y hoy no inspira nostalgia alguna. Se extraña la pasión revolucionaria. Pero ella había desaparecido bajo la tonelada de intereses de la burocracia soviética. Ahora, esa ilusión viene encontrando nuevos cauces, esperemos que sean libres y abiertos, a diferencia del viejo catecismo comunista.

Fuente: Diario La República. Miércoles 11 de noviembre del 2009.

viernes, 15 de enero de 2010

El otro drama de Haití: Crisis política e indiferencia internacional.

Haití y la hipocresía

César Hildebrandt (Periodista)
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Todo el mundo habla ahora de Haití.

Claro, su terremoto llama la atención. Sus casas destruidas son fotogénicas, su palacio presidencial en escombros es espectacular, sus negros quejumbrosos tienen buena voz.

Y, además, están los aviones y las tropas de Obama, aviones y tropas que Haití conoce muy bien en otras circunstancias nada telúricas.

Y los socorristas de todos los países, que llegan de todas partes con su humanitarismo en ristre y sus perros especialistas en distinguir a vivos de muertos. Con eso y los ayes de los sobrevivientes se harán los noticieros de los próximos días.

Porque Haití puede haber sido semidestruido, pero con sus ruinas se harán periódicos y televisiones. Siempre hay un lado bueno en las desgracias.

Porque Haití ahora sí que es noticia.

Gracias a lo que el periodismo de entrecasa llama “las fuerzas de la naturaleza”, Haití es hoy noticia.

Ha necesitado un terremotazo de grado 7 y con epicentro a 15 kilómetros de Puerto Príncipe para volver a ser noticia.

Digamos que Haití ha pagado el peaje tarifario para ser noticia: miles de muertos, miles de viviendas y edificios en el suelo, gente aturdida por doquier, réplicas que no parecen acabar, una polvareda humeante que amenaza su cielo siempre azul.

Pero este país espectral que ahora se luce en las pantallas de cristal líquido es el mismo de siempre: 400 dólares de ingreso anual per cápita, más de nueve millones de habitantes sobre una superficie de apenas 27,000 kilómetros cuadrados, 50 por ciento de analfabetismo, una derecha presocrática empeñada en brutalizar a quien se atreva a intentar cambiar las cosas.

Hundido en la pobreza extrema y crónica, demostración plena de que hay países inviables, Haití es, más allá de males propios, el producto degenerado de años de intervencionismo militar estadounidense.

Estados Unidos lo tuvo bajo la bota de su imperio desde 1915 hasta 1934. No parecía ese un destino muy justo para un país que Francia había inventado como fábrica de esclavos desde el año 1697, tras arrebatarle a España parte del territorio colonial de la isla La Española, y que en una gesta sin precedentes, había sido liberado gracias a una guerra liderada por dos esclavos que terminaron derrotando a los franceses el 1 de enero de 1804, el año de su precoz independencia.

Esos dos Espartacos exitosos, esos dos gigantes de la epopeya anticolonial en el Caribe se llamaron Toussaint-Louverture –que moriría en Francia vejado y torturado- y su discípulo Jean Jacques Dessalines, que aplastó a las tropas imperiales francesas en la decisiva batalla de Vertierres.

Quizá los problemas de Haití empezaron cuando Dessalines, el primer guerrillero heroico de América Latina, se proclamó, para sorpresa de muchos, emperador. La trayectoria circular pudo empezar en ese momento.

Papá Doc, esa bestia sanguinaria y rapaz que se proclamó “Presidente Vitalicio” a partir de su elección en 1957, fue un ahijado de Washington. Y lo fue también su hijito y sucesor Jean Claude, el llamado Baby Doc.

Cuando eso ya no pudo sostenerse, entonces vinieron las elecciones supervisadas internacionalmente.

Y cuando las elecciones encumbraron a Jean Bertrand Aristide, un curita respondón y de izquierdas, entonces Washington frunció el ceño.

Pero Aristide no hizo mucho por justificar su fama de cura salesiano expulsado de la Orden por subversivo. De modo que Washington lo toleró.

Lo toleró tanto que hasta ayudó a reponerlo en la silla presidencial tras haber sido depuesto por el golpe del general Raoul Cédras.

Fue en el segundo mandato constitucional de Aristide cuando las cosas se pusieron feas.

Aristide restableció relaciones con Cuba, se acercó a la Venezuela de Chávez y propuso algunas tímidas reformas.

Estados Unidos respondió como siempre, aunque esta vez el golpe de Estado fue encubierto y tuvo una pincelada de sofisticación: en febrero del 2004 Aristide se vio obligado “a renunciar a su cargo” y fue embarcado en un avión bajo la vigilancia de una misión multinacional. Se exilió en la República Centroafricana y, más tarde, en Sudáfrica.

Ayer Aristide, lamentando la tragedia de su país por lo del terremoto, reiteró lo que todos sabíamos: que Estados Unidos estuvo detrás de su derrocamiento y que aquella “renuncia” fue una farsa.

Pero ese es el Haití que no es noticia.

Porque ni la violencia imperial ni el hambre ni la miseria como norma ni la corrupción como endemia ni el dolor silencioso de los miserables son noticia.

¿Haití ha sido destruido por un terremoto?

No lo creo.

Haití vive en estado de cataclismo institucional y nadie dice nada.

Fuente: Diario La Primera. Jueves 14 de enero del 2010.

jueves, 14 de enero de 2010

Bicentenario peruano: Visión heroica, episódica, maniquea y elitista de la historia.

Reconstruyendo la independencia

Por: Juan Luis Orrego (Historiador)
Profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Para gran parte de los peruanos, los 200 años de nuestra independencia es todavía un episodio lejano. Sin embargo, en casi toda América Latina, el bicentenario se desborda en múltiples iniciativas y actividades. Se construyen desde estadios a bibliotecas, se publican cientos de libros y se programan encuentros. Este despliegue, que cuesta mucho dinero, está desdibujando un poco el sentido de la celebración. Y es que las formas de celebrar solo dan cuenta de una autopercepción coyuntural. Los monumentos y cualquier otra construcción conmemorativa, por grandiosa que sea, pueden, con el tiempo, perder o cambiar su significado. ¿Qué hacer en el Perú?

El centenario


Cuando llegó el centenario, en 1921 y 1924 (cien años de la Batalla de Junín), las celebraciones llevadas a cabo por Leguía fueron la ocasión para proyectar una imagen de orden y progreso. Fueron utilizadas por el leguiísmo como medio de propaganda. Hubo gran despliegue y Leguía supervisó los detalles de todos los acontecimientos. Fueron fiestas cívicas que evocaron la independencia y quisieron generar la unión del país, teniendo como testigos a las embajadas de los países amigos.

Lo singular del centenario fue que muchas de las obras (algunas de ellas ilustran estas páginas) no quedaron listas a tiempo y se inauguraron a lo largo del oncenio.

Los peruanos vivieron una década celebrando los 100 años de la independencia. Al final, la “Patria Nueva” de Augusto B. Leguía se derrumbó y el discurso que le dio vida quedó sin contenido. Como las obras del centenario estuvieron muy ligadas a la figura de Leguía, estas también perdieron su significado.

Una nueva historia

La vieja historia cumplió con su objetivo de canonizar el origen del estado nacional. La independencia encarnó el mito de origen de la nación. Buena parte del mensaje que se sigue divulgando sobre nuestra independencia no considera algunas cuestiones de fondo. No perdamos de vista, por ejemplo, que la presentación gloriosa y heroica de las batallas ha maquillado la traumática experiencia de aquella lucha, que en realidad fue una larga guerra civil, incluso una guerra de ocupación por la presencia de ejércitos extranjeros.

Asimismo, nuestra independencia debe ser vista desde una perspectiva iberoamericana y en el marco de una revolución civilizadora. Frente a eventos tan inesperados ¿los peruanos de hace 200 años supieron reaccionar de manera creativa? Una nueva historia debería explicar la participación de todos los actores sociales y los desafíos que tuvieron que enfrentar.

Para celebrar el 2021

Esta es la oportunidad para abrir un debate nacional no solo sobre la independencia, sino sobre el largo proceso de los grupos que han habitado este territorio, para entender la complejidad de nuestra sociedad y dibujar la construcción de una más dialogante y multicultural. Hay que buscar una nueva relación entre la historia nacional y las múltiples historias que se escriben desde las otras orillas, que reflejan la existencia de muchas memorias provenientes de una sociedad tan diversa. Conviene recordar el pasado, en sus grandezas y miserias. Hay que festejar, pero también hay que ser conscientes de cuánto nos ha costado mantener el país que hoy tenemos.

Composición diversa

La historia no solo pertenece a los historiadores. Por ello, la futura comisión debe tener una composición diversa y multidisciplinaria. Sus miembros deben entender que una verdadera celebración es una fiesta en que nadie debe sentirse excluido.

Se debe entender, además, que no es cierto que el Perú sea un espacio geográfico accidental, que no es cierto que el desarrollo de ninguna localidad o región se haya hecho —o pueda hacerse— sin el aporte de las demás y que no es cierto que la “diversidad” sea un problema sino una gran posibilidad de enriquecimiento mutuo.

Nuestro bicentenario tendrá lugar cuando ya varios países habrán celebrado el suyo. Tenemos la ventaja de conocer los aciertos y errores de los demás.

Para el 2021 no tratemos de resolver todos los problemas, pues al final podemos quedarnos sin abordar ni siquiera uno solo de ellos. Trabajemos desde ahora en aquellos que nos permitan vivir en comunidad y en plena democracia. ¿Nos sirve el pasado para ello? Sí, por ejemplo, recuperar la imaginación creativa de quienes, en tiempos de la Independencia, quisieron un país verdaderamente libre.

Tenemos que volver a esos valores para vivirlos y practicarlos, en vez de exaltarlos en términos puramente retóricos.

Desde lo académico

Doscientos años después, las nuevas investigaciones deben seguir desprendiéndose de la vieja visión heroica, episódica, maniquea y elitista. Heroica, en cuanto está destinada a mistificar a determinados personajes; episódica en la medida en que se descontextualizan los acontecimientos; maniquea porque representa a la sociedad segmentada entre patriotas y realistas; y elitista, pues privilegia la acción de un grupo hegemónico y relativiza la participación de sectores populares e incluso posibles proyectos políticos fallidos. Las nuevas investigaciones deben servir como insumos para emprender el gran debate sobre la memoria, en el que los peruanos decidamos qué elementos del pasado deben ser rescatados en función de un proyecto nacional inclusivo, democrático, diverso y descentralizado. Al Estado y a la futura comisión nacional del bicentenario le corresponden proponer la nueva política de la memoria nacional y evitar el uso inadecuado del pasado para fines particulares o proyectos políticos sectarios.

Fuente: Diario El Comercio. Domingo 10 de enero del 2010.

miércoles, 13 de enero de 2010

La estrategia china frente a la estrategia norteamericana II.

EE.UU. y China

Uno pierde, el otro gana

James Petras
Profesor emérito de Sociología en la Binghamton University, State University of New York.

Traducido por S. Seguí

Conclusión

China no es un país capitalista de excepción. Bajo el capitalismo chino, se produce la explotación del trabajo, las desigualdades de riqueza y acceso a los servicios abundan, los pequeños agricultores se ven desplazados por megaproyectos de embalses, y las empresas chinas extraen minerales y otros recursos naturales en el Tercer Mundo sin demasiadas contemplaciones. Sin embargo, China ha creado decenas de millones de empleos en la industria, y ha reducido la pobreza con más rapidez y para más personas en el lapso más breve de la historia. Sus bancos financian sobre todo la producción. China no bombardea, no invade ni saquea otros países. En contraste, el capitalismo de EE.UU. se halla enfeudado a una monstruosa máquina militar mundial que drena su economía nacional y reduce los niveles de vida del país para financiar sus interminables guerras en el extranjero. El capital financiero, inmobiliario y comercial socava el sector manufacturero, y obtiene sus beneficios de la especulación y las importaciones baratas.

China invierte en países ricos en petróleo; EE.UU. los ataca. China vende bandejas y tazones para los banquetes de boda afganos; EE.UU. bombardea las celebraciones con sus aviones teledirigidos. China invierte en industrias extractivas, pero, a diferencia de los colonos europeos, construye ferrocarriles, puertos, aeropuertos y proporciona crédito accesible. China no financia ni arma guerras étnicas, ni organiza “revoluciones de colores” como la CIA estadounidense. China autofinancia su propio crecimiento, su comercio y su sistema de transporte; mientras, EE.UU. se hunde bajo una deuda de varios billones de dólares para financiar sus guerras sin fin, rescatar sus bancos de Wall Street y apuntalar otros sectores no productivos, mientras que muchos millones de personas permanecen sin empleo.

China crecerá y ejercerá poder a través del mercado, EE.UU. entrará en guerras sin fin en su camino a la bancarrota y la descomposición interna. El crecimiento diversificado de China está relacionado con interlocutores económicos dinámicos; el militarismo de EE.UU. se ha vinculado a narcoestados, regímenes dirigidos por señores de la guerra, supervisores de repúblicas bananeras, y al último y peor régimen racista y colonial declarado: Israel.

China atrae a los consumidores del mundo; las guerras globales de EE.UU. producen terroristas en el interior del país y en el extranjero.

China podrá hallarse ante crisis e incluso ante rebeliones de los trabajadores, pero tiene los recursos económicos para darles solución. EE.UU. está en crisis y puede enfrentarse a una rebelión interna, pero ha agotado su crédito y sus fábricas están en el extranjero, mientras que sus bases e instalaciones militares representan pasivos, no activos. Hay menos fábricas en EE.UU. que vuelvan a contratar a sus trabajadores desesperados: un levantamiento social podía mostrar a los trabajadores estadounidenses ocupando los esqueletos vacíos de sus antiguas fábricas.

Para convertirnos en un Estado "normal" tenemos que empezar desde el principio: cerrar todos los bancos de inversión y las bases militares en el extranjero, y regresar a América. Tenemos que comenzar la larga marcha hacia la reconstrucción de una industria al servicio de nuestras necesidades nacionales, a vivir dentro de nuestro propio entorno natural, y a abandonar la construcción del imperio en favor de la construcción de una república socialista democrática.

¿Cuándo vamos a tomar el Financial Times, o cualquier otro diario, y leer acerca de nuestra propia línea de alta velocidad que transporte pasajeros estadounidense de Nueva York a Boston en menos de una hora? ¿Cuándo van nuestras propias fábricas a suministrar nuestras tiendas de ferretería? ¿Cuándo vamos a construir generadores de energía eólica, solar y oceánica? ¿Cuándo vamos a abandonar nuestras bases militares, y vamos a permitir que los señores de la guerra los traficantes de drogas y los terroristas hagan frente a la justicia de su propia gente?

¿Llegaremos a leer acerca de todo esto en el Financial Times?

En China, todo comenzó con una revolución...

Fuente: Rebelión.org (06 de enero del 2010).

La estrategia china frente a la estrategia norteamericana I.

Imagen: Nódulo.org
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EE.UU. y China
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Uno pierde, el otro gana

James Petras
Profesor emérito de Sociología en la Binghamton University, State University of New York.

Traducido por S. Seguí

Introducción

El capitalismo asiático, en particular el de China y Corea del Sur, está en competencia con EE.UU. por el poder mundial. El poder asiático global es impulsado por un crecimiento económico dinámico, mientras que EE.UU. aplica una estrategia de construcción del imperio por medios militares.

Lectura de un número del Financial Times

Incluso una lectura superficial de un solo número de The Financial Times –el del 28 de diciembre de 2009– ilustra acerca de las divergentes estrategias de construcción del imperio. En la página uno, el artículo principal sobre EE.UU. trata de los conflictos militares en expansión y su "guerra contra el terror", bajo el título "Obama pide una revisión de la lista de organizaciones terroristas". En contraste, hay dos artículos, en la misma página uno, sobre China, en los que se informa de la inauguración en este país del tren de pasajeros más rápido del mundo y de su decisión de mantener su moneda vinculada al dólar de EE.UU. como un mecanismo para promover su dinámico sector de exportación. Mientras que Obama se centra en la creación de un cuarto frente de batalla (Yemen) en la "guerra contra el terror" (después de Irak, Afganistán y Pakistán), el Financial Times informa en la misma página de que un consorcio de Corea del Sur ha ganado un contrato de 20.400 millones dólares para el desarrollo de centrales nucleares para uso civil, en los Emiratos Árabes Unidos, superando a sus competidores de EE.UU. y Europa.

En la página dos del FT hay un artículo más largo sobre la nueva red de ferrocarriles china, destacando su superioridad sobre el servicio ferroviario de EE.UU. El ultramoderno tren de alta velocidad chino transporta a los pasajeros entre dos ciudades importantes, a 1.100 kilómetros de distancia, en menos de tres horas, mientras que el tren “Express” de la compañía Amtrack, de EE.UU. "tarda tres horas y media para cubrir los 300 kilómetros entre Boston y Nueva York.” Mientras el sistema ferroviario de pasajeros estadounidense se deteriora por la falta de inversión y mantenimiento, China gastó 17.000 millones de dólares en la construcción de su línea de alta velocidad. China planea la construcción de 18.000 kilómetros de nuevas vías de su ultramoderno sistema para el año 2012, mientras que EE.UU. gastará una suma equivalente en la financiación de su ofensiva militar en Afganistán y Pakistán, así como para abrir un nuevo frente bélico en el Yemen.

China construye un sistema de transporte que une a los productores y los mercados laborales de las provincias del interior con los centros de fabricación y puertos de la costa, mientras que en la página cuatro del FT se describe cómo EE.UU. sigue aferrado a su política de enfrentar la "amenaza islamista" en una “guerra sin fin contra el terror". La ocupación y las guerras contra los países musulmanes han desviado cientos de miles de millones de dólares de fondos públicos hacia una política militarista sin ningún beneficio para el país, a la vez que China moderniza su economía civil. Mientras que la Casa Blanca y el Congreso subvencionan y satisfacen al Estado militarista-colonial de Israel, con su insignificante base de recursos y mercado, alejándose de 1.500 millones de musulmanes (FT, pág. 7), el producto interno bruto (PIB) de China se multiplicó por diez en los últimos 26 años (FT, pág. 9). Mientras que EE.UU. asignó más de 1.400 millones de dólares a Wall Street y los militares, aumentando el déficit fiscal y de cuenta corriente, duplicando el desempleo y perpetuando la recesión (FT, pág. 12), el gobierno chino lanza un paquete de estímulo dirigido a los sectores interiores de las manufacturas y la construcción que ha producido un crecimiento del 8% del PIB, una reducción significativa del desempleo y el "relanzamiento de las economías vinculadas” en Asia, América Latina y África (FT, pág. 12).

Mientras EE.UU. malgastaba su tiempo, recursos y personal en la organización de "elecciones" para sus corruptos estados satélites de Afganistán e Irak, y participaba en las inútiles mediaciones entre su intransigente socio israelí y su impotente cliente palestino, el gobierno de Corea del Sur apoyó un consorcio liderado por la Korea Electric Power Corporation en su exitosa puja de 20.400 millones de dólares para la instalación de la central nuclear, abriendo con ello el camino a otros contratos multimillonarios en la región (FT, pág. 13).

Mientras EE.UU. gastaba más de 60.000 millones de dólares en vigilancia interna y multiplicación del número y el tamaño de sus organismos internos de seguridad en busca de potenciales terroristas, China invertía más de 25.000 millones de dólares en consolidar sus intercambios energéticos con Rusia (FT, pág. 3).

Lo que nos relatan los artículos y noticias de una sola en la edición de un solo día del Financial Times refleja una realidad más profunda que ilustra la gran división en el mundo de hoy. Los países de Asia, encabezados por China, están alcanzando el estatus de potencias mundiales, a base de grandes inversiones nacionales y extranjeras en la industria manufacturera, el transporte, la tecnología, y la minería y el procesamiento de minerales. En contraste, EE.UU. es una potencia mundial en declive, con un deterioro de la sociedad resultado de su construcción del imperio por medios militares y de su economía financiera especulativa:

1. Washington busca clientes militares de menor importancia militar en Asia, mientras que China amplía sus acuerdos comerciales y de inversión con importantes socios económicos: Rusia, Japón, Corea del Sur y otros.

2. Washington drena su economía nacional para financiar las guerras en el extranjero. China extrae minerales y recursos energéticos para fomentar su mercado interior de trabajo en la industria.

3. EE.UU. invierte en tecnología militar para luchar contra insurgentes locales que se enfrentan a sus Estados satélites; China invierte en tecnología civil para crear exportaciones competitivas.

4. China comienza a reestructurar su economía para desarrollar el interior del país, y asigna un gasto social mayor a la corrección de sus grandes desequilibrios y las desigualdades, mientras que EE.UU. rescata y refuerza el sector financiero parasitario, que saqueó la industria (reduciendo sus activos por medio de fusiones y adquisiciones), y especula sobre objetivos financieros sin impacto sobre el empleo, la productividad o la competitividad.

5. EE.UU. multiplica las guerras y la acumulación de tropas en Oriente Medio, Asia Meridional, Cuerno de África y Caribe; China ofrece inversiones y préstamos de 25.000 millones de dólares para la construcción de infraestructuras, la extracción de minerales, la producción de energía y la construcción de plantas de montaje en África.

6. China firma acuerdos comerciales de miles de millones de dólares con Irán, Venezuela, Brasil, Argentina, Chile, Perú y Bolivia, con lo que se asegura el acceso a la energía estratégica y los recursos minerales y agrícolas; Washington proporciona 6.000 millones de dólares en ayuda militar a Colombia, consigue del presidente Uribe que les ceda siete bases militares (para amenazar a Venezuela), apoya un golpe militar en la pequeña Honduras, y denuncia a Brasil y Bolivia por diversificar sus vínculos económicos con Irán.

7. China aumenta las relaciones económicas con las dinámicas economías de América Latina que representan más del 80% de la población del continente; EE.UU. se asocia con el Estado fallido de México, que tiene el peor desempeño económico del hemisferio y en el que poderosos cárteles de la droga controlan amplias regiones y han penetrado profundamente en el aparato estatal.

Fuente: Rebelión.org (06 de enero del 2010).

martes, 12 de enero de 2010

Mario Vargas Llosa y la derecha latinoamericana.

Foto: AP/Daylife

La pifia a Vargas Llosa

César Hildebrandt (Periodista)

El abucheo a Mario Vargas Llosa en Santiago, Chile, es el cierre del círculo y el final de la jornada.

Durante todos estos años el novelista ha pretendido mantenerse en una línea de centro aunque sus opiniones estuviesen más cerca de la derecha y sus iras se dirigiesen invariablemente en contra de todo aquello que pudiese contrariar al establecimiento.

Brillante para jugar a las escondidas, Vargas Llosa logró en los últimos tiempos mantener, en España por ejemplo, una reputación de moderado.

Pero ese viaje del peregrino engañoso acaba de terminar.

El apoyo explícito, entusiasta y compadreril de Vargas Llosa a Sebastián Piñera acabó con el carnaval de las máscaras.

Y las pifias de ayer, provenientes de partidarios del gobierno de Bachelet –es decir de socialdemócratas más bien tibios- confirman que ya no sólo en el Perú, donde las pasiones domésticas pueden distorsionarlo todo, sino en crecientes sectores de la región, el papel de Vargas Llosa es visto como el de un funcionario del sistema de dominación y engaño que se ha instalado en el mundo desde 1980.

Vargas Llosa no necesitaba apoyar a Piñera. Digamos que bastaba con continuar prestando su respaldo a la Concertación para cumplir con el rito de no atizar ningún fuego.

Al fin y al cabo, nada más moderado y reflexivo que la Concertación. Ningún servicio mejor prestado que el que le ha hecho el socialismo chileno posallendista a la españolizada transición chilena.

Porque si España tuvo a un González Chile tuvo necesidad de cuatro. Y cada uno de ellos ha cumplido, con placer como en el caso de Frei o con reticencias como en el caso de Lagos, su rol de contención.

De modo que apoyar a Piñera es una manera ruidosa de romper con el centro y apostar por el reaganismo andino –que eso es, si la abreviatura es permitida, el señor candidato de la vieja y sanguinaria derecha chilena-.

Hace poco dijimos en esta columna que Vargas Llosa terminaría –era una figura un tanto impía, lo admitimos- pensando como su padre y escribiendo como su hijo.

Lo primero se está cumpliendo. Lo segundo, felizmente, no. Vargas Llosa sigue brillando como prosista. Pero cuando dijimos lo que dijimos no nos referíamos al estilo y a la estética, sino al fondo, a los contenidos.

El salto de Vargas Llosa desde el difícil equilibrio hasta el clavado olímpico en la piscina de la derecha latinoamericana es una vuelta de tuerca decisiva en su evolución.

Comunista de célula, sartreano curioso, castrista declarado, excastrista en nombre de la libertad, camusiano converso, conservador belaundista en los 80, antisartreano hasta la difamación en los 90, aldea-globalista al arrancar el milenio, cronista que contempla todos los matices en muchos de sus artículos, antiindigenista rivaagüerino, aldeaglobalista cada vez más entusiasta, Vargas Llosa ha terminado este largo y quizá muy explicable viaje en las sentinas de una nave que zarpó del Callao en los años 50.

La derecha, con sangre en las manos y pólvora siempre a mano, ha terminado de reclutar a su más eximio espadachín. Que le aproveche.

Construyéndole un museo a Alan García y patrocinando a Sebastián Piñera, Vargas Llosa demuestra por qué el Fredemo –el frente que lideró en 1990- tuvo en Francisco Pardo Mesones a su mayor representante.

Fuente: Diario La Primera. Martes 12 de enero del 2010.

lunes, 11 de enero de 2010

Neoliberales criollos, revolución capitalista y desnacionalización económica.

La paradoja del país que no puede pensar en sí mismo
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Por Francisco Durand
(Profesor de la Universidad de San Antonio, Texas, EEUU.)

Se fue el 2009, año de sicosociales estadísticos, pero al menos nos dejó una ilusión menos.

Se parece al descubrimiento de MachuPicchu. Michael Porter de la Universidad de Harvard, como antes lo hiciera Hiram Bingham de la Universidad de Yale, anunció un descubrimiento ya conocido: el Perú no tiene una estrategia nacional de desarrollo aún en términos neoliberales.

Aunque me resulta una ruina conocida, la crítica ha sorprendido. Es así porque predomina la ley del silencio y se practica la autocensura periodística La prensa suele hablar de los “empresarios de éxito” pero nunca de los fracasos.; los neoliberales criollos imaginan una revolución capitalista, aunque no hay descubrimientos tecnológicos; hablan de empresas “responsables”, pero pagan bajos salarios y pocos impuestos. Por su parte, el gobierno dice que la pobreza se ha reducido, pero las cifras son discutibles. Los libros más promocionados hablan de Mitos del Capital, Reformas Incompletas o Revoluciones Capitalistas, pero ninguno señala las consecuencias de la nueva doctrina económica y, sobre todo, del trato privilegiado al gran inversionista extranjero. Los neoliberales criollos no quieren una discusión abierta; solo propagandizar logros, y distraer la atención sobre falsos problemas.

Ocultan o ignoran la falta de oportunidades para todos, los problemas creados por la privatización apresurada, el abandono a las PYMES, el asalto a las tierras comunitarias. Tampoco hablan del gigantismo empresarial, el neolatifundismo, y la desnacionalización económica.

Estos problemas, señores de Palacio y el Club Nacional, son consecuencia del modelo neoliberal. Se mantienen incólumes porque conviene a los grandes intereses económicos predominantemente extranjeros. Con sus vastos recursos, financian elecciones. Luego fraguan acuerdos a puertas cerradas para nombrar solo a empresarios y técnicos ortodoxos en puestos claves y hacen lobby. Es de ese modo que aprueban normas sin debate ni consulta, con sesgo a favor de las grandes corporaciones y la propiedad privada. Para muestra, recordemos cómo se aprobaron los tratados de libre comercio, sea con EEUU, China o Chile; o cómo se presenta la protesta de los indígenas (causada por una decisión inconsulta generada por lobbys interesados en la Amazonía), calificados de perros del hortelano.

Cuando el profesor Porter afirmó que el Perú carecía de una estrategia económica, no faltaron las reacciones defensivas. Presto, el presidente declaró que el Perú no estaba para recibir lecciones de extranjeros. En paralelo, Richard Webb calificó la charla de “sermón” y se concentró en las inexactitudes. Webb acierta al decir que Porter erró cuando sostuvo que las empresas multinacionales solo habían comprado empresas existentes. En realidad, ha habido numerosas nuevas inversiones, aunque también compras masivas, siendo la última la de supermercados Wong. Pero Webb olvidó comentar la parte más juiciosa de Porter, quien sostiene que “cuando una inversionista extranjero piensa en una fábrica no piensa en el Perú”.

Es una verdad tan grande como Huayna Picchu. Este desinterés en el país es, obviamente, propio de extranjeros, aunque también les pasa a los peruanos que trabajan para ellos, cuyo cortoplacismo y miopía se han acentuado. Ahí está el problema y no se quiere discutir para que el país siga siendo un vagón de minerales enganchado al convoy de la globalización.

Sin embargo, el problema, termina por emerger tarde o temprano. Léase por ejemplo “La Revolución Capitalista” de Jaime de Althaus, y AmericaEconomía Perú. Ante el argumento que planteara el autor de este artículo el 2005 (“La Mano Invisible en el Estado”), que los sectores más rentables y las principales empresas estaban ahora en manos del capital extranjero, Althaus, al tratar de refutarlo, titulaba un capítulo “¿Desnacionalización económica?” para introducir la duda.

He señalado que estas tendencias las había advertido Tatsuya Shimuzu al comprobar que entre las primeras 100 empresas el 2003, las multinacionales avanzaban más rápido. El 2009 AmericaEconomía ha constatado que 266 empresas extranjeras (de un total de las 500 mayores) representaban el 47% de las ventas al 2007, y concluye, con cierta frivolidad, que existe una “supremacía extranjera”. Ahí es, precisamente, donde Porter toca la herida cuando señala la incapacidad del inversionista extranjero de “pensar en el Perú”, aunque el problema es más grave por cuatro razones: 1) si el capital nacional es menos competitivo, será desplazado más rápidamente, lo que está ocurriendo; 2) aquellos que emerjan, aún si venden a altos precios (Grupo Wong), tendrán más dificultades de colocarse en los nichos más rentables; 3) al predominar el capital extranjero, este tendrá niveles de acceso privilegiados al Estado y mayor influencia, al punto de impedir cambios que vayan contra sus intereses, 4) y para asegurar que no se interfiera con sus planes, neutralizan al Estado, cooptan a políticos y congresistas e influyen en la prensa.

El resultado general es que al estar desnacionalizados económicamente estamos más impedidos como sociedad de entendernos, dificultad que por lógica (hecho no señalado por Porter) se extiende a los peruanos que trabajan para las multinacionales y los organismos internacionales. Quizás el 2010 podamos dejar de lado la propaganda y entrar a un debate sobre los problemas causados por la aplicación de la doctrina neoliberal, que no ha demostrado ser creación heroica sino calco y copia.

Fuente: Diario La República. Domingo 10 de enero del 2010.