domingo, 31 de octubre de 2010

Antonio Raimondi. El paradigma científico como base de la ideología del progreso y la modernidad decimonónica.

Naturaleza y nación

Antonio Raimondi. Con su obra monumental e ideas de avanzada, el sabio italiano permitió a los peruanos tomar conciencia de nuestros recursos naturales. Aquí una selección de sus minuciosas acuarelas de plantas.

Por: Luis Felipe Villacorta Ostolaza
Director Museo Raimondi en Lima

El milanés Antonio Raimondi fue una figura providencial de nuestra historia. Llegado al país en 1850 a los 26 años de edad, dedicó su vida al recorrido e inventario de los recursos naturales de la joven república peruana, labor que realizó entre viajes, estudios y publicaciones hasta su muerte en 1890, en San Pedro de Lloc, provincia de Pacasmayo.

El enorme capital de nuevo conocimiento sobre la naturaleza nacional, representado en sus escrupulosísimos registros documentales –respaldados como Humboldt por los instrumentos de precisión de la época– y la pretensión enciclopédica de sus colecciones naturales, son el resumen de su impresionante labor científica. Bastarían solo ellas para ubicarlo en el sitial de prestigio que ahora ocupa en la historia del Perú. Sin embargo, la obra de Raimondi trascendió este campo, ya que a su escrúpulo científico y su talante descubridor, sumó su fe inquebrantable en el futuro del Perú, valor que le valió la estima popular y el agradecimiento nacional.

Maestro de maestros

Antonio Raimondi fue un influyente profesor de la Facultad de Medicina de San Fernando, un comprometido consultor del Estado y miembro visible de la élite civil reformista y modernizante del decimonónico nacional. Sobre esta plataforma, y el capital de conocimientos de ser el primer científico con una visión completa del Perú, asumió un rol protagónico en la activa y renovada esfera pública nacional, situándose como un visible líder de opinión. Así sus discípulos provincianos lo recibían como intermediario en sus localidades, diarios de Lima y en el interior anunciaban su llegada en misión científica o daban cuenta de sus últimos descubrimientos, boletines de revistas nacionales y extranjeras difundían sus logros para la ciencia, nuevos parques y museos nacionales exhibían y a la vez premiaban sus colecciones, mientras que en paralelo el naturalista milanés articulaba y difundía un discurso que incorporaba maquinarias y criterios de la modernidad decimonónica –el ferrocarril, el telégrafo, la capacitación académico-profesional, entre otros– como medios fundamentales para despertar los pasivos recursos naturales del país al desarrollo.

Fe en el Perú

Esta dinámica dio forma al prestigio social de Antonio Raimondi, haciendo de él la primera autoridad científica –entendido como un personaje de pública y extendida consagración– de la era moderna del Perú. Ello queda convalidado en la espontaneidad del calor popular, quien lo reconoció en vida y unánimemente como sabio. Pero cuál es la magia que justifica el prestigio social de Raimondi. Fue justamente el poder de su discurso los que dan la respuesta de su trascendencia: el naturalista italiano fue el responsable de reinventar el mito de la riqueza del Perú. A través de su obra, los peruanos fuimos por primera vez conscientes propietarios de nuestros recursos naturales vistos como esenciales para nuestro desarrollo republicano.

La pluma de Raimondi plasmó la visión de un país prospero gracias a los secretos y usos de sus recursos naturales, pero a fuerza del trabajo como activo principal. Sin embargo, el encuentro entre los recursos naturales y el trabajo no podían ser ciegos. Se necesitaba de una guía, una ruta que facilite y haga exitoso este encuentro. El instrumento que utilizó Raimondi para facilitar este encuentro fue la ciencia. El paradigma científico, por definición exacto y empíricamente comprobable, base de la ideología del progreso y la modernidad decimonónica, fue el medio que utilizó para la certificación y convalidación de las potencialidades de nuestros recursos naturales. El prestigio social del Raimondi y su transcendencia en nuestra historia se fundamentan en el poder del juicio del sabio, que hizo de su palabra su máxima, breve, exacta y cierta, porque siempre se orientó de acuerdo al mejor interés de la nación.

Fuente: Diario El Comercio, suplemento "El Dominical". 31 de Octubre del 2010.
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