domingo, 19 de abril de 2009

Chechenia, historia del presente.

Imagen: Sabuco.com

Chechenia, una década después

Carlos Novoa (Periodista)

El nombre de Chechenia se hizo famoso en el mundo desde 1999, cuando Rusia lanzó una sangrienta ofensiva para acabar con el régimen separatista.

Esta semana el Gobierno Ruso anunció el fin de las operaciones en Chechenia y empezó el retiro de los 20.000 soldados que se encontraban en esta región del norte del Cáucaso. Punto final de un capítulo trágico en la historia rusa.

Desde el punto de vista cuantitativo, esta república es apenas una más de las 89 que forman la Federación Rusa. Con 1’200.000 habitantes —en su mayoría musulmanes— frente a los 170 millones de rusos, Chechenia representaba un lugar estratégico para Moscú, por la existencia de petróleo en la región.

Sin embargo, la principal preocupación de los rusos con respecto a Chechenia, era el peligro de multiplicar un efecto separatista en otras repúblicas rusas.

En 1991 los chechenos declararon unilateralmente su independencia en la capital, Grozny, sin la aceptación de Moscú.

Los rusos solo intervinieron en el Cáucaso tres años después, cuando la desintegración de la Unión Soviética ya era un hecho. La primera guerra fue entre 1994 y 1996 y la segunda empezó en 1999, cuando las tropas rusas impusieron un régimen durísimo en contra de los separatistas, a quienes derrotaron militarmente. Años después, con Rusia dominando territorio checheno, aparecen los rebeldes para cometer una serie de atentados terroristas en diversas partes de Rusia.

Los sucesivos presidentes chechenos, avalados por Rusia, impusieron mano dura para controlar los brotes rebeldes, lo que obliga a miles de personas a huir de la región.

Casi sin oposición y aprovechando las lucrativas ganancias del petróleo y el gas, el régimen checheno reconstruyó rápidamente la república. Hoy es difícil encontrar vestigios de destrucción, luego de un sangriento conflicto que dejó unos cien mil muertos desde 1994.

El actual mandatario, Rasman Kadyrov — de 32 años e hijo del presidente Akhmad Kadyrov, asesinado en 1994— es considerado un déspota que ha estabilizado a esta república rusa.

Chechenia estuvo considerada en la lista de lugares más afectados por guerras, como Palestina, Iraq o Afganistán.

Hoy el conflicto es parte del pasado, pero para que la expectativa de desarrollo sea completa, se deben dar cuenta de supuestas violaciones de derechos humanos.

La periodista Anna Politkovs- kaya, asesinada el 2006 tras denunciar los abusos rusos, había criticado a Kadyrov como el “hombre de la guerra y el terrorismo”. Hasta ahora, defensores de los derechos humanos acusan al presidente checheno de estar implicado en asesinatos, torturas y secuestros. Cuando se aclaren estos hechos, recién se podrá pensar en una Chechenia en paz.

Fuente: Diario El Comercio. Domingo 19 de abril del 2009.

jueves, 16 de abril de 2009

Memorias del presidente Augusto B. Leguìa.

Imagen: wordpress

Yo tirano, yo ladrón

Manuel Burga (Historiador)

Este es el título de un pequeño libro, en formato octavo, con el subtítulo, Memorias del Presidente Leguía, que me trae muchos recuerdos y que ahora he leído de nuevo. Jorge Basadre lo conoció muy bien, pero advertía en el segundo tomo de sus Bases Documentales de la República, “…con el nombre del presidente depuesto, cautivo e inhumanamente tratado, se publicó el libro Yo Tirano, Yo Ladrón, cuya autenticidad necesita ser investigada”. Un librito que debe de haber circulado profusamente en las regiones rurales luego de la muerte de Augusto B. Leguía. Evidentemente, ayer como hoy, en el caso de Leguía como en el de Fujimori, sus seguidores buscaban demostrar que no fue ni Tirano, ni Ladrón. La historia parecería repetirse.

Basadre parece expresar tres ideas en la cita anterior. La primera: “presidente depuesto”. Evidentemente Leguía fue depuesto por el levantamiento militar del comandante Sánchez Cerro en agosto de 1930. Intentó refugiarse en el crucero “Grau”, pero fue tomado prisionero, trasladado a San Lorenzo y finalmente confinado en el Panóptico. Una crisis, la Gran Depresión de 1929, preparó el camino del golpe militar de Sánchez Cerro. Habían ya transcurrido once años de importantes cambios, por los cuales Jorge Basadre nunca disimuló su simpatía. A fines del Oncenio, cuando se venía la noche, Leguía resumió en breves palabras su programa de gobierno: “…he procurado definir las fronteras del Perú, desarrollar su riqueza y aumentar el optimismo de su raza”.

Se refería indudablemente a la nueva Constitución de 1920, la Reforma Universitaria (que luego abandonó), las numerosas obras públicas, los tratados fronterizos con Colombia y Chile, su crítica al gamonalismo y el reconocimiento legal a la comunidad indígena.

No es posible explicar sus reelecciones sin las autorizaciones del Congreso a través de enmiendas constitucionales. Las leyes legalizaban sus reelecciones, pero nada impedía que su imagen de tirano se desarrollara a la misma velocidad que la represión, el clientelismo, la corrupción y la soledad del gobernante. Las condecoraciones venían de todas partes, del Congreso, de los estudiantes, los indígenas. Hasta el embajador de EE.UU., Alexander Moore, lo llamó “El gigante del Pacífico”. Los periódicos repetían, “Viracocha”, “Nuevo Mesías” o “Júpiter Presidente”.

Sin embargo, este aparentemente sólido gobierno se cayó como un castillo de naipes y aquí me detengo en la segunda idea de Basadre, “cautivo e inhumanamente tratado”. Se refiere a la dura carcelería en el Panóptico, junto a su hijo Juan, donde el cáncer de próstata lo redujo a un guiñapo humano. El 15 de enero, sacando fuerzas de flaqueza, dicta su testamento, para decir su verdad, y contrarrestar las acusaciones del Tribunal de Sanción Nacional formado para enjuiciarlo y sentenciarlo. El maltrato era propio de los tiempos que se vivían y contra el cual hasta Víctor Raúl Haya de la Torre protestó. Luego fue trasladado al Hospital Naval de Bellavista, donde falleció el 6 de febrero de 1932.

La tercera idea de Basadre, “… la autenticidad de las Memorias…”. Con este librito comencé mi biblioteca personal en 1959, me lo regaló mi abuelo Enrique, como un documento que según él decía la verdad y creo que así circuló profusa y clandestinamente en las regiones rurales. Este hecho me interesa más que su autenticidad, por el mensaje político que transmitía. No se consideraba ni Tirano, ni Ladrón. Culpaba más bien al civilismo de esta patraña y del golpe militar de Sánchez Cerro.

El mensaje: mostrar su inocencia y señalar a los verdaderos culpables de las desgracias del país. Para explicar mejor su caída señala como principal elemento la deslealtad de sus antiguos adulones. El partido de Leguía nunca levantó cabeza. Ni sus hermanos, ni sus seis hijos pudieron convertir el “Oncenio” en un dorado período a continuar. Nuevos tiempos se habían iniciado en el Perú, el de las clases medias, de los nuevos profesionales, de los nacientes sectores populares, del despertar indígena, que demandaban más democracia, más ciudadanía política y económica. Frente a ellos, como para contrarrestarlos, emergía el tercer militarismo.

Ahora, como entonces, se habla de un legado histórico, llámese el “Decenio” de Fujimori, que sus herederos supuestos, en particular su hija Keiko, reclaman como futuro. ¿Qué nos puede enseñar la historia? Quizá a preguntarnos adecuadamente, ¿estamos de nuevo –como en 1932– en el umbral de tiempos nuevos? Tengo la sensación que el país sale lentamente de un largo período de dificultades, un período en que los sectores populares fueron arrastrados a situaciones desesperadas, tanto por los movimientos extremistas, nacionalismos radicales, como por el pragmatismo neoliberal fujimorista. Todas las experiencias anteriores, cualesquiera sean los extremismos, por sus resultados negativos, deberían ser parte de una historia cancelada, superada, por eso es importante, quizá urgente saber si hemos comenzado realmente a vivir tiempos nuevos en nuestro país.

Fuente: Diario La Repùblica. Jueves 16 Abril del 2009

lunes, 13 de abril de 2009

El valor de la Justicia y la Democracia.

César San Martín, el juez, la justicia

Manuel Rodríguez Cuadros (Ex canciller del Perù)

Cicerón en el 103 a.c. refiriéndose a la acción de los jueces señaló que “la ley es la distinción de las cosas justas e injustas, expresada con arreglo a aquella antiquísima y primera naturaleza de las cosas”.

En el estado de derecho, propio de las sociedades democráticas, distinguir la justicia de la injusticia es administrar justicia aplicando el derecho conforme a la ley. La recta aplicación de la ley en sí misma realiza la justicia. Ello distingue al juez probo. En el estado de derecho “aquella antiquísima y primera naturaleza de las cosas”, es el pacto social a través del cual los ciudadanos confieren el poder del Estado a los gobernantes para que realicen la ley y garanticen los derechos esenciales del individuo frente al propio Estado.

El Estado y sus agentes, llámense presidentes de la república, policías, soldados o funcionarios, no tienen licencia para asesinar, para secuestrar, para torturar o desaparecer a las personas. Por ningún motivo. Ni en los casos de guerra externa, conflicto interno o lucha contra el terrorismo. Si lo hacen, delinquen. Con el agravante de hacerlo usando el poder del Estado que se les confirió para proteger los derechos humanos, no para violarlos, para proteger la vida y la libertad, no para acabarlas con perversidad.

La justicia debe ser consistente y férrea en su objetividad jurídica para castigar los crímenes del terrorismo y reivindicar la dignidad y los derechos de sus víctimas, civiles y militares. Pero esa misma justicia se tiene que aplicar, como lo ha hecho el juez San Martín, a quienes desde el Estado utilizaron el terror para asesinar, secuestrar y desaparecer.

La lucha contra el terrorismo fue una necesidad pública, valorativamente positiva, de origen legal, imperativa. La violencia no la escogió el Estado, la inició Sendero. El Estado debía defenderse y defender la vida y la libertad. Pero nunca debió transformarse en el propio mal que combatía.

Norberto Bobbio al reflexionar sobre los valores de la democracia y la perversión que puede implicar el uso ilegal y brutal del poder, acuñó la expresión “los ideales y la materia bruta” inspirándose en el último diálogo del Dr. Zhivago, de Boris Pasternak. En esas frases finales, Gordon, amigo de Zhivago, dice: “Ha sucedido muchas veces en la historia: lo que fue concebido de forma noble y elevada, se ha convertido en materia bruta…”. La lucha contra el terrorismo se sustentó en los valores nobles y elevados de la defensa de la democracia y la libertad, pero agentes del Estado, incluido el ex presidente Alberto Fujimori, al recurrir al crimen, transformaron los ideales del legítimo combate al terrorismo en la fuerza bruta del Estado.

La sentencia de históricos contornos que honra a César San Martín, Hugo Príncipe Trujillo y Víctor Prado Saldarriaga, además de hacer justicia a las víctimas, aleja a la democracia peruana de la perversión de la materia bruta de la que hablaba Bobbio y la inserta en los valores universales del respeto a la vida y la dignidad humana.

Fuente: Diario La Primera. Lima, 13 de Abril del 2009

viernes, 10 de abril de 2009

El juicio de Augusto B. Leguìa y Alberto Fujimori. Paralelos històricos.

Imagen: Adonde.com

Leguía y Fujimori

Antonio Zapata (Historiador)

En el siglo XX, el único antecedente de la sentencia al ex presidente Alberto Fujimori es el juicio al ex presidente Augusto B. Leguía. Pero, Leguía no fue sentenciado, terminó el juicio y pasaron diez meses sin que se lea sentencia alguna, ni condena ni absolución. Al cabo de ese lapso, Leguía murió y formalmente el juicio fue sobreseído. No obstante la trascendencia política del oncenio, el juicio a Leguía no influyó en la vida política peruana de las décadas siguientes. No fue ejemplar ni sirvió para mejorar los procedimientos políticos en el país. El juicio a Leguía padeció de tantos yerros que sus posibles lecciones se esfumaron.

En su alegato final, el abogado de Leguía, Alfonso Benavides Laredo, argumentó tres puntos esenciales. En primer lugar, sostuvo que el Tribunal de Sanción era ilegítimo. Su punto era que no respetaba el principio del juez natural. Es decir, no se había seguido el procedimiento indicado en la Constitución para juzgar a un ex presidente. Por el contrario, se había creado un tribunal ad hoc integrado por notorios enemigos del régimen caído. En este sentido, Benavides argumentó que el tribunal mismo era ilegal.

En segundo lugar, el letrado defensor de Leguía argumentó que el ex presidente era pobre. Sostuvo que Leguía carecía de recursos económicos. Presentó pruebas y expuso cómo su defendido se había empobrecido en el cargo. Entró solvente y salió sin un centavo. En este término, Benavides argumentó que no había pie para la acusación de enriquecimiento ilegítimo, pues el ex presidente, por el contrario, se había empobrecido notoriamente.

Finalmente, Benavides deslindó al ex presidente de sus hijos. Sostuvo que quizá ellos habían robado o abusado del poder. Pero, que él no era sus hijos. No se lo podía juzgar por actos cometidos por otras personas, así fueran sus parientes más íntimos.

Ninguno de estos tres alegatos ha sido suscrito por el doctor Nakazaki. Por el contrario, él ha tenido que aceptar la legalidad del proceso, sin cuestionar en ningún momento la legalidad del Tribunal. Así ha sido porque el Poder Judicial peruano ha cumplido estrictamente el debido proceso. Al aceptar al Tribunal durante el proceso, ahora Nakazaki no puede cuestionar el resultado. Puede apelar, pero no argumentar contra la legalidad del proceso.

En segundo lugar, Nakazaki no puede alegar la pobreza de su defendido. Por el contrario, sobran las evidencias de su fortuna personal. Por ejemplo, después que salió de su confortable refugio japonés, fletó un avión para viajar a Chile, vivió como un rey en ese país, habiendo fijado residencia en el barrio más retirado y aristocrático de Santiago. A ello se suma una larga cadena de evidencias de recursos económicos en poder del ex presidente Fujimori.

Por último, no ha zanjado con otras personas. Por el contrario, ni mencionó a Montesinos ni Hermoza. Con su silencio cargó con el pasivo de ambos personajes. Asimismo, consagró a dos de sus hijos como herederos políticos y se ha jugado por un movimiento político que deja en herencia.

Estas tres razones hacen que el juicio a Fujimori posiblemente quedé registrado en la historia como un suceso capital. No será olvidado como sucedió con Leguía. Por el contrario, la condena a Fujimori quedará en la historia como una sanción ejemplar que ha de modelar la historia peruana a futuro. Hay herederos que habrá de combatir, una plata robada por la cual responder y una condena ejemplar por DDHH en el juicio más pulcro de la historia patria.

El poder político ha perdido impunidad. A partir de ahora, los gobernantes saben que pueden terminar de esa misma manera. Por ello, tendrán que andar con cuidado y cumplir la ley. Es lo mejor que podría pasarle al Perú. Que el poder se resigne a regirse por las normas que lo igualan al resto de la ciudadanía.

Fuente: Diario La Repùblica. Mièrcoles 08 de abril del 2009.

jueves, 9 de abril de 2009

El primer presidente civil en la historia juzgado y sentenciado en su propio paìs.

La rabia de la derecha
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Cèsar Hildebrandt (Periodista)
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La condena a 25 años de Alberto Fujimori no sólo es una obra maestra del derecho y de la lógica, una construcción mental de impecable claridad y un encadenamiento irrefutable de hechos, documentos y testimonios.

La condena al hombre que confederó los vicios de la república y las peores flaquezas de la sociedad peruana, es un momento histórico pero también, y fundamentalmente, una manera de recuperar la decencia nacional.

Somos bastante mejores como país desde el día de ayer. El fujimorismo gutural quería que siguiéramos siendo, en muchos sentidos, una tribu sin ley que festejara la infamia y que sólo tuviera por norma la conveniencia de su cabecilla.

La sala penal que ha juzgado y condenado al usurpador de nombre Alberto Fujimori nos devuelve al mundo civilizado. Podemos decir ahora que, a diferencia de Chile, hemos aplicado la ley a quien jamás la acató. Porque si Pinochet sufrió ciertos aprestos judiciales -infligidos sobre todo gracias al juez español Garzón y al fuero londinense- murió, sin embargo, de larga vida y muchas muertes y jamás fue condenado.

Fujimori, en cambio, podrá ahora apelar a las instancias políticas de la siempre intervenida Corte Suprema, pero la condena de ayer lo marca para siempre y marca un antes y un después en la historia judicial peruana.

La historia del Poder Judicial en el Perú ha sido una historia de corrupción general y de muy pocas grandezas. La mayor de esas escasas grandezas, la grandeza mayúscula, ha ocurrido ayer. Y gracias a estos jueces con vocación de historia, tendremos que mirar de un modo distinto a la judicatura.

La corrupción no es inexorable. Los jueces paradigmáticos que ayer le han lavado el rostro al Perú demuestran que, al final, la elección entre el honor y la sordidez será siempre un asunto personal. Y que las personas dignas, más allá de las presiones y las turbas amenazantes, producirán siempre actos dignos.

Frente a tantos años de canalla abogadil y jueces no sólo sin rostro sino también sin honra, la sala penal presidida por César San Martín e integrada por los vocales Víctor Prado Saldarriaga y Hugo Príncipe Trujillo nos reconcilia con la esperanza: los jefes de Estado no son impunes, la democracia también es depuración y limpieza, no es una fatalidad aceptar el crimen ni resignarse ante la inmundicia.

Si hubo un San Martín importado y amable que juró la independencia en 1821, ayer ha habido un San Martín nacional que nos ha librado de una dominación tan indeseable como la que España impuso en estas tierras: la dominación del deshonor.

Fujimori es la interpretación más cabal y el resumen biográfico más perfecto del deshonor. No hubo deshonor que le fuera ajeno ni traición que lo asqueara ni felonía que le mereciese algún reparo.

Traicionó a la democracia que juró respetar, a la Constitución que debía cumplir, a la esposa que lo catapultó, a los evangelistas a quienes debía la victoria, a los apristas a quienes había amado tanto, a los tontos que lo creyeron “populista”.

Y cuando la ola de podre lo salpicó, traicionó a los traidores Montesinos y Hermoza Ríos, lo que es un refinamiento no sé si romano o delicadamente oriental.

Y cuando la cobardía lo ensilló por enésima vez -porque la cobardía es madre de la crueldad, según Michel de Montaigne, y Alberto Fujimori fue cruel hasta con los cadáveres-, cuando la cobardía lo azuzó, digo, perpetró la que sería la traición más transoceánica de su historia personal: renunció a la presidencia desde Tokio (“porque temía por mi vida”, diría después), se hizo japonés extrayendo la nacionalidad secreta que siempre había negado tener, se vinculó a círculos mafiosos y fascistas de la política del Japón, apareció de pronto en Chile creyendo que en el Perú lo esperaban las masas y, cuando la policía chilena lo detuvo, candidateó sin éxito al Parlamento nipón para blindarse.

Esa trayectoria ha terminado ayer con una condena que nos enaltece como país. Y esa condena se yergue ahora como un aporte de los jueces peruanos al derecho internacional y a la lucha que Latinoamérica ha librado en contra de la barbarie.

Sendero Luminoso y el MRTA le declararon la guerra al país. Pero, como lo demostró Antonio Ketín Vidal, enfrentarse al salvajismo marxista de Sendero y del MRTA no implicaba convertirnos en gentuza que celebrara en una playa militar una fiesta borracha tras el asesinato de nueve estudiantes y un profesor.

Fujimori vivió a sus anchas cuando Sendero y el MRTA le permitieron actuar como si todo le estuviese permitido. La captura relativamente precoz de Guzmán, debida al GEIN y no a los sicarios mandados desde Palacio, lo desconcertó.

Pronto, sin embargo, encontraría nuevos motivos para continuar su campaña destinada a “prolongar” la guerra todo lo que fuera posible. Un país normalizado no era conveniente porque podía permitir que la gente mirara el otro lado de la luna: el masivo latrocinio del presupuesto militar, las coimas grandiosas que irían a parar a Suiza y a la banca sucia del Caribe, la venta mafiosa de las empresas públicas, la compra de tractores chinos sobrevaluados y de aviones de guerra que costaban la mitad de lo que se decía que costaban, el uso de dineros públicos para comprar a los congresistas tránsfugas y sostener la prensa de estercolero dedicada a denigrar a “los enemigos”.

En estos días hemos visto y oído al fujimorismo, en todos sus matices, expresarse con plena libertad. Desde las objeciones de Valle Riestra, ese tribuno de “La Tribuna” y ese primer ministro goloso de la dictadura, hasta la señora Keiko Fujimori, que hasta ahora no nos dice cuándo devolverá el dinero sucio que recibió de su padre, pasando por Jaime Bayly, ese fujimorista que salió del clóset para anunciar que votará por quienes siempre lo asustaron y a los que siempre aduló.

Fujimori condenado. Las turbas que Raffo recolecta entre el lumpen harán lo suyo. “La Razón” gritará lo previsto. Martha Chávez, Martha Hildebrandt, Luz Salgado y Carmen Losada de Gamboa regurgitarán sus viejos argumentos. Valle Riestra usará, más que nunca, la corbata del luto por sí mismo. Los canales que le deben a la Sunat lo que la Sunat jamás permitiría a otros que se le debiera, seguirán reciclando chicharrones de prensa.

Pero todo eso será episódico. Desde ahora, el condenado Fujimori ya no es la víctima de una persecución que sus parásitos jamás pudieron demostrar. Desde ayer, Fujimori es un reo. Y el Perú ha amanecido distinto. El Perú ha jalado la cadena.

Es importante no olvidar algo que podría ser fundamental. No sólo los Saravá están de duelo. Están también de duelo, aunque quisieran aparentar lo contrario, los empresarios que apostaron todo por Fujimori.

No sólo en “La Razón” -el diario que justifica la masacre de Gaza tanto como la matanza de Barrios Altos- están de duelo. También lloran como viudas y viudos repentinos en “Eisha”, en la Confiep servil, en las oficinas de Dionisio Romero, en las gerencias de Saga y Ripley.

Porque Fujimori no fue sólo Barrios Altos y La Cantuta. Fujimori fue también la ejecución del consenso de Washington y del liberalismo en dosis de caballo.

El liberalismo no llegó a América Latina demandado por los pobres, como dicen los pobres diablos. El liberalismo llegó a Chile de la mano ensangrentada de Pinochet y a Argentina de la zarpa de Rafael Videla.

El Perú no podía ser distinto. Una política de persecución de los derechos adquiridos por los trabajadores, de supresión de los sindicatos, de ajuste para los de abajo y ganancias excepcionales para los de arriba y para las corporaciones que los de arriba muchas veces representan, sólo podía ejecutarse en medio del estado de excepción, la Constitución suspendida y la democracia quebrada.

La condena a Fujimori tiene connotaciones políticas. Pero no son las que el fujimorismo pretenderá esgrimir estos días. El sustrato político en todo esto es que la condena de ayer no sólo alcanza al autor mediato de crímenes abominables y al cómplice encumbrado de asesinos sombríos, sino al operador de una política que hoy, con la crisis mundial desatada, se muestra no sólo como injusta sino también como insostenible en el largo plazo.

La derecha llora por Fujimori. ¿Quién dijo que los cocodrilos no lloraban de verdad?
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Fuente: Diario La Primera. Lima, 08 de Abril del 2009

martes, 7 de abril de 2009

Historia de los juicios a gobernantes por violaciòn a los DD.HH.

ESPECIAL. JUICIOS POR VIOLAR LOS DD.HH.

La palabra final de los criminales

Militares de la dictadura argentina, Saddam Hussein y Slóbodan Milósevic enfrentaron a los tribunales por delitos de lesa humanidad. Algunos fueron condenados, otros no.
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Roger Zuzunaga (Periodista)

“No he venido a defenderme, nadie tiene que defenderse por haber ganado una guerra justa. Y la guerra contra el terrorismo fue una guerra justa. Sin embargo, yo estoy aquí procesado porque ganamos una guerra justa. Si la hubiéramos perdido no estaríamos acá —ni ustedes ni nosotros—, porque hace tiempo que los altos jueces de esta cámara habrían sido sustituidos por turbulentos tribunales del pueblo… Pero aquí estamos. Porque ganamos la guerra de las armas y perdimos la guerra psicológica. Quizá por deformación profesional estábamos absortos en la lucha armada; y estábamos convencidos de que defendíamos a la nación y estábamos convencidos y sentíamos que nuestros compatriotas no solo nos apoyaban. Más aún, nos incitaban a vencer porque iba a ser un triunfo de todos”.

Este no es un fragmento del alegato final del ex presidente peruano Alberto Fujimori en el juicio que se le sigue por las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta. Es del ex represor argentino Emilio Massera antes de ser condenado, en 1985, a cadena perpetua en el denominado Juicio de las Juntas, uno de los procesos más sonados en América Latina.

Emilio Massera, Jorge Rafael Videla, Orlando Agosti, Roberto Viola, Armando Lambruschini, Leopoldo Galtieri, entre otros militares, fueron acusados por desapariciones, torturas y asesinatos perpetrados cuando todos ellos formaban parte de las juntas militares que gobernaron el país entre 1976 y 1983.

Como se deduce del citado párrafo, el Juicio de las Juntas estuvo caracterizado por la soberbia y el cinismo con que los militares respondían los interrogatorios y por su rotunda negativa a reconocer alguna responsabilidad en los crímenes.

Pero el 9 de diciembre de 1985, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal condenó a Videla y a Massera a prisión perpetua, Viola recibió 17 años de prisión, Agosti 4 años y medio de cárcel y Lambruschini 8 años de reclusión.

HUSSEIN A LA HORCA

“Larga vida al pueblo, larga vida a la nación. Abajo los invasores. Dios es grande”, gritó el ex dictador iraquí Saddam Hussein mientras el juez le leía su sentencia a morir en la horca, aunque él hubiera preferido, como se lo hizo saber antes al tribunal, ser ejecutado por un pelotón de fusilamiento.

Era noviembre del 2006 y la justicia llegaba para las 148 personas ejecutadas por el régimen de Hussein en el pueblo chiita de Dujail, en 1982.

El desenlace fue antecedido por un largo juicio caracterizado por los constantes discursos pronunciados por el ex dictador y por sus continuos desplantes a los magistrados, a quienes no reconocía competencia para que lo juzgaran.

Pero la soberbia y las evasivas dieron paso a una inesperada confesión en abril del 2006. Su interrogador, el fiscal Jaafar Moussawi, le preguntó si había aprobado las condenas a muerte contra los chiitas.

“Ese es uno de los deberes del presidente”, respondió secamente. “Yo tenía derecho a cuestionar la decisión. Pero estaba convencido de que la evidencia presentada era suficiente para demostrar la culpabilidad de los presuntos participantes en el intento de asesinato”, remarcó.

El fiscal le preguntó si sabía que 28 de los condenados a muerte tenían menos de 18 años y le mostró documentos de identidad de algunos de los menores ejecutados.

“Usted puede comprar documentos de identidad como esos en el mercado”, le refutó Hussein. “¿Es acaso la responsabilidad del jefe de Estado revisar los documentos de identidad de cada uno de los acusados y determinar su edad?”, remarcó.

Hussein fue ejecutado en la horca en diciembre del 2006.

MUERTE SIN SENTENCIA

Antes de Hussein, el ex presidente yugoslavo Slóbodan Milósevic fue sometido a juicio por delitos de lesa humanidad. En el 2001, el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, con sede en La Haya, solicitó su detención. Lo acusaba de crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos durante la guerra de Croacia (1991-1995), y genocidio durante el conflicto de Bosnia (1992-1995). Fue el primer jefe de Estado obligado a comparecer ante un tribunal internacional.

En febrero del 2002, durante uno de sus alegatos iniciales de defensa, que duró diez horas, Milósevic se declaró vencedor moral y acusó a Occidente de incitar el odio étnico para provocar la división de la otrora Yugoslavia. Además, negó tener conocimiento de la masacre de miles de musulmanes bosnios en Srebrenica, Bosnia, una zona bajo protección de la ONU donde más de 7.000 hombres y niños musulmanes fueron acorralados y fusilados por orden del caudillo serbobosnio Radovan Karadzic y el general Ratko Mladic.

A medida que los jueces escuchaban los escalofriantes testimonios —civiles quemados en vida, mujeres violadas, pueblos saqueados y ejecuciones sumarias a manos de las fuerzas serbias— Milósevic hacía todo lo posible por desacreditarlos.

A sus 64 años, la hipertensión crónica y los problemas cardíacos empezaron a prolongar un juicio que, inicialmente, iba a terminar en el 2004. Las audiencias se suspendieron más de 20 veces.

El 11 de marzo del 2006 fue encontrado muerto en su celda. La autopsia demostró que Milósevic había fallecido de un ataque cardíaco.

SIN CASTIGO
Falleció el 10 de diciembre del 2006 sin ser condenado, a pesar de los juicios abiertos en su contra por violación de los derechos humanos.
AUGUSTO PINOCHET. CHILE

Expulsado del poder en 1989, falleció el 16 de agosto del 2006, a los 93 años, en Brasilia, donde se refugió para escapar a la justicia de su país.
ALFREDO STROESSNER. PARAGUAY

El líder del régimen genocida del Jemer Rojo (1975-1979) murió el 16 de abril de 1998 en la jungla camboyana, exiliado en su propio país.
POL POT. CAMBOYA

Está inculpado por crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra por el Tribunal Especial para Sierra Leona. Su juicio se desarrolla en La Haya.
CHARLES TAYLOR. LIBERIA

Murió de cáncer el 7 de setiembre de 1997 en un hospital de Rabat, unos meses después de su exilio y su sustitución por Laurent Kabila.
MOBUTU SESE SEKO. ZAIRE

Fuente: Diario El Comercio. 05 de abril de 2009.

sábado, 4 de abril de 2009

Entrevista a Mario Bunge

Mario Bunge: “El capitalismo desenfrenado ha fracasado”

Mario Bunge, reconocido filósofo de la ciencia y humanista estuvo en Lima para dar conferencias. Esta entrevista fue posible debido a su generosidad con nuestro diario, pues nos atendió a pesar de su limitado tiempo disponible.

-En su libro Crisis y reconstrucción de la filosofía, usted afirma que la filosofía está grave. La pregunta es: ¿Ha muerto o todavía no?
-No, no, no, todavía no; no creo que jamás muera porque la gente siempre se ha de formular problemas filosóficos, como por ejemplo: ¿qué es la vida?, ¿qué es la muerte?, ¿qué es la soledad? Siempre habrá filósofos, dentro o fuera de las universidades. Está grave porque se ocupa casi exclusivamente de problemas triviales o de problemas de historia, en vez de tratar problemas de la filosofía. Mejor dicho, estudian a los muertos y descuidan los problemas vivos.

-Usted señaló también 10 elementos de la crisis de la filosofía, pero no se había producido la crisis actual del sistema. ¿Hay acaso nuevos elementos?

-¿Cuando usted dice sistema se refiere al sistema social?.

-Sí.
-Bueno, el capitalismo desenfrenado ha fracasado obviamente, incluso lo han reconocido el ex presidente Bush como el presidente Sarkozy. Hay que buscar urgentemente nuevas vías; no se sabe si con un parche va a sobrevivir o habrá que cambiar de raíces el orden social. No se sabe hasta cuando durará ese capitalismo, ese palio-capitalismo, lo llamo yo, un capitalismo completamente anticuado. Pero obviamente, algunas sociedades van a capear la tormenta unas mejor que otras. Por ejemplo, Suecia mejor que Estados Unidos, porque tiene servicios sociales, porque tiene el llamado mercado social ¿no?

-¿Puede haber ciencia sin filosofía?
-De hecho no hay, porque todo científico al proponerse explorar el mundo da por sentado que existe por sí mismo, que no es una invención superior o de otra índole. De modo que se presentan siempre problemas filosóficos nuevos, por ejemplo se presentó la teoría de la evolución, se presentó la nueva psicología que considera a los procesos mentales como procesos cerebrales, refutando así el viejo dualismo mente-cuerpo.

-¿Por qué no es posible hablar de una filosofía practicada en América?
-¿Por qué no? Sí es posible, perfectamente. Lo que ocurre es que hemos tenido una mala tradición, la tradición escolástica importada de España y después los filósofos latinoamericanos que han sido deslumbrados por las filosofías europeas y últimamente también por la norteamericana. En muchos aspectos es todavía los restos de una cultura colonial, eso es. Se está liberando de eso en las ciencias, en las matemáticas, eventualmente en la filosofía también. En el futuro, de eso estoy seguro, habrá una filosofía original, así como hay ya ciencia original.

-¿Está usted de acuerdo con el concepto cosmovisión o es que no se debe inventar otra palabra?
-No, no, no, basta con la palabra, con el concepto, es muy bueno. Cosmovisión o visión del mundo es indispensable. Hay cosmovisión idealista y hay materialista, hay cosmovisiones individualistas y las hay holistas y las hay sistémicas. La filosofía debería, en lugar de especializarse, volver a ser cosmovisión como lo era en la Grecia antigua.

-¿Por qué considera usted que el psicoanálisis es una seudo ciencia?
-Porque hace afirmaciones gratuitas y nunca pone a prueba lo que dice. En más de un siglo de psicoanálisis no ha habido un solo laboratorio psicoanalítico, ni un solo experimento psicoanalítico; son afirmaciones de tipo literario, completamente arbitrarias, totalmente fantásticas.

-¿Por qué su cuestionamiento al concepto de posmodernidad?
-¡Ah!, porque la posmodernidad significa oposición a la razón, oposición a la objetividad, a todo el proceso del pensamiento moderno, al pensamiento que nos ha dado la ciencia moderna. Es puro charlatanismo irresponsable.

-Usted dijo que era un liberal de izquierda ¿Cree que el socialismo tenga futuro?
-Sí, sí, sí, absolutamente seguro. Pero un socialismo muy diferente al que hemos visto y se ha proclamado hasta ahora. Yo creo en un socialismo democrático y sobre todo cooperativista, no estatista. Yo creo que las empresas del futuro serán las cooperativas.

-¿Cuál es la función de la filosofía en la sociedad actual?
-¡Ah!, hay funciones buenas y funciones malas. Funciones malas, por ejemplo, justificar el orden establecido. Muchos filósofos equivocados han justificado el neo liberalismo; otros, en cambio, lo han criticado y han dado esperanzas, pero no han propuesto soluciones concretas. Sin embargo, la filosofía siempre va a intervenir en política. No hay política sin filosofía. Hay una filosofía política, una filosofía económica, esa errada filosofía económica que nos ha llevado a la crisis actual, es justamente la llamada neo liberal que es completamente reaccionaria, antipopular, es una filosofía contraria al pueblo.

-Pero usted dijo que la filosofía es exacta. ¿Cómo encaja este concepto en medio de la crisis de la filosofía?
- Yo he dicho efectivamente que la filosofía es exacta, sí, sí, eso es verdad. Más aún, yo fundadé en 1971 la Sociedad de Filosofía Exacta. Hay filosofías exactas y hay filosofías inexactas. Aristóteles trató de ser lo más exacto que pudo en su época y otros pensadores como Descartes, también. En cambio, los parangones de la filosofía inexacta son el existencialismo y la analogía, ni siquiera se entiende qué es lo que dicen o lo que quieren decir.

-¿A qué se debe que ahora haya un divorcio entre política y la filosofía?
-Siempre lo hay porque la mayor parte de los políticos quieren resultados inmediatos y no saben que antes de actuar hay que pensar, hay que investigar y no desviar ni improvisar, porque la improvisación lleva al desastre y el desastre en gran escala social, afecta a mucha gente. Hay que revisar filosóficamente las teorías que uno usa para diseñar políticas.

-Pascal dudaba de la existencia de Dios, y ¿usted?
-No, no, yo no dudo de la existencia de Dios, yo soy ateo, yo sé que no existe.

-¿Qué clase de sociedad humana le parece la más justa y la ideal?
-Una sociedad igualitaria y una sociedad con libertad, igualdad, fraternidad, cooperación y además una sociedad racional en que los planes que afectan a todos sean elaborados de manera racional a la luz de las ciencias y no de las improvisaciones impuestas digamos por las campañas electorales.

-Entonces, ¿cómo se podría definir la filosofía que practica?
-¡Ah!, es una filosofía materialista, sistémica, dinamisista y, desde el punto de vista moral, humanista.

Sobre el psicoanálisis

Mario Bunge epone una visión sumamente crítica del psicoanálisis, en su “Tratado de la Investigación Científica”, del que extraemos este fragmento:

“El psicoanálisis no debe confundirse con la psicología ni con la psiquiatría. El psicoanálisis pretende ser una teoría y una técnica terapéutica. Como teoría seria aceptable si se mostrara que es suficientemente verdadero; como técnica, si se mostrara

que es suficientemente eficaz. Pero para poder sostener la pretensión de verdad o la pretensión de eficiencia, un cuerpo de ideas y prácticas tiene que someterse el mismo a los cánones de desarrollo de la ciencia pura y aplicada, por lo menos si desea ser tomado por una ciencia. Ahora bien, el psicoanálisis no consigue pasar las pruebas de cientificidad. (…) el psicoanálisis es ajeno a la teoría del aprendizaje, el capítulo más adelantado de la psicología. La Hipótesis de una memoria racial inconsciente no tiene apoyo alguno en genética; la afirmación de que la agresividad es instintiva y universal se contradice con la etnología y la antropologia; la hipótesis de que todo hombre acarrea un complejo de Edipo está en contradicción con los datos de la antropología.”


Entrevista: José Luis Ayala
Editor de Cultura


Fuente: Diario La Primera. 04 de abril de 2009.