lunes, 28 de abril de 2014

La Coalición Nacional. 120 años del pacto que agrupó a civilistas y demócratas.

La Coalición Nacional: Guerra, política y violencia en el Perú


La historiadora Carmen Mc Evoy analiza la Coalición Nacional a 120 años del pacto que agrupó a civilistas y demócratas.

Carmen McEvoy (Historiadora)

En el verano de 1895 El Comercio publicó un balance de la guerra civil que preludió la caída del gobierno del general Cáceres. El informe periodístico relató la hazaña de 2000 montoneros, mal vestidos y pobremente apertrechados, que derrotaron a 4000 soldados perfectamente armados. El éxito de la montonera coalicionista radicó en su fuerza destructiva pero también en su capacidad de expresar las aspiraciones del “pueblo”. A esta poderosa idea se refirió Nicolás de Piérola cuando señaló que “la conciencia nacional” crecía hora a hora y no existía fuerza en el mundo capaz de detenerla.

"La Coalición Nacional", comandada por la figura carismática del político arequipeño Nicolás de Piérola, se cristalizó el 30 de marzo de 1894. Mediante un pacto firmado por representantes del civilismo, del Círculo Parlamentario y del Partido Demócrata, los coalicionistas se comprometieron a defender el respeto del voto ciudadano. Meses atrás el controversial y reinventado Piérola recibió el título de “Delegado Nacional y Defensor de la Constitución del Estado y de la Verdadera Democracia”. De esa manera quedaron atrás los años de su nefasta dictadura y de su posterior huida a la sierra luego de la derrota peruana en San Juan Y Miraflores.
En el crucial año de 1894 se hacen evidentes las intenciones de Cáceres por postular nuevamente a la presidencia de la república. Para ello emplea una serie de tácticas. La cooptación o eliminación política de la oposición, el uso indiscriminado de la maquinaria y los recursos del estado e incluso la transgresión del orden constitucional conforman la estrategia para imponer su reelección.

La respuesta de la sociedad civil a las intenciones de Cáceres fue el renacer del discurso ciudadano. En la Memoria que Piérola leyó ante la Asamblea Nacional de Delegados Departamentales del Partido Demócrata, señaló que la causa del mal que aquejaba a la república era la ausencia de ciudadanos. Al retomar el viejo concepto de la ciudadanía Piérola se propuso asumir el liderazgo de una revolución sustentada en la vieja tradición republicana.

La pugna entre una renovada coalición republicana y un militarismo ávido por perpetuarse en el poder llegó a su punto climático el 1 de Abril de 1894. Ese día, previsto para la votación de los Colegios Electorales limeños y provincianos, falleció el mandatario saliente, Remigio Morales Bermúdez. La acefalia del ejecutivo fue aprovechada por el general Cáceres quien presionó para que el poder presidencial pasara a otro miembro de su maquinaria militar, el segundo vice presidente Justiniano Borgoño.

Para favorecer el triunfo electoral del cacerismo fue necesario capturar “los resortes del poder”. La respuesta no tardo en llegar. A partir de mayo de ese año los miembros de la “coalición de papel”, como Cáceres y sus adeptos bautizaron al bloque opositor, decidieron alzarse en armas para defender las libertades civiles, en especial el voto, amenazadas por el régimen de turno.

La montonera- estrategia de movilización ensayada durante la guerra de independencia- se erigió en el arma de combate contra el orden cacerista. Como en otras oportunidades el principal objetivo fue derrocar a la tiranía. Los milicianos luchaban, asimismo, por sus intereses locales e incluso por derechos políticos y sociales que les habían sido arrebatados. Lo anterior da cuenta de la vitalidad y el poder de las provincias alzadas en armas y su capacidad de incorporarse a una movilización que exhibió una dimensión nacional.

La característica de la montonera provinciana fue su violencia y su capacidad de sorprender al enemigo. En el distrito norteño de Guadalupe, por ejemplo, la irrupción rebelde permitió que los atacantes llegaran hasta la plaza principal. Una ciudad que cayó tempranamente en poder del coalicionismo fue Huánuco. El 20 de agosto de 1894 la montonera, organizada por el liberal Augusto Durand, logró hacerse del control de ese estratégico departamento. Luego de constituir un “Estado Mayor Revolucionario” se procedió al nombramiento de nuevas autoridades políticas para luego avanzar hacia la rica ciudad minera de Cerro de Pasco.

La toma de Lima, convertida en un inmenso campo de batalla, no fue tarea fácil. La gran mortandad, ocurrida entre el 17 y 18 de marzo de 1895 se debió al combate con modernas armas de precisión entre ellas las ametralladoras, utilizadas por el gobierno. Centenares de cadáveres descompuestos rodeados de charcos de sangre; multitud de caballos muertos; madres y esposas vagando por las calles en búsqueda de sus seres queridos y miles de civiles damnificados, muchos asesinados por las balas y cañonazos que cruzaban la ciudad, fueron el balance de una guerra a muerte.

En el discurso inaugural pronunciado en su toma de mando, el nuevo presidente electo Nicolás de Piérola señaló que el deber fundamental del coalicionismo era construir "el hogar común" de todos los peruanos. Así, Piérola, al igual que Ramón Castilla, Manuel Pardo, y el mismo Andrés A. Cáceres-quien partió días después de su derrota a un exilio en Europa- no sólo repitió el ritual fundacional del republicanismo auroral sino que dio inicio a su mandato con un país en escombros. El siglo XX, con sus luces y sombras, es en gran parte el heredero de los logros-la reconstrucción nacional- pero también de los errores-la conflictividad y la restricción del voto indígena- del coalicionismo decimonónico.

Fuente: Revista Caretas N° 2329. 10 de abril del 2014.

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