viernes, 14 de mayo de 2010

Hitler, contexto y semblanza.

La carrera de Hitler

Por: Antonio Zapata (Historiador)

65 años atrás, el 9 de mayo de 1945, Alemania nazi capituló ante los aliados. La II Guerra Mundial había costado la vida de más de cincuenta millones de personas, la inmensa mayoría de los cuales fueron civiles. Pocos días antes se había suicidado Adolfo Hitler, quien venía de cumplir 56 años de edad. Tomando en cuenta que hasta sus 30 había sido un perfecto desconocido, resulta que toda su carrera de político fascista la realizó en sólo un cuarto de siglo. ¿Cómo pudo encumbrarse tan rápido y propiciar el mayor genocidio de la historia universal?

La opción política desarrollada por Hitler partía del desprecio por los métodos democráticos. Desde el comienzo, su propuesta fue totalitaria y definida por el enfrentamiento a muerte contra sus enemigos fundamentales: comunistas y judíos. Es más, llegó al poder construyendo el partido nazi, que nacido de las elecciones iba a terminar con ellas. No era un gris dictador militar; por el contrario, fue un gran orador de masas y realizó una intensa agitación política que, paradójicamente, ganó el corazón de uno de los pueblos más cultos de la vieja Europa.

La gran biografía moderna del dictador alemán se debe a Ian Kershaw, quien relata la primera sorpresa que acompañó la carrera de Hitler. Ni siquiera había nacido en Alemania, sino en Austria, en otro Estado Nación. Hablaba alemán y era admirador de todo lo germánico, pero en sentido estricto no era súbdito del Káiser, sino del Emperador de Austria. Luego, se enroló en el ejército alemán durante la I Guerra Mundial y alcanzó el grado de cabo, habiendo participado de la lucha como un arriesgado mensajero.

Al terminar el conflicto, se trasladó a Múnich y debutó como orador de taberna. En las cervecerías bávaras se discutía con intensidad y Hitler pronunciaba apasionados discursos antisemitas. Su argumento era la puñalada por la espalda. Según la propaganda de derechas, Alemania no había perdido por su propia responsabilidad, sino porque un enemigo interior la había traicionado. Ese chivo expiatorio eran los judíos. Con este planteamiento ganó partidarios en los medios más rudos y agresivos.

Su segundo enemigo eran los comunistas. Hacía muy poco los bolcheviques habían triunfado en Rusia y representaban al enemigo del Este, el temido rival euroasiático que venía de abolir la propiedad privada y fusilar al Zar. Los comunistas además habían organizado un sólido partido alemán, que sumado a los socialistas superaba el 40% en las elecciones de la república del Weimar.

Por su parte, Hitler logró organizar una fuerza de choque y un aparato propagandístico de primer orden. Generó un extenso culto a su propia personalidad, para capturar el poder y poner en marcha una industria de guerra, rescatando a Alemania de la depresión de 1930 y obteniendo enormes adhesiones populares.

Cuando se lanzó a la II Guerra aplicó sus tenebrosas soluciones radicales. Eliminó todo tipo de minorías y oposiciones: homosexuales, impedidos físicos, gitanos, judíos y especialmente izquierdistas. Se impuso por el terror extirpando todo lo “diferente”. Pudo hacerlo porque había mucha rabia y desmoralización. Al tomar las riendas nadie creía en el sistema político, los dirigentes parecían insensibles e impotentes. La amenaza exterior era un gatillo y los prejuicios raciales fueron la gasolina que incendió la pradera.

El problema es que se mantienen las condiciones que lo hicieron posible; se hallan entre nosotros, que hemos crecido en una cultura autoritaria y racista. Y ahora que los políticos democráticos nuevamente acaban envueltos en corruptelas, amenaza el retorno de la mano dura. Si pudiera retornar, Hitler estaría contento en el Perú de hoy, sentiría que tiene grandes posibilidades.


Fuente: Diario La República. Mié, 12/05/2010.

3 comentarios:

Juan dijo...

En efecto, una carrera meteórica. La verdad es que esto dice de la sociedad de los países desarrollados: una mass media pequeñoburguesa, autocomplaciente, insolidaria, orgullosamente ignorante de las ciencias sociales y de la ética más elemental, etc. Aquellos ingredientes ya se daban en la Alemania de Weimar. El orgullo nacionalista, el miedo a otras razas y al comunismo soviético se fueron formando en la soiciedad aquella. Faltaba la cerilla que prendiese el barril: el miedo a la inseguridad económica. En 1929 se presentó esa cerilla, que la tomó un ser mediocre y que supo usarla en su beneficio: Hitler y sus amigotes tsn mediocres como él: Hess, Himler, Göering, etc, etc.
Lo peligroso es que hoy sigue ese fantasma sin ser muerto: crisis económica mundial, clase media estúpida, miedo al otro (ahora ya no es el judío, es el negro, el latino, el oriental, el musulmán, etc.). Hoy, en que la historia contemporánea no gusta por ser muy "política" es más necesario quie nunca conocerla, para que se sepan estos miserables que pueden llevarnos a otra hecatombe mundial. Otros seres miserables y secundones imitaron a Hitler: Mussolini o Franco en España y tantos y tantos dictadorzuelos en América Latina. Esperemos que la historia no se repita.
Saludos Edye.

Eddy Romero Meza dijo...

Como se sabe al terminar la guerra del catorce, la Alemania derrotada, pierde el trece por ciento de su territorio, seis millones de población y todas sus colonias. El Tratado de Versalles, genera así una Alemania profundamente resentida e inestable. La naciente República de Weimar (1919-1933), además deberá enfrentar otras consecuencias de la guerra. El notable historiador Peter Gay, lo resumirá del siguiente modo: “desorden endémico, hambre desesperado, desmoralización entre los intelectuales, un ejército desprestigiado, heridas profundas para cicatrizar y sin tiempo para ello”. Esta demás decir, que todo ello preparara la llegada de Hitler.

Durante este periodo, las grandes corrientes políticas del siglo XX colisionaran en Alemania: el fascismo, el socialismo y la socialdemocracia. La ilustración desordena de Weimar, no podrá contener el ascenso del nacionalismo genocida que encarnara Hitler y el partido Nazi.

¡Saludos!

Juan dijo...

Pues sí, las humillaciones del Tratado de Versalles y su influencia en el deseo de venganza alemana. Ya advirtió de ello el gran economista John Maynard Keynes, que dijo: señores no se ensañen con los vencidos o se revolverán contra nosotros. De todas formas, eso no les exime de ser los votantes de Hitler. Hitler no subió al poder por golpe de estado sino por votación mayoritaria del pueblo alemán, tan creído de su superioridad racial aria.
Saludos de nuevo.